Mario J. Viera
Aunque ha sido
desconcertante, tanto para la oposición anticastrista dentro de la isla como
para el anticastrismo de este lado del
Estrecho de la Florida, el anuncio del restablecimiento de relaciones
diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba, la realidad es que ya, de hecho,
es una nueva realidad jurídica ante la cual, ni el exilio ni la oposición
tienen capacidad de revocar. Definitivamente, el reconocimiento explícito de
los Estados Unidos al gobierno usurpador de Raúl Castro es el reconocimiento de
una realidad jurídica de facto aunque no de jure.
Las reglas del juego
han cambiado y hay que saber mover las fichas dentro del tablero de la nueva
situación; hay que tener la capacidad para colocar las piezas en una posición
favorable, sin necesidad de recurrir al enroque, aprovechar los descuidos y lanzar
el ataque para dar jaque al rey. Nos toca ahora jugar. Tenemos las piezas
negras y debemos proteger nuestra Dama.
La oposición anti castrista
deberá replantearse sus actos y métodos ante la nueva realidad jurídica,
surgida a nivel internacional, tras el anuncio del presidente de los Estados
Unidos, Barack H. Obama y quien detenta el poder de facto en Cuba, general Raúl
Castro, del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países
interrumpidas desde enero de 1961.
El acuerdo entre los
dos estados ha sido felicitado tanto por el papa Francisco como por el secretario general de Naciones Unidas, Ban
Ki-Moon, quien, al conocer la decisión bilateral declaró: “Esta noticia es muy
positiva. Ya es hora de que Cuba y Estados Unidos normalicen sus relaciones
bilaterales. En ese sentido, doy una enérgica bienvenida a las noticias de
hoy”.
Así, será
imprescindible que la oposición cubana esté preparada para un eventual
levantamiento del embargo comercial que Estados Unidos mantiene contra el
gobierno castrista y la entrega del territorio que alberga la Base Naval de
Guantánamo.
En estas condiciones la
oposición cubana debe consolidarse en partidos políticos con programas
coherentes, o en una coalición opositora al estilo de la Mesa de Unidad
Democrática de Venezuela; al mismo tiempo, deberá dirigir sus esfuerzos, en la
esfera internacional, para ser reconocidas sus organizaciones como factores
sociales de cambio, y cabildear ante los gobiernos de la América Latina y el
gobierno de Estados Unidos exigiendo que el gobierno de Castro suprima el
artículo 5 de su Constitución, pues Cuba es el único país del continente que
consagra constitucionalmente al partido de gobierno como único partido político
colocado sobre el Estado y la sociedad y niega legitimidad a cualquier
organización política disidente u opositora.
Con el restablecimiento
de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, ya el castrismo carece de argumentos
para satanizar a la oposición como “mercenarios del imperialismo” y deberá
modificar su retórica cargada de epítetos al referirse a los opositores.
En los reclamos
políticos de la oposición al gobierno castrista, debe incluirse, como factor de
primera prioridad, el restablecimiento del orden jurídico consagrado por la
Constitución de 1940, reclamo este que fuera el argumento básico de los
opositores políticos e insurreccionales del pasado siglo al gobierno del general
Fulgencio Batista, luego del golpe de estado de 1952.
Muchos pueden
considerar que la Constitución republicana de 1940 está envejecida y que se
requieren nuevos enfoques constitucionales; sin embargo, esta Constitución no
fue abolida o reformada de acuerdo a los preceptos establecidos en su cláusula
de reforma. La Constitución del 40 fue abolida de facto y no de jure. La
defensa de la Constitución del 40 como base para futuras reformas constituye,
desde el punto de vista institucional,
una legitimación jurídica de la lucha opositora.
Si Estados Unidos deja
de ser el “enemigo objetivo” para el castrismo, la oposición deberá incluir
entre sus reclamos la abolición inmediata de la draconiana Ley 88, denominada
de “Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba”.
De manera provisional,
la oposición deberá hacer pública la exigencia de incluir dentro del actual
texto constitucional los postulados de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos y, con este propósito, recaudar el apoyo de manera efectiva de la Corte
Interamericana de los Derechos Humanos.
Se requerirá un
esfuerzo mancomunado entre la oposición interna y las comunidades de exiliados
en Estados Unidos, España y otros países de Europa y América Latina para
constituir grupos de presión ante los respectivos gobiernos exigiendo el
respeto de los derechos humanos en Cuba y denunciando las violaciones de estos
derechos por parte del gobierno castrista a través de declaraciones públicas o
enviando cartas con estos reclamos y denuncias a los jefes de gobierno y
miembros de los parlamentos y congresos.
El exilio cubano en
Estados Unidos deberá presionar al presidente Obama para que sea consecuente
con su afirmación de que, con el restablecimiento de relaciones diplomáticas,
continuaría planteando de manera directa al gobierno de Raúl Castro “los
asuntos relacionados con la democracia y los derechos humanos en Cuba”.
Ahora, en una situación
diferente, la oposición cubana, debiera tomar para sí el consejo dado por
Jesucristo a sus discípulos: “Ser cautos como las palomas y sagaces como las
serpientes”. Ser menos contestatarios y más politizados, más hábiles y más
abiertos hacia el interior. Que nadie se considere como el iluminado de los
dioses con la posesión de la verdad y busque la verdad compartida.
La oposición, si sabe
ser astuta políticamente, puede revertir la aparente victoria obtenida por el
castrismo.
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