Lázaro González Valdés
De nada sirvieron las advertencias. Tampoco han sido útiles los razonamientos ni las obras escritas ni los análisis de los especialistas. El funcionariado es insaciable. Quiere más, mucho más, a cambio de nada. Por tanto ha devenido en el enemigo de quienes debería servir. Pero la peor noticia es que las sociedades democráticas no parecen tener protección efectiva contra este mal, y el piso no parece que aguante mucho tiempo a la labor de serruchado. ¿Se materializará aquella amenaza del Camino del Yenán?
La jurisdicción de Miami Dade va a la cabeza de esa inverosímil carrera hacia la demolición social. Obviamente, los comunistas y otras lacras prenden varillas de incienso a cuanto dios pudiera catalizar la fatalidad. Sin embargo malgastan insumos porque los directivos de la alcaldía condal bastan para hundir a medio Estados Unidos de América, estatua de la libertad incluida, como en esos filmes de ciencia-ficción donde la cabeza de mujer coronada rueda por el fondo marino delante de un multicolor séquito de automóviles destartalados.
El Hospital Comunitario Jackson es un desastre económico-funcional y el primer caso de dengue confirmado en Miami Dade pone los pelos de punta si despunta una epidemia. Los empleos siguen escaseando por el vendaval de impuestos que exigen las licencias, permisos, inspecciones y otros requerimientos oficiosos que lastran la iniciativa privada, única solución al laberinto del desempleo. Por otra parte nadie, ni el gobierno estatal ni el federal, parece tener autoridad para detener el festín de aumentos salariales y horas extras que devora el insuficiente multibillonario presupuesto del condado.
Entretanto los políticos siguen rayando el disco de “voten por mí pues crearé empleos, bajaré impuestos, les daré seguridad y salud a bajo costo”. No obstante lo que decrece en Miami Dade es el valor de las propiedades, las ventas, la esperanza de salir decentemente adelante y la posibilidad de no ser víctima de la creciente ola delictiva.
En contraste, emerge un estadio de béisbol, cavarán un túnel para el puerto de Miami, están terminando la ampliación del hospital Jackson Sur, planean instalar cámaras para multar a los dueños de autos que violen las normas del tráfico, proyectan subir el costo de las piscinas públicas y cobrar el estacionamiento de carros en los parques del pueblo.
Hablando del pueblo se dice que, ante el inminente aumento de desalojos que tendrá lugar cuando las cortes de Miami Dade sancionen los casos pendientes, hay quienes tienen previsto irse a vivir a los pantanos (Everglades). Los escépticos tienen opiniones divididas. Unos opinan que “no hay sitio para tanta gente”, mientras otros consideran que el alcalde del condado impondrá un nuevo impuesto por vivir a la intemperie ya que según él y su equipo de administración: gravarán hasta por los pensamientos de los contribuyentes a fin de balancear el presupuesto del año fiscal.
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