lunes, 6 de octubre de 2014

Los tristes “héroes” del castrismo


Mario J. Viera

Luego de 24 párrafos, algunos descomunales, recontando a su modo la historia del mal llamado “proceso revolucionario” que el impusiera, Fidel Castro se decide, finalmente en su último artículo titulado “Los héroes de nuestra época”, a tocar el tema que le motivó a escribir: el envío, por el recurso de “ordeno y mando”, de una brigada médica al África para “luchar contra el Ébola” y especular sobre el asesinato del prepotente y furibundo diputado oficialista Robert Serra.

Según el casi decrépito caudillo “ambos hechos reflejan el espíritu heroico y la capacidad de los procesos revolucionarios que tienen lugar en la Patria de José Martí y en la cuna de la libertad de América, la Venezuela heroica de Simón Bolívar y Hugo Chávez”.

Y parece que Castro, el anciano, parece conmoverse hasta las lágrimas ante el asesinato de uno que hizo de la violencia su principal leitmotiv, el diputado del PSUV, Robert Serra.

Es que los “revolucionarios” muertos, por cualquier motivo, hasta después de muertos son útiles para la propaganda y el azuzar de odios. De este modo declara, como alguien que conoce muy bien el tema: “No podría jamás creer que el crimen del joven diputado venezolano sea obra de la casualidad”. Y a continuación insinúa que tras el cruel asesinato se esconde la mano de la inteligencia de Estados Unidos y la complicidad de la oposición democrática venezolana: “Sería tan increíble, y de tal modo ajustado a la práctica de los peores organismos yankis de inteligencia, que la verdadera casualidad fuera que el repugnante hecho no hubiera sido realizado intencionalmente, más aún cuando se ajusta absolutamente a lo previsto y anunciado por los enemigos de la Revolución Venezolana”.

Sí, es posible que Robert Serra tuviera la simpatía de Castro, quizá ese joven le recordaría sus tiempos cuando era un matón en la Universidad de La Habana dentro del grupo gansteril de Emilio Tro Rivero, la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR); cuando participó ─ aunque no se le pudo probar ─ en el asesinato del Presidente de la Federación Universitaria, Manolo Castro y del Campo. 

Serra, como antes lo hiciera Castro vinculado a la UIR, tenía estrecho lazos con los matones de los colectivos La Piedrita, Los Tupamaros y Alexis Vive. Un analista político, Helly Ángel lo caracterizó de la siguiente manera: “Él fue un muchacho muy controversial, muy problemático, incluso dentro de su propio núcleo familiar, con muchos conflictos y enfrentamientos, incluso entre sus propios familiares. Era un muchacho castrista, muy admirador de Fidel Castro, seguidor de la revolución cubana”.

Serra no era un tipo fácil. El 25 de abril de 2010, junto a 30 de los temibles motorizados que le eran fieles fueron a exigir que pusieran en libertad a uno de sus compinches detenidos por la Guardia Nacional Bolivariana por agredir a dos personas y a quien se le confiscaron un arma con los seriales limados. Al no conseguir su propósito tirotearon al Destacamento Móvil 51 de la GNB.

La alharaca producida tras el asesinato del conflictivo diputado del PSUV, contrasta con el silencio que se hizo en relación con el asesinato de dos de sus guardaespaldas; el primero el 5 de julio de 2011 y el segundo el 24 de julio de 2012.

En el primer caso se trató del joven de 25 años, Celestino Rodrigues, tiroteado en Carapita supuestamente por criminales que le robaron su motocicleta y su pistola personal. Cuando los periodistas preguntaron a Serra sobre la muerte de su escolta solo contestó: “No sé de qué me hablan”. Sin embargo, el padre de la víctima declaró: “Yo sé que él (Serra) no quiere que ustedes se enteren que mi hijo era escolta suyo, pero ¿cómo puedo hacer yo? Lo único que quiero es que entreguen el cuerpo”. 

En el segundo caso se trató  del detective del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), Alexis Barreto Venezuela cuyo cadáver fue encontrado bocabajo con un tiro en la nuca, pero, a diferencia del primer caso, a Barreto no le robaron ni su arma de fuego ni su cartera. Para la madre de la víctima, Serra era el principal sospechoso así declaró al diario El Nacional: “Para mí, el que mató a mi hijo está dentro de la Asamblea Nacional. Yo como madre siento que la gente que trabajaba con él está metida en ese caso. ¿Por qué si el diputado es inocente no ha dado la cara?

Lo que pretenden, tanto Nicolás Maduro, como Diosdado Cabello y hasta el mismo soberano del Punto Cero en La Habana, de presentar el asesinato del controvertido líder juvenil del PSUV, como resultado de una conspiración donde estan envueltos el ex presidente de Colombia, Álvaro Uribe, la CIA y hasta algún miembro de la oposición anti chavista, es solo manipulación política y el propósito de convertir a un malandro con título universitario y puesto de diputado en un héroe revolucionario, en un mártir del Socialismo del Siglo XXI. Nadie, con dos dedos de frente puede darles credibilidad.

Veamos: Cotejando los hechos del lamentable incidente, no existe ningún rasgo que configure un asesinato político. La violencia con que le dieron muerte es típica de un acto llevado a cabo por criminales comunes. Así lo considera Luis Godoy, quien fuera jefe de Investigaciones de la División contra Homicidios del Cicpc diciendo: “Podría presumirse que tendría que ver con algo muy personal, muy intenso”. Cuarenta heridas hechas con un arma punzo penetrante a la altura del pecho, un punzón de hielo.

Según Godoy, el asesinato podría ser debido a “alguna deuda moral o material” como manifestación de “un odio intenso”.

La reportera Ronna Rísquez de Runrún cita las declaraciones de una amiga personal de Serra, Reina González que hacen pensar que los asesinos eran conocidos de confianza del diputado. González dijo: “En esa casa nunca se le abría la puerta a nadie, así nada más. Uno tocaba y Robert veía quién era desde unas cámaras que tenía en su oficina. Él decidía si uno podía entrar y abría desde arriba con un control. A veces se asomaba y te decía que volvieras más tarde”.

De acuerdo con las declaraciones recogidas por la reportera al domicilio de Serra solo era posible entrar usando llave, pues ninguna de las dos puertas de acceso tenían manijas. “Solo él y las muchachas (María Herrera, y las hermanas Jesica y Rosalba Contreras) tenían llave para abrir”, afirmó González, y solo él y sus asistentes autorizaban el ingreso al interior de la vivienda.

Además, según la declarante que fue la que descubrió los cadáveres de Serra y de su acompañante María Herrera a él le “golpearon muchísimo y lo atacaron con un punzón”.

Vecinos que frecuentaban la vivienda de Serra no se explican cómo pudieron los victimarios abrir la caja fuerte que Serra tenía en su oficina, de donde, se dice, tomaron dinero en efectivo, incluido dólares. Además los criminales se llevaron con ellos dos fusiles M-16 y AR-15 de Serra. Tal vez la explicación se encuentre en la golpiza que le dieran a Serra y los punzonazos, posiblemente para que este les diera la combinación de la caja fuerte.

Es evidente que los que ultimaron a Robert Serra, eran conocidos de él y ninguno afiliado a la oposición, ya que el mismo Serra había declarado en una entrevista de prensa que “nunca se ligaría con una escuálida”.

Búsquense los asesinos de Robert Serra, los autores materiales e intelectuales, entre los motorizados de los colectivos de los Tupamaros del 23 de Enero, de La Piedrita, de Alexis Vive y del Frente Francisco de Miranda. Allí dentro de esos colectivos están los asesinos amparados por el régimen chavista.

Los otros tristes héroes de Castro son los integrantes de la Brigada Médica enviada a Sierra Leona con total desprecio por la seguridad de sus integrantes en aras de la aclamación de los medios que tanto ha perseguido el senil Castro desde sus tiempos de la Sierra Maestra y no ha dejado de hacerlo todavía.


Los médicos cubanos, simples marionetas de un régimen que desprecia sus vidas. Las autoridades sanitarias de Cuba no son capaces de contener las periódicas epidemias de dengue que golpean al país, mucho menos podrían hacerle frente a un brote de Ébola que se presentara en Cuba, si uno de los integrantes de la Brigada Médica resultara infestado con el mortal virus. Pero nada de eso le importa al decrépito Fidel Castro; lo que importan son los titulares sensacionalistas de los medios internacionales. 

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