jueves, 2 de noviembre de 2017

Crónica sobre el periodismo independiente que practicábamos

Mario J. Viera



A poco de llegar al exilio, alguien me preguntó cómo denominaría gráficamente el tipo de periodismo que ejercíamos en Cuba los periodistas independientes.  Respondí de este modo: “Un periodismo a pie y agua con azúcar”.  A pie, porque carecíamos de los mas elementales recursos para cumplir con la tarea de buscar la noticia.  No contábamos con fuentes oficiales y nos movíamos en la ilegalización. Escribíamos nuestros reportes, crónicas y artículos en un pedazo cualquiera de papel, a lápiz y con unas asombrosas máquinas de escribir que por sus años podían considerarse como verdaderas piezas de museo. El internet y los celulares un sueño inalcanzable; el acceso a documentación oficial, impensable.

Con el estómago vacío perseguíamos el hecho noticioso; a veces con los bolsillos más vacíos que los estómagos y, para resistir el cansancio, el calor sofocante y mitigar el hambre nos “entonábamos” con un vaso de agua con dos cucharadas de azúcar prieta. Como dije en una crónica, el periodismo independiente era un rudo oficio al que nos habíamos abrazado.  Duro, por las dificultades para ejercerlo; duro, por el acoso de la policía política; difícil porque ceñirse al principio de la objetividad que exige el buen oficio no siempre es posible en época de confrontación ideológica. 

No pocas veces nos temblaban las piernas cuando se trataba de cubrir un hecho que el “periodismo” oficial silenciaba, como el acoso o la celebración de un juicio a un opositor al régimen castrista. Al menos a mí, en muchas ocasiones me temblaron las piernas y me sudaron las manos.  Pero nos tragábamos el miedo y reportábamos la noticia.  Corríamos al teléfono que algún valiente nos facilitaba y nos comunicábamos con el exterior. Muchas veces se hacía bien difícil lograr la conexión telefónica. Con todo, y no obstante, el periodismo independiente ha salvado la dignidad del periodismo cubano.

Hemos sido testigos y cronistas de la historia reciente de Cuba, y al mismo tiempo nos hemos ganado un puesto en la historia del periodismo cubano.

Bien difícil es ser periodista independiente bajo una tiranía totalitaria. El periodista independiente tiene que sufrir la presión de las fuerzas represivas, el ataque despiadado de la poderosa organización del periodismo gubernamental, la Unión de Periodista de Cuba (UPEC), la difamación, el ataque a su dignidad desde el nivel más alto del gobierno y de una fauna internacional de intelectuales de esnobismo de izquierda o de filiación comunista; desde los burguesitos del comunismo hasta la respetable institución católica de Cáritas Panamá, y la posibilidad siempre presente de la cárcel. Nos califican de mercenarios, de agentes de una potencia extranjera y gozan y saltan de satisfacción cuando nos encierran en las tenebrosas y criminales prisiones del castrato.

La grandeza del periodismo independiente de Cuba se mide por el poder de sus detractores. Los ataques contra el libre ejercicio de la opinión es un reflejo del temor de la tiranía, su desesperación de no poder doblegar un pequeño sector de la sociedad que no acepta la unanimidad de un sistema nivelador.  El usurpador del gobierno de Cuba trata de descalificar al movimiento del periodismo independiente presentándolo como un grupo insignificante de personas sin acatamiento popular que recibe paga del exterior. Pero el periodismo independiente de Cuba, resultante de la oposición pacífica, es la representación de la dignidad del periodismo histórico cubano.

El periodismo independiente nació junto con las primeras organizaciones disidentes y opositoras; cuando un activista de los derechos humanos transmitió a Radio Martí una denuncia de violación de derechos humanos. Aquella habría sido la primera crónica noticiando un hecho que la prensa oficial jamás hubiera dado a conocer, y cuando por iniciativa de Ricardo Bofill se transmitiera una mesa redonda de denuncia sobre las violaciones de los derechos humanos donde participaron, además de Boffil, el ex periodista de Juventud Rebelde. Rolando Cartaya, actuando como moderador y los activistas Reinaldo Bragado, Rafael Saumel, Edmigio López, Raúl Montesinos y Tania Díaz Castro y se lograra transmitir por Radio Martí.

Cronológicamente el primer intento de hacer periodismo sin censura surgió con Yndamiro Restano y Huber Gerés y su Asociación de Periodismo Independiente de Cuba (APIC). En 1991, año que pudiera considerarse como uno de los más difíciles que tuvo que enfrentar el movimiento disidente, ya los activistas transmitían verdaderos artículos de opinión junto con las crónicas de violaciones de derechos humanos y ya había quienes pensaban en la necesidad de crear un buró de prensa que informara de las actividades oposicionistas. En ese año además del Comité Cubano de Derechos Humanos, del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba y de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional habían surgido varias pequeñas organizaciones como los Amigos de la Perestroika, el Comité de Unidad Nacional, Acción Alternativa y otros.  Fue en ese año de la caída del Muro de Berlin cuando entró en escena un controversial disidente promoviendo una campaña de recogida de firmas al amparo de la Constitución de 1976 para solicitar la realización de un referendo; su nombre Oswaldo Payá.

Si por periodismo se entiende la recogida de noticias y su divulgación por algún medio de prensa escrita, radial o televisiva; entonces, hay que decir que ya en esa época existía el periodismo independiente.  Recuerdo que un oficial de la Seguridad del Estado me recriminaba porque transmitíamos a los Estados Unidos nuestras crónicas y artículos de opinión, no recuerdo su nombre, le contesté que podríamos suspender nuestras transmisiones si nos daban una pequeña columna en cualquier periódico oficial; que no tenía que ser el Granma sino uno cualquier como Trabajadores o Tribuna de La Habana, en la más oculta de las páginas; pero permitiendo que expresáramos nuestra libre opinión.  Recuerdo que le dije: “Le garantizo, Mayor, que será la columna más leída...”  De más está decir que el oficial rebuznó una mala palabra y se marchó dejándome a medio decir.

Fue 1994 cuando el periodismo independiente se configuró a sí mismo y se fundaron las primeras agencias.  Cuba Verdad aparece en 1998.  Lázaro González era el presidente del Partido Pro Derechos Humanos de la Fundación Andréi Sajárov acababa de salir de prisión donde había cumplido una condena por los acontecimientos de Concilio Cubano.  Yo, en 1996 había sido puesto en libertad luego de cumplir prisión en la Cárcel Provincial Canaleta de Ciego de Avila.  Ambos simpatizábamos con las tesis que Václav Havel había expuesto en su libro El Poder de los sin poder.  Havel nos enseñaba que el sistema comunista se basaba en la mentira y que decidirse a vivir en la verdad era el medio adecuado para desenmascararlo y derrotarlo. Aprendimos que bajo el comunismo el pueblo era víctima y sostén al mismo tiempo del régimen que le oprimía.

El medio para vivir en la verdad lo vimos en el ejercicio del periodismo.  El periodismo libre, sin auto censura y sin acatamiento a la censura oficial era para nosotros como el perro guardian de la ciudadanía y sus derechos. Un día hice oficial la creación de la Agencia Cuba Verdad; pero éramos solo Lázaro y yo.  Luego incorporamos a una opositora que tenía cierta facilidad para escribir y suficiente valentía para “enfrentar al monstruo”, Amarilys Cortina.  Los tres hicimos contacto con Cuba Net y comenzó nuestra vida de periodistas.

Comprendíamos que teníamos que aprender el oficio.  Raúl Rivero nos dio valiosos consejos y buscamos materiales de estudio de periodismo en la Sección de Intereses de los Estados Unidos y en la Embajada de España.  Los periódicos oficiales nos sirvieron para comparar lo que aprendíamos con lo que se ejercitaba como periodismo oficialmente.  Nos convertimos en ratones de biblioteca, leyendo libros y textos sobre periodismo. Frecuentábamos la Biblioteca Nacional y la Biblioteca Pública de la Sociedad Económica de Amigos del País, tomábamos abundantes notas y luego, en el apartamento de Amarilys hacíamos nuestros “círculos de estudio”.  Así aprendimos a elaborar una pirámide invertida, a conocer todas las facetas de una noticia, a distinguir una crónica, un artículo de opinión y un editorial y, por supuesto a estudiar redacción. En este aspecto nuestro texto oficial fue el Curso de Redacción de Gonzalo Martín Vivaldi.

Algún tiempo después se nos unieron Juan José López, un joven abogado que actuaría como nuestro “asesor jurídico” y Juan A. Fornaris que tenía experiencia periodística por haber trabajado como tal en la emisora Radio Progreso; a él le dimos el “cargo” de Jefe de Redacción.

Nos decidimos por hacer un periodismo sin compromisos, ni con la tiranía ni con la oposición y de promoción del debate.


De todo ese tiempo que ejercimos como periodistas independientes acumulamos mucha experiencia y llenamos muchas páginas.  Muchas de las crónicas que escribimos se han perdido; unas porque nunca llegaron a publicarse, aunque si transmitidas desde Cuba; otras porque fueron escritas para emisoras radiales, Radio Martí, la Voz de la Fundación, etc.; otras porque se publicaron en páginas web que ya han desaparecido. Pero todo lo que hicimos ha quedado en nuestra memoria y constituido una de las páginas más interesantes de nuestras vidas.

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