Álvaro
Alba. DIARIO LAS AMERICAS.
El
Este de Ucrania se ha convertido en la nueva Crimea para los estrategas rusos.
Es otro territorio a conquistar por las fuerzas del Kremlin que buscan
ensanchar la superficie del país y aumentar la población de Rusia. De nuevo se
ven encapuchados, con material bélico ruso, con los mismos uniformes que tenían
en Crimea. Atacan edificios gubernamentales, sedes de parlamentos o comisarias.
Oficiales de la inteligencia militar ruso dirigen estas operaciones, no en
balde en varias ciudades han sido detenidos ciudadanos rusos que participan en
estas faenas. La cancillería rusa llama “acciones pacíficas” a lo que vemos en
el Este ucraniano.
Los
únicos que pueden hoy día detener las pretensiones imperiales rusas son los
propios ucranianos. Y en Kiev actúan con sapiencia y calma. No responden a las
provocaciones, y no se dejan intimidar. Pero sí necesitan de mayor solidaridad
y apoyo. En caso contrario estaríamos repitiendo los errores del Pacto de
Múnich en 1938. Occidente tiene que responder con firmeza a Rusia. Es propicio
apoyar, tanto por la ONU como por la UE, las propuestas del presidente interino
ucraniano para tener presencia de esos organismos en el este del país cuando
los militares y policías ucranianos desarmen a los grupos armados prorrusos;
así como la de celebración de un referéndum en todo el país sobre la forma de
Gobierno en el país. En las Naciones Unidas el rechazo a los ataques rusos es
mayoritario. Nadie cree en las aseveraciones de Putin de que no están
desestabilizando a Ucrania.
La
maquinaria de propaganda del Kremlin funciona a toda marcha. Y a pesar de ello
en Moscú salieron a la calle miles de manifestantes denunciando la campaña de
mentiras que se ve en la televisión, se oye en la radio y se lee en la prensa
rusa. Los carteles de los manifestantes decían: “No mientas”, “Basta de
engaños” y “No al fascismo ruso”. Cientos de intelectuales rusos firmaron una
carta condenando la agresión en Crimea. Las represalias van desde la
cancelación de conciertos hasta la amenaza de quitarles las medallas y condecoraciones
que recibieron del estado en épocas anteriores. Los tiempos en Rusia son otros,
los métodos los mismos.
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