martes, 12 de diciembre de 2017

Nunca callarás tu opinión

Mario J. Viera



Esta frase debiera haberse incluido en el Decálogo del Sinaí o por lo menos debiera estar intercalada en la propia tabla de nuestros valores éticos. Nunca calles tu opinión, aunque te traiga trastornos, aunque otros que no compartan tu pensar te maldigan y expresen todo mal de ti y te lleven por las calles cargando la cruz del castigo. Es mejor estar aprisionado en cepo público que amordazado en recámara lujosa.

Piensa libremente sin ataduras que estorben tu razonar. Qué importa que otros sacramenten un determinado pensar que tú no compartes, que tú ves con otros diferentes cristales. No te calles y di lo que piensas.

No te calles en el juicio de la cátedra, porque tu cátedra es tu libre pensar, a ella atente. Ni palabra de hombres ni de dioses te hagan callar; porque los hombres pueden errar y los dioses no te hablan ni dialogan contigo.

Indaga, rastrea buscando la verdad, tu verdad. Compara opiniones e ideas y forja tus propias ideas y cuando ya tengas elaborados tus criterios, no te arredres y di tu opinión.

Pero cuídate de ser ofensivo al exponer tus opiniones, y al mismo tiempo no temas si alguien, por susceptibilidad extrema, se crea ofendido por lo que digas de manera directa, porque hay algunos que hacen asunto personal de ciertos símbolos, imágenes y dogmas. Nunca ofendas a las personas y no te inhibas en atacar con fuerza a lo vil de las ideas.

Sé firme sin dejar de ser flexible. Y sigue el consejo de Thomas Jefferson cuando dijo: “Cuestionad con audacia incluso la existencia de Dios, porque si hubiera uno, ha de aprobar más el homenaje a la razón que al miedo ciego”.


Nunca calles tu opinión, aunque te cueste prisiones porque tu verdad vence y rompe muros y cadenas. 

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