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domingo, 29 de septiembre de 2013

Un tercero


Pedro Caviedes. EL NUEVO HERALD

En el último episodio de la más reciente temporada de la serie de televisión The Newsroom, que sucede en la noche de las elecciones presidenciales pasadas, una de las presentadoras le pregunta al protagonista, Will McAvoy, si él dice ser republicano para que de esa manera pueda reclamar credibilidad cuando ataque al GOP. A lo que McAvoy responde (traduzco): “No, me considero republicano porque lo soy. Yo creo en las soluciones del mercado, las realidades de sentido común y la necesidad de defendernos de un mundo peligroso, y eso es más o menos todo. El problema es que ahora tengo que ser homofóbico. Tengo que contar el número de veces que la gente va a la iglesia. Tengo que negar los hechos y creer que la investigación científica es una gran estafa. Tengo que pensar que a la gente pobre se le está ofreciendo un dulce aventón. Y tengo que tener un complejo de inferioridad tan pasmoso, que tengo que temer a la educación y al intelecto… en pleno siglo XXI. Pero sobre todo, el más grande de los nuevos requisitos, en realidad el único requisito, es que debo odiar a los demócratas. Y tengo que odiar a Chris Christie por no escupirle en la cara al presidente en el momento que descendió del Air Force One (cuando el huracán Sandy). El sistema de dos partidos es crucial para toda la operación. Hay honor en ser la oposición leal”.

Esta semana después del show montado por el senador Ted Cruz, que se paró a hablar por veintiún horas seguidas en contra de la ley de reforma de la salud, y de ver la impotencia de algunos senadores de su partido menos radicales que él, intentando detenerlo, y de ver cómo en la Cámara de Representantes, la semana pasada, se les ocurrió que la única forma de que haya una ley de presupuesto es quitándole los fondos a la ley de salud, y de escuchar cómo otros contestaron que hay que aprobar un presupuesto, pero solo para sacarlo en la discusión del techo de la deuda, y de ver como se hunde bajo el fango de tanta trama y palabrería la reforma migratoria, y de ver cómo pasan una ley para acabar con uno de los programas más exitosos como lo es el de los sellos de alimentos que tanta ayuda han traído en la tragedia de esta crisis de la gran recesión a miles de familias, y de ver cómo continúan simplemente odiando y oponiéndose a toda iniciativa que parta de la mente del presidente Obama, se me ocurre que ha llegado el momento de que un ala de un partido, el Tea Party, se convierta en un tercero, a ver si de alguna manera se recupera el orden de esta democracia estancada en pleno Capitolio Nacional.

Quizá a McAvoy, regresando a la serie, le faltó decir que también se debe ser anti inmigración y hasta pensar que todos los latinos y los afroamericanos, son una pandilla de flojos y mafiosos pistoleros que están destruyendo a su país, como dicen muchos de los presentadores nefastos de Fox News, la cadena que es la mayor plataforma de publicidad de ese nuevo partido que se ha tomado a otro partido.

sábado, 28 de septiembre de 2013

La opinión de un republicano: Una derrota para cambiar de rumbo


Vicente Echerri. EL NUEVO HERALD

Hay grandes probabilidades de que el gobierno federal cese de funcionar el próximo 1 de octubre, si antes ambas cámaras del Congreso no llegan a algún acuerdo constructivo que lo impida. Como los republicanos que controlan la Cámara de Representantes han puesto como condición para transarse dejar sin fondos la Ley de la Atención Médica Asequible (conocida popularmente por Obamacare) y el Presidente ha prometido vetar cualquier proyecto de ley que respalde ese despojo, las posibilidades de arreglo antes del martes son escasas.

Independientemente de la catástrofe económica que puede provocar tal cierre (aunque sea parcial, pues muchos empleados públicos seguirán trabajando), peor ha de ser la crisis política que de ello surja y que va a afectar, en primer lugar, al Partido Republicano, al que gran parte de la ciudadanía responsabilizará por los estragos y al que acusarán, con toda razón, de soberbia y de malicia. El senador John McCain ─ cuyo patriotismo e ideología conservadora no son cuestionables ─ dijo este viernes que, en las tres décadas que lleva de senador, nunca había presenciado tal disfunción en el Congreso y, refiriéndose a sus compañeros de partido, agregó: “Estamos dividiendo al Partido Republicano más que atacar a los demócratas”.

La posición de los neo-republicanos en el Congreso ─ sobre todo los que responden a la línea ideológica del Tea Party, grupo de filoanarquistas que han llegado a controlar grandes segmentos del partido ─ es francamente vergonzosa: en su afán de demonizar y de cargarse al Presidente están dispuestos a pasar por encima de los intereses de la nación. Ya lo han hecho en el ámbito internacional con el creciente aislacionismo que quieren imponerle a la política exterior norteamericana; y ahora extreman su encono en el terreno de la política nacional, encono al que le suman una buena dosis de torpeza y de ignorancia, llamémosle rural.

Creo que el Presidente – por quien yo no voté y que no me resulta personalmente grato ─ se mantendrá en sus trece y no cederá ante la bravata de estos extremistas endomingados, cuya pequeñez de miras espero sea debidamente castigada por los votantes en las elecciones parciales del año próximo. Espero también que aparezca alguien, o algunos líderes o ideólogos republicanos, con la inteligencia y la fuerza suficientes para rescatar a un gran partido de las manos de estos analfabetos; gente con la lucidez y la cultura necesarias para reorientar el partido por los rumbos de un auténtico conservadurismo del que andamos tan huérfanos en este país.

La responsabilidad social, el orden público y el arbitraje del Estado han sido siempre énfasis de una política conservadora. Son los liberales, precisamente, los que han creído en que al mercado le basta regirse por sus propias leyes, del mismo modo que es una herencia liberal el individualismo a ultranza, donde nadie parece tener más juez ni referente que el de su propia conciencia.

Si nociva resulta la hipertrofia de la maquinaria estatal, típica de las sociedades socialistas y socialdemócratas, que generan esas gigantescas nóminas de burócratas; peligroso para la existencia misma de la nación es descarnar al Estado, y a las instituciones que lo administran, hasta el punto de dejarlo en los huesos mondos, sin fuerza para cumplir una agenda gubernativa.

Los fanáticos que ahora mismo se atrincheran en el Congreso han caído en la tentación de inmovilizar el gobierno ─ que es casi como derrocarlo – y eso constituye una agresión contra todos nosotros, contra nuestra manera de vivir. Espero que el éxito momentáneo que puedan tener en ese intento lo paguen con creces en la próxima cita electoral y que esa humillación le sirva al Partido Republicano para retomar el rumbo perdido, acaso de mano de las viejas élites conservadoras que alguna vez lo dirigieron.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Venezuela: La agresión de los Castro


Ernesto Alvarenga. EL UNIVERSAL

Desde el inicio de la revolución cubana los hermanos Castro han tenido la ambición de apoderarse de Venezuela. Esta virtual obsesión se confirma por diversos hechos históricos, entre los cuales se pueden mencionar, la primera la invasión de guerrilleros venezolanos y militares cubanos, tales como el hoy difunto Arnaldo Ochoa, por la Vela de Coro; luego se produjo la llamada "invasión de Machurucuto" en 1967. Finalmente, desde el año 2002 se produce la invasión no violenta y consentida por el régimen, mediante distintas modalidades, lo que ha llevado a nuestro país a convertirse en una suerte de protectorado de La Habana.

Estos movimientos también se producen en el plano internacional: en enero de 1981 el canciller cubano Isidro Malmierca, visita Georgetown durante 5 días, luego, el mismo mes, junto a su par Rashleigh Jackson firman y anuncian (ambos cancilleres) un documento conocido como el Pacto Cuba-Guyana. Allí de manera pública se desconocen las reclamaciones en torno al diferendo fronterizo y en particular al Esequibo. En la declaración se indica que nuestro país reclama algo que no le pertenece, al mismo tiempo Fidel Castro denuncia que la política de Venezuela es expansionista. Este pacto de hace unos 30 años refleja una relación estratégica de ambos gobiernos. Comento estos hechos a propósito de lo que ha sido la postura del régimen castro-chavista en cuanto al Esequibo y la política del vecino país, de otorgar concesiones a transnacionales como la petrolera Anadarko, afectando nuestra fachada atlántica del Delta del Orinoco.

Quizás este pacto es lo que explique la política entreguista de Maduro en su reciente visita al vecino país. Su postura es sumisa y obediente a los hermanos Castro. Claro, él no representa el pensamiento de los venezolanos. En algo alivian las declaraciones del mayor general Alexis López, comandante del ejército, quien en la isla Anacoco y San Juan de Venamo señaló: "estamos para defender la soberanía, con la convicción de que el Esequibo es nuestro". Debo insistir en la necesidad de un gran acuerdo nacional para la defensa de nuestra soberanía y fronteras, acuerdo que trasciende a los partidos políticos. Recuerden que Maduro es un agente de los Castro en Venezuela.

martes, 24 de septiembre de 2013

Golpe republicano


Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD

Senador republican Ted Cruz
Es el golpe de un grupo republicano sobre el liderazgo del partido, con la amenaza de reventar la economía nacional si el congreso no hace lo que quieren. Han puesto al poder legislativo, fácilmente controlado por manipuladores, a merced de uno particularmente insidioso, el senador Ted Cruz. Aprovechan la peculiar ineptitud del speaker de la cámara de representantes. Cruz es un demagogo mayor, risueño sembrador de rechazo, y el segundo, John Boehner, es su vehículo para implementar una estratagema disfrazada de ideología. Reconocer ideología en el ardid del senador Cruz es otorgarle una talla intelectual que no tiene, pero la ineptitud del speaker es tal que no le ha quedado otra cosa que aceptar el ‘razonamiento’ con que Cruz lo sustenta.

La estratagema golpista ata el servicio de la deuda nacional al dinero para implementar la reforma médica, el Obamacare. Si los demócratas quieren que Washington funcione, entonces necesitarán dejar sin fondos al Obamacare. La demagogia de Cruz es consistente. Lo que es difícil de entender es la facilidad con que los republicanos de la cámara baja, bajo el speaker Boehner, se han prestado al curso de acción adelantado por Cruz, un chantaje claro y descarado que le sirve de vehículo de figuración nacional, uno de los muchos que usará a lo largo de su carrera.

¿Y el estado de derecho? Los golpistas pretenden que su chantaje nos devuelva al estado de derecho original, definido por ellos. ¿Por qué lo hace Cruz? Por figureti, por bonito, por pose, y porque la campaña contra el Obamacare ha sido tan cerrada que muchos en la oposición republicana no ven más que sus propias falacias acerca de ella. La desactivación de la reforma médica es un instrumento, bisturí o cuchillo de carnicero, en manos de gentes como Cruz. De nada sirve que el derecho federal sobre la práctica médica haya sido reconocido y refrendado por la Corte Suprema de acuerdo a las cláusulas que regulan el comercio interestatal. Cruz busca renombre matando la reforma, y para eso ha empujado a la cámara a la que no pertenece a que condicione la salud fiscal del país a la salud fiscal de la reforma médica. ¿Plata para necesidades? Maten el Obamacare, quítenle su dinero, déjenlo sin nada.

Hay quienes opinan que Cruz es una Michele Bachmann hecha hombre en el Senado. Tengo que admitir que hay cierto parecido fisionómico entre el rostro de los ojazos abiertos en ella y la sonrisa como de gato que se comió al canario en él, pero allí se acaba el parecido. Cruz es demasiado inteligente para decir cosas como las que salen de Bachmann, su sugerencia –por ejemplo– de investigar a representantes y senadores para determinar quienes son los ‘antiamericanos’ en el Congreso, traidores. Bachmann pudiese haber sido una nueva y femenina Joe McCarthy, pero no da la talla. El que sí la da es Cruz, de la misma edad de McCarthy, 42 años, cuando empezó a acumular poder en base a acusaciones que destrozaron vidas y carreras, y que convirtieron al comité de asuntos antiamericanos (unAmerican activities) en una mezcla de inquisición y cacería de brujas.

Cruz ha empujado sobre la cámara el ultimátum de matar el Obamacare o cerrar el gobierno. Sí, ese es Cruz. Ahora, vayamos al segundo del día, y mientras que Cruz, el manipulador, goza proyectando una apariencia venenosamente inocente, Boehner, de más alto rango, es simplemente patético en su impotencia, un speaker que tiene que sentirse y saberse inadecuado para el cargo, pero debe gustarle el título, la posición y el poder que ostenta.

Nuestra gobernabilidad, buena fe y crédito de país están amenazados en esta maniobra, este golpe empujado y liderado por republicanos del Tea Party. Cruz, un controlador activo, tiene a Boehner, un líder pasivo, atado en nudos.

La curiosa inefectividad de Boehner lleva a preguntarse por qué lo aguantará su bancada en el cargo que ocupa. Es precisamente por eso, por inefectivo, porque carece de espina dorsal, porque es útil para los Cruces de la nación, que lo llevan por la senda que quieran. Es su Prisionero de Senda, como en esa novela del siglo XIX, de sir Anthony Hope, aunque esa senda es con zeta, Zenda. Triste destino al que nos acercamos llevados por Cruces en sendas para Boehners, triste cuando un demagogo activo es capaz de manipular a un líder pasivo, amenazando la economía con el pretexto de matar el Obamacare, que resulta claro que está aquí para quedarse. ¿Qué es entonces lo que hace Cruz? Hace demagogia, cara por lo barata que es. Que Dios nos proteja de manipuladores como él, porque si bien pueden no haber los antiamericanos que la Bachmann quería identificar en el Congreso, sí que hay manipuladores en él.

Hablando de Chepe, un periodista veraz


Martha Beatriz Roque Cabello. CUBANET

El  6 de abril de 2003, se llevó a cabo una de las vistas en juicio oral de la Primavera Negra; en la Sala de los Delitos Contra la Seguridad del Estado del Tribunal Provincial Popular de Ciudad de La Habana, contra seis disidentes, según la Causa NO. 11/03 seguida por los delitos de Actos Contra la Independencia o la Integridad Territorial del Estado e infracciones de la Ley 88/99 (conocida  como Ley Mordaza). Entre ellos se encontraba Oscar Manuel Espinosa Chepe, que en ese momento tenía 62 años de edad.

“Chepe” como todos han acostumbrado a llamarle, nació en Cienfuegos, pero vivía en el municipio de Playa, en La Habana, de profesión economista, trabajó como miembro activo del Servicio Exterior del régimen.

Su locuacidad ha caracterizado siempre las intervenciones que ha hecho, cuando ha estado en presencia de diplomáticos y disidentes; para tratar de explicar la situación existente en el país.

Para Miriam Leiva, su esposa, la forma de llamarlo es Oscar. Ellos forman un matrimonio de muchos años y ambos se han dedicado al periodismo independiente. Él se ha distinguido por la veracidad de sus informaciones; así como los análisis que ha hecho, que al pasar del tiempo han coincidido con la realidad cubana. Tuvo un espacio fijo en Radio Martí conocido como “Hablando con Chepe”.

Durante el tiempo que estuvo preso como parte del Grupo de los 75, tuvo que ser hospitalizado en lo que se conoce como la “Salita de la Seguridad del Estado” del Hospital Militar Carlos J. Finlay. Allí el médico que lo atendió, olvidado de su juramento Hipocrático, trató de minimizar su enfermedad públicamente, a través de un programa de la Televisión Cubana, cuyo protagonista principal lo fue el ex ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque.

Sin embargo, algún tiempo después, tuvieron que admitir que no estaba apto para permanecer en prisión y le fue otorgada una licencia extrapenal, que es una especie de limbo jurídico no registrado en lugar alguno.

Posterior a su salida de prisión, donde cumplió aproximadamente un año y medio, Chepe continuó sus actividades disidentes, incluso practicó aquellas por las que había sido acusado y penalizado – como sanción conjunta ─ a veinte años de privación de libertad.

Chepe es uno de esos cubanos que ha entregado una parte de su vida ─ a pesar de su edad y su estado de salud ─ al ideal de la democracia en Cuba, por lo que tiene el reconocimiento y respeto de todos sus hermanos de causa y de los que siguen los problemas de nuestro país; pero cuando se haya conseguido el objetivo al que ha dedicado estos años de su vida, la sociedad en general lo recordará y lo admirará.

Speaker Boehner has a choice to make‏


Dan Pfeiffer. The White House

Right now, Congress has two jobs: to pass a budget that invests in the middle class and to pay the bills it has already incurred.

But instead of doing their jobs, a few reckless Republicans in Congress are so obsessed with refighting old political battles over Obamacare that they're threatening to shut down the government and stop paying the country's bills.

On Friday, these House Republicans voted to shut down the government unless the Senate and the President agree to defund Obamacare. This week, instead of playing those games, the Senate is set to send a simple budget resolution back to the House -- one that keeps the government open for a few months while leaders continue to work on a budget that creates jobs and cuts the deficit in a balanced way. That's a reasonable solution.

But some Republicans still care more about scoring political points on Obamacare than keeping the government open and our economy moving forward.

This kind of up-to-the-final-hour brinksmanship is beyond irresponsible, and it could reverse the hard-earned economic progress we've made by creating another crisis. Unfortunately, we've watched them run this play before, and we know what it looks like. Two years ago, these Republicans held the economy hostage, and as a result our credit rating was downgraded, the stock market plummeted 17 percent, consumer confidence dropped like a rock, and businesses stopped hiring.

That's why it's time for GOP lawmakers to pass a simple budget resolution that doesn't defund Obamacare and move on.

In the five years since the financial crisis began, the American people have pushed the economy forward. Over the past 42 months, businesses have added 7.5 million jobs. American manufacturing is growing again, and the auto industry is back. We've reformed Wall Street so that no company is ever again too big to fail and created the toughest consumer financial protections this nation has ever seen. We've cut our deficit by more than half, made the tax code more progressive, and reformed our health care system.

Today, there is record demand for American products abroad, and our tech companies are booming. The housing market is coming back ─ sales of existing homes are up by double digits and new foreclosures are down to the lowest levels since the start of 2006.

We need to keep building momentum. So we're asking Congress to join the President in creating a better bargain for the middle class, and give up on manufacturing a new political crisis. For that to happen, reasonable Congressional Republicans have to stand up to a few extreme members of their party for the good of the country and our economy.

From the day he took office, President Obama has been open to any good idea when it comes to the budget, as long as supporting middle-class families remains our North Star. Republicans won't extract concessions over the full faith and credit of the United States.

Will you help spread the word? Share this message so that people know what's about to happen to the economy if Congress doesn't act.

Dan Pfeiffer

Senior Advisor

The White House

@Pfeiffer44 

lunes, 23 de septiembre de 2013

Chepe


Luis Cino Álvarez. CUBANET

Conocí a Oscar Espinosa Chepe en el año 2002, en casa del poeta y periodista independiente Ricardo González Alfonso, un sitio idóneo para entablar amistades buenas y duraderas.

Entre sueños y sobresaltos, trabajábamos en la revista De Cuba. Recuerdo que la primera colaboración que Chepe nos envió para la revista se titulaba “Esplendor y ocaso del azúcar en Cuba”.    Unos meses después, Chepe fue uno de los 75 presos de la ola represiva de la primavera de 2003.

En contraste con sus artículos sobre economía, que  siempre me ha parecido un tema bastante árido y difícil, conversar con Chepe resultaba muy ameno. Incluso cuando hablaba de  economía. Uno nunca se quedaba con dudas sobre el asunto que se discutiera, por muy complejo que fuese y muchas cifras que implicara.

Chepe solía referir episodios de cuando muy joven, en su natal Cienfuegos, se enroló en la lucha contra la dictadura de Batista; o cuando por atreverse a contradecir los disparates antieconómicos del Máximo Líder, le impusieron como castigo recoger guano de murciélago en una cueva y contrajo una infección que casi le cuesta la vida.

Fue ahí donde empezaron sus desencantos con la revolución por la que un día estuvo dispuesto a ofrendar la vida. Pero Chepe refería su desencanto sin rencores. Ni siquiera la cárcel logró cambiar su carácter de hombre noble y generoso. Como diría el poeta: “En el mejor sentido de la palabra, bueno.”

Pero lo mejor era cuando Chepe contaba anécdotas de sus viajes  por los países socialistas de Europa Oriental. Especialmente de Yugoslavia.  Gracias a Chepe y a su esposa Miriam Leiva, buenos conocedores del tema donde los hubiese, logré comprender, más allá de las interesadas manipulaciones del periódico Granma,  los entresijos de los conflictos entre serbios, bosnios, croatas y kosovares y la desintegración de aquella  cárcel de naciones creada artificialmente por el mariscal Tito.

Me place evocar a Chepe, amable, buen conversador, amante de los perros y la música de Sinatra, en la sala abarrotada de libros de su pequeñísimo apartamento en Playa. Siempre lo recordaré así.

Preguntémonos


Mario J. Viera

Acabo de leer el artículo de opinión que bajo el título de “Preguntas a los protagonistas del cambio cubano” y de la firma cuasi anónima de JRVP acaba de ser publicado en Cubanet.

En este artículo su autor plantea varias interrogantes. La primera: “¿cómo es que a pesar de pretender actuar en función y nombre del bienestar nacional, los actores principales de la oposición cubana ya no hayan logrado un acuerdo estratégico y público de colaboración y unión con respecto a la lucha y la transición?” Su segunda pregunta, es: “¿Cómo es que en lugar de preparar la Nación para un futuro cada día más cercano, nos quedamos peleando como politiqueros absurdos para obtener recursos de Miami o aparecer en periódicos que ningún cubano de la isla podrá leer?”. La tercera interrogante, no menor en importancia que las dos anteriores, plantea: “¿No deberíamos actuar como combatientes ordenados y disciplinados, unidos bajo de la bandera ─ no de un partido, ni de un individuo ─, sino de esa Nación entera por la que pretendemos estar listos a sacrificarnos?

Pienso que de modo más o menos parecido, también me he hecho las mismas preguntas, sin embargo las respuestas no son fáciles y creo que para intentar una respuesta coherente se requeriría algo más que, no digamos un artículo de opinión, un ensayo o una monografía sustentada con fuentes y referencias documentales, y hasta enriquecida con supuestos sociológicos y hasta psico-sociales.

Tal vez, más fáciles de responder son el resto de sus interrogantes.

Bajo el supuesto del éxito de la resistencia pacífica, el casi anónimo autor nos pregunta: “¿quién se encargaría de la transición? ¿Bajo cuál Constitución? ¿Por cuánto tiempo? ¿Con qué legitimidad? ¿Proponiendo cuáles soluciones a los innumerables y complejos problemas económicos y sociales que enfrentan en sus vidas todos los días los cubanos de a pie?”. Luego, si somos capaces de responder acertadamente a esta andanada de interrogantes, se nos propone responder otra impactante pregunta: “¿cómo convencer plenamente a una mayoría de cubanos, atemorizados, hambrientos y políticamente desmovilizados? y esta es quizá la más importante de las por JRVP formuladas.

A continuación JRVP nos formula un lineamiento de soluciones interesantes a los conflictos antes enumerados en sus interrogantes. Considero que sus propuestas son válidas y merecen ser tomadas en cuenta; sin embargo hay otras preguntas que debiéramos plantearnos, todos nosotros, actores de primera línea o actores de la retaguardia opositora, el exilio.

La primera: ¿Por qué el exilio, sin el acoso de la Seguridad del Estado y del peligro de los topos, no ha sido capaz de encontrar un lenguaje común y decidirse a conformar un poderoso frente unitario? Debe haber una respuesta lógicamente argumentada para explicar esta aguda falta de concierto. No pretendo darla. Dejo abierta la interrogante, para que pensemos y nos preguntemos: ¿Son más importantes los intereses de parcela que cada uno de nosotros poseemos como para no posponerlos en bien del futuro y de la estructuración de una estrategia común dirigida al derrocamiento de la dictadura?

Algunas organizaciones del exilio actúan politiqueramente con respecto a su “colaboración” con la resistencia interna buscando solo el control de grupos opositores o disidentes al interior de la isla o pretendiendo dictarles estrategias fáciles de concebir desde la comodidad del exilio. Se olvida que el exilio debe ser la retaguardia segura de la resistencia interna, la que le ofrezca apoyo logístico expresado en apoyo moral y material y realizar una ofensiva diplomática bien ordenada a nivel internacional que contrarreste la actividad diplomática del régimen.

Pavonearnos con títulos de anticastristas definidos y resaltar nuestras credenciales no es lo que corresponde en los actuales momentos. Estamos en guerra. Una guerra que no se decide por medio de las armas, sino por las ideas; pero guerra en fin y para conducir la guerra a la victoria se requiere estructurarnos como un ejército: Disciplina, actuación coordinada, y una estrategia concebida por un Estado Mayor Conjunto. Actuar como un ejército regular y no como guerrilleros.

Basemos nuestro accionar en aquel consejo que diera el Nazareno a sus discípulos: ¡Seamos mansos como las palomas y astutos como las serpientes! Sepamos elegir los aliados porque no siempre es cierto que el enemigo de mis enemigos es mi aliado. Elaboremos un programa de transición consensuado ─ exilio-oposición interna ─, breve, con quizás diez puntos, pero sin influencias ideológicas sino de carácter pragmático, sencillo, comprensible para todos. Un programa que proponga las “soluciones a los innumerables y complejos problemas económicos y sociales que enfrentan en sus vidas todos los días los cubanos de a pie”.

No tenemos necesidad de inventar nuevos textos constitucionales para presidir la transición. Tenemos la Constitución de 1940, la Constitución que no fue derogada legalmente sino suplantada por el engendro jurídico estalinista de la denominada Constitución de 1976. Ella nos da legitimidad. Si se requieren reformas que estas sean luego del establecimiento de un gobierno democrático, participativo, pluralista.

Que el exilio unido apoye fuertemente a los grupos que en Cuba se decidan por la unidad, y sin descuido por las ovejas descarriadas.

Preguntémonos y luego demos respuestas a nuestras interrogantes.

Edmundo y Robertico: El oportunista y el oportuno


Miriam Celaya. CUBANET

Edmundo Garcia: el oportunista
Edmundo García, acérrimo defensor y soldado extraterritorial de la dictadura cubana,  conduce en Miami – ¡nada menos que en Miami! – un programa de radio que constituye una extensión de la Mesa Redonda. Sus denuestos contra el imperialismo y contra los “contrarrevolucionarios anticubanos”, así como sus rendidas loas al castrismo, son la demostración más fehaciente de que el inefable Edmundo goza de las oportunidades que la libertad de expresión propia de un país democrático le permiten, las que no disfrutamos los opositores pacíficos en Cuba, porque el régimen que tanto él defiende nos las niega.

Edmundo desbarra públicamente contra los críticos del castrismo, visita la Isla para solazarse en restaurantes e instalaciones turísticas en las que la mayoría de sus “compatriotas” no tienen la posibilidad de asomar siquiera la nariz y, tan fresco como una lechuga, se pasea por aquellas norteñas y estas sureñas calles sin ser detenido o reprimido, lo cual –dicho sea de paso– me parece muy bien.

Muchos cubanos se preguntan qué razones impulsarían al señor García a marcharse de su país natal, donde ─ a juzgar por sus propias declaraciones ─ rigen el sistema más justo del mundo y el gobierno que cualquier nación democrática envidiaría, para instalarse justamente en la nación más infernal e imperfecta del planeta donde, para más señas, campean rampantes los terroristas y gobiernan los peores enemigos de la Humanidad y de Cuba. Pero esto parece ser un misterio que solo podrían develar el propio bilioso alabardero y – por supuesto – el gobierno cubano. Mientras, Edmundo continúa predicando en calzoncillos, porque él es la viva encarnación del oportunista.

Robertico Carcassés: el Oportuno
Es por eso que se proyecta en otros y califica de “desafortunada”, “oportunista” e “irrespetuosa” la actuación del artista Robertico Carcassés en la recientemente celebrada gala por la liberación de los espías cubanos que cumplen largas condenas en EE.UU. En la improvisación, Carcassés declaró sus deseos de tener libre acceso a la información, del fin del bloqueo y del auto-bloqueo, de poder elegir al presidente de manera directa (“y no por otra vía”) y pidió “libertad para los cinco y también para María”, lanzando también una frase altamente radiactiva en Cuba: “ni militantes, ni disidentes, cubanos todos con los mismos derechos”.

La audacia del artista consiste no solo en el hecho de haber expresado públicamente los deseos de la inmensa mayoría de los cubanos, sin que ello signifique pertenencia al sector opositor o constituya alguna trasgresión de la legalidad – todo un flagrante desafío a las autoridades de la Isla –, sino en haberlo hecho precisamente en el Protestódromo, frente a la SINA, el escenario castrista-antimperialista por antonomasia, y en el marco de una “actividad” convocada con antelación y con gran fanfarria por los medios oficiales, en la que supuestamente todo el elenco debería responder con fidelidad absoluta a las directrices de la cúpula gobernante.

Y, por supuesto que Robertico Carcassés no fue por ello un oportunista. Muy por el contrario, fue maravillosamente oportuno. Tanto, que – con independencia de que en algún futuro mediato los testaferros del régimen, haciendo uso de sus habituales recursos de convencimiento ideológico, lograran que se desdiga públicamente – sus (nuestras) verdades, grandes como templos, ya fueron dichas. Más aún: es la primera vez que tanta esperanza contenida y tantos anhelos compartidos por millones de cubanos son dichos de viva voz y tan claramente en un escenario oficial. Y esto es lo más peligroso para los dueños de Edmundo García. Si la oposición hubiese tenido el micrófono, no lo hubiese hecho mejor.

Porque, y he aquí lo que debe ser una lección para todos, nada resulta tan impactante y efectivo como expresar sencilla y llanamente las esperanzas de toda una nación, no desde el encendido discurso patriotero o desde los sectores de la oposición – tan demonizados y temidos por el gobierno como poco conocidos por la sociedad –, sin menoscabo del derecho que a éstos les asiste, sino desde la valentía y la vergüenza de un individuo no sujeto a compromisos ideológicos. Eso es honestidad, todo lo contrario del oportunismo. Nos hacen falta en Cuba muchos  Robertico Carcassés, con o sin micrófonos.

Por unos breves minutos, este artista demostró, quizás sin proponérselo, que las calles, las plazas, las tribunas y los micrófonos no son “de los revolucionarios”, sino de los cubanos. Si solo para eso hubiera valido su audacia, realmente mereció la pena. ¡Bendita sea su manera de aprovechar la oportunidad! Por el regalo de esos instantes de libertad pública ejercida desde los medios oficiales habría que dar las gracias al joven Carcassés, de todo corazón.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Por qué Estados Unidos espía a Brasil


Carlos Alberto Montaner. EL BLOG DE MONTANER

La presidenta brasilera Dilma Rousseff canceló su visita a Barack Obama. Estaba ofendida porque Estados Unidos espiaba su correo electrónico. Eso no se le hace a un país amigo. La información, probablemente fidedigna, fue brindada por Edward Snowden desde su refugio en Moscú.

Intrigado, se lo pregunté a un exembajador norteamericano. ¿Por qué lo hicieron? Su explicación fue descarnadamente franca: “desde la perspectiva de Washington, el brasilero no es exactamente un gobierno amigo. Brasil, por definición y por la historia, es un país amigo que nos acompañó en la Segunda Guerra mundial y en Corea, pero no lo es su actual gobierno”.

Somos viejos conocidos. ¿Puedo dar tu nombre, le pregunto? “No ─ me dice ─. Me crearía un inmenso problema, pero transcribe la conversación”.

Lo hago.

Sólo hay que leer los papeles del Foro de Sao Paulo y observar la conducta del gobierno brasilero. Los amigos de Luis Ignacio Lula da Silva, de Dilma Rousseff y del Partido de los Trabajadores son los enemigos de Estados Unidos: la Venezuela chavista, primero con Chávez y ahora con Maduro, la Cuba de Raúl Castro, Irán, la Bolivia de Evo Morales, Libia en época de Gadafi, la Siria de Bashar el-Asad”.

En casi todos los conflictos, el gobierno de Brasil coincide con la línea política de Rusia y China frente a la perspectiva del Departamento de Estado y la Casa Blanca. Su familia ideológica más afín es la de los BRICS, con los que intenta conciliar su política exterior”. (Los BRICS son Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

La enorme nación sudamericana ni tiene ni manifiesta el menor interés en defender los principios democráticos sistemáticamente violados en Cuba. Por el contrario, el expresidente Lula da Silva suele llevar inversionistas a la Isla para fortalecer la dictadura de los Castro. Se calcula en mil millones de dólares la cifra enterrada por los brasileros en el desarrollo del súper puerto de Mariel, cerca de La Habana”.

La influencia cubana en Brasil es solapada, pero muy intensa. José Dirceu, el exjefe de despacho de Lula da Silva, su más influyente ministro, había sido un agente de los servicios cubanos de inteligencia. Exiliado en Cuba, le cambiaron el rostro por medio de cirugía y lo devolvieron a Brasil con una nueva identidad (Carlos Henrique Gouveia de Mello, comerciante judío) y así funcionó hasta que se restauró la democracia. De la mano de Lula colocó a Brasil entre los grandes colaboradores de la dictadura cubana. Cayó en desgracia por corrupto, pero sin ceder un ápice en sus preferencias ideológicas y sus complicidades con La Habana”.

Algo parecido a lo que sucede con el profesor Marco Aurelio García, actual asesor de política exterior de Dilma Rousseff. Es un antiyanqui contumaz, incluso peor que Dirceu porque es más inteligente y tiene mejor formación. Hará todo lo que pueda por perjudicar a Estados Unidos”.

Para Itamaraty, esa cancillería que tanto prestigio tiene por la calidad de sus diplomáticos, generalmente políglotas y bien educados, la Carta Democrática firmada en el 2001 en Lima es un simple papelucho carente de importancia.  El gobierno, sencillamente, ignora los fraudes electorales llevados a cabo en Venezuela o en Nicaragua, y es totalmente indiferente ante los atropellos a la libertad de prensa”.

Pero eso no es todo. Hay otros dos temas sobre los cuales Estados Unidos quiere estar enterado de cuanto sucede en Brasil porque alcanza, de alguna manera, la seguridad de Estados Unidos: la corrupción y las drogas”.

Brasil es un país notablemente corrupto y esas prácticas nefastas afectan las leyes de Estados Unidos de dos maneras: cuando utilizan el sistema financiero norteamericano y cuando compiten de manera ilegítima con empresas de este país recurriendo a sobornos o comisiones ilegales”.

El asunto de las drogas es distinto. La producción de coca boliviana se ha quintuplicado desde que Evo Morales ocupa el poder y el camino de salida de esas sustancias es Brasil. Casi toda va a parar a Europa y nuestros aliados nos han pedido información. Esa información a veces se encuentra en manos de políticos brasileros”.

Las dos preguntas finales son inevitables: ¿apoyará Washington la candidatura a Brasil a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU? “No si me preguntan a mí ─ me dice ─. Ya tenemos dos adversarios permanentes, Rusia y China. No hace falta un tercero”. Por último, ¿seguirá Estados Unidos espiando a Brasil? “Por supuesto ─ me dijo ─, es nuestra responsabilidad con la sociedad americana”.

Creo que Doña Dilma debe cambiar frecuentemente las claves de su correo electrónico. 

Lo peor que puede pasar en Venezuela


Fernando Mires. Blog POLIS

Ya lo había dicho y reiterado antes de viajar a Miami. "Lo peor que puede pasar al país es un golpe de Estado". No obstante, las mismas palabras dichas en Miami adquieren diferente connotación. Y eso con toda seguridad lo sabía Henrique Capriles.

Nicolás Maduro, mandatario de Venezuela, en su siempre infamante estilo había anunciado que Capriles viajaría el 15. 09. a reunirse con la "gusanera" de Miami para conspirar en contra de la "revolución". No pudo haber mejor refutación a Maduro que las palabras de Capriles, dichas desde el mismo "imperio".

"Lo peor que le puede pasar al país es un golpe de estado".

Léase bien, Capriles dijo sin rodeos, un golpe de estado es lo peor que puede suceder a Venezuela. No dijo hay golpes buenos y malos, como seguramente piensan algunas fracciones "egipcias" de Venezuela. Eso significa que un golpe de estado, según Capriles, es una alternativa aún peor que el gobierno de Maduro. Por lo tanto Capriles dejó claramente establecido que está dispuesto a jugársela en contra de cualquier intento de golpe de estado sea éste a favor de Maduro o en contra de Maduro.

Por lo demás, si hubiera intento de golpe de estado, aunque venga de militares chavistas, ¿contra quién puede ser sino en contra de Maduro? Porque Capriles dijo, golpe de estado. No habló de autogolpe. En otras palabras, un golpe de estado en contra de Maduro sería no sólo en contra de Maduro; también sería en contra de la oposición a Maduro. Su objetivo no podría ser otro sino destruir los restos de institucionalidad que permanecen en el país, cerrar el camino a las elecciones e imponer un régimen de fuerza en contra de la mayoría de la nación, de la madurista  y de la opositora a la vez.

Las palabras de Capriles fueron terminantes. Ahora lo saben todos: Si hay militares que en nombre del, o en contra del chavismo intentan dar un golpe de estado, aprovechándose del descontento general y de la profunda crisis económica en la cual el chavismo ha sumido al país, contarán con la más decidida "oposición de la oposición". Con ello queda muy claro, salvo para quienes no quieran entender, que la oposición venezolana dirigida por la MUD y Capriles no es golpista, como tal vez quisiera Maduro que lo fuera. Además ─ aunque no guste a Maduro ─ es un factor de orden institucional. Quizás la oposición es el único factor de orden institucional que resta todavía en Venezuela. Si no fuera por esa oposición que encauza por vías democráticas el creciente malestar social, Venezuela no sería Egipto: Venezuela sería Siria.

Naturalmente, el objetivo de la oposición, como toda oposición en cualquier lugar donde hay oposición, es derrotar al gobierno y si es posible, lograr su caída. Pero el objetivo ha de ser la derrota política, jamás la derrota militar. Eso quiere decir que cualquier intento no político en Venezuela significaría cerrar el camino a la oposición e indirectamente al propio PSUV. Quizás ya hay miembros de ese partido que entienden que la desaparición de los últimos restos de espacios políticos significaría también el fin del PSUV, ya sea como partido de gobierno, ya sea como principal partido de oposición, lugar este último que más temprano que tarde deberá ocupar, si es que sus dirigentes no creen en el principio de la eternidad.

La mayoría de la oposición (y quizás una parte del chavismo) ya ha entendido que cuando los militares llegan al poder lo hacen para quedarse y nunca para irse.

No me referiré esta vez a Chile, donde algunos políticos con pasado democrático apoyaron el golpe de 1973 como "salida transitoria". El ejemplo más reciente es el del Egipto de 2013 cuando los militares se montaron sobre los hombros del descontento popular frente al islamismo de Morsi y dieron un golpe que restituyó el régimen de Mubarak sin Mubarak, en contra de la oposición democrática y de la oposición religiosa a la vez.

Probablemente hay pocas situaciones en la historia, si es que hay alguna, en la cual los militares usurpen el poder para retirarse inmediatamente. Ni siquiera en Honduras, pues allí los militares actuaron obedeciendo el mandato de una mayoritaria clase política civil. ¿Se entiende entonces por qué lo peor que puede pasar al país ─ Capriles se refería al país de los chavistas, al de los no chavistas y al de los anti-chavistas ─ es un golpe de Estado?

Hay ejemplos en cambio que muestran como cuando la oposición ha actuado en defensa del espacio político en contra de intentos golpistas, ha salido fortalecida. Uno ocurrió en Septiembre de 1917 en Rusia cuando el general Lavr Kornilov, aprovechándose de las debilidades del gobierno de Alexander Kerenski, intentó dar un golpe de Estado, imaginando que contaría con el apoyo de la socialdemocracia (mencheviques y bolcheviques). Fue entonces cuando Lenin dio muestras de gran genialidad. Con su consigna "hay que defender a Kerenski", Lenin aseguró el espacio que muy poco después permitiría a los bolcheviques hacerse del poder. El segundo ejemplo también ocurrió en Rusia. Fue en el año 1991 cuando Boris Yeltsin, alcalde de Moscú y recalcitrante opositor, llamó a las masas a oponerse al golpe militar dirigido en contra de Gorbachov. Gracias a esa iniciativa Jeltsin logró ser, poco después, sucesor de Gorbachov en el poder.

Pero en el Egipto de 2013 no  hubo ningún Lenin ni ningún Jeltsin. Los demócratas, con Baradei a la cabeza se sumaron al golpe, aceptando incluso tareas de gobierno. Pronto ─ historia conocida ─ fueron desplazados por los militares. “Sobre las bayonetas nadie puede sentarse”, dijo Tayllerand a Napoleón.

Capriles también lo sabe. Sabe también que el 2013 no es el 2002, cuando generales venezolanos, utilizando el vacío de poder provocado por una enorme masa opositora sin dirección política, hicieron renunciar a Chávez. Los militares pusieron en su lugar a un monigote empresarial (Carmona) para después volver a poner a Chávez. Gracias a ese auto-frustrado golpe, Chávez emergió con más legitimación que antes.

"Lo peor que puede suceder al país es un golpe de Estado".

No pudo Capriles haber elegido mejor lugar para pronunciar esa breve frase. Miami, refugio de demócratas, empresarios, profesionales y gente común, es también un lugar donde no pocos cubanos y venezolanos se dejan llevar por fantasías, soñando con salidas apocalípticas que los devolverán, como por arte de magia, al país de sus amores.

En Miami existe una gran mayoría de venezolanos que reconoce a la MUD como directriz y a Capriles como su líder político natural. Pero también existe ─ no es secreto para nadie ─ una minoritaria fracción antidemocrática, radicalmente aventurera, es decir, una fracción hecha a la medida del chavismo. A ellos, los que conforman dicha fracción, dijo Capriles en su propia cara:

"Lo peor que puede suceder al país es un golpe de Estado".

Para que chavistas, no chavistas, maduristas y antimaduristas lo sepan y lo graben en el disco más duro de sus cabezas. El camino de la oposición venezolana es y será democrático y electoral. La línea ya ha sido trazada.

Odios estratégicos


Américo Martín. EL NUEVO HERALD

“Odios estratégicos”, manera pomposa de encubrir una de las usuales modalidades del cinismo. La primera vez que la escuché fue a Rómulo Betancourt, allá por 1959. La dictadura militar se había desmoronado, la gente en la calle quería reproducir las barricadas y adoquines de las revoluciones parisinas, el radicalismo a todo dar con el sonoro ejemplo de los barbudos entrando en La Habana. Como el mundo era bipolar, la izquierda más emotiva explicaba todos los problemas del país cargando de culpas al imperio. Por lo visto, los gobiernos latinoamericanos serían excelentes, de no ser por las maquinaciones gringas. Era como la cédula de identidad del revolucionario del siglo XX (el del XXI resultó más efímero).

Cuando el hemisferio fue estremecido por la frustrada gira de paz del vicepresidente Nixon, a los líderes del momento se les pedía una prenda de “principismo”. Debían condenar la presencia anglosajona, más que en los mejores tiempos de Vasconcelos y Rodó.

Pero seamos claros, semejante agravio podía cargársele justificadamente al secretario de Estado Foster Dulles, quien durante la X Conferencia Interamericana vino a Caracas solo para llevarse en los cuernos a la disidente Guatemala. En cambio Nixon – calculadamente o no, eso no oculta el hecho – venía en son de paz. Caídas las dictaduras militares, quería propiciar algo así como la reconciliación entre las Américas sajona e hispana.

Calculó mal porque los comportamientos imperiales aún estaban frescos y porque el ensimismamiento nacionalista estaba en el tope. Pero obviamente entre la visita guerrera de Dulles y el ramo de olivo de Nixon había una sustancial diferencia.

Con mentalidad de hombres de estado, Betancourt, Caldera y Jóvito quisieron aprovechar el viraje norteamericano para obtener ventajas en el camino hacia la consolidación democrática y el esperado desarrollo de Venezuela.

Fue cuando le escuché decir a Betancourt que él no cultivaba “odios estratégicos”. Eso fue hace 53 años, más de seis decenios, más de diez lustros. El punto es que en la Venezuela de hoy, años 2000 y pico, han retoñado los odios estratégicos. Lo han hecho sin las justificaciones históricas de la izquierda de los años 50 y 60. Es más simple que eso y el caso reciente de Venezuela es, en ese sentido, desolador.

Fracasa la Misión Vivienda, se hunden la salud y la educación, Venezuela se convierte en uno de los tres peores productores de alimentos (los otros dos: Haití y Cuba), la inflación ha sido la más elevada de América; y en 2013, lanzada a alcanzar la cumbre mundial. Disputa esa presea con Belarús, tierra de Aleksander Lukashenko, el último estalinista de Europa. Como saben hasta los escolares, los problemas venezolanos no quedan ahí. Es el país que menos crece en Latinoamérica, dispone de una deuda externa e interna impagables y de un déficit fiscal prodigioso, mientras sus reservas internacionales – pese a la incesante bonanza de los precios del petróleo – se cayeron como una plomada, precisamente cuando está con el agua en el cogote.

¿Y cómo explican los voceros gubernamentales tan monumental desastre?

Ah, muy sencillo: el imperio sabotea los proyectos del gobierno. Es un tenebroso plan ─ repiten con mirada extraviada ─ cuya fase última sería la invasión de los marines, vergonzosamente coludidos con la derecha venezolana. Y lo que es peor, más de 60 veces la CIA ha preparado “el magnicidio”, primero de Chávez, ahora de Maduro. En fin: los odios estratégicos retumban.

Tanta obsesión contrasta con lo que ocurre en el resto del Hemisferio, incluso Cuba, que ahora administra conservadoramente sus denuncias de magnicidios e invasiones. Los gobiernos critican tales o cuales gringadas, pero conservan buenas relaciones con sus presidentes. No mantienen la alharaca que distingue a sus colegas venezolanos. Curiosamente son los presidentes de izquierda los que más cuidan el lenguaje, tanto como sus intereses. El hecho está a la vista: el único país que no crece ni le tuerce el cuello a la inflación es el que más recursos tiene. Y por lo tanto, con más razones para colocarse en los primeros lugares en crecimiento, estabilidad monetaria y social, y no en el Averno donde tan estúpidamente se ha condenado.

Leyendo un artículo escrito por Betancourt en 1939, cuando todavía se consideraba marxista, socialista, partidario de la “sociedad sin clases”, descubrí que no era nueva su manera equilibrada de ponderar al otro sin naufragar en los “odios estratégicos”. La nacionalización del petróleo dictada por el presidente mexicano Lázaro Cárdenas ─ explicaba Rómulo ─ no provocó hostilidades de EEUU, debido al “hambre de petróleo” que, dada la inminencia de la guerra mundial, tenía la potencia norteña. Quería garantizarse el flujo de petróleo mexicano y venezolano. ¿Qué deberían hacer México y Venezuela?, se preguntaba Betancourt. Pues aprovechar la oportunidad para negociar amigablemente ventajas económicas sin sacrificar soberanía, en beneficio de su desarrollo y del nivel de vida de sus pueblos.

Asombra que esas reflexiones tan obvias sean hoy desdeñadas por el presidente Maduro, quien se adorna con una vocinglería retórica que lo está hundiendo en el pantano. Asombra aún más que no haya nadie en el poder en posición de entender lo que aprendieron de memoria Roussef, Lagos, Bachelet, Mujica, Humala, y de “desmemoria” el poco presentable Ortega. Aprendieron que nunca en la historia sirvió para nada el recetario de comunas, consejos obreros, estatizaciones “ideológicas”, autogestión, controles de cambio y demás zarandajas. Esas falsas panaceas alimentaron el fracaso de más de un siglo de ilusas revoluciones. Clavo pasado para todos, menos para Maduro.

¡Aprende, hombre! Aunque de sesera quizá ligeramente seca, eres muy joven aún.