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lunes, 23 de septiembre de 2013

Edmundo y Robertico: El oportunista y el oportuno


Miriam Celaya. CUBANET

Edmundo Garcia: el oportunista
Edmundo García, acérrimo defensor y soldado extraterritorial de la dictadura cubana,  conduce en Miami – ¡nada menos que en Miami! – un programa de radio que constituye una extensión de la Mesa Redonda. Sus denuestos contra el imperialismo y contra los “contrarrevolucionarios anticubanos”, así como sus rendidas loas al castrismo, son la demostración más fehaciente de que el inefable Edmundo goza de las oportunidades que la libertad de expresión propia de un país democrático le permiten, las que no disfrutamos los opositores pacíficos en Cuba, porque el régimen que tanto él defiende nos las niega.

Edmundo desbarra públicamente contra los críticos del castrismo, visita la Isla para solazarse en restaurantes e instalaciones turísticas en las que la mayoría de sus “compatriotas” no tienen la posibilidad de asomar siquiera la nariz y, tan fresco como una lechuga, se pasea por aquellas norteñas y estas sureñas calles sin ser detenido o reprimido, lo cual –dicho sea de paso– me parece muy bien.

Muchos cubanos se preguntan qué razones impulsarían al señor García a marcharse de su país natal, donde ─ a juzgar por sus propias declaraciones ─ rigen el sistema más justo del mundo y el gobierno que cualquier nación democrática envidiaría, para instalarse justamente en la nación más infernal e imperfecta del planeta donde, para más señas, campean rampantes los terroristas y gobiernan los peores enemigos de la Humanidad y de Cuba. Pero esto parece ser un misterio que solo podrían develar el propio bilioso alabardero y – por supuesto – el gobierno cubano. Mientras, Edmundo continúa predicando en calzoncillos, porque él es la viva encarnación del oportunista.

Robertico Carcassés: el Oportuno
Es por eso que se proyecta en otros y califica de “desafortunada”, “oportunista” e “irrespetuosa” la actuación del artista Robertico Carcassés en la recientemente celebrada gala por la liberación de los espías cubanos que cumplen largas condenas en EE.UU. En la improvisación, Carcassés declaró sus deseos de tener libre acceso a la información, del fin del bloqueo y del auto-bloqueo, de poder elegir al presidente de manera directa (“y no por otra vía”) y pidió “libertad para los cinco y también para María”, lanzando también una frase altamente radiactiva en Cuba: “ni militantes, ni disidentes, cubanos todos con los mismos derechos”.

La audacia del artista consiste no solo en el hecho de haber expresado públicamente los deseos de la inmensa mayoría de los cubanos, sin que ello signifique pertenencia al sector opositor o constituya alguna trasgresión de la legalidad – todo un flagrante desafío a las autoridades de la Isla –, sino en haberlo hecho precisamente en el Protestódromo, frente a la SINA, el escenario castrista-antimperialista por antonomasia, y en el marco de una “actividad” convocada con antelación y con gran fanfarria por los medios oficiales, en la que supuestamente todo el elenco debería responder con fidelidad absoluta a las directrices de la cúpula gobernante.

Y, por supuesto que Robertico Carcassés no fue por ello un oportunista. Muy por el contrario, fue maravillosamente oportuno. Tanto, que – con independencia de que en algún futuro mediato los testaferros del régimen, haciendo uso de sus habituales recursos de convencimiento ideológico, lograran que se desdiga públicamente – sus (nuestras) verdades, grandes como templos, ya fueron dichas. Más aún: es la primera vez que tanta esperanza contenida y tantos anhelos compartidos por millones de cubanos son dichos de viva voz y tan claramente en un escenario oficial. Y esto es lo más peligroso para los dueños de Edmundo García. Si la oposición hubiese tenido el micrófono, no lo hubiese hecho mejor.

Porque, y he aquí lo que debe ser una lección para todos, nada resulta tan impactante y efectivo como expresar sencilla y llanamente las esperanzas de toda una nación, no desde el encendido discurso patriotero o desde los sectores de la oposición – tan demonizados y temidos por el gobierno como poco conocidos por la sociedad –, sin menoscabo del derecho que a éstos les asiste, sino desde la valentía y la vergüenza de un individuo no sujeto a compromisos ideológicos. Eso es honestidad, todo lo contrario del oportunismo. Nos hacen falta en Cuba muchos  Robertico Carcassés, con o sin micrófonos.

Por unos breves minutos, este artista demostró, quizás sin proponérselo, que las calles, las plazas, las tribunas y los micrófonos no son “de los revolucionarios”, sino de los cubanos. Si solo para eso hubiera valido su audacia, realmente mereció la pena. ¡Bendita sea su manera de aprovechar la oportunidad! Por el regalo de esos instantes de libertad pública ejercida desde los medios oficiales habría que dar las gracias al joven Carcassés, de todo corazón.

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