Del
libro en preparación del mismo nombre
CAPITULO INTRODUCTORIO
Mario J. Viera
Cada una de esas etapas ha tenido sus
propias y distintivas características. En cada una de ellas, la relación oposición
interna/exilio ha tenido diversas formas de colaboración; desde una labor de
cooperación y apoyo, hasta una de intromisión y control de las organizaciones
internas por parte de organizaciones de exiliados, definidamente de corte
derechista, sostenidas por jugosos grants federales, y estrechamente vinculadas
con dirigentes del Partido Republicano de Estados Unidos.
La primera etapa fue la iniciativa
civilista que generó el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, bajo el impulso de
los vientos de perestroika y glasnost. El movimiento disidente se organizaba y
se mostraba sin ocultamientos. Fue la época del gran reto, del reto inicial al
castrismo y al Partido comunista (PCC), sin vinculaciones con los servicios de
inteligencia de Estados Unidos, ni con alguna organización de exiliados que le
motivara, controlara y dirigiera.
A partir de 1991 la influencia del exilio
comenzó a sentirse en los grupos y organizaciones que se iban creando en la
isla, destacándose en este sentido la poderosa Fundación Nacional Cubano-Americana
de corte conservador y muy vinculada al partido Republicano de Estados Unidos.
Mientras, en la primera etapa, los principales impulsores de las organizaciones
civilistas defensoras de los derechos humanos se enmarcaban dentro de las
posiciones de izquierda o de centro derecha, en esta nueva etapa, los grupos
que se formaban en Cuba tendían, en lo general, hacia la derecha por influencia
de la Fundación. En esta etapa, las figuras principales que influyeron entre
los disidentes isleños están, en primer lugar, Luis Zúñiga, y Ninoska Pérez
Castellón, principales voceros de la Fundación. La emisora La Voz de la
Fundación recogía denuncias y proyectos procedentes de Cuba, por lo que ganaba
una gran influencia entre los opositores, como ya, en esta etapa, comenzaron a
denominarse, ellos mismos, los dirigentes de las organizaciones anticastristas.
En esta etapa los grupos opositores se
incrementaron, hasta una cifra que sobrepasaba las 130 organizaciones. En
Concilio Cubano, el foro unitario de la oposición llegó hasta reunir a más de
cien grupos dentro de su sombrilla. No obstante, las membresías de muchos de esos
grupos apenas superaban los cien miembros[1].
En la etapa tercera, el movimiento opositor seguía incrementándose, así como también crecía la represión gubernamental. En esta etapa surgiría un nuevo movimiento dirigido a ofrecer la alternancia al periodismo oficialista, ofreciendo la otra versión de la realidad cubana: el periodismo independiente.
Sobre este tema, hice el siguiente
comentario en un artículo que escribí sobre el tema:
“Los agentes del gobierno desplegaron todo su caudal
represivo en contra de los que se atrevían a denunciar la verdad que ocultaba
el régimen. Presiones de todo tipo, ataques desde las páginas de los medios
oficiales, acoso por parte de la Seguridad del Estado, pero nada podía contener
que la información independiente saliera al exterior.
Los que
ejercíamos aquel periodismo, muchas veces contestario, pero siempre centrado en
la verdad informativa, no contábamos con celulares, ni faxes, y muchos hasta no
tenían teléfono propio. Pero transmitíamos. Luego comenzaron a surgir páginas
web con sede en Miami que publicaban nuestras crónicas. El régimen acrecentó
sus amenazas; así, con la excusa de la Ley Helms Burton dictó la represiva Ley
88, dirigida a acallar al periodismo independiente. La respuesta nuestra fue la
de confrontar la ley y continuar nuestro trabajo. La Ley 88 no nos calló, ni
aún en el 2003 cuando fueron sancionados 75 disidentes, entre los que se
contaban activistas de derecho humanos y periodistas independientes, bajo los
preceptos de aquella ilegítima normativa penal”.
Castro, preocupado con el crecimiento que iba tomando la
oposición política, el vigor y la credibilidad que el periodismo ganaba, así
como el activismo desplegado para la colecta de firma en apoyo al moderado y
reformista Proyecto Varela, desató una fuerte represión en contra de opositores
y periodista independientes en la primavera del 2003.
Así comienza la cuarta etapa, tras la represión de la
Primavera Negra. Etapa cuando aparece el movimiento de las Damas de Blanco,
junto al aletargamiento opositor, centrado ahora más en el exterior, y se
dejaba controlar por las organizaciones derechistas del exilio.
Cuando se realiza un esbozo de la historia del movimiento
opositor noviolento de Cuba, el análisis no puede centrarse solo dentro del
marco estrictamente local, pues sería un enfoque parcial. Hay factores externos
que también influyen en el desarrollo de la actividad opositora, como la
política exterior de Estados Unidos con respecto a Cuba, de acuerdo con los
lineamientos de cada administración estadounidense, el accionar de las organizaciones
del exilio y las emigraciones cubanas, los intereses económicos del Estado
cubano y de otras naciones, con las cuales Cuba mantiene relaciones
diplomáticas y comerciales, las corrientes de opinión que, en un momento dado,
existan en países de la América Latina y de Europa ,y hasta la política de las
naciones más relacionadas con la situación cubana, como, pudieran ser, en
específico, España, Brasil, México, Argentina, Chile y Venezuela.
Cuando se estudia o analiza un tema, tan de actualidad,
como es la oposición noviolenta al poder del Partido Comunista de Cuba (PCC),
resulta una tarea engorrosa mantener un análisis objetivo. Siempre, en el
analista o en el historiador, influirá su posición ideológica con respecto a
cómo entiende la relación antagónica entre el poder del gobierno de Cuba y los
sin poder de la oposición civilista o política, la relación gobierno-pueblo; el
monopartidismo o la dispersión de micropartidos.
Pero, colocados desde el lado opuesto al régimen del PCC,
no debemos convertir a la oposición noviolenta cubana en otro mito diferente al
mito oficialista. No debemos idealizar a la oposición, sino, presentarla como
pudiera presentarse cualquier otra corriente política, con sus características
particulares, con sus defectos y con sus virtudes.
Se tiende a presentar a todos los que luchan contra la
opresión como héroes intachables, eximios, casi elevados hasta las cumbres de
Olimpo. Pero, aunque los opositores a un régimen autoritario, cerrado e
intolerante, tienen algo de la esencia de la heroicidad, no son semidioses, son
seres humanos que cometen errores, que poseen defectos, que también tiene
virtudes.
Difícil y ardua ha sido, y es, la labor de los opositores
cubanos, siempre colocados a las puertas de una prisión, por proclamar y exigir,
lo que, en derecho internacional, no constituye delito alguno. Sufriendo
vilipendios, denigrados con los más ofensivos epítetos, colocados en la
marginalidad del ostracismo interno por el gobierno que los desprecia.
Hay elementos destacables en la historia de la disidencia
u oposición interna. “Existe consenso
entre los sociólogos políticos ─ anota Enrique S. Pumar[2] ─ de que la fuerza
de la sociedad civil se correlaciona positivamente con una transición
pacífica a la poliarquía. Además, la
tolerancia del régimen hacia su oposición es el mejor indicador de si ha
habido o no reformas políticas significativas en Cuba hoy en día”. Estos dos
factores presentes, a lo largo de toda la era del castrismo y del régimen
impuesto por el Partido Comunista, marcan la contradicción fundamental presente
en el desenvolvimiento político en la sociedad cubana. Así Pumar plantea dos
preguntas claves: “1) ¿Es la oposición
interna capaz de contribuir a la ruptura del régimen autoritario? (2) ¿Puede la
sociedad civil política exacerbar la crisis de legitimación de Cuba e iniciar
el proceso de transición?”
La respuesta a la primera pregunta de Pumar, se puede
responder diciendo, hasta ahora no ha sido posible, y esto se debe a diferentes
razones, la primera de las cuales es la total intolerancia de un régimen
totalitario, donde se conjugan, en un mismo ente político, el fascismo con el
comunismo, a cualquier manifestación de disenso o iniciativa independiente de
los lineamientos oficiales. No hay enemigos pequeños para el régimen; cuando
hace aparición algún movimiento que pudiera constituir un reto serio a su
hegemonía, el régimen no escatimará acciones represivas y descalificadoras
contra ese movimiento. Hará todo lo posible para debilitarle con la cárcel, el
acoso constante a sus activistas, la infiltración de agentes provocadores en
sus estructuras y el destierro. Así ocurrió con el Partido Pro Derechos Humanos
de Cuba; así ocurrió con la organización Criterio Alternativo y ocurrió con el Movimiento
Cubano de Jóvenes por la Democracia, y a la Unión Cívica Nacional, entre
otras, hasta el punto de debilitarles hasta la extenuación o hacerles
desaparecer por el procedimiento del destierro de sus líderes y activistas. Así fue el procedimiento seguido para
hacer abortar el foro opositor de Concilio Cubano en 1996 y el empleado en la
represión del 2003 para frenar el empuje opositor y la credibilidad creciente
del periodismo independiente.
La segunda de las razones está en la dispersión de todo
el movimiento opositor y en la incapacidad, hasta ahora mostrada, de llegar a
un consenso de acuerdo unitario, cada uno disputándose la preeminencia sobre
los otros, y la influencia perniciosa de las organizaciones de derecha radical
del exilio con la pretensión de controlar todo el universo de la oposición
interna.
Ahora bien, a la segunda pregunta formulada por Pumar se
puede contestar afirmativamente. Sí es posible; pero para ello, los grupos
opositores debieran abandonar el tribalismo, salir a hacer labor de
proselitismo, para organizar el apoyo cívico, tanto activo como pasivo de la
población; volcarse más hacia el interior, contar con el apoyo del exilio sin
perder su propia autonomía, y ejercitarse en los procedimientos de las técnicas
de la resistencia noviolenta desarrolladas por Gene Sharp y Srdja Popovic.
Frente a los intentos de anulación de la disidencia y de
la oposición por parte del régimen, el disenso político se ha comportado como
la Hidra de Lerna, por cada cabeza que se le corta aparecen más grupos
enfrentados al régimen del PCC. Bien dice Enrique S. Pumar, cuando dice: “Los disidentes cubanos no son tan débiles e impotentes
como afirman los expertos simpatizantes del régimen ni son tan robustos como
afirman sus partidarios. Los disidentes han demostrado una enorme resiliencia”. Esa
resiliencia, siempre presente, dentro de la oposición interna, permite generar
un espacio para la esperanza.
[1] Algunas organizaciones, como el PPDHC, Bloque democrático José
Martí de El Cubanito y el Partido Solidaridad Democrática llegaron alcanzar una
integración que sumaban muchas centenas de adherentes
[2] Enrique S. Pumar. The Internal Opposition and Civil Society: An Assessment. (La oposición
interna y la sociedad civil: una evaluación)
https://www.ascecuba.org/c/wp-content/uploads/2014/09/v09-pumar.pdf]