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viernes, 23 de octubre de 2020

SER ANTICOMUNISTA

Mario J. Viera

 


Hay muchos por estos lares que se declaran ardientes, radicales y convencidos anticomunistas, algo que en gran medida resulta alentador. El comunismo tiene más detractores que seguidores; tema que una inmensa mayoría de voces rechaza; y le rechazan porque el comunismo es ciertamente horroroso, expoliador, fracaso, maldad, violencia y odio. Ahora bien, ¿Qué, en realidad es el comunismo? ¿Todos los anticomunistas son anticomunistas porque parten de conceptos filosóficos, económicos e intelectuales que les permitan elaborar conceptos propios, analizados, sin caer en la dicotomía del “esto es malo/esto es bueno”, para poder manifestarse, con todo sentido, firmes contrarios a toda idea de comunismo, o son solo anticomunistas por consigna, porque es lo que se dice, porque es lo que da presencia o solo simple catarsis?

 

El conocimiento empírico es básico para conformar una idea de la realidad de algo, la experiencia es el punto inicial para la elaboración o comprobación de una tesis o una teoría. Y es la experiencia de todos los que han vivido y sufrido bajo un sistema basado en las concepciones marxistas-leninistas, la que genera, en una mayoría de estos, el sentirse anticomunistas. ¿Qué nos enseña la experiencia de vivir bajo un régimen comunista? Significa vivir bajo la vigilancia implacable del Estado que nos obliga a sopesar con mucho cuidado qué decir, qué manifestar, qué hacer, para entonces vivir la realidad onírica del vivir en la mentira, de vivir siempre fingiendo. Es terrible la existencia de un Estado policiaco que obliga a todos ser “iguales”, a pensar todos de igual manera, a creer todos lo mismo que el Estado cree; y como todos son “iguales” todos son iguales en la pobreza. Vivir bajo un régimen sustentado en el marxismo-leninismo-estalinista es como vivir todos iguales dentro de una misma prisión, aunque en apariencias se viva en libertad de movimiento. Todos iguales y todos empleados por el Estado, porque el Estado, o el Partido, al fin de cuentas entes idénticos, tiene el supremo derecho de existir sin ser sometido a escrutinio. Todo aquello que pueda ser considerado como peligro para la existencia del poder del Estado es, por tanto, enemigo ideológico o práctico, del poder del Estado. Vivir bajo un estado comunista es vivir en la asfixia, y la gente quiere respirar aire fresco, y ese aire fresco lo encuentra fuera de las fronteras donde tiene soberanía el Estado comunista. Y se huye, se escapa, buscando respirar libertad a pleno pulmón. Entonces, cuando se está fuera del Estado opresor, se hace grito el sentimiento anticomunista que se guardaba bajo siete llaves, en la intimidad, en el secreto de la alcoba.

 

El anticomunismo es como la antítesis exacta y precisa del comunismo, entonces, para poder definir al anticomunismo debemos definir, precisamente, el significado de “comunismo”. A simple vista comunismo es la idea de todo en común, de todos iguales, de todos hermanos, como consecuente inicial de la consigna de Liberté, Égalité, Fraternité proclamada por la Revolución Francesa de 1789. La Revolución Francesa fue un verdadero choque de clases. Los revolucionarios de 1789, representantes del Tiers-Etat (los comunes o burgueses) creían que solo era posible alcanzar la libertad eliminando las diferencias en los estamentos que conformaban los Estados Generales, el clero, la nobleza y los comunes. Se trataba de anular los privilegios del alto clero, del poder de la nobleza y de la parasitaria clase de la aristocracia. Comenzaron decapitando a los nobles, entre ellos al soberano Luis XVI y la reina María Antonieta, para terminar, decapitándose unos a otros, con la implementación del Terror (la Terreur) impulsado por los jacobinos, y continuado durante el periodo de la Reacción de Termidor, y, finalmente, dar paso al Imperio napoleónico y al surgimiento de una nueva aristocracia. La consigna de igualdad y fraternidad nunca fue alcanzada.

 

En medio de la denominada Revolución Industrial, en la sociedad hacen su aparición dos clases sociales fundamentales, predominantes sobre los terratenientes y comerciantes, el proletariado (trabajadores industriales y campesinos pobres) y la burguesía. El proletariado carente de los derechos más elementales era sometido a largas y penosas jornadas laborales, donde se explotaba mano de obra no solo de hombres adultos sino también de niños y mujeres. La miseria dentro de esta clase era generalizada debido a los bajos salarios que recibía. Ignorancia, enfermedades y alcoholismo, minaba a los trabajadores de aquel periodo de gran avance económico.

 

Conmovidos por las infrahumanas condiciones de vida del proletariado, un número de intelectuales propusieron y adelantaron una serie de teorías y modos de hacer en beneficio del proletariado sin pronunciamientos radicales como la revolución. entre los cuales, se distinguieron: Robert Owen en Inglaterra; y, en Francia. Henri de Saint-Simon, Flora Tristán, Charles Fourier y Étienne Cabet y Auguste Blanqui todos ellos denominados por Federico Engels como “socialistas utópicos”. Es a partir de la Revolución francesa de 1848 que apareció por primera vez el término de socialdemocracia, en cuanto a la posición política de los seguidores de Louis Blanc.

 

Karl Marx se refirió a la socialdemocracia francesa en estos términos: "Frente a la burguesía coligada se había formado una coalición de pequeños burgueses y obreros llamado partido socialdemócrata. Los pequeños burgueses se vieron mal recompensados después de las jornadas de junio de 1848, vieron en peligro sus intereses materiales y puestas en tela de juicio por la contrarrevolución las garantías democráticas que había de asegurarles la posibilidad de hacer valer esos intereses. Se acercaron, por tanto, a los obreros. De otra parte, su representación parlamentaria, la Montaña, puesta al margen durante la dictadura de los republicanos burgueses había reconquistado durante la última mitad de la Constituyente su perdida popularidad con la lucha contra Bonaparte y los ministros realistas. Había concertado una alianza con los jefes socialistas. En febrero de 1849 se festejó con banquetes la reconciliación. Se esbozó un programa común, se crearon comités electorales comunes y se proclamaron candidatos comunes". (Karl Marx. El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Fundación Federico Engels Madrid. 2003)

 

Ya, a principios de la segunda mitad del siglo XIX se funda la denominada Primera Internacional de los trabajadores que servía de paraguas tanto a organizaciones sindicalistas, como socialistas y anarquistas, con el propósito de unir al proletariado internacional en defensa de sus derechos. Existía en ella un carácter claramente clasista y , en la cual, participaron Karl Marx y el anarquista Bakunin, ambos partidarios de la supresión del Estado, aunque con diferentes enfoques que originarían fuertes choques dentro de su seno. Es en esta época que se funda el Partido Socialdemócrata Obrero Alemán, muy distante de la socialdemocracia francesa. En 1875 esta organización se fusiona con la Asociación General de Trabajadores de Alemania en el Congreso de Gotha, para dar paso al Partido Socialista Obrero Alemán sus proyecciones aparecieron en el denominado Programa de Gotha, muy criticado por Marx. Su primer punto de la declaración de principios exponía: “El trabajo es la fuente de todas las riquezas y de toda cultura, y como quiera que el trabajo productivo en general sólo es posible a través de la sociedad, pertenece a la sociedad, es decir, a todos sus miembros, el producto total del trabajo, en condiciones de trabajo obligatorio e igualdad de derechos, proporcionándose a cada uno según sus necesidades, de un modo racional”. En principio es la exigencia de la propiedad común de todos los medios de producción.

 

Todos estos movimientos socialistas planteaban, en primer lugar, la lucha de clases, la abolición de las clases, en especial, la burguesía, como norma esencial para alcanzar la libertad, la igualdad y la fraternidad. Todos, salvo los anarquistas, estaban influidos por las tesis comunistas de Marx formuladas en el Manifiesto del Partido Comunista, redactado entre 1847 y 1848 y publicado por vez primera en Londres el 21 de febrero de 1848. Producto de las contradicciones entre marxistas y anarquistas, en 1872, los anarquistas son expulsado de la Primera Internacional.

 

La Segunda Internacional fue más monolítica pues estaba integrada por organizaciones de carácter marxista, aunque presentándose dentro de ella dos tendencias, la de los marxistas radicales decididos por la vía revolucionaria para alcanzar el socialismo, y la de los moderados, por Lenin denominados revisionistas, discrepantes de algunas de las propuestas básicas del marxismo, como la lucha de clases o el materialismo histórico. Entre sus más destacados representantes se encontraba Eduard Bernstein que promovía alcanzar el socialismo por la vía pacífica y el parlamentarismo, esto muy rechazado por Vladímir Ilich Lenin y sus teorías sobre el “nuevo partido” un partido que debía integrarse con “revolucionarios profesionales”.

 

La fuerza que alcanzaba la socialdemocracia de corte marxista en gran parte de Europa y con mayor potencia en Alemania, implicaba un desafío que debía ser anulado. La represión no era suficiente para acallar los reclamos laborales, se requería hacer reformas sociales. Es entonces cuando aparecieron las reformas del seguro social, propuestas por el canciller de Alemania, Otto von Bismarck.  Para el Canciller de Hierro, el movimiento obrero de carácter político era enemigo del Reich y, por tanto, ilegalizó a los partidos socialdemócratas. Sin embargo, necesitaba restarles influencias a todos aquellos partidos. El 17 de noviembre de1881, bajo los auspicios de Bismarck, el Kaiser Guillermo I propuso dar “un apoyo directo a los trabajadores” por media de las leyes y expresó:

 

La cuestión de la jornada de trabajo y del incremento de los salarios es extraordinariamente difícil de resolver a través de la intervención del Estado (…). El problema real de los trabajadores es la inseguridad de su vida; no está seguro de tener siempre trabajo; ni lo está de estar siempre sano; y prevé que algún día será viejo e incapaz de trabajar: Pero incluso si cae en la pobreza como resultado de una larga enfermedad, estará completamente desasistido con sus propias fuerzas, y hasta ahora la sociedad no contrae más obligaciones con él que la de prestarle el elemental auxilio de pobreza, incluso si ha trabajado antes leal y con diligencia. Pero el auxilio social deja mucho que desear, especialmente en las grandes ciudades (…). Naturalmente, debo decir que mantenemos el derecho a que esta ley excepcional sea una derivación de las obligaciones y del cumplimiento del deber de la legislación cristiana. Desde el lado progresista, podéis llamarla ‘legislación socialista’; yo prefiero el término ‘cristiana’. En el tiempo de los Apóstoles, el socialismo fue todavía mucho más lejos. Si por casualidad leéis nuevamente la Biblia, encontraréis varios pasajes sobre esto en los Hechos de los Apóstoles. No vamos más lejos en nuestro tiempo…”

 

Entre 1884 y 1887, el Reichstag aprobó, a instancias de Bismarck, un conjunto de leyes que promovieron seguros en previsión de accidentes, enfermedades, ancianidad e invalidez a favor de los obreros. Fue este el inicio de la justicia social y del estado de bienestar. Sin embargo, el impulso para alcanzar la justicia social no sería solo el dado por la Alemania de Bismark. El 15 de mayo de 1891, el Papa León XIII, promulgó la primera encíclica social de la Iglesia Católica, conocida como Rerum novarum (De las cosas nuevas). En esta carta, León XIII declaraba: “Despertado el prurito revolucionario que desde hace ya tiempo agita a los pueblos, era de esperar que el afán de cambiarlo todo llegara un día a derramarse desde el campo de la política al terreno, con él colindante, de la economía (…) la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría; la mayor confianza de los obreros en sí mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamiento de la contienda”.

 

El Papa veía con preocupación los conflictos sociales que se presentaban entre obreros y poderosos: “El asunto es difícil de tratar y no exento de peligros. Es difícil realmente determinar los derechos y deberes dentro de los cuales hayan de mantenerse los ricos y los proletarios, los que aportan el capital y los que ponen el trabajo. Es discusión peligrosa, porque de ella se sirven con frecuencia hombres turbulentos y astutos para torcer el juicio de la verdad y para incitar sediciosamente a las turbas”.

 

Agrega entonces León XIII:

 

Disueltos en el pasado siglo los antiguos gremios de artesanos, sin ningún apoyo que viniera a llenar su vacío, desentendiéndose las instituciones públicas y las leyes de la religión de nuestros antepasados, el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores”. Refiriéndose a las pretensiones de los marxistas de socializar las propiedades, el Papa señaló: “Al pretender los socialistas que los bienes de los particulares pasen a la comunidad, agravan la condición de los obreros, pues, quitándoles el derecho a disponer libremente de su salario, les arrebatan toda esperanza de poder mejorar su situación económica y obtener mayores provechos. Añádase a esto que no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”.

 

El obrero no debía ser considerado como si fuera un esclavo, había que respetarles su condición de persona; el trabajador debía recibir un salario que le permitiera la subsistencia y tener una vida razonablemente cómoda; aceptar las malas condiciones laborales hace al trabajador una víctima de la injusticia. No se trata de alcanzar el sueño de la igualdad, y lo expone claramente el Papa: “Establézcase, por tanto, en primer lugar, que debe ser respetada la condición humana, que no se puede igualar en la sociedad civil lo alto con lo bajo. Los socialistas lo pretenden, es verdad, pero todo es vana tentativa contra la naturaleza de las cosas. Y hay por naturaleza entre los hombres muchas y grandes diferencias; no son iguales los talentos de todos, no la habilidad, ni la salud, ni lo son las fuerzas; y de la inevitable diferencia de estas cosas brota espontáneamente la diferencia de fortuna”. Es insensato enfrentar una clase con otra, cuando ambas, según la opinión papal son complementarias: “…así ha dispuesto la naturaleza que, en la sociedad humana, dichas clases gemelas concuerden armónicamente y se ajusten para lograr el equilibrio. Ambas se necesitan en absoluto: ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital. El acuerdo engendra la belleza y el orden de las cosas; por el contrario, de la persistencia de la lucha tiene que derivarse necesariamente la confusión juntamente con un bárbaro salvajismo”.

 

Y aparece el comunismo. El comunismo revolucionario de Lenin supo aprovechar el momento oportuno, el fracaso de la Revolución de febrero (marzo) ─ que había logrado la abdicación del zar Nicolás II ─ y del gobierno de Alexander Kerensky del Partido Laborista Ruso (trudovikí). Lenin logró ganar mayoría dentro del Soviet de Petrogrado ─ un consejo de obreros y soldados ─, creado dentro de los conflictos de la revolución de febrero. La continuación de la guerra por parte del Gobierno Provisional que hacía imposible realizar elecciones, y la no solución de los problemas de abastecimiento, constituyeron los principales condicionamientod para que este gobierno perdiera todo el apoyo popular. Tras un intento de golpe de estado contra el gobierno provisional, Lenin lanza la consigna de “todo el poder para los soviets” y logra la caída del débil gobierno de coalición socialista y liberal de Kerensky, y asume el poder de Rusia. Así nació el comunismo como régimen, dentro de un país devastado por la guerra, atrasado, y sometido a la dictadura oprobiosas del zarismo. La consigna sería implantar la “dictadura del proletariado”, aunque, en la realidad, se implantaba la dictadura del partido bolchevique sobre toda la nción, incluido el proletariado. Un pueblo, siempre sometido al despotismo, sin derechos legítimos de ciudadanos, ahora se veía como si hubiera alcanzado el gran sueño de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

 

Pero el sistema comunista pronto se mostraría tal cual es, un sistema policiaco, dictatorial con las siguientes características definitorias:

 

1. Existencia de solo un Partido político y la ilegalización de cualquier otro. Un partido que estaría colocado sobre el Estado y la Sociedad

2. Identidad Partido/Estado

3. Confusión Gobierno/Estado

4, Imposición de una ideología única sustentada por el Estado

5. Predominio de un caudillo, al que todos deben obediencia y acatamiento (Führerprinzip)

6. Existencia de un enemigo-objeto, sobre el cual hacer recaer todas las culpas y errores cometidos por el régimen

7. Prioridad de la colectividad sobre el individuo

8. Control por el gobierno de todos los medios informativos para convertirlos en aparatos de propaganda

 

Cuando se analizan estas características del comunismo, podemos darnos cuenta que estas también están presentes en los regímenes del fascismo y del nacional socialismo; por tanto, estas características pueden generalizarse para todo tipo de Estado de carácter totalitario.

 

Muchos de los denominados anticomunistas, provenientes de Cuba, se declaran como tales, diciendo que, en Cuba conocieron el comunismo, por eso emigran. Si se les pregunta qué tiene de malo el comunismo, la respuesta siempre es la misma: Pobreza, carencia de oportunidades para progresar, abuso policiaco… Estas conclusiones son prácticamente similares a las que pudiera alegar cualquier emigrado de alguna que otra república de América Latina como pudieran ser Honduras, Guatemala o El Salvador. ¿Por qué emigraste? Por la pobreza, por la falta de oportunidades de progreso, por el abuso policiaco, y además agregaría, por la falta de seguridad ante el crimen organizado… Y en esos países no existe el comunismo. Si a esos emigrantes cubanos les preguntas ¿qué hiciste contra el comunismo?, la respuesta de muchos es la misma: “Yo no concurría a las concentraciones y desfiles del Primero de Mayo, yo no hacía guardias en el CDR…Ya, ¿solo eso?, pero ¿perteneciste a alguna organización opositora al castrismo? Vacilarán en responder y luego darán esta justificación: “¡No, porque todas esas organizaciones están penetradas por la seguridad del Estado!”. ¿Anticomunismo? Si acaso, un anticomunismo pasivo.

 

Otros son anticomunistas por referencia, son hijos de emigrantes cubanos, que son anticomunistas porque “mis padres me explicaron como se vive allá”. ¿Solo por eso? Y hay aquellos que son anticomunistas por complicidad, “sí porque si aquí en Miami no te declaras anticomunista definido, te verán mal”, y como son anticomunistas por complicidad pues se declaran republicanos y baten palmes por Trump, “porque el Partido Demócrata está lleno de comunistas”. Sí, concedamos, el Partido Demócrata es tan comunista como comunistas fueron Bismark y le Papa León XIII, porque “miren, eso de hablar de justicia social es cosa de izquierdistas y los izquierdistas, me han dicho gente bien enterada, todos son comunistas”.

 

El anticomunista verdadero, no se asusta con palabras como justicia social, derecho de huelga de los trabajadores, derecho a la salud, acceso libre a los estudios universitarios, derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo… El anticomunista verdadero es el que conoce qué en verdad, política, filosófica y económica,  es el comunismo; conoce su historia, sus propuestas, sus métodos; el anticomunista verdadero es, por encima de todo, antitotalitario. El ser antitotalitario es implícitamente ser antifascista, antinazista y anticomunista. 

martes, 20 de octubre de 2020

MI RESPUESTA A UN TRUMPISTA CONVENCIDO

 

Mario J. Viera

 


Recientemente, en muro ajeno, respondiendo a aquello que dice que todos los cubanos apoyan a Donald Trump, no pude contenerme y lancé el siguiente exabrupto “Todos los cubanos apoyan a Biden, todos los cubiches apoyan a Trump, esa es la diferencia”. No tuve que espera mucho para recibir una tajante respuesta de un amable trumpista que me espetó lo siguiente:

 

Mario Viera haces igual q los delmalgobierno de Cuba q llaman a los cubanos de Miami, gusanos, apátridas, mercenarios, excubanos etc etc

 

De momento consideré no responderle; pero me quedé picado y me decidí por darle esta respuesta:  

 

 

Te contesto, mi desconocido replicante (…); Es verdad que utilicé un término despectivo como este de "cubiche". No, no todos los que apoyan a Donald Trump son cubiches. Algunos hay que creen sinceramente todas las falacias que emplea el hasta ahora presidente de Estados Unidos; algunos creen sinceramente que Trump derrotará a la dictadura del PCC, cosa que no creo.

 

Ahora bien, ¿quiénes para mí son los cubiches? Son todos esos que vinieron de Cuba, "huyendo del comunismo", ante el cual nada decían cuando vivían allá, calladitos, calladitos para verse más bonitos, porque "¡Hombre, no hay que señalarse! ¡Vamos que otro ponga el muerto! ¡Qué va que los quiten quienes los pusieron!"

 

El exilio es un ente bastante abigarrado, hay de todo como en botica. Están aquellos que aman a Cuba y a su pueblo y detestan al régimen del PCC, están aquellos que se vieron obligados a acogerse al exilio debido a su lucha dentro de la isla enfrentando al régimen a cara descubierta, que sufrieron persecuciones, que conocieron las cárceles por motivos de conciencia; están también ─ quedan ya pocos ─ los que se alzaron en el Escambray en contra del castrismo, que fueron condenados a muchos años de prisión y luego tuvieron que exiliarse.

 

También están ─ahora quedan pocos de ellos ─ los que salieron en estampida, sin ofrecer resistencia al naciente régimen totalitario, confiados en que, en unos pocos días, entrarían los marines y todo se acabaría. Cubiches denomino a esos "redentores" que pretenden ahogar en la miseria a nuestro pueblo, creyendo, exigiendo que se impongan más restricciones económicas al régimen, que, para los usurpadores es cosa que pueden soportar, porque para eso cuentan con Rusia, con China, con Irán, y sin embargo esas medidas económicas quien las sufre es todo el pueblo.

 

 

Denomino cubiches a todos esos adoradores de un tipo tan patético como Otaola con su lista de excluibles, que gritan ¡Abajo el comunismo! en la seguridad de vivir en Estados Unidos y en el vecindario de un Walmart o de un Publix. ¡Qué no tuvieron lo que hay que tener para enfrentar a la dictadura estando en Cuba! Algunos hasta participaron en actos de repudio contra los opositores. que los vi cuando el 80, y supe que habían venido para acá.

 

 

Denomino cubiches a todos esos que cumplían con todas las reuniones del CDR y aquí dicen de los cubanos de allá, de Cuba, que son indolentes y cobardes, que no se rebelan contra el comunismo. cuando ellos fueron exactamente iguales; denomino cubiches a todos esos que creen que un totalitarismo puede derrotarse con otro totalitarismo.

 

 

Si tú estás en algunas de estas categorías, ¡Pues nada! Eres otro cubiche. Si tú te pusiste delante de los oficiales de la seguridad del estado, te enfrentaste al régimen formando parte de alguno de los grupos opositores de Cuba, si sufriste prisión por causa de tus ideas, pues no te sientas mal, no eres un cubiche, pero, si eres trumpero, lo siento, me das pena, no serás cubiche, pero darás pena por haber pisoteado lo que antes creía y te hacía un hombre vertical y libre. Sí porque entregarse a una causa democrática hace libre a los hombres, aunque vivan dentro de un calabozo.

 

 

Hasta ahí mi respuesta al trumpero. Sin embargo, me gustaría agregar algo que coloqué en el muro de un amigo:

 

 

Cuba no es una ideología; Cuba no es un sistema totalitario, Cuba no es un liderazgo; Cuba no es la caterva de mercenarios represores; Cuba no es solo una idea; Cuba es un sentimiento. Cuba es el pueblo, ese que convivió con nosotros en la cuadra, en el barrio; ese que vimos en los atestados autobuses; Cuba es ese pueblo que sufre penurias, ahogo; Cuba es su pueblo, el nuestro. Quien no ama a su pueblo no puede, o no debiera hablar de Cuba. Cuba es estremecimiento. Cuba no puede ser solo una nostalgia.

 

No podemos ser cómplices de los usurpadores pidiendo parones, rechazando el envío de remesas a los nuestros, a nuestros hermanos, a nuestros hijos, a nuestros padres quedados allá, en la isla. No debemos facilitarles coartada política a los usurpadores para poder seguir reprimiendo. Cuba, señores, es su pueblo; nuestro pueblo y tenemos que salir a defender ese pueblo, empleando todos los medios políticos y éticos, sin recurrir a métodos de carácter tan totalitarios como los que practican los usurpadores, apoltronados en sus asientos dentro del Buró Político del PCC. ¡Esos son nuestros enemigos! ¡Esos son los enemigos del pueblo!

lunes, 12 de octubre de 2020

ESE IZQUIERDISTA LLAMADO JESUS

 Mario J. Viera



Hoy me dio por hojear la Biblia, más específicamente, el Nuevo Testamento, y todavía más en especial, esos primeros cuatro libros que son lo más sagrado que existe para los cristianos de todas las denominaciones. Sí, porque escuchando esa canción del cantautor guatemalteco Ricardo Arjona, “Jesús Es Verbo No Sustantivo” (y que reproduje en mi página de Facebook) me dio por ver cuán acertada pudiera estar la letra de esa canción. Y vean las cosas con las que me topé:

 

La “sal de la tierra”, aparece esa expresión en Mateo 5:13. “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”. ¿Quiénes eran esos a los cuales Jesús identificó como “sal de la tierra”? ¿Eran individuos de la élite social de aquel tiempo, sacerdotes, ricos, aristócratas? No, él les estaba hablando a una turba de gente de pobre, de baja condición, campesinos, arrieros, labradores a sueldo, gente muy pobre ¡y los comparaba con la sal! La sal; ¿acaso de este sustantivo no se deriva la palabra salario? Sí porque en aquellos tiempos poseer la sal era índice de riqueza, la sal era algo así como oro blanco. La sal de la tierra eran los pobres. No los ricos, no la élite social. Quizá por los días que hoy corren, muchos de los actuales cristianos le calificarían de izquierdista, porque ¿qué es eso que la chusma, que la gente pobre, ignorante, de enfermos, tullidos y prostitutas puedan ser calificados de ser la riqueza de la tierra?

 

Pero, no, hay todavía más detalles que harían a Jesús sospechoso de izquierdista; ¡Jesús también llamó a aquella turba de pobretes que le escuchaban, ¡Luz del mundo! Antes, Mat. 5:6, él había expresado: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Entonces me surge una consecuente pregunta ¿Quiénes eran los carentes de justicia hasta tal punto de sentirse hambrientos y sedientos de ella? No serían los aristócratas, esos que eran poseedores de las riquezas en tierra e inmuebles; no serían los gobernantes que atropellaban al pueblo. ¿Quiénes entonces? ¡Pues toda aquella turba de hambrientos, de miserables que le escuchaban! ¡Y les promete que serán saciados de justicia!, justicia para los humildes. ¿Los ricos? No, los ricos viven en palacios lujosos y gozan de todos los bienes, no les falta el pan; ¡es más, ni siquiera necesitan pan para alimentarse!, se hartan de carnes suculentas, bien doradas, bien aderezadas; el pobre, pan duro y de cebada.

 

¡Ah, pero para más abundancia, el relato que hace Marcos en el capítulo 10 de su Evangelio! Un joven se presenta ante Jesús preguntándole que necesitaba para ganar la vida eterna, bueno el Paraíso, si se quiere, el Reino de Dios. Jesús le interroga y el joven contesta afirmativamente a todo lo que él le preguntara, “Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo: Una cosa te falta: ve y vende cuanto tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”. ¿Qué es esto? Imaginemos que este relato, en lugar de haber ocurrido en la Galilea del Siglo I, se hubiera producido en la actualidad, en Hialeah. De escucharle decir tal cosa Jesús, ¿qué habría dicho aquel cubiche trumpero que andaba por ahí, escuchando todo el diálogo? Me imagino que lo menos que le diría es que era comunista y, de inmediato, le reclamaría exigiendo: “¡Vete pa’Cuba!” Y lo diría incluso antes de que pudiera escuchar las conclusiones a las que llegó Jesús de toda aquella experiencia: “¡Qué difícil será para los que tienen riquezas entrar en el reino de Dios! (…) Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios”. Definitivamente Jesús es sospechoso de ser izquierdista.

 

Veamos además lo que relata Mateo en el capítulo 25 de su Evangelio, cuando Jesús reclama: "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí". Entonces los justos le responderán, diciendo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? "¿Y cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos?"¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?" ¿Cuál fue entonces la respuesta que se supone Jesús les diría a los justos?: “En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis”. ¿Quieren más? Asistencia a los necesitados ¡Esto ya es demasiado, eso es izquierdismo, es como fomentar el Estado de bienestar!

 

¿Y qué decir de los hombres que Jesús escogió como sus principales discípulos? Marcos los enumera: Simón, a quien puso el nombre de Kefa (Pedro, piedra, roca); Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes llamó Boanerges (es decir, «Hijos del Trueno»); Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás y Jacobo, hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el cananeo o el zelote, y Judas Iscariote. Ninguno de ellos eran gente rica o ilustrada, la mayoría de ellos, pescadores, gente que se ganaba la vida sudando. Y, para decirlo en lenguaje coloquial, tipos duros, con decir que, a Jacobo y Juan, Jesús les llega a denominar como “hijos del trueno” y a Simón le denomina Kefa, roca; epítetos estos que implican mucho más que simples apodos. Todos, enemigos del imperio romano; si hasta hay uno al que le llaman como zelote. Los zelotes no eran miembros de ninguna secta religiosa, eran hombres que se oponían a Roma por medios violentos, guerrilleros; incluso Kefa andaba armado, como se evidencia en el relato de la captura de Jesús en el Huerto de los Olivos, cuando extrae su espada y hiere a uno de los que intentaban aprehender a su Maestro.

 

Hay más en las cosas de ese Jesús Verbo del que habla Arjona. En la Palestina del Siglo primero todos no era vistos como muy puros que digamos; los galileos eran considerados con sospechas, como algo así de mezcla con los gentiles. Qué le dicen los fariseos a Nicodemo cuando este intenta defenderle: “¿Qué, también tú eres galileo? Escudriña y verás que de Galilea nunca ha surgido un profeta”. Pero, más que los galileos, los samaritanos eran despreciados por los judíos, incluso no les consideraban miembros de la nación judía, algo así como han sido visto los mexicanos por Donald Trump o como ven los supremacistas blancos a los negros. Por supuesto los samaritanos no creían en el Templo de Jerusalén. Sin embargo, Jesús no construyó un muro para separarle de los samaritanos.

 

Yendo Jesús de camino a Galilea, nos relata Juan en su capítulo 4, tuvo necesariamente que pasar por Samaria. Sus discípulos habían salido a comprar algo de comer y Jesús se quedó solo, sentado junto a un pozo que según la tradición Jacob lo había dejado en la heredad de Siquen para sus hijos. Llega una samaritana y al verla, Jesús le pide que le de beber. La samaritana sorprendida le dice: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí”. Tras de un breve intercambio entre Jesús y la samaritana, que le ve como un profeta, vienen varios de Siquen, luego que la mujer, de regreso les contara maravillas sobre aquel judío que hablara con ella; “y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días”. Imagínense a Jesús compartiendo por dos días con los negros del Black Lives Matter.

 

¿Qué decir del relato del Buen Samaritano? Cuando un maestro de la ley le pregunta a Jesús quien es nuestro prójimo, Jesús le contesta con una parábola donde se muestra el auxilio de un samaritano (en lenguaje de ahora, un negro, un mexicano) a un hombre asaltado por bandidos y dejado en el camino por muerto, un hombre al que no habían socorrido ni un sacerdote, ni un levita que pasaron por el lugar. El samaritano lo atendió, le coloca sobre su cabalgadura y le lleva a un mesón pagando para que fuera curado y atendido. Jesús entonces, le pregunta al maestro de la ley: “¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?” Algo amoscado le respondió el maestro de la ley: “El que se compadeció de él”. Entonces, para Jesús, todos son nuestros prójimos sin importar raza o condición social. ¿Qué, Jesús es izquierdista?


domingo, 11 de octubre de 2020

El desfile del ridículo: que otro ponga el muerto

Mario J. Viera

 

 


He visto por televisión los rostros y expresiones de muchos de los participantes de una marcha que, más que anticomunista y anticastrista, podría llamarse la marcha de la indignidad, rostros jóvenes, rostros de recién llegados de ese pueblo que ellos denominan timorato, cobarde y miserable, de ese pueblo al que ellos pertenecen y con el que comparten la misma vergüenza. Y me hacen recordar a muchos, como ellos, que me decían no estar de acuerdo con el régimen para luego agregar, "el muerto que lo ponga otro" o afirmar, "que los quite el que los puso".

 

He visto también otros rostros, no tan jóvenes que por muchos años se han dedicado, heroicamente, al cabildeo ante políticos estadounidenses para que aprieten las tuercas a la dictadura, y solo han hecho eso, año, tras años, dedicados a tiempo completo al cabildeo, que se resume, en la cínica frase que muchas veces, escuché en Cuba: "El muerto, que lo ponga otro".

 

¡Ah, pero salieron masivamente a "protestar", agitando banderas de un político de Estados Unidos, del presidente de Estados Unidos, que los usa y maneja para obtener votos, y maldecir a otros cubanos que no están a favor de Trump, pero que también quieren que caiga la dictadura en Cuba! ¡Protestar contra el comunismo! ¿Dónde? ¡En Miami! Protestar contra la persecución, contra el acoso de la policía política del régimen del PCC, ¿dónde? ¡En Miami! ¡Qué ridículo hacemos a la vista de otros pueblos viriles! Pero ellos y los promotores del gran ridículo, estos son los que ganan cámaras de televisión, al concluir la ridícula marcha se sienten satisfechos, han podido expresar sus traumas, sus resquemores, los traumas y resquemores que mantenían en Cuba pero que tímidamente callaban. porque "el muerto que lo ponga otro".

 

Por ahí leemos lo que alguien colocó en Facebook, diciendo: “Esto me genera gran alegría”, para luego agregar: “Poco a poco la sociedad cubana va despertando”. No, no es alegría, es tristeza lo que genera la marcha, más a favor de Trump, que a favor de los cubanos en la isla. Mientras tanto, ¿qué pasa en Cuba? ¿La sociedad cubana va despertando? La sociedad cubana ya hace mucho que despertó; muy pocos apoyan de corazón a la dictadura del PCC, pero siguen sometidos, por hábito, por temor o por indolencia a los opresores, y seguirán sometidos, mientras los héroes del exilio les sigan prometiendo que ya todo está próximo, que con solo cuatro años más de la extrema derecha de Estados Unidos en el gobierno, se conseguirá la caída de la dictadura; con solo apretar un poco más la vida de los cubanos, vía el intento de ahogar económicamente a la dictadura, se conseguirá que la sociedad cubana vaya poco a poco despertando. Se requiere, antes que todo, liderazgo; no liderazgo de pichones de gorriones, sino de águilas dispuestas a remontar las alturas. Se requiere liderazgo no de pacotilla, no de lucir el porte ante los medios extranjeros, sino, liderazgo capaz de movilizar pueblo, de insertarse en las entrañas del pueblo, de actuar dentro del pueblo, calladamente, pero actuando. No mostrando fotos de algún que otro levantando un cartelito como señal de protesta o alabando a un partido político extranjero, sino captando apoyos, casa por casa, puerta por puerta, confiando en el poder que existe dentro del pueblo, sin espera por un plattismo redentor.

 

Estos que ayer marcharon a toques furiosos de claxon, con banderas de Trump, enarboladas, con lamentable y falso orgullo, me pregunto ¿qué hicieron cuando se produjo la masacre del remolcador Trece de Marzo en 1994?; ¿qué hicieron cuando la gran represión del 2003 contra 75 hermanos cubanos?; ¿qué hicieron cuando las cárceles cubanas se llenaban de presos de conciencia?; ¿qué hicieron a favor de impulsar el encuentro de Concilio Cubano?


martes, 6 de octubre de 2020

El veni, vidi, vici de Donald Trump y el COVID-19

 

Mario J. Viera

 


El gran Payaso, regresó a la Casa Blanca, para mostrarse, tal como muchos habíamos previsto, cuando dudamos fuera verdad su contagio con el Corona Virus ─ y aún seguimos dudando ─, como un vencedor. Y no se inhibe para decirlo, para declararse el líder victorioso: “Me mantuve al frente. Lideré. Nadie que sea un líder no haría lo que hice. Sé que hay un riesgo, hay un peligro”. El, el vencedor del virus.

 

Y al gran héroe no le faltan alabarderos lisonjeadores para proclamarle como el gran líder, casi como el amado líder: “Tiene experiencia como comandante en jefe, tiene experiencia como empresario, ahora tiene experiencia luchando contra el coronavirus como individuo ─barbotea aduladoramente Erin Perrine, directora de prensa de la campaña Trump.

 

Llegó a la Casa Blanca, altivo, prepotente como siempre. Alza el mentón y cual un César victorioso en la batalla de Zela, se quita la mascarilla y la guarda en el bolsillo interior de su chaqueta, como si estuviera repitiendo el “Veni, vidi, vinci” de Julio César ─ aunque dudo que alguna vez hubiera conocido la tal frase ─. Sí porque su permanencia en el hospital, fue breve, prácticamente un week end, como si solo hubiera echado un vistazo a un costosísimo tratamiento médico que jamás podría ser recibido por los más de 200 mil estadounidenses que murieron por el covid-19, sí, llegó, vio y triunfó, parece ser el mensaje que se pretende transmitir.

 

Pero, aceptemos como válida la hipótesis: “Trump está enfermo por el covid-19”. Entonces, ¿cómo es posible que un jefe de gobierno, luego de sufrir enfermedad tan dañina, pueda enviar un mensaje como este: “¿Ahora estoy mejor y tal vez soy inmune? No lo sé. Pero no dejen que eso domine sus vidas. Salgan, tengan cuidado”; o esta otra cuando dice, “No tengan miedo al Covid. No permitan que les domine la vida”, restándole importancia a la pandemia.

 

Si la hipótesis es cierta, ¿por qué ese equipo médico liderado por el osteópata Sean P. Conley, no ha dado un informe detallado, sin omisiones de las verdaderas condiciones del paciente presidente; ¿Razones de índole de privacidad? El presidente de Estados Unidos es una personalidad pública y los ciudadanos de este país tienen todo el derecho a conocer el verdadero estado de salud de quien está al frente de la administración nacional, y conocer ese estado de salud sin dejar lugar a dudas, y mucho más cuando se está tan próximas unas elecciones para elegir a un nuevo presidente o decidir la reelección del actual. No pueden quedar dudas sobre la capacidad física y mental del mandatario, para que los ciudadanos puedan decidir su voto.

 

Sí la hipótesis es cierta, ¿por qué se permitió que Trump paseara por los exteriores del hospital viajado en un vehículo cerrado, solo para saludar a sus simpatizantes, poniendo en riesgo la salud de los agentes del servicio secreto que viajaban en el mismo transporte? ¿Por qué conceder el alta médica a un hombre enfermo luego de tres días de hospitalización sin tomar las medidas necesarias para garantizar su seguridad física y evitar la propagación de los contagios en la residencia gubernamental?

 

Hay muchos “por qué” no respondidos por el tal equipo de especialistas médicos.

 

Se puede aceptar la hipótesis basándonos solo en el prestigio del Hospital Walter Reed. Sin embargo, conocemos que Trump es capaz de pisotear el prestigio de cualquier institución, médica, hospitalaria, militar o de seguridad.

 

Demasiados hechos “alternativos” en torno al verdadero estado de salud de Donald Trump.