Mario J. Viera
Hoy me dio por hojear la Biblia, más específicamente,
el Nuevo Testamento, y todavía más en especial, esos primeros cuatro libros que
son lo más sagrado que existe para los cristianos de todas las denominaciones.
Sí, porque escuchando esa canción del cantautor guatemalteco Ricardo Arjona, “Jesús Es Verbo No Sustantivo” (y que
reproduje en mi página de Facebook) me dio por ver cuán acertada pudiera estar
la letra de esa canción. Y vean las cosas con las que me topé:
La “sal de la tierra”, aparece esa
expresión en Mateo 5:13. “Vosotros sois
la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No
sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”.
¿Quiénes eran esos a los cuales Jesús identificó como “sal de la tierra”? ¿Eran
individuos de la élite social de aquel tiempo, sacerdotes, ricos, aristócratas?
No, él les estaba hablando a una turba de gente de pobre, de baja condición,
campesinos, arrieros, labradores a sueldo, gente muy pobre ¡y los comparaba con
la sal! La sal; ¿acaso de este sustantivo no se deriva la palabra salario? Sí
porque en aquellos tiempos poseer la sal era índice de riqueza, la sal era algo
así como oro blanco. La sal de la tierra eran los pobres. No los ricos, no la
élite social. Quizá por los días que hoy corren, muchos de los actuales
cristianos le calificarían de izquierdista, porque ¿qué es eso que la chusma, que
la gente pobre, ignorante, de enfermos, tullidos y prostitutas puedan ser
calificados de ser la riqueza de la tierra?
Pero, no, hay todavía más detalles que
harían a Jesús sospechoso de izquierdista; ¡Jesús también llamó a aquella turba
de pobretes que le escuchaban, ¡Luz del mundo! Antes, Mat. 5:6, él había
expresado: “Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Entonces me
surge una consecuente pregunta ¿Quiénes eran los carentes de justicia hasta tal
punto de sentirse hambrientos y sedientos de ella? No serían los aristócratas,
esos que eran poseedores de las riquezas en tierra e inmuebles; no serían los
gobernantes que atropellaban al pueblo. ¿Quiénes entonces? ¡Pues toda aquella
turba de hambrientos, de miserables que le escuchaban! ¡Y les promete que serán
saciados de justicia!, justicia para los humildes. ¿Los ricos? No, los ricos
viven en palacios lujosos y gozan de todos los bienes, no les falta el pan; ¡es
más, ni siquiera necesitan pan para alimentarse!, se hartan de carnes
suculentas, bien doradas, bien aderezadas; el pobre, pan duro y de cebada.
¡Ah, pero para más abundancia, el relato
que hace Marcos en el capítulo 10 de su Evangelio! Un joven se presenta ante
Jesús preguntándole que necesitaba para ganar la vida eterna, bueno el Paraíso,
si se quiere, el Reino de Dios. Jesús le interroga y el joven contesta afirmativamente
a todo lo que él le preguntara, “Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo: Una cosa
te falta: ve y vende cuanto tienes y da a
los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”. ¿Qué es esto?
Imaginemos que este relato, en lugar de haber ocurrido en la Galilea del Siglo
I, se hubiera producido en la actualidad, en Hialeah. De escucharle decir tal
cosa Jesús, ¿qué habría dicho aquel cubiche trumpero que andaba por ahí,
escuchando todo el diálogo? Me imagino que lo menos que le diría es que era
comunista y, de inmediato, le reclamaría exigiendo: “¡Vete pa’Cuba!” Y lo diría
incluso antes de que pudiera escuchar las conclusiones a las que llegó Jesús de
toda aquella experiencia: “¡Qué difícil será para los que tienen riquezas
entrar en el reino de Dios! (…) Es más fácil que un camello pase por el ojo de
una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios”. Definitivamente Jesús
es sospechoso de ser izquierdista.
Veamos además lo que relata Mateo en el
capítulo 25 de su Evangelio, cuando Jesús reclama: "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de
beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis;
enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí". Entonces
los justos le responderán, diciendo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento,
y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? "¿Y cuándo te vimos
como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos?"¿Y cuándo te
vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?" ¿Cuál fue entonces la
respuesta que se supone Jesús les diría a los justos?: “En verdad os digo que
en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a
mí lo hicisteis”. ¿Quieren más? Asistencia a los necesitados ¡Esto ya es
demasiado, eso es izquierdismo, es como fomentar el Estado de bienestar!
¿Y qué decir de los hombres que Jesús
escogió como sus principales discípulos? Marcos los enumera: Simón, a quien
puso el nombre de Kefa (Pedro, piedra, roca); Jacobo y su hermano Juan, hijos
de Zebedeo, a quienes llamó Boanerges (es decir, «Hijos del Trueno»); Andrés,
Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás y Jacobo, hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el
cananeo o el zelote, y Judas Iscariote. Ninguno de ellos eran gente rica o
ilustrada, la mayoría de ellos, pescadores, gente que se ganaba la vida
sudando. Y, para decirlo en lenguaje coloquial, tipos duros, con decir que, a
Jacobo y Juan, Jesús les llega a denominar como “hijos del trueno” y a Simón le
denomina Kefa, roca; epítetos estos que implican mucho más que simples apodos.
Todos, enemigos del imperio romano; si hasta hay uno al que le llaman como
zelote. Los zelotes no eran miembros de ninguna secta religiosa, eran hombres
que se oponían a Roma por medios violentos, guerrilleros; incluso Kefa andaba
armado, como se evidencia en el relato de la captura de Jesús en el Huerto de
los Olivos, cuando extrae su espada y hiere a uno de los que intentaban
aprehender a su Maestro.
Hay más en las cosas de ese Jesús Verbo
del que habla Arjona. En la Palestina del Siglo primero todos no era vistos
como muy puros que digamos; los galileos eran considerados con sospechas, como
algo así de mezcla con los gentiles. Qué le dicen los fariseos a Nicodemo
cuando este intenta defenderle: “¿Qué, también tú eres galileo? Escudriña y
verás que de Galilea nunca ha surgido un profeta”. Pero, más que los galileos,
los samaritanos eran despreciados por los judíos, incluso no les consideraban miembros
de la nación judía, algo así como han sido visto los mexicanos por Donald Trump
o como ven los supremacistas blancos a los negros. Por supuesto los samaritanos
no creían en el Templo de Jerusalén. Sin embargo, Jesús no construyó un muro
para separarle de los samaritanos.
Yendo Jesús de camino a Galilea, nos relata
Juan en su capítulo 4, tuvo necesariamente que pasar por Samaria. Sus
discípulos habían salido a comprar algo de comer y Jesús se quedó solo, sentado
junto a un pozo que según la tradición Jacob lo había dejado en la heredad de
Siquen para sus hijos. Llega una samaritana y al verla, Jesús le pide que le de
beber. La samaritana sorprendida le dice: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a
mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan
entre sí”. Tras de un breve intercambio entre Jesús y la samaritana, que le ve
como un profeta, vienen varios de Siquen, luego que la mujer, de regreso les
contara maravillas sobre aquel judío que hablara con ella; “y le rogaron que se
quedase con ellos; y se quedó allí dos días”. Imagínense a Jesús compartiendo
por dos días con los negros del Black Lives Matter.
¿Qué decir del relato del Buen Samaritano?
Cuando un maestro de la ley le pregunta a Jesús quien es nuestro prójimo, Jesús
le contesta con una parábola donde se muestra el auxilio de un samaritano (en
lenguaje de ahora, un negro, un mexicano) a un hombre asaltado por bandidos y
dejado en el camino por muerto, un hombre al que no habían socorrido ni un
sacerdote, ni un levita que pasaron por el lugar. El samaritano lo atendió, le
coloca sobre su cabalgadura y le lleva a un mesón pagando para que fuera curado
y atendido. Jesús entonces, le pregunta al maestro de la ley: “¿Cuál de estos
tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”
Algo amoscado le respondió el maestro de la ley: “El que se compadeció de él”.
Entonces, para Jesús, todos son nuestros prójimos sin importar raza o condición
social. ¿Qué, Jesús es izquierdista?
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