Pages

martes, 26 de febrero de 2019

SOBRE LA CUMBRE DEL GRUPO DE LIMA EL PASADO LUNES


Mario J. Viera



Y en este lunes, se renuevan mis esperanzas en la causa de la oposición venezolana.

En un análisis preliminar de los resultados que parecen surgir de la reunión extraordinaria del Grupo de Lima, celebrada el pasado lunes, 25 de febrero, en Bogotá, con la presencia de Juan Guaidó y, en especial del vicepresidente Mike Pence, creo ver que el liderazgo del presidente encargado de Venezuela dejó demostrada su capacidad de liderazgo. Su discurso, aparte de su emotividad, fue preciso y claro. Puso en evidencia la voluntad de Nicolás Maduro de no buscar soluciones negociadas, demostró que Venezuela es santuario de los terroristas de MLN colombiano, y dejó en claro el desastre ecológico que se ha producido en el arco minero del Orinoco. De sus palabras, nada pudo colegirse que invitara a una solución militar extranacional para la crisis venezolana. En cambio, pidió continuar con la presión diplomática para el aislamiento del régimen del chavismo-madurismo.
Por otra parte, el diario español El Pais, reprodujo las conclusiones de la Comunidad Europea, España. Brasil y Guatemala sobre el tema de la intervención militar unilateral de Estados Unidos en el conflicto venezolano:

La Unión Europa pide a EE UU que prescinda de una posible intervención militar en Venezuela. Federica Mogherini, la Alta Representante de Política Exterior de la UE, ha sido muy clara en las últimas horas: Venezuela "necesita una salida pacífica, política y democrática, lo cual, evidentemente, excluye el uso de la fuerza". El pasado domingo, el ministro español de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, dijo que "no apoyaríamos, y condenaríamos firmemente, cualquier intervención militar extranjera".
El 'no' rotundo del Gobierno brasileño a la opción militar como salida a la crisis venezolana lleva aparejada, también, una negativa a un potencial uso de su territorio por parte de EE UU para lanzar una operación, según ha clarificado Hamilton Mourao tras la reunión de Bogotá. Brasilia es rotunda: queda descartada cualquier tipo de acción militar para sacar al chavismo del poder. "Nunca fue una opción (...) y abogamos por la no intervención", ha zanjado el vicepresidente del gigante sudamericano. "Que yo sepa, nadie está apostando por una opción militar. Hay que tener paciencia y resiliencia". En la misma línea, el Gobierno guatemalteco se ha sumado al grupo de países contrarios a una potencial intervención armada: "Respetamos los principios de territorialidad y el principio de no intervención, por lo que rechazaremos cualquier solución militar o amenaza de uso de la fuerza", ha dicho el presidente del país centroamericano, Jimmy Morales.

Pence resultó, para mí, convincente, con propuestas para que los países de América Latina congelen los activos de PDVSA y les coloquen bajo la dirección del gobierno de transición de Venezuela, y solicitó además: "Le pido al Grupo de Lima que congelen de inmediato los activos de los funcionarios, y que transfieran la propiedad de los activos de los secuaces de Maduro al Gobierno del presidente Guaidó"; también llamó a tomar medidas contra los países de America Latina que den apoyo a la dictadura madurista, en clara alusión a Cuba, Bolivia y Nicaragua. "Quienes apoyen a este régimen solo lograrán aislarse más en el mundo”. Así mismo, Pence solicitó que se votara para que el representante de Guaidó, sea reconocido en el Banco Interamericano de Desarrollo. No obstante, volvió a repetir el mensaje injerencista de Donald Trump de que todas las opciones están sobre la mesa. Esta solución militarista quedó, por el momento, fuera del contexto de la cumbre.

Todavía quedan muchas medidas de carácter diplomático que la comunidad internacional de naciones puede emprender para asfixiar al régimen madurista, llegando hasta los mismos procedimientos que se emplearon para que el régimen del apartheid en Africa del Sur fuera derrocado.

Tal y como ha dicho Pence: "Ha llegado la hora. No puede haber espectadores en la lucha por la democracia de Venezuela". De entrada, sería muy propicio que los países al sur del Rio Bravo, rompieran o enfriaran sus relaciones diplomáticas con los regímenes imperantes en Cuba, Nicaragua y Bolivia y con aquellos que mantienen posiciones tibias o cordiales con el madurismo.

Por otra parte, es necesario, que la resistencia en Venezuela no se enfríe. Se debe continuar con las manifestaciones masivas de protestas, organizar grupos que se enfrenten, anulen o liquiden a los criminales que forman parte de los llamados colectivos, identificarlos, conocer donde viven y donde se mueven, ACTUAR CONTRA ELLOS y, para ello, no se necesita el método de la resistencia noviolenta, son criminales y como a tales hay que tratarles. Continuar enviando el mensaje a los militares, buscarles y ganar la colaboración de los oficiales de los mandos intermedios. Según últimas noticias ya han pasado hacia las filas de la oposición 167 efectivos entre policías y militares.

El ejército es factor importante para el derrocamiento del Nicolás Maduro y sus 30 ladrones. No se necesita que encabecen un golpe de estado solo basta con no volver las armas contra la población y desobedecer las órdenes de sus mandos superiores. Eso también es parte de la técnica de la resistencia noviolenta.

Si todas estas opciones fallan y el régimen madurista continúa cometiendo crímenes de lesa humanidad contra la población, entonces, solo entonces se requeriría una intervención militar en Venezuela con un cuerpo de ejércitos colocados bajo las banderas de la Organización de Estados Americanos y actuando como cuerpos de paz.

Si la dictadura madurista, títere del castrismo cae, se producirá un efecto dominó que arrastre en su caída a Nicaragua, a Bolivia y, esta vez no logrará escapar el régimen castrista.

domingo, 24 de febrero de 2019

Mario Bravo un jefe de alzados


Fragmento del Capítulo XV del libro no publicado Amigos, Aliados y Enemigos: Un Análisis Crítico de la era del castrismo

Mario J. Viera




Fue difícil la supervivencia de los diferentes grupos de guerrilleros dentro del Escambray; tenían que enfrentar un constante acoso del enemigo ─ se calcula que el régimen movilizó alrededor de 70 mil efectivos para perseguir, cercar y aniquilar a pequeñas y dispersas unidades de alzados ─, tenían que esquivar las delaciones de los colaboradores del castrismo ─ en el Escambray siempre hubo una importante presencia de comunistas ─, sufrir deserciones, carecer del apoyo de la opinión pública, dormida por el opio castrista y la prensa oficialista, y carecer de un apropiado equipamiento de armas ─ los envíos de armas que se lanzaban desde aviones, la mayoría de las veces caía en el campo enemigo ─. El régimen se encargó de forjar una leyenda negra de lo que llamó “bandidismo” y de predicar que los alzados solo pretendían sobrevivir esperando una invasión de los marines.

Así lo aseguraría uno de los desertores de las guerrillas, Diograsio Sagarribay Quesada[1], quien luego de ser detenido por el G-2, colaboró con el régimen: “Estábamos tratando de salvar la vida, estábamos conscientes de que no íbamos a hacer na’, que no íbamos a tumbar a Fidel. Además, había que ver las relaciones entre los jefes de las bandas, siempre había sus conspiraciones, todos querían ser jefes. Sí se tenía la esperanza de que iban a venir de afuera, de que intervendría Estados Unidos (…) Desde que me alcé supe que había cometido un error grandísimo. La vida del alzado era muy mala, lo que hacíamos era huir, estar escondidos en cualquier parte. Cuando los pájaros judíos sonaban ya estábamos asustados”. Diograsio, reconoció que había estado alzado entre nueve y diez meses y daba a entender que era jefe de un grupo de guerrilleros; pero él aseguraba que no había asesinado a nadie, mostrándose a sí mismo como si hubiera sido una excepción dentro del movimiento guerrillero, y dice:

Nunca, nunca la gente mía mató a nadie. Incluso, evité que ocurriera más de una desgracia. En una oportunidad nos dimos un cruce con Mario Bravo (yo no anduve con él); nos cogió un peine loco y fuimos a dar huyendo a la finca El Cedro. Y cayó un hombre preso, un revolucionario. Él lo agarró, pero yo estaba allí. Óyeme, tuve que darle una coba grande para que lo soltara. Después que lo hizo, que el hombre iba como de aquí a allá, lo volvió a llamar. Fui adonde estaba de nuevo y le dije: Deja a ese hombre tranquilo, deja que se vaya. Nos van a echar un millón de milicianos atrás. Por fin lo soltó. Ver matar a una gente, ¡qué va!, yo no podía”.

Estas palabras del guerrillero desertor me traen el recuerdo de una anécdota que viví personalmente por el año de 1964. Trabajaba yo en Educación Obrera Campesina (EOC) en el municipio de Morón y ya estaban programados los exámenes para las aulas de aquel organismo. Dos de mis compañeros y yo nos dirigíamos a la intrincada zona de Marroquí. Llovía a cántaros y viajábamos en un jeep descapotado, y estábamos calados hasta los tuétanos. Aquella era zona de operaciones de Mario Bravo; eso lo conocíamos perfectamente. Sería ya, aproximadamente las tres de la tarde y no había cesado de llover desde la mañana, el camino que atravesábamos era un terraplén en bastante mal estado y para mayor fatalidad el jeep se nos atascó en un lodazal.

Cuando nos desmontamos para intentar sacarle del atolladero, de entre la espesura surgió una decena de hombres, quienes al vernos se detuvieron en medio del terraplén. Nos observaron en silencio; como era habitual, nosotros vestíamos el uniforme de milicias. Yo les observé con preocupación. Sus ropas raídas y sucias, una barba espesa cubría sus rostros y portaban escopetas. Uno de aquellos hombres se dirigió a nosotros y nos preguntó qué nos pasaba. Le dijimos que éramos de Educación Obrera Campesina y que íbamos a llevar los exámenes para las aulas rurales y no podíamos sacar el vehículo de donde se había estancado. Creo recordar que el hombre sonrió, al menos así me pareció; entonces se volvió hacia los que le acompañaban y dijo: “¡Vamos a darle una ayuda a esta gente!” Y todos nos ayudaron, y empujando sacamos al jeep hacia lo firme. Les dimos las gracias y ellos se despidieron de nosotros con un saludo.

Uno de mis compañeros dijo: “¡Qué a tiempo llegaron estos cazadores!”

Yo le contesté: “¿Cazadores? Na’, esos no eran cazadores… Esos eran alzados.”

Mis amigos se burlaban de mí diciéndome que el miedo me hacía ver visiones; pero así llegamos a una tienda mixta en un lugar conocido como Biajaca Gorda que estaba a poca distancia. Allí hicimos alto para tomarnos un trago de ron y evitar un resfriado. “Oye, nos dijo el tendero, hace un ratico pasaron por aquí la gente de Mario Bravo”. Aquellos supuestos cazadores eran, efectivamente, los alzados y… no nos mataron, ¡nos ayudaron! Mucho tiempo después supe que aquel que ordenó que nos dieran el “empujón” era nada más y nada menos que el mismísimo Mario Bravo, el barbero de Florencia. Mario Bravo no era un asesino como ha querido presentarlo el desertor y colaborador de la Seguridad del Estado, Diograsio Sagarribay Quesada.

Algo más, y esto fue la experiencia de una maestra aficionada de EOC que tenía un aula en lo más rural de Marroquí. Más o menos esto fue lo que me dijo: Una noche ella estaba dando clase a unos 12 campesinos; alrededor todo era oscuro, Cuando ya estaba a mitad de la clase, unos hombres penetraron en el bohío. Ella se asustó mucho; me contó que se quedó sin voz. Sus alumnos se sintieron atemorizados ante la presencia de aquellos hombres armados y con todo el aspecto de ser alzados. Era Mario Bravo, un hombre en sus 25 años de edad, con su partida. Saludó tranquilamente; tomó asiento en un banco y dijo: “Vamos maestra, continúe con la clase”. Ella no sabía qué hacer.

Me contó que Mario Bravo le sonrió y dijo: “Maestra, voy a decirle unas palabras a sus alumnos”. Entonces poniéndose de frente a la clase dijo: “Esto es bueno, que estudien… No se arrepientan, lo único bueno que hacen estos comunistas es esto; este asunto de las clases”. Luego volviéndose para uno de los alumnos a quien, claramente se veía que le conocía, un sargento del ejército que con su uniforme puesto asistía a las clases, le dijo: “Vaya, sargento tienes buenas botas rusas puestas y… mira aquí uno de mis hombres está descalzo y por lo que se ve calza el mismo pie que tú, así es que, quítate tus botas y hazle un bien a este hombre”.

Por supuesto el sargento se descalzó y le alargó las botas al jefe guerrillero. Hecho esto, Mario Bravo se volvió hacia la maestra y le preguntó: “¿Tiene usted algún libro donde firmen los visitantes?” Nerviosa, la maestra le alargó el registro de asistencia y le dijo que lo podía firmar. Pidió una pluma Bravo y estampó su firma: “Comandante Mario Bravo”. Luego, como llegaron se marcharon. Ningún daño le hicieron al sargento, solo lo dejaron descalzo. La maestra me mostró el pliego de asistencia, y yo vi la firma. Quise quedarme con aquel documento, pero ella deseó conservarlo como recuerdo de aquella noche que fuera de espanto para ella. No puedo saber si todavía ella conserva aquel recuerdo…han pasado ¡tantos años!

Enrique Encinosa en su libro Héroes del Escambray, recoge el testimonio de Rubén Arteaga, oficial de la línea de suministros de los alzados del Frente Norte de Camagüey, quien describió a Mario Bravo, con el que hizo contacto en 1964, diciendo de él: “Mario Bravo era una buena persona, pero estaba siempre alerta. Me hablaba, pero sus ojos se movían mirando hacia todos lados... Estaba sucio, peludo y las botas que tenía se le estaban rajando. Estaba vestido de verde olivo y del cinto le colgaba un machete y una pistola 45. Tenía un fusil checo de esos que tenían la bayoneta calada y tenía una mochila en la espalda que estaba bastante maltrecha... Sus hombres estaban por el estilo. Unos tenían cascos, otras boinas, todos tenían las botas rejadas y todos estaban armados (...) Mario era el guerrillero más mentado en esa zona y bastante dolor de cabeza le dio a los comunistas”.

En junio de 1964, el comandante Lizardo Proenza de LCB captura a uno de los guerrilleros que conocía la posición de la guerrilla de Mario Bravo, posiblemente haya sido el desertor de las guerrillas ya citado, Diograsio Sagarribay Quesada; y anota Encinosa: “Rápidamente LCB cerró el cerco. En la acción murió un soldado castrista y otro resultó herido, Un guerrillero murió en el combate y tres fueron capturados heridos. A pesar del cerco de cuatro mil hombres, tres alzados lograron escapar el anillo de muerte”. Uno de los guerrilleros capturados heridos era Mario Bravo, con su “mandíbula destrozada por una bala de ametralladora VZ, y su pecho y cuello llenos de fragmentos de granada, falleciendo poco después de ser derribado”.


[1] Enrique Ojito. Estábamos conscientes de que no íbamos a tumbar a Fidel. Escambray, mayo de 2015

viernes, 22 de febrero de 2019

A PROPOSITO DEL REFERENDO CASTRISTA


Mario J. Viera



Este domingo, 24 de febrero, es la fecha que, de manera demagógica, el régimen castrista ha convocado para la realización de un referendo por el cual, supuestamente, el electorado cubano, decida, también supuestamente, libre sobre el proyecto de Constitución que elaborara el Buró Político del dominante Partido Comunista de Cuba. El Gobierno marioneta del Partido Comunista, ha estado impulsando la opción por el sí al instrumento normativo totalitario que pretende imponer a toda la sociedad cubana. Esta campaña publicitaria del régimen, como las tantas que ha acostumbrado, a favor del Sí, es, y esto lo capta y entiende el electorado, más que una labor de propaganda es la expresión del ordeno y mando que impone el castrismo. Promover el Partido Comunista el sí es imponer el sí, es ordenar que se vote sí. Se tiene que ir a votar y se tiene que votar sí, así, sin más vuelta de hoja, es la perentoria orden dada al electorado.

Ahora el electorado cubano, ante el plebiscito constitucional, se le plantean cuatro opciones de decisión: 1) abstenerse, negarse a ir a votar, 2) asistir a los centros de votación y anular la boleta o entregarla en blanco, 3) Votar NO y, 4) votar SI. Y diferentes grupos opositores en la isla se han decidido por la promoción de dos opciones a tomar con respecto al referendo. Unos se deciden por la promoción de la abstención en tanto otros favorecen el voto por el NO. Para muchos de los que convocan a la no participación electoral, asistir a los centros de votación es un modo cooperación política con el régimen para reconocerle legitimidad.

Recientemente un conocido opositor, desde Cuba ha declarado lo siguiente:

En realidad, insistimos en la acción que dignifica al ciudadano: ¡no ir a votar! Esta es una no cooperación política con la dictadura en el campo del boicot de las elecciones y/o referendo. No es el sencillo abstencionismo de las elecciones democráticas que, aunque no vayas, se conservarán las libertades; sino una contundente repuesta de heroísmo a la tiranía opresora y asesina.  Por ti, por todos, (...) y Cuba será libre.

No puedo discrepar de esa línea donde dice este conocido opositor, que el no ir a votar, es una acción que dignifica al cubano. Reconoce que el boicot de las elecciones y/o referendo es un acto de desobediencia civil cuando dice que el no ir a votar es un acto de no cooperación con la dictadura. ¡Perfecto, magnífica apreciación política! No puedo decir que esté yo en contra de tal novedosa conclusión: No ir a votar, es decir, boicot a las elecciones, es decir, abstencionismo, es decir, definitivamente, desobediencia civil. ¿Se imaginan ustedes, qué tremendo espectáculo sería ver todos los centros de votación vacíos, con solo la asistencia de cuatro gatos en los mismos? ¡Wow, sería un reto planteado. que nos igualaría con las protestas masivas que se realizan en Venezuela y en Nicaragua! ¿Quién que sea opositor al régimen castrista no desearía tal espectáculo? Por supuesto que sería “una contundente respuesta de heroísmo” que se le estaría dando a la dictadura del Partido Comunista de Cuba.

Pero me pregunto, ¿es la única opción, la que en estos momentos tiene más posibilidades de acogerse por la gran mayoría de electorado cubano? ¿La única realizable en las condiciones actuales de la realidad cubana? En mi opinión, que no tiene que ser necesariamente la más autorizada, pienso que no es la única opción. Supongamos, que el llamado a la abstención mueva a una importante parte del pueblo, ¿afectaría la coartada del Partido Comunista? El régimen, quizá se preocuparía ante tal respuesta de desobediencia que se le estaría planteando. Sin embargo, su coartad no se afectaría. A los centros de votación no faltarían los militantes del Partido Comunista, los militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas, los miembros de las direcciones de todos los CDR de todo el país, los miembros todos de la PNR, todos los militares que serían compulsados a participar en los centros electorales que se organizan dentro de los cuarteles de las fuerzas armadas. Con ese número de participantes, le bastaría al régimen para mantener su coartada y si le da su realísima gana de decir que la participación en el proceso plebiscitario alcanzó un 90% ¿quién podrá asegurar lo contrario con datos verificables?

Más arriba dije que la campaña publicitaria del régimen por el Sí, de hecho, es una orden que le estaba dando a la gente de ir a los centros de votación. Entonces, digamos solo como ejemplo, ¿Cuántos estudiantes universitarios y de preuniversitarios se arriesgarían a marcarse como opositores y, con ello arriesgar su futuro curricular? Un porcentaje muy elevado de los mismos acudirían a las urnas independientemente de que, en el secreto del cubículo de votación, anulen la boleta, la entreguen en blanco o se decidan por votar No. Pregunto: ¿subsiste en la gran masa de los electores cubanos el temor a marcarse ante el CDR de la cuadra donde residen, y se deciden a enfrentar el acoso del CDR, de los militantes del partido y de este o aquel “activista” de las organizaciones de masas que le acucian insistiendo para que concurra al centro de votación?, o ¿se puede asegurar que ya el temor no subsiste en esa gran masa de electores? Y otra pregunta: ¿Los promotores del abstencionismo tienen información precisa de que el temor ya no es predominante entre la población? ¿Están seguros de ello o solo es un anhelo, una esperanza? El exilio, por supuesto reclama la abstención; los cubanos del exilio no temen por las medidas que pueda tomar el régimen contra ellos. Otra pregunta: ¿Conoce el electorado cubano este llamado al abstencionismo que se les hace? ¿Lo conoce de manera directa, de la boca de los activistas opositores actuando dentro de la gran masa de electores, llegando hasta ellos, visitándoles como hacen los CDR y los militantes del partido? ¿Cuántas octavillas circulan en Cuba alentando a la abstención masiva y razonando por qué consideran que el no hacerlo es como legitimar a la dictadura?  Ese llamado parece, a mi modo de ver, que no tiene audiencia. Quizá algunos tengan cierta información al respecto por medio de las redes sociales a las que tienen relativo acceso, pero esto no quiere decir que todos ellos se atreverán a lanzar el reto de la desobediencia civil.

Esto dicho arriba, es válido para aquellos proponentes del voto por el NO; pero si habrá muchos, que por sí propios se decidan votar No, y muchísimos de los que tienen acceso a las redes sociales se sentirán cómodos para optar por el NO. Claro está que algunos que optan por la abstención en rechazo al voto no, consideran que votar NO, es como aceptar tácitamente a la vigente Constitución totalitaria de 1976 con todas sus respectivas reformas. Esto, de hecho, es una falacia, porque la misma conclusión se puede hacer a la propuesta de abstención, dentro de esa lógica, solo dentro de ese predicamento, se podría colegir que tácitamente se está diciendo que no se necesita otra constitución. Con el NO se le envía al régimen un mensaje, se le está diciendo que no se acepta su lavado de rostro con el nuevo texto y de modo indirecto se le está diciendo claramente que NO se quiere más de lo mismo, se le está diciendo NO al régimen y al sistema que le sostiene, ya sea un nuevo texto o el decrépito texto del 76.

Por supuesto, tanto los que optan por la abstención, los ultrarradicales, como los que proponen el NO, están convencidos de que todo el referendo es una mentira, un fraude, que haya o no abstención masiva, los resultados serán manipulados a favor de la opción del Partido Comunista del Sí. Lo importante de todo es el mensaje que se le esté transmitiendo a la dictadura, ya sea el contenido en la abstención, como el contenido en la opción por el voto NO.

martes, 19 de febrero de 2019

El mensaje de Kennedy y su reacción en Cuba


Fragmentos del Cap. XX del libro no publicado, Amigos, Aliados y Enemigos, Un análisis crítico de la era del castrismo.

Mario J. Viera



A las 7:00 PM del día 22 de octubre, Kennedy, desde la oficina oval de la Casa Blanca, libraría un mensaje dirigido a la nación y al mundo. Públicamente se daban a conocer los pormenores de la presencia de armas nucleares soviéticas emplazadas en Cuba y el peligro que las mismas representaban para Estados Unidos y para el Hemisferio. Todo el mundo estaría al tanto de las medidas que se habían decidido para enfrentar el peligro potencial que aquel armamento de misiles de alcance medio e intermedio emplazados en Cuba representaba.

Las cámaras de la televisión y los micrófonos de la radio y de los corresponsales de prensa, recogieron el discurso presidencial, un discurso cuyo borrador había sido rigurosamente estudiado por los asesores de Kennedy y por los miembros del ExComm.

Con rostro serio, el presidente enfrentó las cámaras y comenzó a darle lectura a su discurso: “Buenas noche, compatriotas” ─ comenzó a leer en tono grave pero tranquilo ─ “Este gobierno, como prometió, ha mantenido la más cercana vigilancia del fortalecimiento militar soviético en la isla de Cuba. Durante la semana pasada, una evidencia inconfundible ha establecido el hecho de que una serie de sitios de misiles ofensivos está ahora en preparación en la isla encarcelada. El propósito de estas bases no puede ser otro que proporcionar una capacidad de golpe nuclear contra el hemisferio occidental (...) habiendo ahora confirmado y completado nuestra evaluación de las pruebas y nuestra decisión sobre un curso de acción, este gobierno se siente obligado a informarles esta nueva crisis con el máximo detalle”. 

Pero, mientras Kennedy pronunciaba estas palabras, en Cuba, ya desde las 3:50 PM, tras conocerse que el presidente de Estados Unidos haría ese día su presentación ante la prensa, las fuerzas armadas de Cuba habían sido puestas en “Situación de Alerta” y finalmente, a las 5:35 PM, Castro emitiría la orden de Alarma de Combate para todo el país. El Periódico Revolución colocó en primera plana y con gran realce dos titulares, “Alarma de combate” y “La Nación en pie de guerra” y, como nos trae a la memoria Adolfo Gilly,[1] en todas las calles habaneras apareció el mismo cartel, uno, en rojos caracteres llamando “¡A las Armas!” ilustrado con la imagen de un miliciano enarbolando una metralleta. Los habaneros, sin mucha alarma contemplaban, a lo largo de todo el litoral capitalino, como se emplazaban sitios de las ametralladoras antiaéreas, conocidas como cuatro bocas, con sus cañones apuntando hacia el norte. Los batallones de las milicias eran puestos en pie de alerta y por todo el país había movilizaciones militares. Un bunker subterráneo en las proximidades de La Habana que, de acuerdo con el ya citado Teniente coronel (r) Rubén E. Jiménez, “contaba con todos los medios necesarios para garantizar la seguridad de la dirección”, se condicionaba para alojar al Estado Mayor de las fuerzas soviéticas y cubanas para la coordinación de operaciones.

En su discurso, tal como se había acordado previamente, Kennedy no haría mención al número de misiles instalados en Cuba ni los sitios de sus emplazamientos, solo mencionaría que las características de los nuevos sitios de emplazamiento indicaban dos tipos de instalaciones: “Algunas de estas incluyen misiles balísticos de mediano alcance, capaces de transportar ojivas atómicas a una distancia de más de 1 000 millas náuticas. Cada uno de estos misiles, en definitiva, ─ recalcó ─ es capaz de golpear a Washington, D. C., el Canal de Panamá, Cabo Cañaveral, la ciudad de México, o cualquier otra ciudad en el sureste de Estados Unidos, en América Central, o en el área de Caribe”. Luego se refirió a los emplazamientos los cuales posiblemente estaban diseñados para alojar misiles de alcance intermedio, más peligrosos por su capacidad de golpear a la mayor parte de las grandes ciudades del hemisferio “tan al norte como la Bahía de Hudson en Canadá y tan al sur como Lima en Perú”, peligro que se hacía más notorio con la presencia de bombarderos ultrasónicos capaces de portar armas atómicas que se estaban desembalando en Cuba y preparándose sus necesarias bases aéreas.

El mundo quedaba enterado, el secreto de los emplazamientos de armas atómicas en Cuba dejaba de ser un secreto para todos, salvo para el ciudadano común y corriente de Cuba. La presencia de estas armas de largo alcance, claramente armas de destrucción masiva, declaró Kennedy constituían “una amenaza explícita para la paz y la seguridad de toda América, en flagrante y deliberado desafío del Pacto de Río de Janeiro de 1947, las tradiciones de esta nación y de este hemisferio, la resolución conjunta del 87 Congreso, la Carta de las Naciones Unidas y mis propias advertencias hechas en público y dirigidas a los soviéticos el 4 y el 12 de septiembre”.

En su presentación ante la televisión cubana al siguiente día, Castro ripostaría a esta expresiones de Kennedy, diciendo “...las razones que invoca, todas son razones absolutamente infundadas, habla que los armamentos recibidos por Cuba constituyen una amenaza a la paz y a la seguridad de toda la América, de flagrante y deliberado reto al Pacto de Río de Janeiro de 1947; pacto que podrá tener validez para los que siguen en el rebaño del imperialismo, pero no para nosotros (...) la Resolución Conjunta del 87 Congreso. A nosotros qué nos importan la Resoluciones, lo mismo la 87, que la 7, que la quinientos ochenta y siete del Congreso Norteamericano (...) y por fin dice ‘mis propias advertencias públicas a los soviets del 4 y 13 de septiembre’, y a nosotros qué nos importan las advertencias del señor Kennedy; eso le puede importar a él y a su gente, pero a nosotros no nos importan absolutamente nada”.

En una reunión del Consejo Nacional de Seguridad celebrada el 21 de octubre para revisar el borrador del discurso que debía pronunciar el presidente, Robert S. McNamara fue partidario que en el discurso se debía responsabilizar a la URSS por el despliegue del armamento atómico en Cuba ya que resultaba “importante poner énfasis en el aspecto extra hemisférico” de ese despliegue con el objetivo de aumentar el apoyo a las acciones que se contemplaban poner en ejecución. Así lo hizo Kennedy cuando, tras denunciar las falsas declaraciones del gobierno soviético que aseguraban que la URSS no tenía necesidad de buscar sitios para la instalación de misiles atómicos más allá de sus fronteras, declaró: “...cuando ya tenía en mis manos una prueba concreta de este rápido desarrollo del poderío militar, el Ministro de Relaciones Exteriores Gromiko, me dijo en mi oficina que estaba instruido para dejar claro nuevamente, como ya su gobierno lo había ya hecho, que la asistencia soviética a Cuba ‘perseguía exclusivamente el propósito de contribuir a las capacidades defensivas de Cuba’, queel entrenamiento de nacionales cubanos por especialistas soviéticos en el manejo de armas que de ningún modo son de carácter ofensivo, y si fuera lo contrario ─ continuó el Señor Gromiko ─ el gobierno soviético nunca se vería involucrado para prestar tal asistencia’; y Kennedy resume: “Ni los Estados Unidos ni la comunidad mundial de naciones pueden tolerar mentiras deliberadas y amenazas ofensivas por parte de cualquier nación, grande o pequeña”.

A esto replicaría Castro refiriéndose a lo que él denominó intento de Estados Unidos de impedir que su gobierno se armara: “En este intento de impedir que nosotros nos preparemos, empezaron por La Coubre, con la explosión del vapor La Coubre, y con el propósito de evitar que nosotros tuviéramos armas. Entonces después presionaron a Bélgica. Ellos querían que nosotros estuviéramos desarmados, a merced de ellos naturalmente, para que pudieran agredirnos cuando les diera la gana. Ellos pensaban que con una invasioncita tipo Playa Girón iban a resolver el problema si nosotros estábamos desarmados. Y entonces ahora culminan en este esfuerzo, en esta aventura realmente peligrosa para la paz mundial de impedir incluso que nos armemos con la ayuda del campo socialista”. 

Castro intentaba de este modo apartar el tema básico del armamento atómico que Estados Unidos denunciaba, para presentarle como si se tratara de una negación de la gran potencia al derecho de Cuba a contar con armas defensivas, con armamento convencional. Para nada Castro alude al armamento de misiles de mediano e intermedio alcance armados con ojivas nucleares. Castro presenta todo como si se tratara de un nuevo intento de invasión armada de Estados Unidos para el derrocamiento de su gobierno: “Cuando nosotros nos dimos cuenta de que estaban ocurriendo una serie de movimientos y que era eminente una acción, no sabíamos concretamente cual iba a ser, por donde iba a comenzar esa acción. Entonces, discutiendo la situación con los compañeros, llegamos a la conclusión de que era necesario alertar nuestras fuerzas, y por eso en la tarde de ayer a las cinco y cuarenta de la tarde se dio la orden de alarma de combate”.

(...)

Kennedy ya antes había expresado, cuando se revisaba el borrador de su discurso, que se debería enfatizar el modo clandestino conque la URSS había actuado en Cuba, y así lo hizo y así lo expuso: “Durante muchos años, tanto la URSS como los Estados Unidos ─ reconozcámoslo ─ han desarrollado armas estratégicas nucleares con gran cuidado, nunca trastornando el precario status quo que asegura que esas armas no sean usadas en ausencia de algún reto vital. Nuestros propios misiles estratégicos nunca han sido transferidos al territorio de cualquier otra nación bajo un manto de secreto y engaño (...) esta secreta, rápida y extraordinaria instalación de misiles comunistas (...) esta repentina y clandestina decisión de estacionar armas estratégicas por primera vez fuera del territorio soviético, es un cambio deliberadamente provocativo e injustificado al status quo que no puede ser aceptado por este país, teniendo en cuenta que nuestro valor y nuestros compromisos como siempre han sido reconocidos tanto por amigos como enemigos”. Y agrega Kennedy: “Los años 30 nos enseñaron una lección muy clara: la conducta agresiva, si se le permite continuar sin control, al final conduce a la guerra. Esta nación se opone a la guerra. También somos fieles a nuestra palabra. Nuestro incuestionable objetivo, no obstante, debe ser impedir el empleo de estos misiles en contra de este o cualquier otro país, y asegurar su retirada o su eliminación del hemisferio occidental (...) ha llegado el momento de tomar decisiones, y estas decisiones están empezando a ser tomadas. No correremos el riesgo prematura o innecesariamente los riesgos de una guerra nuclear mundial en la cual, hasta los frutos de la victoria, nos serían amargos, pero nunca retrocederemos ante los peligros que en cualquier tiempo tengamos que enfrentar”.

Así, actuando, dijo, en defensa de la seguridad de Estados Unidos y de todo el hemisferio occidental, expuso cuáles serían los pasos iniciales que su gobierno implementaría; el primero de ellos, el establecimiento de una estricta “cuarentena”, es decir, un bloqueo selectivo sobre todo equipo militar ofensivo que se enviara a Cuba, por el cual todo tipo de barco con destino a Cuba, procedente de cualquier nación o puerto, si se encontrara que llevaba un cargamento de armas ofensivas, se les haría regresar. El empleo del término "cuarentena" que Kennedy prefirió emplear, legalmente distingue esta acción de bloqueo, término que asume un estado de guerra; el uso de "cuarentena" en lugar de "bloqueo", por otra parte, también permitía a los Estados Unidos recibir el apoyo de la organización de Estados Americanos”[2].

La segunda medida que pondría en ejecución sería incrementar la estricta vigilancia de Cuba sobre el refuerzo del armamento estratégico allí, y, advirtió: “De continuar estos preparativos militares ofensivos, la amenaza al hemisferio se incrementaría, se justificarían más acciones. He ordenado a las Fuerzas Armadas prepararse para cualquier eventualidad; y confío que, en interés tanto del pueblo cubano como de los técnicos soviéticos en todos esos sitios, sean reconocidos los riesgos que entrañan la continuación de esta amenaza para todos los interesados”.

En tercer lugar, Kennedy advirtió que sería política de Estados Unidos considerar como un ataque de la Unión Soviética a los Estados Unidos cualquier misil lanzado desde Cuba contra cualquier nación del hemisferio, lo que “requeriría una total respuesta de represalia sobre la Unión Soviética”. Agregó, además: “Como medida necesaria de precaución militar, he reforzado nuestra base en Guantánamo, evacuado hoy a los familiares de nuestro personal allí y ordenado a las unidades militares adicionales a mantenerse en estado de alerta”.   

Castro, a estas últimas palabras del presidente John F. Kennedy, le replicaría en su comparecencia ante la televisión: “Después hablan de la Base de Guantánamo. Tendrán derecho a hablar de la Base de Guantánamo, es decir, que están hablando de una base que ellos tienen en nuestro territorio, que la tomaron allí por la fuerza, que la mantienen contra la voluntad de nuestro pueblo y entonces tranquilamente hablan de la Base de Guantánamo, la base que está en nuestro territorio y descaradamente dicen que están utilizando esa base, que la han reforzado, es decir para utilizarla contra Cuba. Es una magnífica advertencia que le hacen a todos los países donde ellos tienen actualmente bases militares”.

(...)

Castro apela al sentimiento nacionalista, que ha ido in crescendo dentro de las masas inspiradas en el poder carismático del castrismo, enfatizando que la razón de ser de la base era su empleo contra la soberanía de Cuba, y su permanencia, como territorio ilegalmente ocupado. No obstante, cuando hacía estas declaraciones ya en Cuba se habían establecido numerosas bases militares soviéticas, es decir de un poder extranjero, sin consultar la voluntad del pueblo. Tal como recuenta el historiador cubano Ramón Pérez Cabrera[3], las tropas terrestres soviéticas estaban dislocadas en diferentes zonas de la isla como Holguín, en la provincia de Oriente; Remedios en Las Villas; Managua en La Habana y Artemisa en Pinar del Río. Se conformaban por cuatro regimientos, cada uno de ellos integrado por unos tres mil efectivos, que incluían infantería motorizada, tanques y artillería convencional y coheteril. Las fuerzas aéreas soviéticas, según lo apuntado por este autor, formaban un regimiento con cuarenta aviones caza Mig-21, seis Mig-15 y un Mig-17, así como una escuadrilla de bombarderos IL-28, por otra parte, la jefatura de la Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS) tenía bajo sus órdenes un regimiento de helicópteros MI-14 con su base en playa Baracoa en La Habana.

En el mismo tono grave conque había iniciado la lectura de su declaración, continuó Kennedy exponiendo las medidas que había ordenado implementar: “Esta noche estamos pidiendo una reunión urgente al Órgano de Consulta de la Organización de Estados Americanos para considerar esta amenaza a la seguridad hemisférica e invocar los artículos 6 y 8 del Tratado de Río de Janeiro en apoyo de todas las necesarias acciones. La Carta de las Naciones Unidas permite acuerdos de seguridad regional, y las Naciones de este hemisferio han decidido hace mucho tiempo contra la presencia militar de potencias extranjeras. Nuestros otros aliados alrededor del mundo han sido también advertidos”. Kennedy además solicitaba una urgente reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para accionar en contra de “la última amenaza de los soviéticos a la paz mundial” y reclamar “el inmediato desmantelamiento y retiro de todas las armas ofensivas en Cuba bajo supervisión de observadores de la ONU, antes de que la cuarentena pudiera levantarse”.

Finalmente, Kennedy intencionalmente desconoce a Castro; la responsabilidad la carga sobre Jrushchov, sobre la Unión Soviética; el conflicto está planteado solo como un tema entre las dos potencias mundiales:

Hago un llamamiento a Presidente Jrushchov para detener y eliminar esta amenaza clandestina, irresponsable y provocadora a la paz mundial y a las relaciones estables entre nuestras dos naciones. Le hago además un llamamiento para abandonar este camino de dominación mundial y unirse en un esfuerzo histórico para poner fin a la peligrosa carrera de armamentos y transformar la historia del hombre.  Él ahora tiene la oportunidad de apartar al mundo del abismo de la destrucción - retornando a las propias palabras de su gobierno de no tener necesidad de emplazar misiles fuera de su propio territorio, y retirar estos armamentos de Cuba ─ absteniéndose de cualquier acción que ampliase o profundice la crisis actual ─ y luego participando en la búsqueda de soluciones pacíficas y permanentes.

Estados Unidos estaba preparado para emprender acciones diplomáticas para detener “la amenaza soviética a la paz” sin limitar su libertad de acción. Kennedy, refiriéndose a los esfuerzos que su gobierno había conducido para limitar la propagación de las armas nucleares y la eliminación de todas las bases militares por medio de “un tratado de desarme justo y eficaz”, declaró que estaba abierto a nuevas propuestas para remover las tensiones entre Estados Unidos y la URSS, “incluyendo las posibilidades de una Cuba verdaderamente independiente, libre para determinar su propio destino”.

Castro replica, sin mencionar para nada el armamento atómico que la Unión Soviética, clandestina, secreta y a espaldas de todo el pueblo cubano, instalaba en la isla; apenas hace una alusión al tema de las armas ofensivas empleando para ello todo un malabarismo retórico: “...los imperialistas han inventado ahora el término de “armas ofensivas” y “armas defensivas” ¿cuáles son armas ofensivas y armas defensivas? Porque los fusiles que vinieron a Playa Girón eran armas ofensivas. Las bazucas, las granadas, los morteros, las balas, los cuchillos que desembarcaron en Playa Girón eran armas ofensivas, sin embargo, los fusiles, los morteros, los tanques nuestros eran tanques defensivos, mientras los tanques Sherman que ellos desembarcaron allí, eran tanques ofensivos. Porque lo que determina el carácter ofensivo de las armas no es su estructura, si no su uso, su empleo, y como las armas nuestras nosotros las empleamos para defendernos, nuestros fusiles, nuestros cañones, nuestros tanques no eran ofensivos y los fusiles, las armas, los tanques que ellos trajeron eran ofensivos. Eso no se puede discutir en ninguna parte. Sin embargo, los imperialistas han inventado ahora la categoría de arma. Es un puro invento de ellos en el intento de mantener al pueblo desarmado (...) No tenemos la menor intención de rendir cuentas o de consultar a los ilustres miembros del Senado y la Cámara de Estados Unidos acerca de las armas que estimemos convenientes adquirir y las medidas a tomar para defender de modo cabal a nuestro país”.

Kennedy, humillantemente le ha desconocido en su discurso, la decisión del establecimiento de las armas atómicas en Cuba ha sido de Nikita Jrushchov, de la Unión Soviética no de una “Cuba verdaderamente independiente, libre para determinar su propio destino” y esto Castro no lo puede aceptar y asume toda la responsabilidad, es él quien decidiera qué armas eran convenientes adquirir para la defensa cabal de su régimen. Sin embargo, el 23 de agosto de 2010 daría una versión diferente durante una reunión con científicos que sostuvo en el Palacio de la Revolución y reportada por la AFP. Castro diría entonces: “A nosotros no nos interesaba tener cohetes aquí, ni tener una base. Nos interesaba más la imagen del país. Una base soviética desvalorizaba la imagen de la Revolución, su capacidad de influir en nuestra región. ¿Por qué lo aceptamos?”, es decir, ¿por qué aceptó la decisión soviética de establecer las bases de misiles en Cuba? Su respuesta, aunque intentando justificarse, es clara: “Para nosotros era muy duro. Pero era una cuestión de internacionalismo… si estábamos esperando que el campo socialista se sacrificara y luchara por nosotros, debíamos estar dispuestos a sacrificarnos por ellos”.[4] Nada de “internacionalismo”, se trataba de una imposición soviética a la cual tenía que atenerse Castro, un asunto de “lo tomas o lo dejas”.

Para finalizar su discurso, Kennedy diría algunas palabras “al pueblo cautivo de Cuba” que le serían “llevadas directamente mediante facilidades radiales especiales”; palabras que apenas fueron escuchadas por una muy pequeña cantidad de cubanos, en tanto que la mayoría solo tuvo conocimiento de las mismas a través del filtro del discurso de Castro el día 23 de octubre. Él les hablaría a los cubanos, dijo, “como un amigo, como alguien que sabe del profundo apego de ustedes a su patria, como uno que comparte sus aspiraciones de libertad y de justicia para todos”. Expresó la onda pena que sentía al conocer que la “revolución nacionalista” de los cubanos había sido traicionada por sus dirigentes y el país caído bajo la dominación de una potencia extranjera. Kennedy quería expresar ante los cubanos y ante el mundo que las acciones que su gobierno emprendería no iban dirigidas contra la “revolución nacionalista”, pretendía alertar a los cubanos que esas acciones iban dirigidas directamente contra el castrismo, porque sus líderes “ya no son dirigentes cubanos inspirados por los ideales cubanos. Ellos son marionetas y agentes de una conspiración internacional que ha vuelto a Cuba en contra de sus amigos y vecinos en las Américas...” agregando a continuación: “le han convertido en el primer país de América Latina en hacerse blanco en una guerra nuclear”. Y alertó al pueblo de Cuba de que las nuevas armas que se instalaban en su territorio no eran en su interés; esas nuevas armas “en nada contribuyen a la paz y al bienestar” de los cubanos, todo lo contrario, “solo socavarle”. Luego de expresar que Estados Unidos no deseaba causarles sufrimientos o imponerles cualquier sistema a los cubanos, concluyó diciendo:

Muchas veces en el pasado, los cubanos se han levantado para deshacerse de los tiranos que destruían su libertad. Y no me cabe duda que la mayoría de los cubanos hoy esperan con ansias la hora cuando serán verdaderamente libres de la dominación extranjera, libres de elegir sus propios líderes, libres para seleccionar su propio sistema, libres para poseer su propia tierra, libres para hablar y escribir y adorar sin miedo o degradación. Y entonces, Cuba será bienvenida de regreso a la sociedad de las naciones libres y a las asociaciones de este hemisferio”.

Valorando el discurso de Kennedy, el New York Times en su edición del 23 de octubre expresó: “Dos aspectos de la intervención fueron notables. Uno fue su impulso directo a la Unión Soviética como el responsable de la crisis. El Sr. Kennedy trató a Cuba y al gobierno del Premier Fidel Castro como un mero peón en manos de Moscú y dibujó el tema como uno con el gobierno soviético”.


[1] Adolfo Gilly. A la luz del relámpago: Cuba en octubre. La Jornada, UNAM, México
[2] Office of the Historian. Milestones 1961-1968. The Cuban Missile Crisis, October 1962
[3] Ramón Pérez Cabrera. Pilares del Socialismo en Cuba. el Poder Revolucionario. Lulu.com, 2010
[4] AFP. ABC Color. 24 de agosto de 2010

lunes, 11 de febrero de 2019

Programación mental


Mario J. Viera


Es interesante ver como muchas personas se dejan atrapar por el efecto mágico que dimana de un líder, ya carismático, ya populista o, ya, en fin, mesiánico, hasta tal punto que le convierten en objeto de veneración más que de admiración, en la expresión un sentimiento que va más allá de apreciar al líder como sobresaliente y extraordinario, hasta verle como mito o ídolo. Y podemos preguntarnos, ¿dónde radica esa fuente de atracción y control sobre las muchedumbres, que ejercen algunos caudillos populares, que les convierten, de simples mortales, en seres mágicos, epónimos de una era y semidioses? ¿Acaso ese delirio de las muchedumbres por un líder es generado por la oratoria ardiente, apasionada, adornada con metáforas brillantes y hasta con poéticos toques de ese líder? Demóstenes, aquel hábil orador de la Grecia clásica, lo dijo: “Aquel que tenga a la palabra como un arma será el más fuerte, solo hay que saber cómo utilizarla”. ¿Acaso es así?

Muchos oradores han existido a lo largo de la historia de la humanidad, con la elegancia del discurso y los mismos atributos que antes mencioné. Quién no se conmueve al leer o escuchar los hermosos párrafos de aquel memorable discurso de Abraham Lincoln pronunciado ante el cementerio de Gettysburg, o se recree leyendo la apasionada retórica de los discursos de José Martí en New York, o Tampa o Cayo Hueso, él convencía a su auditorio. ¿No son maravillosos los discursos de Martin Luther King Jr., pronunciados durante su campaña por los derechos civiles? La emotividad desprendida de su “Yo tengo un sueño” no tiene igual, conmovía y emocionaba a la muchedumbre que le escuchaba con reverencia, y aún nos conmueve cuando lo leemos. Ninguno de ellos llevó a arrastrar tras de sí turbas delirantes, conmovidas, apasionadas, fervorosas y decididas a hacer cualquier cosa que les ordenaran, aún hasta las más viles. Convencieron, pero no envilecieron.

 Volvamos a la frase atribuida a Demóstenes: “Aquel que tenga a la palabra como un arma será el más fuerte, solo hay que saber cómo utilizarla”. No se trata solo del buen discurso que atrae y convence, sino el cómo utilizar la palabra para ser “el más fuerte”. Esta es la clave, lo básico para programar las mentes de las masas para que piensen solo en sintonía con el caudillo, para renunciar a pensar con cabeza propia, para hacer dogma indiscutible cualquier cosa que predique el caudillo. Es el arte del convencimiento por el envilecimiento. Magistral en este sentido fue el discurso de Marco Antonio ante el cadáver de Julio César que recrea William Shakespeare en su tragedia “Julio César”. Aquel discurso cargado de patetismo que torna el ánimo de la muchedumbre, que feliz por el asesinato de César le lanzaban abucheos, en furiosos vengadores del tirano asesinado. Marco Antonio supo cómo utilizar la palabra, No condena al tribuno Bruto, de él dice es “hombre de honor” y hablando de César, dice: “Fue mi amigo, fiel y justo conmigo; pero Bruto dice que era ambicioso. Bruto es un hombre honorable”. Y clama diciendo: “Si tuviera el propósito de excitar a vuestras mentes y vuestros corazones al motín y a la cólera, sería injusto con Bruto y con Casio, quienes, como todos sabéis, son hombres de honor”. Y era eso lo que buscaba, su propósito al honrar el cadáver de César.

¿Qué decir de figuras que captaron el arrobamiento de las masas para convertirles en seguidores acríticos, dispuestos a aceptar cada palabra, cada frase, cada propuesta que formularan como verdades indiscutibles, aún en contra de toda lógica, como Benito Mussolini, Adolfo Hitler y Fidel Castro? Todos hábiles oradores que usaban la palabra a favor de su poder, y que en Fidel Castro alcanza la máxima expresión. No importa si mentían o exageraran la realidad; no importa si, en dependencia del momento, se contradecían negando en ese momento lo que antes afirmaban. Pero, ¿se puede decir que el fenómeno presente que es Donald Trump, tiene la misma calidad oratoria de estos caudillos e ídolos de masas? Trump no tiene un discurso elegante, fluido, vibrante; es en ocasiones hasta vulgar, pero convence a un gran sector de la población, que cree en él hasta cuando miente sin ningún escrúpulo. No, él no alcanza los mismos niveles oratorios de un Hitler o un Castro, pero su figura se ha hecho culto. ¿Existe algo en común entre el discurso de Trump y la oratoria de Mussolini, Hitler y Castro y aún con el discurso póstumo de Marco Antonio?

Todos ellos tienen en común, no solo una característica, sino dos. La primera, es el histrionismo presente en cada uno de ellos, manifestado en expresiones físicas, ademanes, y gesticulaciones. Hitler estudiaba frente a un espejo por horas las expresiones físicas que consideraba serían las más efectivas, como un actor de teatro ensayando su papel. Castro, comprendió que emplear la televisión sería un arma poderosa que podía aunar a su oratoria y a sus expresiones físicas, y Trump, ha bebido de sus experiencias como conductor de un conocido reality show para alcanzar audiencia y ha sabido hacer un uso prioritario de las redes sociales por medio del Twitter, con mensajes breves, rápidos y continuos.

La otra característica de estos agitadores de masas, es que han sabido comprender y utilizar todos los miedos, todas las frustraciones, todos los prejuicios existentes en la sociedad de su tiempo. Surgen en un contexto donde la cultura política de las mayorías es deficiente; donde hay descontento con la clase política tradicional, descontento con el establishment y hay anhelo por un cambio, y, citando de nuevo a Demóstenes, “Estamos dispuestos a creer aquello que anhelamos”, los líderes mesiánicos son una esperanza del anhelo mayoritario, porque “No hay nada más fácil que hacerse ilusiones. Ya que lo que desea cada hombre es lo primero que cree” ─ Otra vez Demóstenes ─. Los caudillos populistas de toda clase son verdaderos prestidigitadores de ilusiones. Mussolini prometía “asegurar la grandeza moral y material del pueblo italiano” alcanzar la unidad nacional, priorizar los intereses de la nación por encima de los de cualquier grupo particular y promover la estatura internacional de Italia. Hitler prometía elevar a Alemania sobre el mundo, Castro prometía una sociedad llena de esplendor y riquezas, donde todos serían iguales y colocar a Cuba en un lugar prominente en el mundo, y Trump “Hacer grande de nuevo a Estados Unidos”.

Los seguidores de Trump forman una masa monolítica de feligreses, que le ven como el salvador único de todas las supuestas miserias de Estados Unidos. Para ellos no hay términos medios, o con Trump o contra Trump, y estos últimos para ellos son “comunistas”, perdedores, personas perversas que no merecen vivir en Estados Unidos. A quienes les contradigan les respondes con las mayores ofensas y todo tipo de descalificativos. No admiten debates, ellos ya tienen la verdad y contra la verdad ¿quién puede discutir? Ya lo afirmó Trump cuando dijo: “Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”. Para sus seguidores él es incólume, sin defectos y se llenan la boca profiriendo mensajes xenófobos y racistas, rompen con amigos y hasta con familiares solo porque estos puedan diferir con Trump o estar en total desacuerdo con Trump. Si parece que en sus cerebros se ha insertado un chip para pensar todos de igual manera y siempre a favor del nuevo mesías. Trump, con este apoyo efusivo de sus partidarios podría decir como dijera Hitler de sí mismo: "¡Es un milagro de nuestro tiempo que me hayáis hallado (...) entre tantos millones! ¡Y que yo os haya hallado, es la suerte de Alemania!"

Es el mismo fenómeno que se generó del culto a la figura de Castro en los primeros años de su régimen. Él, maestro en el manejo de la TV como arma útil de influir en las masas, fue generando eso que mal se define diciendo fidelismo. Lo que él argumentaba, lo que él afirmaba rotundamente, aunque fuera inexacto o falso, se convertía en verdad de dogma.  

Ante su imagen, más que venerada, adorada, se quemaban las imágenes religiosas y se quemaban en la pira del fanatismo las viejas amistades, las antiguas relaciones, los lazos familiares, solo porque se atrevieran a manifestar alguna, aunque solo fuera, tímida crítica al Comandante en Jefe. Si había que morir defendiendo las ideas siempre inmaculadas y sabias de Fidel Castro, se iba, sin un solo momento de dudas o de análisis. No se le veía como el gobernante que debía respetar la voluntad popular, sino como el jefe de todos, "dinos que otra cosa debemos hacer", el que mandaba y todos obedecían.

Profeta de futuros brillantes, que nunca se alcanzaron, heraldo que anuncia la llegada de enemigos inciertos, que nunca llegaron y promesas, promesas llevadas hasta la cúspide del ridículo y que nunca se cumplieron. Las mentes de casi todo un pueblo quedaron programadas para pensar todos de igual manera, indoctrinados, desde los niños hasta los ancianos, la gente fue perdiendo sus libertades, sin llegar a comprender que les despojaban de sus derechos, y todo declinó con el tiempo, y se hicieron ruina las antes ciudades progresivas.... Cuando la gente disipó de su mente los efectos de la droga ideológica a la que por tantos años había sido expuesta, ya era tarde, todos estaban atados de pies y manos y todos estaban amordazados. ¿Ocurrirá lo mismo en Estados Unidos?