Mario J.
Viera
¿Cayó finalmente el telón de la Farsa
en Tres actos dirigida, producida y manipulada por el Gobierno de Raúl Castro y
la Seguridad del Estado? Así lo deben creer. Con el último Editorial del diario
Granma de este martes, el gobierno de Cuba ha puesto punto final al caso Payá,
para él se trata de un caso cerrado. Sin embargo… Todo parece indicar que tras
la farsa se oculta la tragedia, la real, la verdadera. La verdad y la razón aún
están por develarse.
En una secuencia bien estudiada para
construir su coartada, los órganos de inteligencia castrista pusieron en escena
una farsa en tres actos que como en toda farsa se presentan los temas con cierta
manipulación para hacerles creíbles o verosímiles.
El 22 de julio, un auto en el que
viajaba el líder del Movimiento Cristiano Liberación, Oswaldo Payá en compañía
del activista Harold Cepero y dos europeos, sufrió un espectacular accidente en
el que perderían la vida los dos opositores cubanos. Minutos antes, según
declarara la familia de Payá, en Suecia se había recibido mensajes de texto
enviados por Jens Aron Modig, uno de los dos europeos que iban en el carro,
notificando que eran acosados por un vehículo intentando sacarles fuera de la
carretera.
La noticia se expandió rápidamente por
todo el mundo. La sospecha de un atentado en contra de Payá comenzó a abrirse
paso. Las declaraciones gubernamentales eran imprecisas y poco diáfanas, lo que
hacía que se incrementaran las sospechas de una acción punitiva por parte de la
Seguridad del Estado, y mucho más luego que se conociera que poco antes del
accidente un vehículo en que viajaba Payá había sido impactado por un camión volteándole
sobre la vía.
Ante el posible escándalo
internacional, el gobierno decidió hacer pública su versión de los hechos a través
de los medios oficiales de la televisión y de la prensa escrita, toda de
propiedad gubernamental.
El Primer Acto de la farsa se abría
con una nota informativa del Ministerio del Interior donde se presentaba la
posición oficial basada en los resultados del peritaje realizado por la
policía, con tales incongruencias que viciaban las conclusiones a las que se
había llegado.
Al no convencer del todo el informe
policiaco, el régimen castrista corrió el telón para presentar un patético
Segundo Acto dividido en dos cuadros, la divulgación de un vídeo donde se presentaba
a Angel Camarrero, el ciudadano español que conducía el vehículo siniestrado,
confirmando la versión oficial. Camarrero no fue presentado en vivo ante la
prensa.
Camarrero indicó en su declaración que
iba a 80 km por hora pero que cuando tuvo el accidente no miró el cuentamillas,
por lo que no podía precisar de manera exacta a que velocidad iba. Indicó a
continuación: “frené porque vi el bache y
la arena y accioné el freno. Perdí el control del coche porque habíamos entrado
en una zona con grava y perdí la
estabilidad y la dirección ya no funcionaba y no pude mantener el coche, y ya
no recuerdo más. A nosotros no nos dio ningún vehículo por la parte trasera”.
Debe ser un hombre poseedor de una gran frialdad de ánimo que le permitió
durante el incidente, que a cualquiera puede alterar los nervios, darse cuenta
que había entrado en una zona con grava.
Camarrero enfrenta una sanción de
hasta diez años de privación de libertad, si no colabora “al esclarecimiento de
los hechos”.
Para cerrar su patética confesión
Camarrero dijo: “En cuanto a las noticias
que me han dejado leer, le pido a la comunidad internacional que por favor se
centre en sacarme de aquí y no en utilizar un accidente en tránsito, que podría
haberle pasado a cualquier persona, con fines políticos”. Ese es el temor fundado
de Camarrero, que no se convierta en caso político, quiere que lo saquen de
Cuba; no quiere podrirse por diez años en una cárcel castrista.
El Segundo Cuadro, del Segundo Acto
tuvo como intérprete principal al sueco Aron Modig, presidente de la Liga
Juvenil del Partido Demócrata Cristiano de Suecia contestando preguntas de la
prensa oficialista cubana y corresponsales extranjeros.
Respondiendo a una pregunta de la
reportera de la BBC, Modig declaró: “No
tengo recuerdo de que haya habido algún otro auto involucrado en este accidente”.
Similar respuesta le dio a la reportera de Juventud Rebelde: “No vi nada anormal. Era un accidente”.
La reportera de Telesur, Fabiola López
le preguntó en cuanto a la veracidad de lo afirmado por la familia de Payá que
había enviado mensajes de texto a Suecia informando que el auto en que viajaba
había sido embestido por otro, Modig declaró:
“Yo
estaba simplemente informando que estaba bien después del accidente. Envié
mensajes de texto, no sé a cuantas personas, después del accidente. No le envié
mensaje a la hija de Payá. No recuerdo, solo informaba que me encontraba bien
después del accidente”. ¿Será que el sueco había perdido la memoria
reciente como consecuencia del trauma recibido en el accidente? No lo creo. A
veces es mejor olvidar algunos detalles
y no poner en peligro la libertad personal. Preferible es comprender la
gravedad de lo por él hecho y, eso ¡Claro está!, cuando habló con la policía
cubana, como declarara. Habría que acotar que fue cuando habló con los
oficiales de la Seguridad del Estado que saben ser bien persuasivos.
Finalmente, a una pregunta formulada
por Andrea Rodríguez de AP sobre la sinceridad de sus declaraciones y si cuando
regresara a Suecia no cambiaría su declaración, respondió: “Mis
disculpas son honestas. Todos los cubanos con los que me he reunido aquí
en Cuba han sido amables, me han tratado bien”
En este Segundo Acto se omitió un
aparte de los dos protagonistas, que pudiera redactarse del siguiente modo: “¡Recórcholis, en fin de cuentas esta bronca
no es mía! Lo único que quiero es salir de aquí espantando la mula”.
Como quiera que el Segundo Acto no es
muy convincente, a no ser que se sea demasiado ingenuo o no se conozca como
actúa la policía política en un estado totalitario, el gobierno castrista
decidió abrir un Tercer Acto.
El Tercer Acto es el Editorial del
martes de Granma. Es el más tétrico. Su redacción le recuerda a cualquiera la
retórica de la obra de George Orwel, 1984
y el obsoleto discurso de la guerra fría y de los juicios políticos del
estalinismo. Su título, demagógico y cursi: “La verdad y la razón”.
Aparece en escena un Polichinela rojo
que clama:
“Solo
los más vociferantes de la mafia anexionista de Miami acusaron a Cuba de haber
realizado un asesinato político”.
Se quedaron perdido en las penumbras
del siglo XIX cuando había una importante corriente anexionista, hoy, quizá
exista algún cubano que crea que lo mejor para Cuba pudiera ser convertirse en
un estado de la Unión americana; pero la mayor parte del exilio cubano no
piensa así. No hay un solo cubano que haya acusado a Cuba de realizar un
asesinato político. No es Cuba la que está bajo la mira de las acusaciones,
sino el gobierno castrista. Los aberrantes ancianos del partido comunista, los
usurpadores del poder político cubano no son Cuba, quizá ellos sean parte de
Cuba, minoritariamente, pero parte de Cuba, como son todos los que se les
enfrentan en Cuba y en Miami.
El Polichinela del Tercer Acto
balbucea: “La Nota Informativa del
Ministerio del Interior, publicada el pasado viernes 27, cerró el paso a la
infame insinuación, con testimonios irrefutables de peritos y testigos
presenciales, incluidos los dos extranjeros participantes en el trágico suceso”.
La nota informativa, incluidas las
declaraciones de “los dos extranjeros participantes en el trágico suceso”, solo
aumentó la sospecha de que algo oscuro esconde el régimen. A nadie, pienso le
puede quedar dudas de que todo el proceso ha sido manipulado.
Ofelia Acevedo, viuda de Payá, no está
convencida de lo irrefutable de la tal nota. “Pedí y sigo pidiendo que me dejen
hablar con los dos muchachos”, aseguró para agregar: “No me fío de nada que venga del régimen”, Y denuncia Ofelia: “Nos han aflojado cuatro veces las tuercas de
las ruedas del vehículo de Oswaldo para provocar un accidente. El último susto
lo tuvimos el 2 de junio, cuando íbamos en el carro y recibimos un impacto que
nos sacó de la carretera. ¿Por qué iba a fiarme ahora de las autoridades?".
Lo pone en duda el activista por los derechos humanos Elizardo Sánchez
Santacruz cuando dice: “Este es un
Gobierno que se caracteriza por manipular la información”.
El Polichinela castrista se busca un Brighella
para echarle la culpa de todo: “el
monopolio financiero-mediático, que tradicionalmente difama a Cuba, se
concentró en enaltecer a los supuestos ‘luchadores por la libertad’ sin
respetar límites éticos ni la muerte de seres humanos, lamentable en cualquier
circunstancia” y arroja su injurioso lenguaje: “es bien sabido que, en nuestra tierra, la contrarrevolución siempre ha
sido y es mercenaria. Son vulgares agentes que el gobierno de los Estados
Unidos y sus aliados pagan, abastecen e instruyen. Traicionan a su Patria por
unas monedas”.
¿Quién con ofensas convence? Sin
respetar límites éticos, ni la muerte de seres humanos, como dice el Granma,
ellos no respetaron la memoria de Oswaldo Paya cuando acusan de “minúsculo y
contrarrevolucionario” al Movimiento Cristiano Liberación que presidía Payá, y
por tanto, según la calificación que dieran de los opositores como “vulgares
agentes del gobierno de los Estados Unidos y sus aliados” y por tanto traidor a
la patria, a una patria que no les pertenece a los que se entregaron al imperio
soviético, a los que viven de las limosnas que les ofrece Hugo Chávez, que
proclamaron como mártir a Gadafi, que apoyan a la tiranía sangrienta de al
Assad. El castrismo no es Cuba, sino la excresencia de lo más pútrido de
nuestra sociedad.
Conclusiones:
Los tres actos de la nueva farsa
castrista no convencen. Hay un hecho. Carromero entró en el terraplén a 80 km
por hora, pero no se ha descartado con argumentos confiables que no estuviera
huyendo de un vehículo acosador, que antes intentara sacarle del camino.
El sueco Modig no negó rotundamente
que hubiera enviado un mensaje de texto denunciando que estaban siendo
acosados, solo emitió un “no recuerdo” y se salió por la tangente hablando de
los mensajes que enviar luego del accidente para informar que estaba bien. Es
evidente que él no convocó la conferencia de prensa donde hizo sus declaraciones.
La conferencia de prensa fue organizada por la seguridad del estado, como, a no
dudarlo, condición para permitirle abandonar el país.
La última palabra todavía no está
dicha. La sospecha todavía está vigente.