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viernes, 27 de julio de 2012

Un discurso cargado de cínico desprecio


Mario J. Viera

Muchos de los que analizan la realidad cubana desde la distancia califican al general designado para el cargo de Presidente de Cuba, Raúl Castro, como un hombre pragmático. Si el cinismo, si el desprecio hacia todo un pueblo es pragmatismo, entonces, el segundo de los Castro es realmente un tipo bien pragmático.

¿Cómo enjuiciar el discurso que el general de gabinete pronunciara en Guantánamo en conmemoración del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, hace ya 59 años?

Luego del discurso de ese halcón decrépito del comunismo criollo, José Ramón Machado Ventura, el general sin batallas no pudo aguantarse y subió al podio, no para, según dijo, pronunciar un discurso sino “a darle un saludo a todos los que están aquí y a todos los que están en la provincia de Guantánamo y a todo el país”. Con “los últimos recursos” que le quedan, dijo estaba hablando. Mejor se hubiera guardado sus últimos recursos y quedar callado.

Comenzó a improvisar. No era un discurso elaborado con anterioridad, al menos en eso se le puede considerar de natural. ¡Ah, expresó su amor por todo el país, por toda la América Latina, por todo el Caribe! Allí, dijo, “donde vibra la tierra, o como dicen con orgullo los santiagueros y los guantanameros, aquí tiembla la tierra porque los hombres no tiemblan”; todo ello para resaltar la leyenda de la invencibilidad de Fidel Castro: “Con orgullo el otro día estaba viendo los cientos y cientos de kilómetros que caminó Fidel desde el desembarco del Granma hasta que en la batalla de Guisa ya se motorizó, hasta llegar triunfante a Santiago de Cuba”, olvidando decir que ya desde entonces el gobierno de su hermano pretendió hacer que no solo la tierra, sino todos los cubanos temblaran ante el temor del paredón de fusilamiento, ante la condena a largas penas de prisión, ante el temor de la delación oculta y furtiva.

Estamos al tanto de todos los problemas que confronta el país, que confronta la población”, afirma luego como si quisiera referirse a una justificación. ¡Por supuesto que sí! Lo sabe perfectamente, sabe que los salarios son ridículos y que toda la población por esos ingresos se encuentra en el nivel de la extrema pobreza. Pero él no admite la culpa que le corresponde; más bien es la propia población la culpable de la miseria que carcome a todo el país, sí porque “mientras no avancemos en la producción y en la productividad, empezando por aquellas tareas que están en la mano, que se pueden lograr, como es la producción de alimentos para ahorrarnos miles de millones de dólares en importación, no se podrán producir aumentos salariales”.

La productividad, quizá debiera conocerlo el general Presidente, es una relación matemática que relaciona la producción con los recursos empleados para su obtención. La productividad se alcanza con el empleo de una alta tecnología, con una fuerza de trabajo calificada, con la organización del trabajo productivo y de los recursos, con condiciones adecuadas de trabajo, factores todos estos de los que se carece dentro de las empresas estatales, no por causa de los trabajadores. La deficiente gestión empresarial propia del socialismo es el principal factor en contra de la productividad.

¿Cuánto hay que esperar dentro de las estructuras de las ‘actualizaciones” que emprende Raúl Castro, para obtener altas producciones de alimentos? Las relaciones de propiedad de la tierra, de la comercialización de los productos agropecuarios, del uso de los insumos necesarios para hacer producir a la tierra, en Cuba son precisamente un freno al desarrollo de una agricultura y ganadería eficientes y competitivas.

Con gran desparpajo el general reconoce que “los mismos médicos ganan muy poco” para luego agregar sin ningún recato, “pero así estamos todos”. ¿Todos? Los médicos cubanos no solo ganan poco, menos que otro galeno que viva en cualquier país del llamado Tercer Mundo, sino que además viven en condiciones más lamentables que aquellos. Recargados de trabajo por la ausencia de miles de médicos enviados a servir en otros países, enfrentados al estrés del día a día, obligados a moverse en el agobiante transporte público para concurrir a las clínicas y hospitales donde laboran. No todos están así.

La alta jerarquía comunista no vive en esas condiciones. Disfrutan su vida de placeres con hermosas residencias que fueron incautadas a la burguesía de Miramar y el Nuevo Vedado, poseen empleados de servicios, no se ajustan a las normas de una libreta llamada de abastecimiento; vacacionan en las mejores playas del país y todo con cargo al erario público. “Pero vivimos y mantenemos esta revolución por más de medio siglo, que es la gran proeza del pueblo cubano”. La gran proeza del pueblo cubano es haber soportado durante 53 años a una banda mafiosa que se ha adueñado del país y le ha reducido a la condición de mísero proletario sin derecho alguno para reclamar mejoras, exigir salarios decorosos y viviendas salubres.

Haciendo un resumen de la historia de la República con los dogmas oficiales que presentan a Cuba como una factoría gringa, acusa a los Estados Unidos y a la prensa internacional de pretender y de estar creando las bases para que en Cuba “un día suceda lo de Libia, suceda lo que pretenden hacer con Siria en el momento actual del decursar (sic) de la humanidad”.

Le preocupa al general un estallido popular al estilo de lo sucedido en la Libia bajo el poder de Gadafi y su trágico fin; le preocupa al general el estallido de la población de Siria contra el tirano Asad, dos buenos amigos del castrismo; mas se equivoca, la rebelión en Libia, en Túnez, en Egipto, en Siria no fueron resultado de la alianza de los medios internacionales y Estados Unidos, las causas de esos enfrentamientos están en el actuar dictatorial de esos gobiernos, en el desprecio hacia los derechos de sus pueblos, las mismas causas presentes en Cuba bajo el castrismo que pueden potenciar una respuesta airada en ese mismo pueblo que el general dice es “un poco revencú”. Cierto es como dice el general “somos un poco revencudos”, un poco protestones y exigentes y ya la paciencia popular comienza a notarse que está llegando a su límite.

Aunque asumiendo su característica prepotencia vuelve a hacerle un guiño a los Estados Unidos invitándole a un diálogo: “El día que quieran, la mesa está servida. Ya se le ha dicho por los canales diplomáticos corrientes. Si quieren discutir, discutiremos”. Repite: “Discutimos todo lo que quieran, de Cuba y de los Estados Unidos”. Para no quedar como muy flojo, poco digno de la virilidad del hermano mayor aclara: “Mientras tanto aquí estamos. Con más cosas o menos cosas, pero aquí estamos. Y siempre con la caballería lista por si acaso”. ¿Qué caballería, compadre? Un armamento obsoleto, un ejército que comienza a dar muestras de corrupción, con una oficialidad de nivel medio disgustada por las dificultades existenciales del cada día y sin el apoyo de una potencia nuclear que les respalde sus bravatas de guapetón de barrio, poco puede hacer su caballería, a no ser que se refiera a las bandas de rufianes que organizan para asediar y agredir a los opositores intentando torpemente desestimular un estallido de protestas como en Libia y Siria.

Aunque asegura que su gobierno no tiene “ningún interés en hacerle daño a nadie” asegura que sabrá defender al pueblo aunque hay que preguntarse a que pueblo se está refiriendo, porque al cubano, ese está en total desamparo. Quizá el pueblo que dice defender sea esa parte compuesta por esquiroles y antisociales de las brigadas de respuesta rápida y ese pueblo “se defiende y ya sabe hacerlo. Aquí no hay que decirle a nadie lo que tiene que hacer. Aquí todos sabemos lo que tenemos que hacer en cada circunstancia”. Es decir aporrear a cualquiera que proteste, acosar a cualquier osado que se decida por la crítica a pleno pulmón, y lo saben hacer muy bien con el apoyo tras sus espaldas de la policía y de los oficiales gestapistas de la Seguridad del Estado.

Ya el tiranuelo está avanzando como será la celebración del 60 aniversario del asalto al Moncada, pero ¿Quién sabe? En doce meses pueden ocurrir muchas cosas y quizá para entonces no haya un Machado Ventura, ni un Raúl Castro que puedan celebrar tal aniversario si acaso hubiera la posibilidad de conmemorar entonces la tal fecha.

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