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miércoles, 5 de abril de 2023

¿Objetivo? Tomar el poder político.

 

Mario J. Viera



Tal vez alguno pudiera considerar mejor emplear el eufemismo del término “ganar” antes que el más agresivo de “tomar”, sin embargo, existe una marcada sutileza en el uso de ambos términos determinada por las características políticas predominantes en Cuba. En una democracia se puede “ganar” el poder político por medio de un proceso electoral donde compitan por el mismo diferentes posiciones políticas. Bajo un régimen totalitario donde rige la élitecracia de los altos directivos del único partido político legalizado, ningún sector disidente podrá “ganar” el poder. Dentro de estas condiciones no hay más disyuntiva que la de tomar el poder político.

Para tomar el poder político solo existen dos métodos, la rebelión por medio de la lucha armada o la rebelión por medio de los métodos de la lucha noviolenta. Tal vez también alguno prefiera la vía menos confrontacional del reformismo, pero para poder hacer efectivo el reformismo solo existe, también, dos métodos, el del diálogo parlamentario o mediante la protesta pública.

La vía parlamentaria o dialoguista ya se ha comprobado no funcional bajo el actual régimen. ¿Recuerdan lo ocurrido con el Proyecto Varela de Oswaldo Payá elevado a la consideración de la Asamblea Nacional del Poder Popular? ¿Recuerdan lo que sucedió con la propuesta civilista de diálogo nacional por parte del Comité Cubano Pro Derechos Humanos en la década de los 90? ¿Recuerdan lo ocurrido con la “Carta de los Diez” impulsada por la organización “Criterio Alternativo” de la poetisa María Elena Cruz Varela, en 1991? ¿Qué decir con las propuestas contenidas en el documento firmado por Vladimiro Roca, René Gómez Manzano, Martha Beatriz Roque y Félix Bonne Carcassés, en 1997, y cuyos firmantes terminaron en la cárcel? Y más reciente ¿Cómo terminó la iniciativa del diálogo del 27 de noviembre de 2020? Entonces, solo queda un medio para la vía reformista: la protesta pública.

Ahora bien, ¿Cómo podemos generar las protestas públicas de tal modo que no conduzcan al descalabro? No olvidemos la experiencia de la propuesta de la “Marcha Cívica por el Cambio” del 15 de noviembre del 2022, pretendiendo alcanzar la liberación de todos los presos políticos, el fin de la violencia, que se respeten todos los derechos de todos los cubanos y la solución de las diferencias a través de vías democráticas y pacíficas, auspiciada por la plataforma Archipiélago y apoyada por el Consejo para la Transición Democrática de Cuba y UNPACU.

Queriendo ser tan transparentes cívicamente anunciaron el propósito de la marcha al Consejo de Estado, lo cual le permitió al gobierno tomar todas las medidas que fueran necesarias para impedir la marcha; y pecaron un tanto en la ingenuidad de poder influir en la espontaneidad popular ante el llamado ─ “Que cada quien encuentre maneras ingeniosas y pacíficas para lograr expresarse sin dar pie a que se desate la violencia contra ellos”, como expuso Yunior García ─, la marcha no fue nada, salvo la confinación en reclusión domiciliaria a sus proponentes en Cuba, los actos de repudio contra las principales figuras de la propuesta como Yunior García y la movilización de los efectivos policiacos, de la seguridad del estado y de las bandas de la respuesta rápida de simpatizantes del régimen.

¡Ah, pero hay otros medios! ─ parecen proponer organizaciones como D Frente o el mencionado Consejo para la Transición ─, como ganar asientos en las Asambleas Municipales del Poder Popular con la elección de Diputados de circunscripciones, lo cual ha quedado demostrado que el régimen tiene los medios para impedir tal contingencia, independientemente de que se pudieran conseguir algún pequeño número de delegados que nada representarían dentro del conjunto de todos los municipios del país. Por supuesto se puede también “exigir” que se redacte una nueva ley electoral; que en los escrutinios electorales se permita la participación de las denominadas plataformas electorales independientes y que la elección del presidente de la República sea de manera directa por la población y claro está sin excluir el llamado al diálogo. Todo esto es simplemente contemporizar, y quede en claro que utilizo adecuadamente este verbo sin intenciones peyorativas.

Por supuesto debemos descartar totalmente los métodos de la resistencia violenta que conlleva grandes perjuicios para la sociedad y es moverse dentro del terreno donde el régimen tiene todas las de ganar al contar con poderosos recursos militares y un ejército poderoso, bien armado, entrenado y disciplinado.

Solo nos queda el recurso de la resistencia noviolenta, arrebatándole al régimen sus recursos humanos y colocarlos a favor del movimiento opositor; pero para ello hay que desechar toda mentalidad de derrotismo que inhibe emprender las acciones necesarias para alcanzar la transición democrática, ganando paulatinamente segmentos del poder político de tal modo que obliguen al régimen a solicitar el diálogo con la oposición. Ninguna dictadura se abre al diálogo mientras su subsistencia no se encuentre en peligro.

 Hay que tener presente que el cambio es algo que construimos no que esperamos; y para poder producir ese cambio se requiere en primer lugar tener el poder político, sin el cual no hay posibilidad alguna de alcanzar el cambio. Por otra parte, nada se puede dejar al azar. Todas las campañas de protesta noviolenta y persuasión, de no cooperación (social, económica y política) y de intervención noviolenta, deben ser planeadas de antemano e impulsadas por un liderazgo de carácter horizontal con autonomía de iniciativas. No podemos apresurarnos, pero tampoco podemos perder tiempo; hay que trabajar en lo oculto, con entusiasmo, sagacidad y sentido común; con organización y con la disciplina de la noviolencia.

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