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viernes, 19 de febrero de 2021

LA CONSTANTE LLUVIA DE CONFETIS

Mario J. Viera

 


Cual una lluvia de confetis en un día de final de año, ahora le llueve a la Casa Blanca un diluvio de cartas, solicitando, casi exigiendo a Joe Biden, que se ajuste a lo que cada cual, en sus cartas, crea ser mejor para “salvar a Cuba”. El aguacero de cartas y consejos se inició, el 18 de diciembre de 2020, antes de la toma de posesión de la presidencia por Joe Biden, con el proyecto del Centro para la Democracia en las Américas y la Oficina de Washington sobre América Latina; continuó con los “puentes de amor”, y a seguidas, con la arremetida de la Joven Cuba, para ahora presentarse una nueva propuesta insertada en un documento o Carta Cuba-Estados Unidos.

 

Cuando se hace una primera lectura a la Carta Cuba-Estados Unidos, reproducida en el sitio CiberCuba, resulta interesante; sus propuestas captan al lector. Sin embargo, cuando en un documento se trata el tema cubano, el conflicto gobierno/ciudadanía, no podemos conformarnos con una primera simple lectura. Hay que pensar; hay que analizar, y esto es lo que me propongo hacer en las siguientes líneas.

 

Aunque la nueva carta se dirige más a exigencias al gobierno que actúa bajo las directivas y controles del Partido Comunista de Cuba (PCC), también incluye propuestas a seguir por el gobierno de Estados Unidos. Y reclama determinadas condiciones que, a juicio de los ponentes del documento, deberán cumplirse a lo largo de todo el proceso negociador entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba. Entre estas condiciones se destacan: una amplia participación y representación de la sociedad cubana; transparencia, con acceso equitativo a medios oficiales e independientes cubanos, así como a la prensa internacional; ningún acuerdo podrá tomarse a espaldas de la ciudadanía cubana y estadounidense; participación durante las negociaciones de mediadores de credibilidad y experiencia como el Vaticano, Noruega y el Parlamento Europeo; carácter escalonado para el proceso de negociación y los acuerdos resultantes; creación de mecanismos periódicos de revisión incluyendo el acompañamiento, monitoreo e incidencia de la sociedad civil, siguiendo buenas prácticas de otros procesos internacionales; el avance de las negociaciones a fases superiores o su interrupción en caso de incumplimientos deberán depender de los resultados de las evaluaciones; liberación inmediata ─ sin exilio condicionado ─ de los presos políticos y la legalización de todas las organizaciones de la sociedad civil y del sector privado que van a estar representadas en las conversaciones, junto con el cese de la represión política y las restricciones económicas a la ciudadanía como condición preliminar para el inicio de las negociaciones”.

 

Todos, reclamos muy justos si se quiere, salvo que no es así como funcionan los convenios diplomáticos de acuerdo con la Conversión de Viena sobre relaciones diplomáticas de 18 de abril de 1961, y en la práctica internacional. Quizá por desinformación han confudido las negociaciones diplomáticas con las negociaciones, que, en crisis políticas internas, se promueven entre un gobierno y su oposición política, como han sido las negociasciones que, durante un tiempo, se llevaron a cabo entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana, o como las negociaciones,  llevadas a cabo en Cuba, entre el gobierno colombiano y las guerrillas de las FARC y el ELN, las cuales exigían transparencia y la participación de mediadores; en el caso venezolano, Noruega en la isla de Barbados, el 9 de julio de 2019; y en el caso colombiano  los mediadores fueron Cuba y Noruega.

 

Si la oposición cubana al interior del país promoviera una fuerte resistencia civil, con gran participación de las masas populares, poniendo en crisis a la dictadura, esta se vería obligada a negociar. Es entonces cuando la oposición podría reclamar, para ir a la mesa de diálogo, todas las condicionantes que lo redactores de la Carta Cuba-Estados Unidos han planteado. Exigir que fueran mediadores en el diálogo el Vaticano, Noruega y el Parlamento Europeo; reclamar el cese de la represión, y la liberación de todos los presos políticos, y la legalización de todas las organizaciones de la sociedad civil y del sector privado.

 

Entre dos estados, según el Derecho Diplomático, la mediación solo concurre como “Intervención amistosa de un tercer estado entre dos (o más) que se hallan en conflicto (armado o no) proponiendo una solución que pueda ser aceptable para todos los litigantes”. Como ejemplo de mediación entre dos naciones envueltas en conflictos, fueron los acuerdos de Camp Davis, firmados por el presidente egipcio Anwar el-Sadat y el primer ministro israelí Menachem Begin, el 17 de septiembre de 1978, con la mediación del presidente de Estados Unidos Jimmy Carter, como tercer estado, para resolver las reclamaciones, el conflicto, de ambas partes sobre la península del Sinaí. Este no es el caso presente en las relaciones entre Cuba y Estado Unidos, que hasta tal punto requiera de la buena mediación de otro país para resolver los conflictos entre ambos países. El posible acercamiento del gobierno de Biden hacia nuevas relaciones dipolomáticas con Cuba es un reprochement, un término francés que significa reconciliación o aproximación, y que se utiliza para describir las gestiones o la política que, para tales fines, se llevan a cabo entre dos o más estados, después de un periodo de fricción o distanciamiento, según se define en Derecho Diplomático.

 

En este tipo de negociaciones no se requiere el concurso o la participación de elementos diferentes a los negociadores diplomáticos de las dos naciones. Todo equipo negociador está equipado con un grupo más o menos grande, integrado por especialistas en derecho internacional, economía y política. De acuerdo con especialistas en el Derecho Diplomático en “las relaciones internacionales, existen situaciones o datos que motivan en cada caso a actuar de determinada manera para poder llevar a cabo ciertos fines. Estas situaciones o datos se pueden denominar condiciones fácticas que influyen en las relaciones diplomáticas. Las condiciones fácticas a tomar en cuenta en las relaciones diplomáticas son de carácter político, sociológico o económico, ya sea de manera aislada o en combinación de unos y otros

 

La motivación económica por sí misma es, hoy en día, razón suficiente para establecer relaciones entre Estados. Entre estas condiciones se destacan el comercio bilateral, o la oportunidad de descubrir nuevos mercados; el establecimiento de empresas estatales en el otro Estado(Rosa Adriana Figueroa Álvarez. Propuesta para la regulación del proceso· de normalización de las relaciones diplomáticas de México). Aunque al final, la decisión del establecimiento de relaciones diplomáticas, es de carácter político.

 

Ahora bien artículo 2 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, señala que, el establecimiento de las relaciones diplomáticas ha de hacerse por consentimiento mutuo; y se deben centrar en lo que es común entre las partes, no en las diferencias existentes. Esas negociaciones, además, no tienen que ser públicas, aunque diferentes factores políticos, de ambos estados, puedan expresar sus rechazos y hasta presentar sus cuestionamientos  en el Congreso o en los medios informativos; pero esto no cambia los resultados. Con Cuba, Estados Unidos estará actuando de acuerdo con sus intereses económicos pero, por encima de cualquier objeción, según sus intereses políticos. que no necesariamente coincidirán con los intereses del gobierno cubano. Este fue, por ejemplo, las negociaciones para el establecimiento de relaciones diplomáticas de Estados Unidos con la China comunista, iniciadas durante el gobierno de Richard Nixon y concluidas durante la administración de Jimmy Carter, lo que trajo como consecuencia la expulsión de Taiwan del Consejo de Seguridad de la ONU y la ruptura de sus relaciones diplomáticas con Estados Unidos.

 

La carta, propuesta, reclamo o lo que sea, se inicia explicando que la misma, “es fruto de una iniciativa ciudadana de cubanos de diferentes posiciones políticas, guiados por el anhelo de una Cuba democrática y respetuosa de todos los derechos para todas las personas”. Y bien que es bastante variopinta la lista de sus firmantes y, como en la Viña del Señor, hay de todo los tipos, desde presos políticos, artistas e intelectuales hasta conocidos simpatizantes de Donald Trump y de sus políticas, y algún que otro oportunista que, para mostrarse duros frente a la dictadura, firman cualquier carta que se les ponga delante, Adelantan también una exigencia al régimen del PCC: “El gobierno de Cuba debe normalizar las relaciones con sus ciudadanos, como premisa para normalizarlas con el mundo”. El problema es que, querrámoslo o no, el régimen, sin haber normalizado “las relaciones con sus ciudadanos”, ya tiene relaciones diplomáticas con la mayoría de los estados del continente americano, de Europa, de Asia y de Africa; y lo puede hacer porque en Cuba no hay un movimiento de resistencia interna consolidado y retador que confronte al régimen ante la opinión pública internacional. Con carticas más o menos y con canciones contestarias, no se derrocan dictaduras.

 

Es así que, ante “la posibilidad de un nuevo acercamiento entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos” los redactores del documento desean transmitir sus impresiones sobre el tema. Comienzan entonces una serie de advertencias, que parecen dirigidas al mismo Joe Biden y suenan como si fuera un regaño.

 

El primer reclamo admonitorio dirigido al gobierno de Biden, aparece en su inciso a): “La soberanía de Cuba como nación independiente no puede ser monopolizada por un gobierno. No se debe confundir empoderamiento de la sociedad con el apoyo a la agenda del régimen y de grupos autorizados por este para representar a la sociedad civil”. Error. Todo gobierno es representante de la soberanía de una Nación como Estado independiente con respecto a la soberanía de otras naciones. Lo que un gobierno no puede monopolizar es la soberanía que reside en el pueblo y del cual dimanan todos los poderes del Estado; soberanía esta que ha sido secuestrada, no por el gobierno sino por el PCC y depositada en su Buró Político. La Constitución de 1940 planteaba las dos condiciones de soberanía. En el Art. 1, se estipula: “Cuba es un Estado independiente y soberano” (Nación), y en su Art. 2, planteaba: “La soberanía reside en el pueblo y de éste dimanan todos los poderes públicos” (auto determinación); por ptra parte, la Convención de Viena ofrece un marco completo para el establecimiento, mantenimiento y terminación de las relaciones diplomáticas basado en el consentimiento entre Estados soberanos.

 

El inciso b), aunque me cuesta tener que admirlo, constituye una falacia lógica, algo que, en todo documento que enfoque un tema político se debe evitar, teniendo mucho cuidado en la elección de los términos o premisas lógicas del análisis. Sobre la tesis verdadera de que el régimen implantado en Cuba niega los derechos fundamentales y criminaliza el disenso y excluye la participación autónoma (primera premisa lógica); y se argumenta correctamente, que “atenta contra estándares internacionales de derechos humanos” (Segunda premisa lógica), se concluye diciendo: “es legítimo que la comunidad internacional asuma posicionamientos ante la desprotección en que se encuentran los ciudadanos del país”. La conclusión a la que se arriba no se desprende de las dos premisas lógicas empleadas.

 

La desprotección en que se encuentran los ciudadanos de Cuba, no resulta aparente ante la opinión internacional. Tanto es así que esa comunidad internacional le ha concedido al régimen del PCC un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. En Cuba no se han producido las convulsiones político y sociales como las que se produjeron en Venezuela con las masivas protestas y manifestaciones populares en contra del régimen de Nicolás Maduro que dejaron un saldo grande de ciudadanos muertos. No han ocurrido las protestas y manifestaciones pacíficas de Nicaragua reclamando la renuncia del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo enfrentándose a la brutal y sangrienta represión, tambien con saldos de muertes violentas de ciudadanos. Nada similar se ha producido en Cuba a las manifestaciones multitudinarias de Bielorrusia, ni los actos de desobediencia civil en Hong Kong, ni las multitudes que en Birmania rechazan el golpe de estado por parte del ejército enfrentádose valientemente a las fuerzas militares que les reprimen de manera violenta; ni las las protestas multitudinarias producidas en Rusia a favor del opositor Alexei Navalny.

 

Donde no hay una fuerte confrontacion pueblo/dictadura con un movimiento de resistencia bien organizado y actuante, la comunidad internacional vuelve la vista hacia lugares de mayor conflictividad. Faltó precisamente esa tercera premisa para que la conclusión que se obtuviera no constituyera una falacia lógica.

 

Los siguientes cuatro incisos se dedican  a demostrar, según los redactores de la Carta Cuba-Estados Unidos, el fracaso del proceso de normalizacion de las relaciones entre ambos estados impulsada por Barack Obama, con los mismos argumentos que los detractores de la política exterior obamista han empleado desde los primeros meses del deshiele diplomático. Inciso c) “no se experimentaron en la Isla avances en los derechos humanos”; d) “La represión es consustancial a la naturaleza totalitaria del sistema […] No depende de la actitud del gobierno de Estados Unidos, como demuestra este primer mes de la presidencia de Biden (¿?) […] se ha expandido y diversificado la represión incluso contra nuevos actores como los activistas de poblaciones en situación de vulnerabilidad, artistas, ambientalistas, protectores de animales, intelectuales de orientación progresista; e) Las reformas económicas realizadas por el gobierno de Cuba durante la normalización de Obama fueron mínimas y sufrieron congelamiento o reversión incluso antes de la administración Trump. Inexacto. Las tímidas reformas económicas del gobierno de Cuba se iniciaron entre el 2008 y el 2010, entrega en usufructo de tierras estatales ociosas para su explotación por parte de campesinos y cooperativas; despido masivo de em­pleados estatales excedentes, que a partir de ese momento deberían ser ocupados en nuevos trabajos privados; au­torización de la compraventa de viviendas y de automóviles, y, en 2013 la eliminación de los permisos de salida para viajar al extranjero. El inciso f) declara: “Durante el deshielo anterior, es cierto que creció cierta clase media urbana que mantuvo una actitud de no confrontación o colaboración con el régimen, pero la mayoría empobrecida del país no se benefició de la normalización”.

 

La carta fue remitida al Gobierno ─ ¿reconocimiento implícito de que el gobierno es parte en el debate? ─ Mientras se recogían firmas de apoyo a la Carta Cuba-Estados Unidos, se informa en un artículo aparecido en Cubanet, que “sin previa consulta, el documento fue expuesto (…) en el Noticiero Nacional de Televisión por Humberto López, quien la utilizó para exponer algunas de las gestiones de ‘personas que promueven acciones de desobediencia y contrarrevolución’”. Falta por conocer lo que el Departamento de Estado considerará sobre la propuesta, reclamo o Carta Cuba-Estados Unidos. 

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