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domingo, 14 de abril de 2013

¿Insurrección o desobediencia militar?


Fernando Ochoa Antich. EL UNIVERSAL

El 11 de abril de 2002, es una dolorosa fecha  que exige de un juicio histórico desapasionado y objetivo. Hacerlo, en este momento, no es sencillo. El debate político y la propaganda chavista lo impiden totalmente. Su estudio exige diferenciar los acontecimientos que se desarrollaron propiamente el 11 de abril de aquellos que ocurrieron en la madrugada del 12 y se prolongaron hasta el 14 al regresar  Chávez al poder.  Son partes de un mismo proceso histórico, pero con un significado distinto: la marcha una protesta popular; el golpe de Estado una violación constitucional.  Hugo Chávez había percibido, a través de los medios de inteligencia, un creciente descontento en la Fuerza Armada y en Pdvsa, que de desarrollarse podía comprometer la estabilidad de su gobierno.

El régimen llegó a la conclusión que debía provocar el estallido de la crisis antes de que esos factores lograran organizarse suficientemente para actuar. Su decisión fue provocar un primer enfrentamiento imponiendo una Junta Directiva a Pdvsa, absolutamente contraria a sus valores como empresa.  El siete de abril, en su programa "Aló, Presidente", Hugo Chávez despidió a siete altos funcionarios de Pdvsa de una manera tan vergonzosa  que produjo un profundo rechazo en la opinión pública. La respuesta de la oposición fue convocar a un paro cívico indefinido. El día 11 de abril se organizó una marcha hacia las oficinas de Pdvsa en Chuao. La concentración superó las expectativas. Este éxito condujo a plantear avanzar hacia Miraflores a solicitar la renuncia de Hugo Chávez.

Al conocerse que la marcha tomaba esa dirección varios dirigentes chavistas, entre quienes destacaban Juan Barreto y Freddy Bernal, de manera irresponsable invitaron a sus partidarios a concentrarse alrededor de Miraflores para defender al gobierno. Cientos de chavista atendieron el  llamado. La certeza de un enfrentamiento se hizo realidad. Los rumores del derrocamiento del presidente Chávez empezaron a circular. La marcha continuó hacia el centro, dividiéndose en tres grandes columnas: una continúo hacia Miraflores buscando El Calvario; otra buscó la avenida Sur 8 rumbo al liceo Fermín Toro y la tercera, la avenida Baralt. Los chavistas empezaron a atacar con piedras esa última columna. De repente, se escucharon los primeros disparos provenientes de Puente Llaguno.

Un valiente periodista, Luis Fernández, de Venevisión, logró sobrepasar las medidas de seguridad y ubicar su cámara  en un edificio de siete pisos diagonal con Miraflores. Su testimonio gráfico es fundamental para determinar los hechos y valorarlos con justicia. Él logró filmar con absoluta veracidad lo ocurrido. Desde Puente Llaguno, un grupo de funcionarios del gobierno, dirigidos por Richard Peñalver y Rafael Cabrices, empezaron a disparar sobre la marcha que pacíficamente transitaba hacia Miraflores por la avenida Baralt. La Policía Metropolitana, en cumplimiento de su deber, los enfrentó. Curiosamente, en ese momento  comenzó la cadena presidencial. La verdad, la única verdad es que no hubo ningún francotirador de la oposición. Lo demás es propaganda...

El Alto Mando de la Fuerza Armada empezó a percibir, después de las 3 pm, que existía una gran responsabilidad de parte del presidente de la República en dichos asesinatos. Chávez pensó que la aplicación del Plan Ávila le permitiría superar la crisis, pero el Alto Mando Militar, al recordar el 27 de Febrero y la norma constitucional, se negó a cumplir la orden. Este enfrentamiento terminó de convencerlos que el único camino posible para evitar un trágico enfrentamiento nacional, de consecuencias impredecibles, era solicitar la renuncia de Hugo Chávez. A partir de ese momento se desbordaron los acontecimientos. Chávez comprendió que necesitaba ganar tiempo. Decidió presentar su renuncia con la condición de ser enviado a Cuba. El general Lucas Rincón lo anunció al país.

Todo parecía consumado. Sólo faltaba que firmara la carta de renuncia, pero  se negó a hacerlo hasta no tener garantizada su salida a Cuba. A partir de ese momento, el Alto Mando Militar perdió  totalmente la visión de lo que debería hacer. De manera sorprendente, la situación empezó a ser manipulada por un joven empresario Isaac Pérez Recao. De allí surgió la idea de designar a Pedro Carmona como presidente de la República, y de violar flagrantemente la Constitución Nacional. Las consecuencias fueron muy graves: la justificada renuncia de Hugo Chávez se transformó en un golpe de Estado. Para colmo, la designación del vicealmirante Héctor Ramírez Pérez, como ministro de la Defensa, dividió a la Fuerza Armada. La esperanza de los venezolanos, que murieron durante la marcha del 11 de abril, fue traicionada.

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