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domingo, 31 de marzo de 2013

Nicolás y Chávez el Hermoso


Mario J. Viera

La idea me la dio Oswaldo Páez-Pumar de EL UNIVERSAL. El manejo necrofílico que hiciera Nicolás Maduro de los sepelios del dictador Hugo Chávez, es verdaderamente “un remedo histórico de Juana la Loca paseando con el cadáver de Felipe el Hermoso”

Durante diez días se paseaba el cadáver de Chávez de un lugar a otro motivando la morbosa curiosidad de las masas de ver de cerca, aunque fuera después de muerto, al que nunca pudieron ver en persona cuando pronunciaba epítetos, diatribas, insultos contra los opositores, o bailaba, o intentaba cantar, o hacía chistes que solo sus lacayos reían. Así pasearon el cadáver. Desde el Hospital Militar donde supuestamente se produjera su deceso, fue conducido primero hasta la Academia Militar y 10 días despues de la supuesta fecha de su fallecimiento, finalmente los restos del Napoleón de Barinas fueron conducidos al Cuartel Militar de la Montaña seguido en toda esa odisea póstuma por un compungido Nicolás que cual nueva Juana la Loca lloraba la muerte de su Hermoso Chávez.

Se conmueve Nicolás cuando recuerda que Chávez le nombrara como su sucesor en la presidencia de Venezuela y, para él, aquella decisión, quizá sugerida a Chávez por Raúl Castro, “fue absolutamente conmovedor y sorprendente que un jefe al que amamos y al que siempre hemos apoyado con lealtad, en un momento dado te diga: 'Mira, voy a una operación y hay tres escenarios: uno es que no pase la operación, el segundo es que quede muy delicado y en esos dos casos te toca a ti, tú debes asumir el mando’

Se olvidaba el tierno Nicolás las regañinas que le propinaba Chávez en público cuando pretendía mostrarse como presidente exigente; pero no importa, Nicolás lo amaba como si fuera al mismísimo Cristo.

“Silencio ─ decía Juana la Loca ─ el Rey está dormido…” Y Nicolás casi dice lo mismo y pide a los venezolanos que el 14 de abril le den 10 millones de votos a Chávez… Silencio, el caudillo está dormido.

No puede apartarse del cadáver amado y cuestiona: “¿Ustedes saben lo que va a pasar el 14 de abril? ─ Y él mismo responde ─ Una insurrección popular, electoral, pacífica, una revolución de resurrección de nuestro comandante Hugo Chávez en la victoria que vamos a tener”.

Ama con arrebato a su “comandante eterno y supremo” (Maduro dixit), y lo ve al lado de Jesucristo y del Espíritu Santo cabildeando a favor de la elección de un Papa sudamericano.

Como los sectores marginales de Venezuela, donde se levanta el templo de la ignorancia, la superstición y la idolatría, no aman a Maduro, él y sus asesores de campaña se afanan por darle vida al presidente fallecido, por mantenerle vigente, por sentirle insepulto. Así lo ve el politólogo caraqueño Oscar Lucién en declaraciones a Notimex:

Nicolás Maduro y sus asesores se han esforzado en mantener viva la imagen y voz de Hugo Chávez, mediante la utilización excesiva y hasta abusiva del sistema nacional de medios públicos, los cuales han servido de soporte a esta estrategia comunicacional

Y como afirma el diputado por el Estado de Miranda, Enrique Mendoza, la campaña de Maduro “se ha encargado de colocar imágenes de Chávez hasta en la sopa, y ya en las tiendas esotéricas exhiben su busto

Hasta quiere Maduro darle palma de martirio a Hugo Chávez. Demostrando su supina ignorancia, su estulticia política, Nicolás, el Triste, afirmó el 21 de marzo en Anzoátegui:

Yo tengo la intuición, la convicción de que a nuestro comandante Chávez le sembraron la enfermedad del cáncer para sacarlo del camino de la revolución popular venezolana y latinoamericana”.

Es la misma estupidez que antes afirmara Hugo Chávez cuando se hablaba del cáncer contraído por Cristina Fernández de Kirchner, más tarde descartado por el estudio histopatológico que se le realizara. Entonces Chávez se preguntaba: “¿Sería extraño que hubieran desarrollado una tecnología para inducir el cáncer y nadie lo sepa hasta ahora?” Y añadió: “Es muy difícil explicar a estas alturas (…)  lo que nos ha estado aconteciendo a algunos de nosotros en América Latina. Al menos es extraño, muy extraño”. Luego dejó caer la gota de cicuta: “Fidel siempre me lo dijo, 'Chávez, ten cuidado... mira, cuidado esta gente ha desarrollado tecnologías... cuidado con lo que te dan de comer. Cuidado con una pequeña aguja y te inyectan no sé qué…”

Definitivamente, gracias a la sodomítica veneración de Nicolás Maduro, figura sin rasgos propios, por el caudillo fallecido, tendremos que seguir hablando de Hugo Chávez… ¡Silencio, el comandante está dormido!

sábado, 30 de marzo de 2013

Olvidando a Chávez


Fausto Masó. EL NACIONAL

Con demasiada rapidez y frente a nuestros ojos, testigos de su vida, se está convirtiendo a Chávez en una figura histórica, una mentira, un mito aprovechable para cualquiera. Por ahora, Nicolás Maduro se empina sobre él para llegar a Miraflores, lo usa como muletilla, bastón, paraguas, pero pronto muchos chavistas lo acusarán de ser infiel a las ideas de Chávez que, como no quedaron codificadas en un libro, las interpretarán según les convenga.

Al personaje real lo ha sepultado el incienso, mientras cada quien intenta demostrar ahora su cercana con él, aprovechar el mito. A los historiadores les quedará la tarea inacabable de ponerse de acuerdo sobre quién era Chávez, discutirán por los siglos de los siglos. Por ahora, y por un buen rato, continuará siendo una obsesión nacional. Internacionalmente lo convertirán en un personaje como el Che, sólo que menos lúgubre, más jacarandoso y humano. Más divertido.

A Bolívar lo invocaron dictadores y caudillos, quedó en manos de bolivarianos conservadores que monopolizaban su memoria con fanatismo. Chávez logró volverlo un revolucionario y, de paso, que medio país dejara de venerarlo.

En nombre del peronismo gobernó a Argentina un presidente neoliberal como Carlos Menem y un populista como Néstor Kirchner. De Marx se proclamaron herederos Stalin y Lenin, y los reformistas alemanes a los que el tiempo les dio la razón y cuyo partido ha sobrevivido hasta hoy. Bernstein tiene más vigencia que Lenin.

Chávez no dejó una doctrina, sino innumerables canciones, imágenes populares, dichos, gestos, sólo que está indefenso frente a la maniobra de subirlo a los altares del culto civil para colocarlo junto a Negro Primero, Simón Bolívar o el Che. Una partida de ateos ahora no cesa de invocar a Cristo, en una versión ruinosa de la teología de la liberación.

Desde diciembre pasado están escamoteando la memoria de Chávez. Por razones políticas se dijo que se curaba hasta que unas semanas antes de su muerte confesaron la gravedad de la enfermedad. Necesitaban tiempo para dar a conocer a Maduro, el propio Chávez aceptó ser candidato a sabiendas de que no sería presidente, demostró que le interesaba más la política que su destino personal.

Un edecán declaró que al final Chávez repetía que no quería morir, una actitud muy humana pero que no es propia del verdadero creyente que enfrenta el trance necesario para encontrarse con Dios. Chávez quería vivir, lo había dicho, afirmaba necesitar tiempo para completar su obra, pero no dejaba de ocuparse de los asuntos mundanos; su último mensaje, bien realista por cierto, buscaba evitar lo inevitable: la lucha por su herencia, el desgarramiento del chavismo, los enfrentamientos entre militares y civiles. Al designar a Nicolás Maduro como candidato lo invistió temporalmente de un poder que más temprano que tarde otros le impugnarán, los que con razón afirmarán que acompañaron a Chávez desde el 4 de febrero, o que estuvieron a su lado el 11 de abril, o simplemente que representan el Ejército.

La fama es el conjunto de malentendidos que rodea la memoria de un hombre.

Nicolás


Edilio Peña. EL UNIVERSAL

Ser nadie y pretender ser alguien, lo puede motivar poderosamente el no poder ser el otro, ése a quien se admira entrañablemente, pero que a su vez se le envidia  con la sed del crimen. Mucho más si el otro, se ha constituido en una figura paterna suprema para ese desamparado de la nada. Pero quien admira excesivamente a alguien, no sólo establece un vínculo de devoción ciega para con aquél, sino que se convierte en su esclavo. Paradójicamente, el esclavo un día puede despertarse con el rumor de la rabia y el deseo de rebelarse, y, desde ese mismo momento, escaparse de la esclavitud, bien desapareciendo o tal vez asesinando a su amo. Pero antes de que eso ocurra, el esclavo decide ser la copia de su amo imitándolo en todo lo que el otro es. Ese proceso de degradación le da al esclavo una identidad que nunca antes había tenido. Pero si el esclavo transforma su relación emocional de dependencia en una razón política, comienza a acechar, y a desear el interés que su amo más cuida y ostenta con privilegio: el poder. En ese periodo, el esclavo es capaz de aceptar todas las degradaciones o vejámenes que  nunca antes su amo le ha infligido. Inclusive, llega a competir con sus pares, quienes con absurdos razonamientos, intentan ennoblecer la condición de ser miserables. Entonces, su amo se engaña o se confunde, al creer que aquel esclavo que se arrastra como un gusano, es el más incondicional de todos y lo convierte en su pupilo más servil.

Nicolás Maduro es nadie, por eso siempre quiso ser alguien. Es Nicolás, no más.  El azar, el empeño y la esclavitud afectiva, lo colocaron al lado de alguien que no terminó de ser: Hugo Chávez. Siendo uno de los súbditos más cercanos del presidente, el carácter mandón, ofensivo y vejatorio del finado, nunca pareció tocarlo en el fondo. A lo mejor calló o tragó. Quizá por ello, siempre despertó la envidia de su contraparte, Diosdado Cabello, quien siempre fue alguien en la desventura política. Cuando el presidente Chávez se despidió de la vida, lo hizo entre Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Esa noche grave, el primero, a la izquierda del presidente, acusaba más que nunca, el desamparo de ser nadie; mientras el segundo, a la derecha de su comandante, imaginaba que por fin se había presentado la oportunidad de ser alguien más allá  de lo que había sido. Pero, el presidente al delegar, inesperadamente, en Nicolás Maduro su herencia política, le cerró los caminos a la esclavitud dudosa de uno de sus más cercanos seguidores, pero también, a los fundadores militares de su proyecto político. ¿Quién le aconsejó lo que para muchos fue un desatino del amo, antes de cruzar el umbral de la muerte? Muerto Chávez, su dictadura no pudo concretizarse por mano propia, y se creó un abismal vacío entre los suyos. Eso evitó, que en el futuro prosperara lo que habían aprendido de éste: destronarlo algún día por cualquier vía.

Cuando Nicolás Maduro viajó a Cuba, no lo hizo como Ulises al llegar a la isla de los peligrosos cíclopes, sino para buscar consejo y conducción del ojo insomne y criminal de los Castro. Pero éstos no tuvieron necesidad de cambiarle el nombre para sus secretos planes de la toma del Estado ajeno, pero sí de suprimirle el apellido, porque sabían que Nicolás no tenía la talla y la voluntad de ser como el Ulises de la épica de Homero, quien en un hábil estratagema se había llamado Nadie, para vencer al gigante Polifemo, sacándole su único ojo. Los Castro le hicieron saber a Nicolás que su ambición de poder estaba mediatizada por su incapacidad, y con ese perfil blando y pobre, era imposible que pudiese conducir  él sólo, un Estado petrolero, tan inestimable para ellos. Así nadie se convirtió en  alguien y comenzó a imitar a Chávez; aunque su garganta no calza con la histeria  del ausente y la máscara se le cae cada vez que gesticula. Lo insólito, es que al verse desnudo en el espejo de la realidad, le arrebató la gorra a Henrique Capriles para cubrir su desnudez política.

Cierto es que en vida del presidente Chávez, los Castro no habían podido apropiarse de Venezuela completamente. Porque a pesar de la debilidad que éste tenía con respecto a ellos, su celo por el poder y el control único del Estado, había comenzado  mucho antes de conocerlos. Sin embargo, por alguna extraña razón, el presidente murió en Cuba. Por alguna extraña razón un inédito golpe de Estado continuo se ejecuta en Venezuela. Además, el escenario ha sido perfecto; más cuando la propia presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, Luisa Estella Morales, abonó el camino para los Castro con la bandera de Cuba en su oficina, aseverando: "La división de los poderes debilita al Estado". Eso explica por qué ahora, Nicolás, gusta oír el himno nacional de Cuba en sus actos de presidente (ilegítimamente) encargado, de aquella República Bolivariana que fue de Venezuela.

viernes, 29 de marzo de 2013

Antes que llegue otro máximo líder


Luis Cino Alvarez. CUBA ACTUALIDAD (PD)

Me enviaron por correo electrónico una foto que daría risa si no fuese para preocuparse. En ella, un líder opositor (no diré su nombre porque no tengo dudas que es un hombre valiente y honesto, lo ha probado con creces) habla por el celular mientras uno de sus seguidores, con gesto reverente, lo protege del sol con un paraguas.

La foto debe haber sido tomada en el patio de una casa, porque el líder opositor va sin camisa, lo cual me hace pensar que no debe ser tan alérgico al sol como para necesitar un ayudante con paraguas. Digo, de no ser que hubiese acabado de sacarse una muela.

Así que ya tenemos líderes con edecanes con sombrilla. Solo falta que estén bajo palio. Como un papa, un jeque árabe o ciertos dictadores africanos.

Decía que es para preocuparse porque es bien conocida la manía cubana por los caudillos y la guataquería.

Lo peor que le pudiese pasar a Cuba es que el protagonista del cambio sea un nuevo caudillo, un disidente en jefe, carismático y tan querido por sus seguidores que llegue a creerse insustituible, por encima del bien y del mal.

Debiésemos ya haber aprendido la lección. Pero no. Vemos cómo se promueven líderes opositores en base a su valentía, a sus actos espectaculares o simplemente porque determinadas organizaciones del exilio lo deciden sin tener en cuenta la realidad.

La promoción de un líder y una sola organización -¿el nuevo Partido Único?- que integre a todas las demás, iría contra la diversidad democrática, induciría tentaciones autoritarias, y crearía nuevos resquemores y rencillas al pretender liquidar las identidades de partidos y movimientos con un largo historial en la lucha contra la dictadura.

Pero no solo eso. Esa unificación forzada pudiese favorecer más al régimen que a la oposición. Para la policía política resultaría más fácil infiltrar a sus agentes en una sola organización que en varias. Y ni se diga si se deciden a descabezarla.

¿Se imaginan que la Seguridad del Estado lograra crear un súper-disidente con el que de un solo tiro pudiesen controlar todos los hilos de la oposición y la sociedad civil?

Ojala pudiese salir de las concertaciones opositoras algo que funcionase como un parlamento democrático. ¡Qué más quisiéramos! Pero la historia enseña que experiencias similares, como Todos Unidos, siempre han terminado en el fraccionamiento y las rencillas entre líderes con demasiado afán de protagonismo.

Entonces, ¿valdrá la pena subordinar proyectos que han fructificado y se han consolidado, como el periodismo independiente, las bibliotecas independientes, Nuevo País y las asociaciones jurídicas, a concertaciones y alianzas cuyos resultados están todavía por verse?

Hay organizaciones opositoras que creen tener la clave para lograr el triunfo de la democracia, pero que en realidad, no adelantan en ese camino, sino que más bien significan un retroceso para la oposición en las actuales condiciones del país.

Antes que crear el caos y acercarnos a la posibilidad de un escenario violento, la oposición debe articular un discurso coherente, capaz de llegar al hombre de la calle, hablarle de los problemas que lo agobian, atraer y ganar al mayor número posible de cubanos, no solo a los abiertamente enfrentados al régimen.

A juzgar por las quejas de la población, pudiese parecer que el régimen hace tiempo que perdió las calles. Es un espejismo. Aún subsisten el miedo y la más apática indefensión. Por tanto, la calle, digan lo que digan, sigue bajo el control del régimen. De un modo precario y volátil, pero la controla.

La culpa no es sólo del accionar de la Seguridad del Estado y las brigadas de respuesta rápida. La oposición tiene su parte de responsabilidad por la indolencia y la incapacidad ciudadana.

La disidencia no puede estar encerrada en un ghetto. Los actos de desobediencia civil en la calle son necesarios, pero requieren de determinadas condiciones para que resulten provechosos. Sólo la madurez política y el sentido común pueden evitar que se conviertan en fiascos con un alto costo represivo.

Hoy, en las particulares condiciones que vive el país, las protestas callejeras, salvo casos excepcionales ─ como las marchas de las Damas de Blanco o las protestas por desalojos en barrios marginales ─ no pueden dejarse a la irreflexión, el apasionamiento y la improvisación.

Las autoridades han demostrado que no dudarán en recurrir a la represión más brutal para que la oposición no le tome las calles. Si lo hacen, deben pagar un alto costo político por ello. No es ese el caso si el saldo de la represión es sólo un puñado de opositores apaleados. Algunos pueden ir a parar a la cárcel. Los represores suelen actuar rápido, vestidos de civil y sin testigos. El espectáculo represivo contra unos pocos disidentes contribuye a amedrentar más a la población.

Es el caso, por ejemplo, de la Unión Patriótica Cubana (UNPACU), que dirige José Daniel Ferrer, un ex preso del grupo de los 75. Sus integrantes en el oriente del país han tenido que pagar un alto costo en cuanto a golpizas, detenciones, enjuiciamientos y condenas a prisión. Probablemente la UNPACU sea el movimiento opositor con más integrantes en la cárcel.

Cuando José Daniel Ferrer y los activistas de UNPACU convocan protestas en las calles, la población se asusta, porque ya sabe lo que va a ocurrir después. Solo se animan a participar un puñado de opositores decididos, los mismos de siempre, que ya no tienen nada que perder, y algunas personas cuyo objetivo final es conseguir avales para emigrar.

El liderazgo no lo determina solo la valentía, la honestidad, la inteligencia, la credibilidad, el carisma, el poder de convocatoria, el historial en la lucha o los años en prisión. A veces, todo eso no basta. Hace falta algo más. Pero exigir tantas virtudes a un simple mortal es excesivo.

Antes que imponernos máximos líderes y unidades artificiales que resultarán de duración efímera, la oposición debe madurar y crecer. El principal reto hoy es trabajar en la diversidad, y en vez de unanimidad, buscar consensos. Esa es la base de la democracia a la que aspiramos.

Me siento venezolano y de la oposición


Mario J. Viera

Tal vez alguno se pregunte por qué dedico tantas líneas al tema venezolano cuando hay tanto de qué hablar sobre la situación cubana. La respuesta es bien sencilla. Hoy Cuba y Venezuela constituyen un eje político. Lo que ocurra en Venezuela redundará para bien o para mal en Cuba. Lo que ocurra en Cuba incidirá decididamente en el panorama político venezolano.

El gobierno castrista influye de manera directa en los actos gubernamentales de Venezuela de tal modo que ha convertido a Miraflores en una dependencia del Palacio de la Revolución. Nicolás Maduro, más que el designado heredero de Hugo Chávez es el mascarón de proa de la barca castrista.

Entonces ¿qué de extraño hay en sentir una profunda empatía hacia el acontecer político venezolano, si Cuba y Venezuela hoy en día están poderosamente vinculadas?

Echar la pelea por Venezuela es pelear por Cuba al mismo tiempo.

Venezuela, la chavista, es la vaca nutricia de Cuba, la castrista. Castrismo y chavismo son términos semejantes representan la misma aberración político-ideológica y el mismo desastre social.

Cuando Enrique Capriles asume en su figura a toda la oposición venezolana como candidato opositor, de modo indirecto es también un opositor al régimen castrista. Una victoria de la oposición venezolana es bienvenida como una victoria de la oposición cubana.

Y por estas razones me siento venezolano y por las mismas razones me siento también como miembro de la oposición venezolana. Y me decido por Capriles, aunque no pueda darle mi voto. Y le acompaño en su recorrido de campaña por toda Venezuela.

“Venezuela somos todos” ha reclamado Capriles a la conciencia de los venezolanos, mas este reclamo trasciende las fronteras naturales de Venezuela, porque cuando se experimenta el sentimiento de libertad y dignidad; cuando en el corazón de cada hombre honesto palpita el decoro, la justicia, el respeto por los derechos, del mío y del otro, no cabe otra cosa que solidaridad con la oposición venezolana que lucha para que en Venezuela no se repita la experiencia dramática de Cuba, y, sí, Venezuela somos todos los que creemos en el derecho; los que creemos en la democracia, no la formal de voto y elecciones, la que es cultura y sentimiento y práctica.

Luchar por Venezuela, por la democracia en Venezuela es, debiera ser, para los cubanos luchar por Cuba, por la democracia en Cuba.

Los mercaderes del Templo


Fernando Mires. Blog POLIS

La historia de Jesús está sujeta a interpretaciones y es lógico que así sea ya que cuando se trata de hechos y obras de personas notables la así llamada objetividad histórica nunca estará libre de la subjetividad. La supuesta objetividad no se encuentra más allá de la historiografía. En ese sentido cabría distinguir entre interpretaciones que se ajustan a los hechos y las que simplemente los pasan por alto.

 

Hay efectivamente interpretaciones de hechos e interpretaciones sin hechos. De este último tipo son las que han llegado a primar en el periodo de la modernidad, el que según no pocos autores ya está llegando a su fin.

 

La historiografía moderna, de acuerdo a ese proyecto cientista cuya impronta ha marcado casi todo su curso, ha intentado demostrar, ya sea en su versiones positivistas, liberales o marxistas, que la historia ocurre de acuerdo a procesos "objetivos". La historiografía moderna ha llegado así a ser una historiografía sin seres humanos y, por lo mismo, deshumanizada e incluso inhumana.

 

¿Qué importancia tiene la vida de las personas si la historia avanza hacia el cumplimiento de fines predeterminados por un curso progresivo? Ni siquiera la historia sagrada ─ y para los cristianos la más sagrada de todas es la de Jesús ─ ha quedado libre de la determinación de esa historiografía supuestamente científica.

 

Si uno analiza por ejemplo las interpretaciones "progresistas" de la vida de Jesús, sobre todo las de la segunda mitad del siglo XX, Jesús no habría sido más que un reformador social; incluso un revolucionario. Su origen humilde, su preocupación por los desvalidos y enfermos, sus contactos con los zelotas, sus alusiones a camellos, ojos de aguja y ricos, y sobre todo, su actitud frente a los mercaderes del templo, son capítulos que han servido para que más de algún pobre de espíritu haya osado decir que Jesús era "socialista".

 

Jesús, desposeído de toda divinidad ha pasado a ser un Espartaco judío en contra del Imperio: una versión antigua ─ es decir, desmejorada ─ del Che Guevara. Tuvo que surgir la voz valiente de Joseph Ratzinger para dejar estipulado que Jesús no era Barrabás. Si Jesús hubiera querido ser Barrabás, lo habría sido, agregó quien sería después Benedicto XVl.

 

Pero Jesús es, o debe ser para los cristianos, Dios: el Dios sobre nosotros para ser Dios entre nosotros y, después de su muerte, en nosotros: El Dios trinitario: El Camino, La Luz y la Vida.

 

Ahora bien, uno de los episodios preferidos por los exegetas del progresismo de Jesús ha sido el de la expulsión de los mercaderes del templo, hecho que aparece en el Evangelio de Juan al comienzo de su peregrinaje y para los sinópticos en los días en que tuvo lugar su entrada a Jerusalén. La discordancia no es casual. Juan era más teólogo que cronista. Eso significa que la secuencia en Juan no era cronológica sino teológica. Luego, la expulsión de los mercaderes marca en la visión de Juan un punto de ruptura decisivo con la ritualidad judía del tiempo de Jesús.

 

Lo interesante es que ese punto de ruptura no ocurre en nombre de la innovación sino en defensa de las más antiguas tradiciones del pueblo judío. Fue esa la razón por la cual Juan resaltó en su narración el hilo de continuidad con la Biblia de Israel al introducir en su texto las palabras del Salmo 69 referente al celo (cuidado) por la casa de Dios.

 

La casa de Dios debe ser mantenida limpia. Por eso Jesús expulsó del templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, así como a los prestamistas. Eso es lo que se entiende a partir de una primera lectura de los textos. Pero si leemos con atención no costará advertir que Jesús no los expulsó porque practicaban el comercio sino sólo porque lo hacían en el templo. Nunca Jesús enfrentó a los mercaderes de plazas o mercados. Recordemos, además, que José, el padre de Jesús, al ser carpintero, también era comerciante.

 

Jesús expulsó del templo a los comerciantes por la sencilla razón de que el comercio no pertenece al templo. El templo es el lugar en donde el ser busca su comunicación con un más allá, y el comercio, por su propia naturaleza, solo puede ser del más acá. Lo que es del mundo es del mundo (in-mundo). Lo que es de Dios es de Dios. En ese sentido Jesús actuaba de acuerdo a la más estricta tradición judía.

 

¿Era Jesús entonces un tradicionalista? En ningún caso. Recordemos que Jesús pasaba por alto las tradiciones cuando su fe lo decidía (predicar durante el Sábado por ejemplo) Lo que interesaba a Jesús no era la materia del templo, sino la representación de la casa del espíritu. Luego, el templo no era para él la piedra del templo como seguramente lo era para los sacerdotes rigoristas.

 

Más claro no pudo haber sido Jesús cuando explicó: “Si yo destruyo el templo, lo puedo reconstruir en tres días”. Se refería a su agonía, muerte y resurrección, es decir, al templo de su propio cuerpo. Con ello estaba diciendo que hay dos templos. El templo exterior y el templo interior. El primero no es más que la representación material del primero. El tiempo interior, el del espíritu, habita en mi cuerpo, es decir, en mi ser, y es de Dios. Pero para mantener limpio el templo interno necesitamos de la limpieza del externo. O dicho así: mercaderes, a tus mercados; militares a tus cuarteles. Y también: políticos a tu política. 

 

Dios en su templo no debe ser interferido. Tampoco a la inversa: Dios no debe ser llevado a los mercados. El templo nos recuerda que nuestro templo es también el lugar del tiempo de Dios. O, hablando con Pablo: "El templo de Dios habita en ustedes. Quien destruye el templo de Dios será destruido por Dios, porque el templo de Dios es santo y ustedes son ese templo" (1 Corintios 3,16)

 

De modo más erótico -mujer al fin- pero en el mismo sentido paulino, lo entendió Santa Teresa de Ávila cuando escribió acerca de ese "castillo interior" que todos tenemos y en cuyas "moradas" concertamos citas ocultas con Dios. Esas son, según Teresa, las moradas del ser. Son también, por eso mismo, las del pensamiento.

jueves, 28 de marzo de 2013

No tanto así


Mario J. Viera

En su edición del pasado 25 de marzo, la página venezolana Analítica.com, publicó una foto editada del Presidente Encargado Nicolás Maduro con la clara intención de mostrarle como el candidato del castrismo. Ciertamente, Maduro es el hombre de Raúl Castro en Venezuela y ha estado vinculado al castrismo desde antes de que Hugo Chávez fundara su movimiento Quinta República en 1997.

La foto satírica se presenta bajo un encabezado en que se lee: “Como diría el camarada Fito…” y  la frase a contrafondo de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, tomada de la canción homónima del cantautor de izquierda argentino Fito Páez:

Quién dijo que todo está perdido

 Yo vengo a ofrecer mi corazón

 Tanta sangre que se llevó el río

 Yo vengo a ofrecer mi corazón.

 

Ese corazón que ofrece Nicolás Maduro se representa con la imagen de una bandera cubana dibujada en el centro de su pecho. Entiendo lo que se pretende expresar con la representación y lo comparto, pero no tanto así.

Ciertamente, este Fito Páez no se esconde para mostrarse como camarada entre los bolivarianos. Recientemente, tras el deceso del líder del Socialismo del Siglo XXI, Páez, en una entrevista reproducida por la página web del diario Tiempo Argentino, se expresó elogiosamente a favor de Hugo Chávez, cuando dijo que “Chávez fue clave para la idea de una nueva manera de entender a Latinoamérica (…) los que lo critican son gente escondida en un departamento cuestionando un hecho fáctico”.  Y, a continuación, criticar duramente a los venezolanos que mostraron su satisfacción por la muerte del dictador bolivariano:

"Fueron repugnantes las expresiones de algarabía de personas celebrando la muerte de Chávez. No se puede ser comprensivo con eso y no es que yo esté enojado, me enoja esa gente”.

Tal vez sea repugnante que se exprese alegría pública por la muerte de cualquier persona, ya sea Pinochet, o Videla o Hugo Chávez; tal vez sea repugnante para algunas personas las expresiones de alegría del exilio cubano cuando se conozca la muerte de Fidel Castro. Solo aquellos que no sufrieron en su propia carne los rigores de una dictadura, que no conocieron persecuciones, maltratos, cárceles, exilios y llorar la muerte de algún ser querido ante un pelotón de fusilamiento, pueden sentirse repugnados y hasta enojados con los que festejan la muerte de un dictador.

Otros quizá no compartan esas manifestaciones de jolgorio y no brinden por la muerte del dictador ─ cualquiera que este sea o del color político que sea ─ pero comprenden ese sentimiento de fiera herida que se expande en expresiones de alegría de los que padecieron el rigor de las dictaduras.

Sí, Fito Páez puede ser considerado como un camarada de los chavistas y de los castristas; pero también es un camarada díscolo.

El Páez que ahora expresa admiración por Chávez parece distinto al Páez del 2008, cuando se expresó duramente de Hugo Chávez; entonces dijo: “Chávez no tolera la disidencia, es intolerante. Cualquier persona que se arrogue los principios de la libertad, está meando fuera del tarro. Uno tiene derecho a pensar, hacer y decir lo que quiera, mientras eso no afecte a los demás. Son cosas básicas”.

Fito Páez es siempre bien recibido en Cuba bajo la pupila fervorosa de los Castro que le ven como a uno de los suyos, sin embargo en agosto del 2008 hizo declaraciones no muy halagadoras del castrismo, cuando consideró que la llamada revolución, tras casi 50 años ya se había detenido y llegó a definir como dictadura al régimen castrista: “Nadie puede calentar la silla más de 40 años... sería una dictadura. Cualquier proceso revolucionario conlleva la idea recambio, de un movimiento. Si se queda fijo es que ya pasó, se paró”. Sin embargo él mismo no para de visitar la isla y su última estadía en Cuba fue en diciembre pasado para participar en el 34 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Luego de esta digresión, vuelvo al tema de la foto satírica de Analítica.com.

Nicolás Maduro no lleva a Cuba en su corazón, la bandera de la estrella solitaria, la de todos los cubanos, la bandera que enarbolaron los mambises del 68 y del 95 del siglo XIX, la bandera de José Martí, la que levantan los luchadores anticastristas en Cuba, la que cubre al exilio cubano, esa no está en el corazón de ninguno de los chavistas; no está tampoco en el corazón de los castristas.

Considero desacertado por parte de la publicación venezolana mostrar al miserable de Nicolás Maduro con el símbolo glorioso de nuestra enseña nacional como si fuera su corazón, como si fuera el símbolo de la veneración de un fantoche.

En los corazones de Maduro, de Cabello, de Chávez nunca ondeó la bandera de la libertad; nunca ha ondeado ni siquiera la bandera de Venezuela. Los Castro mancharon nuestra enseña cuando la inclinaron ante el rojo pabellón de la Hoz y el Martillo; Chávez pisoteó el estandarte venezolano cuando lo rindió ante los regentes del Partido Comunista de Cuba. Los traidores no tienen banderas, quizá su enseña, la que debió analítica colocar en el pecho de ese toripollo venezolano, sea la bandera negra con la calavera y las dos tibias cruzadas.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Un alma en pena


Carlos E Méndez. ANALITICA.com

Es la que, cuando ocupó su cuerpo no cumplió su misión para la cual fue escogida acá en la tierra; bien porque la muerte la sorprendió, o porque un día cualquiera decidió darle otro rumbo a su existencia. Hay que rezar mucho por ellas para que puedan hallar su eterno descanso.

La misión del presidente de Venezuela debió ser redimir al país de la corrupción política y fundar una democracia social con el concurso de todos los venezolanos. Quienes empujaron a Chávez hacia las turbias aguas del caribe, fueron los comunistas trasnochados que vieron en él su oportunidad de oro para retratarse en público. Debido a su debilidad y confusión de espíritu, el presidente olvidó su compromiso con el país y su juramento bajo el Samán de Guere. Ni hablar de su moribundo juramento sobre la constitución de 1961. Cuando el 27 de febrero del 89 se produjo el sacudón o caracazo, fueron los comunistas los que orquestaron el alboroto en las calles de las principales ciudades del país. En los cuarteles los militares golpistas se alistaban esperando un evento de calle importante que respaldara su acción, pero el tiro les salió por la culata aunque no hayan participado directamente en esos hechos lastimosos. Pero los comunistas alentados por los Castro, los masistas y causa erristas, necesitaban crear las condiciones para abortar una salida violenta e inmediata de los comacates de sus cuarteles. De allí que el golpe frustrado haya resultado todo un fiasco.

Algunos de los traidores a la patria que organizaron el caracazo, fueron los mismos que condicionaron la masacre del 11 de abril del 2002 y el carmonazo del día 13. La idea siempre fue crear un ambiente favorable para una revolución violenta. El presidente manejaba un lenguaje agresivo teledirigido por el más eficaz ventrílocuo del planeta, pero, si haber vamos, no necesitaba una salida violenta para sostenerse en el poder, puesto que con su verbo le era suficiente para hacer temblar a sus adversarios y poner de rodillas a sus serviles. Su inexperiencia política y la falta de una doctrina social coherente que le diera textura a sus ideales, lo empujó a hermanarse con el pirata caribeño; con el bucanero Fidel Castro. Los amores de Raúl con Maduro son otra cosa y datan desde cuando el susodicho era un aprendiz de guerrillero. Chávez fue un bocazas que cayó en las garras de un dictador con las manos ensangrentadas y sin una gota de escrúpulo en las venas.

Un alma que deambula es también la de un cadáver insepulto, que aprovecha su estancia para llevarse a aquellos manipuladores y profanadores de sus restos. A aquellos sus más fieles discípulos que se jactan de ser sus apóstoles. No me refiero a todos los que juraron con él debajo de la mata e’ mango. Uno que otro sabe que su otrora amigo dejó de serlo cuando traicionó su juramento y dimensionó los traidores a la patria, los privilegiados, y los corruptos. No son todos los que están, ni están todos los que son, por lo que no a todos se los podrá llevar consigo.

martes, 26 de marzo de 2013

Del lado del mal o del lado de la verdad


Mario J. Viera

Nicolás Maduro ha demostrado que es un mentiroso. No tiene nada de sí y se esconde detrás del fantasma de Hugo Chávez; nada tiene propio de él solo la mentira y su complicidad con el gobierno de los Castro. Maduro es un agente encubierto de la inteligencia castrista. Es como ha denunciado Enrique Capriles “el candidato de Raúl Castro”.

Maduro realmente significa la entrega “de Venezuela a los intereses de Raúl Castro”.

El representa los intereses de un grupito y, como ha señalado Capriles, no le interesa el pueblo, “sólo le interesa ese grupito” de ambiciosos manipuladores de los sentimientos del sector chavista de la población venezolana, y en su afán de capitalizar el sentimiento cuasi religioso que inspira el difunto presidente dentro de un importante segmento popular, no le dan paz ni descanso al alma, al espíritu de Hugo Chávez. Más que políticos corruptos parecen políticos carroñeros con el instinto propio de las hienas.

Cabe preguntarle, como plantea Capriles, al pueblo, seguidor de Chávez “si quiere que los recursos de los venezolanos sean entregado a los Castro porque eso es Nicolás”. Hay que preguntarle a las fuerzas armadas venezolanas si están dispuestas a aceptar que “esos del Gobierno de Cuba” continúen dándoles órdenes a los soldados venezolanos.

En tales términos se expresó Capriles en Yaracuy: “Yo sí le digo a nuestra Fuerza Armada, es la hora de defender nuestra soberanía, de defender a Venezuela. Cuando yo sea su comandante en jefe, esos del Gobierno de Cuba que les quieren dar órdenes a nuestros soldados no le van a dar órdenes a nuestro país”,

Allí, en Yaracuy, Capriles expresó su nacionalismo legítimo: “Aquí sólo sonará el Himno Nacional. No entregaremos el país ni a los yanquis ni a los cubanos. Llegó el momento de que tengamos un gobierno nacionalista, que invierta los recursos del país en provecho de todos los venezolanos”.

Riposta Maduro, el Presidente encargado por el castrismo y acusa a Capriles de ser el “candidato del imperialismo en Venezuela”; de ser el “jefe del modelo capitalista” sin argumentos factibles para tal acusación. ¿Acaso  él no ha cantado el himno nacional cubano en un acto venezolano sin que sonaran las notas del emblema de Venezuela?

Predicador del odio, como lo fue el difunto Hugo Chávez, de quien dice lo ha aprendido todo, que mostró tanto desprecio hacia el pueblo venezolano cuando mentía y manipulaba las opiniones con respecto a la salud de Chávez intenta presentar a Capriles “como jefe del odio, como jefe del desprecio al pueblo”.

La verdad está de parte del candidato de la oposición. ¿Lo entenderá así el electorado venezolano, ese mismo electorado que le dio a Chávez la victoria del 7 de octubre? Así lo cree Capriles, cree que al agente castrista los electores le van “a dar una pela”, y fuera de su acostumbrada moderación en el uso de los epítetos, le dice a Maduro  toripollo, en tu vida has sido electo a nada. Pura paja, se lo hemos dicho, pura paja” y acota “a Nicolás le encanta la comodidad, aire acondicionado, se levanta cerca de las 8:30 de la mañana, ellos son los  capitalistas en el gobierno, vean las camionetas. Ahí están los capitalistas salvajes”.

Ciertamente Maduro es la representación del toripollo, con su mole por cuerpo y con su pobre inteligencia es simplemente uno con cuerpo de toro y mente de pollo.

Pero el aburguesado toripollo, el marxista de pacotilla, el mal alumno de la Escuela Superior de Ciencias Políticas Ñico López, el protegido de Raúl Castro soñando con encabezar un gobierno de características totalitarias definidas como el regente en Cuba, lanza un juramento: “hay que ser bien ‘falluto’” pensar que el electorado venezolano “le va a entregar esta casa de gobierno a la burguesía, jamás ni  nunca volverán a Miraflores, lo juramos”.

Tal vez en estas elecciones extraordinarias, gracias al manejo de los amplios recursos del Estado, del uso de los medios oficiales, de la complicidad del CNE, de la manipulación idolátrica del culto a Chávez, pudiera Nicolás Maduro alcanzar la presidencia; pero ese será el principio del fin del chavismo.

Los venezolanos tienen una nueva oportunidad. El 14 de abril ante Venezuela se plantean dos opciones, votar del lado del mal o votar del lado de la verdad. La disyuntiva será para los venezolanos distinguir quién representa el mal y quien representa la verdad. Si yerran, los resultados serán desastrosos para toda Venezuela. El socialismo a lo cubano no se perfecciona, se degrada paulatinamente degradando a toda la sociedad; Caracas será muy pronto una ciudad en ruinas como La Habana es hoy una ciudad destruida y carcomida como si hubiera sido sometida a un intenso bombardeo aéreo. El desabastecimiento será agobiante, los salarios, miserables. Todos conocerán la vigilancia de unos hacia otros y crecerán las prisiones… Esto sería el resultado de elegir al candidato de Raúl Castro y decidirse por el comunismo caribeño impulsado por los hermanos Castro.

domingo, 24 de marzo de 2013

El punto flaco


Maduro no es por sí mismo un candidato fuerte. Tres cosas, sin embargo, le brindan una fuerza que no tendría en su defecto. Una es haber sido ungido por Chávez como candidato en caso de su falta absoluta.

Domingo Fontiveros. EL UNIVERSAL

El gobierno del candidato Nicolás Maduro tiene muchos puntos débiles que van a reducir su votación proyectada para abril 14. Que ello implique una derrota para su opción sería una exagerada afirmación, pero sí significa una opción frente al continuismo disminuido que su candidatura representa. Una opción para el candidato Capriles, que ha sido empujado por fuerza de la circunstancia a asumir otra vez la candidatura opositora. Capriles tiene una opción clara y precisa, aunque nada fácil.

Maduro no es por sí mismo un candidato fuerte. Tres cosas, sin embargo, le brindan una fuerza que no tendría en su defecto. Una es haber sido ungido por Chávez como candidato en caso de su falta absoluta. De lo contrario, es concebible que el candidato oficialista hubiera sido otro y habría sido difícil que no se produjera algún tipo de ruptura interna. Otra es el aparente respaldo monolítico del enorme aparato estatal, incluyendo finanzas, medios, funcionarios, y toda la maquinaria de poder del Estado, para quienes la continuación del "status quo" está por encima de cualquier otra consideración. Y, por supuesto, el continuismo de los subsidios sociales.

Pero estas fortalezas del candidato oficialista hay que contraponerlas a debilidades que le ponen "plomo en el ala". El fardo de un desastre económico en desarrollo golpea inclemente el bolsillo de las clases medias y populares, incluyendo inflación y escasez. El gabinete no tiene respuesta a esta crisis excepto tratar vanamente de posponerla y paliar malamente alguno de sus efectos más inmediatos. La realidad se ha convertido en la peor propaganda que puede hacerse a favor del socialismo del régimen que ahora encabeza Maduro, sin el carisma y mucho menos la magia de su predecesor en el cargo. Recuérdese que la devaluación es un truco para recortar el gasto público en presencia de ilusión monetaria, y para licuar la deuda pública interna.

Faltan 3 semanas para la fecha de elecciones y toda la maquinaria electoral oficialista se mueve pesadamente, como la burocracia que es.

Tiene dos puntos fuertes a su favor, y también debilidades de consideración, sobre todo en lo económico, aunque no solamente. No la tiene tan fácil el candidato Maduro.

El candidato Capriles, por su parte, no tiene nada sencillo por delante. Tiene que reforzar su discurso en lo económico, que debe centrarse en las reformas necesarias para revivir la inversión y la creación de puestos de trabajo productivo. El discurso en lo social también es esencial para insuflar optimismo en los sectores más vulnerables de la población y captar nuevos respaldos en los estratos medios y más necesitados. Y en lo político lo más urgente es rescatar el proceso democrático en la orientación y manejo de los asuntos públicos, área en la cual el chavismo tiene un rezago histórico de varias décadas.

Capriles tiene la ventaja de su ya demostrada capacidad para sumar adhesiones, tanto en voto popular como en movilización partidaria, esto último con más claridad desde la reconfiguración de su equipo de campaña. Añádase a ello la energía que ya despliega para recorrer la geografía nacional con un mensaje esperanzador y de convivencia. Con tan poco tiempo de campaña no hay margen para el error en ninguno de los competidores.

El hombre de La Habana


Nicolás Maduro es mucho más que un simpatizante de la revolución cubana o un trasnochado marxista radical, platónicamente enamorado del comunismo: es un viejo colaborador de la inteligencia castrista. Por eso Raúl Castro convenció a Hugo Chávez de que éste era su heredero natural.
 
Carlos Alberto Montaner. FIRMASPRESS

Un exagente cubano de inteligencia, quien se llama (o se hace llamar) “Hernando”, presumiblemente radicado en Estados Unidos, acaba de revelar un dato muy importante: las relaciones entre Nicolás Maduro y los servicios de espionaje y subversión de la Isla son anteriores a los contactos entre La Habana y Hugo Chávez.

Según “Hernando”, Maduro se formó en la “Escuela Ñico López” del Partido Comunista de Cuba a fines de los años ochenta. Su declaración se puede encontrar en YouTube. Basta con escribir en la barra “Hernando Ex Agente de Inteligencia”, o entrar al canal de YouTube “Universo Increíble”. Es muy fácil de localizar. (Video 1 y Video 2)

A juzgar por esta información, Nicolás Maduro es mucho más que un simpatizante de la revolución cubana o un trasnochado marxista radical, platónicamente enamorado del comunismo: es un viejo colaborador de la inteligencia castrista. Por eso Raúl Castro convenció a Hugo Chávez de que éste era su heredero natural. Maduro formaba parte del grupo. Era uno de ellos.

Aparentemente, lo detectó y reclutó Norberto Hernández Curbelo, embajador cubano en Caracas en aquellos años, aunque luego el vínculo fue mantenido por un hábil apparatchik cubano llamado Germán Sánchez, sociólogo y también exembajador de Cuba en Venezuela, quien tenía a su cargo penetrar, organizar y conquistar al riquísimo país petrolero, algo que logró con habilidad por su trato peligrosamente agradable.

Años más tarde, Sánchez cayó en desgracia por las intrigas de la burocracia cubana. Raúl Castro no se sentía bien con él. Le parecía demasiado “intelectual” e independiente. Lo imaginaba como un apéndice de otro dirigente que había perdido su confianza: Manuel Piñeiro, “Barba Roja”, jefe del Departamento de América del Partido Comunista, el gran foco subversivo de la revolución.

Pero había otro factor en la destitución de Sánchez: Raúl Castro quería controlar directamente las relaciones con Venezuela. Si la revolución dependía de esos subsidios, no era sensato dejar estos vínculos en manos de alguien en quien no confiaba.

Eso quiere decir que Maduro, cuando se estrene como presidente electo, tratará de “radicalizar el proceso” por recomendación de La Habana. ¿Qué significa esa expresión? Quiere decir que abandonarán las pocas formalidades democráticas que subsisten invocando la necesidad de “salvar la revolución” de las traiciones y el acoso de los enemigos del pueblo.

Cuba no puede correr el riesgo de perder unas elecciones o un referéndum revocatorio en Venezuela. Un subsidio de trece mil millones de dólares anuales, incluidos 115 000 barriles diarios de petróleo, es un botín demasiado jugoso para dejarlo escapar por un capricho de la aritmética.

Además, no sólo Henrique Capriles sabe que “Maduro no es Chávez”. Raúl también comparte ese criterio. Chávez, por las torcidas razones que fueren, era un caudillo que conectaba con el pueblo y tenía las bridas de las instituciones esenciales. Maduro, por mucho que se empeñe en imitar al líder muerto, es otra cosa. 

Otra cosa opaca y densa que no despierta más emoción que la vergüenza ajena.

¿Cómo se maneja al pueblo para que obedezca y transite dócilmente hacia el control social total? Como siempre se ha hecho: mediante el miedo a los castigos junto a la falsa ilusión de que los indiferentes no serán molestados y podrán continuar sus vidas sin graves inconvenientes.

En 1933, cuando los parlamentarios le entregaron todo el poder a Hitler tras la quema del Reichstag, estaban confiados en que las cautelas legales protegerían a los alemanes del establecimiento del totalitarismo. Sólo tardaron 52 días en descubrir su error.