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miércoles, 31 de octubre de 2012

¿Resistir? ¡Por Dios, hasta cuando?


Mario J. Viera
Sandy atravesó el oriente cubano. A su paso dejó desolación en Santiago de Cuba, Songo La Maya, Palma Soriano y San Luis.  Según reportes oficiales, 132 mil 700 viviendas fueron afectadas con  15 392 derrumbes totales y la muerte de 11 personas. Santiago de Cuba se cubrió de escombros, y seis días luego del paso del huracán la ciudad permanece sin  luz y sin agua.

La AP cita el comentario del médico Enrique Bordión en Santiago de Cuba: “Esto fue lo nunca visto, algo extremadamente intenso, que dejo a nuestra ciudad destrozada, la mayoría de las casas están sin techo, los vientos arrasaron con los parques, tumbaron todos los árboles". Se reportaron 36 544 derrumbes parciales, la mayor parte fueron esas casas que quedaron sin techos. Más de 15 mil familias se quedaron sin vivienda y miles no tienen un techo para cobijarse en sus viviendas parcialmente derrumbadas.

La débil producción agrícola de la región oriental sufrió serios daños y los orientales tienen que enfrentar ahora un mayor desabastecimiento de alimentos y un aumento desmesurado de los precios en el mercado negro. Las perspectivas son alucinantes. Sin embargo la prensa oficialista asegura que entre la población santiaguera predomina “el optimismo, la firmeza y la decisión de vencer (…) en particular aquellos que perdieron total o parcialmente su vivienda”. La realidad es que ya no queda esperanza. Los afectados saben que no recibirán ayuda del gobierno; los afectados conocen que no solo el ímpetu de los vientos huracanados fueron los causantes de la pérdida de sus viviendas, sino la desidia y el abandono oficial en la atención a las viviendas durante cinco amargas décadas.

Entonces se va a Oriente el pequeño Castro, el nuevo tirano de reformas pacotilleras, y se va a Santiago en compañía de ese decrépito halcón comunista José Ramón Machado Ventura ¿y qué ocurre? ¡Ah maravillas! Pues, según el Granma los santiagueros con tan solo ver de pasada la caravana del tiranuelo ya se sienten seguros, confiados, esperanzados como si la mano divina del Todopoderoso encarnada en la figura del general de oficina viniera a producir el milagro de la recuperación y exclaman, no lo aseguro yo, lo dice el Granma:  “¡Ahí va Raúl!", "¡está mirándolo todo, compay!", "¡sabía que vendría, no estamos solos!", "¡qué alegría que están con nosotros!", "aquí estamos, ¡fajaos!", "¡vamos palante, luchando!", "¡firmes aquí!"; "¡Vivan Fidel y Raúl!".

¿Kafkiano? ¡No! Cinismo asqueroso, adulonería miserable de un periódico vil y de un reportero falaz. ¡Quién coño  va a creer que con solo mirarlo todo Raúl Castro va a darle solución al drama que hoy viven los orientales y que la gente agobiada por el desastre se pueda sentir alegre contemplando a un impostor sin presencia ni carisma!

Castro el pequeño no va a resolver nada o cree resolverlo todo pronunciando consignas y exigiendo soluciones que su propio gobierno no es capaz de dar. Si él mismo lo dijo: “Las cosas no se pueden resolver de hoy para mañana, hay que trabajar (…) la solución definitiva requiere años de trabajo”, o dicho con palabras más simples y crudas como tomadas del Infierno de Dante: “Abandonen toda esperanza”.

Y dice el general: “Ha sido duro, pero Santiago es Santiago, ha resistido vendavales y guerras de todo tipo, también vencerá este, ¡hay que resistir!”.

¿Resistir? ¿Resistir ante la adversidad, ante la pérdida del hogar humilde, ante el desconcierto?” ¡Por Dios! ¿Hasta cuando?

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