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miércoles, 31 de octubre de 2012

La inútil muerte de Menoyo


Aleaga Pesant. CUBANET

Hubo poca gente en su velorio, tan poca que daba pena.  Eloy Gutiérrez Menoyo, el más cubano de los españoles o el más español de los cubanos, nos dijo adiós el viernes 26 de octubre, en medio de una soledad que atribulaba.

Gutiérrez Menoyo nació en España en época revuelta y violenta.  La participación de su familia en la guerra civil española, en el bando republicano como Rolando Masferrer y otros violentos cubanos, fue la seña de su simplificación de la realidad cubana. Si su hermano Carlos fue el líder del asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957, donde murió, él se alzó en armas en las montañas del centro de la isla y creo el Segundo Frente Nacional del Escambray.

Con el grado de Comandante, llegó a La Habana en 1959.  No contento con el giro comunista del gobierno y, según dicen algunos, enfrentado desde antes del triunfo con Ernesto Guevara  y Raúl Castro, decidió salir hacia los Estados Unidos de donde regresó armado en 1964.  Detenido en enero de 1965, cumplió 22 años de prisión de los 30 a los que fue condenado, supuestamente gracias a la mediación del  Presidente del Gobierno Español Felipe González. Marchó nuevamente al exilio.

En 1993 creó en los Estados Unidos la organización política Cambio Cubano, que intentaba participar en la democratización de la isla.  También crea una editorial para publicar autores de la isla, pero casualmente el primer libro que editaría fue el de Raúl Capote, un intelectual que servía como agente a la policía política y que condenó el proyecto.

Desde la plataforma de “Cambio” atacó a la política norteamericana, principal sostén exterior  de la lucha del pueblo cubano por la democracia.  También atacó al embargo comercial norteamericano, aunque el entonces presidente Bill Clinton fue uno de los presidentes que más trató de flexibilizar esa ley tras su llegada al poder.

En la segunda mitad de la terrible década del 90 del siglo XX, el gobierno militar y Fidel Castro en particular le dio audiencia en dos o tres oportunidades.  Era el momento de la gran crisis, el llamado Periodo especial en tiempo de paz, momento difícil para el gobierno, que buscaba cualquier salvavidas.

Regresó a La Habana, para quedarse, poco después de la Primavera Negra del año 2003, insultando con su actuación a muchos demócratas cubanos.  Creyó que Fidel Castro le permitiría a él abrir una oficina de Cambio Cubano, justo después de haber enviado a prisión a 75 opositores. Su ilusión le valió hasta su muerte el desprecio de los que se sintieron ultrajados. De nada valió que en entrevistas posteriores concedidas a la prensa independiente tratara de cambiar esa imagen.  Su aura negativa, nunca lo abandonó.

Lo conocí  el 17 de mayo de 2005, tres días antes de la realización de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil.  Fue en una recepción que daba la Embajada del Reino de Noruega por su día nacional, cuando el reino nórdico tenía un compromiso con la democracia y los demócratas en la isla.  Allí estaba invitada la mayoría de las personalidades influyentes del sector prodemocrático, la sociedad civil, e intelectuales y artistas independientes. Y entre ellos él, que estaba sentado completamente solo, al final del jardín.

Estuvo tan solo durante aquella calurosa tarde, como el día de su muerte.  Nadie lo miró, ni le dirigió la palabra, excepto el embajador español ─ otro paria en aquella reunión ─ y el socialdemócrata Manuel Cuesta.  Un poeta y escritor, uno de los 75 prisioneros de la Primavera Negra, de los primeros liberados con licencia extrapenal, lo sentenció con su verbo agudo y  forma personal de pronunciar el castellano: Ese es un comemierda.

Pero ¿por qué?, un hombre que tuvo vida de leyenda, tiene una despedida tan solitaria y tan lejana al reconocimiento que mereció por su amor a nuestra patria.

Ante todo, por la campaña del gobierno comunista por desacreditarlo. Ecured, la enciclopedia digital cubana desarrollada por el centro regional de la UCI en Holguín, lo define como “cabecilla contrarrevolucionario” e hilvana un grupo de mentiras y medias verdades, para confundir al lector con la calumnia.  Encontrar información sobre él en la prensa oficial, es tarea imposible.

Luego hay que considerar los desaciertos de su visión sobre el drama cubano. Se suma la confianza que depositó en los últimos quince años en un personaje tan pérfido como Fidel Castro.  Su falta de humildad, que le impidió comprender que en la lucha por la libertad de Cuba, él era solo uno de los tantos luchadores dispuestos a dar su vida.  Por último, su visión romántica y heroica del destino, casi ingenua, que hizo que muchos lo consideraran leal para los enemigos y para los amigos, traidor.

Descanse en paz Eloy Gutiérrez Menoyo.

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