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martes, 24 de mayo de 2011

Perú, así tampoco se vale.

Mario J. Viera


El diario America. EL MUNDO.es reprodujo la información que desde Lima ofreciera la Agencia Efe, asegurando que la hija de Vargas Llosa había denunciado una campaña de insultos y amenazas  en su contra por la posición que su padre asumiera en apoyo a Ollanta Humala en la actual campaña presidencial.
Intentando contrastar la noticia revisé lo que se podría haber dicho en diferentes medios de prensa del Perú. En las ediciones digitales de aquellos a los que tuve acceso encontré escasa referencia a la denuncia formulada por la fotógrafa Morgana Vargas Llosa. PERU 21 se refiere a la denuncia en una breve nota, el humalista LA REPUBLICA ni siquiera le dedica unas pocas líneas.
Las páginas de los periódicos peruanos reseñan en cambio el debate que Mario Vargas Llosa sostiene con el cardenal Cipriani y su rechazo a debatir con el economista Hernando de Soto asesor de la campaña de Keiko Fujimori a quien denominó “fujimontesinista”.
De acuerdo con la información de Efe, Morgana Vargas Llosa denunció que le llegan mensajes amenazadores e insultantes por facebook, Twitter y su celular. Morgana aseguró que esos mensajes no siempre son anónimos sino que a menudo son firmados con nombres y apellidos. “Es una manera de acosar ─ dice ─, creen que me asustan, pero simplemente me demuestran que tengo razón en lo que pienso” lo que según ella hace que se refuerce su determinación de votar a favor de Ollanta Humala.
Por su parte Alvaro Vargas Llosa, hermano de Morgana, según Efe había declarado al Canal N que existía “una operación intimidatoria que busca sembrar el miedo paralizante para que personas que podrían estar pensando en una adhesión pública a Humala se repriman; es una vieja táctica de manual, que se emplea hoy día contra nosotros, por supuesto sin éxito: nosotros no nos dejamos intimidar”.
En un artículo anterior critiqué el despido de dos periodistas del Canal N y América TV del consorcio de El Comercio que se habían negado a suscribir la línea editorial de ese consorcio de apoyo incondicional a la campaña de Keiko Fujimori considerándolo un atentado en contra de la libre opinión.
Ningún favor le hacen a Keiko estos que atacan y amenazan a los que critican al fujimorismo y a su actual candidata. Con ello se fortalece la opinión de que ella representa una continuidad de los métodos dictatoriales y autoritarios que prevalecían durante el régimen de Alberto Fujimori.
Este periodo de campaña con vista al 5 de junio tiene necesariamente que ser de fuertes confrontaciones de ideas, de opiniones en pugna, dada la polarización que están mostrando las encuestas en que está sumido el Perú. El contrapunteo entre Mario Vargas Llosa y el cardenal Cipriani es propio del momento actual.
En entrevista para el diario LA REPUBLICA, Vargas Llosa dijo refiriéndose al controversial jerarca eclesiástico que le parecía “un arzobispo muy discutible, porque está dividiendo a los católicos peruanos, entre los cuales hay una gran mayoría de demócratas que no ven con buenos ojos que el jefe de los pastores de la iglesia peruana se haya convertido en un agitador y un propagandista de una dictadura”. A esto respondió Ceriani diciendo: “Yo pienso que cada uno está en su lugar. Yo soy el Cardenal y el Arzobispo de Lima, él es un premio Nobel de Literatura. Si salimos de nuestro sitio, nos equivocamos. Él dice que no es creyente y me parece que eso ya es suficiente”.
Esto último lo dijo en referencia a lo que Vargas Llosa había expresado en su columna Piedra de Toque que se publica en la revista CARETAS en donde el premio Nobel afirmaba: “Aunque no soy creyente, tengo muchos amigos católicos, sacerdotes y laicos, y un gran respeto por quienes tratan de vivir de acuerdo con sus convicciones religiosas. El cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima, en cambio, me parece representar la peor tradición de la Iglesia, la autoritaria y oscurantista, la del Index, Torquemada, la Inquisición y las parrillas para el hereje y el apóstata, y su reciente autodefensa, “Los irrenunciables derechos humanos”, publicada el 1 de mayo en Lima, justifica todas las críticas que en nombre de la democracia y los derechos humanos recibe con frecuencia y, principalmente, de los sectores católicos más liberales”.
La Arquidiócesis de Lima leyó un comunicado por el que lamentaba y rechazaba “las expresiones vertidas por el señor Mario Vargas Llosa contra nuestro Pastor, que merece respeto” agregando que el cardenal “ha defendido siempre, con energía y decisión, los derechos humanos y, en particular, el derecho a la vida, desde su concepción hasta su fin natural”, esto en rechazo a lo asegurado en Piedra de Toque por el escritor afirmando que Cipriani durante el gobierno de Fujimori “hubiera guardado silencio frente a uno de los crímenes colectivos más abyectos cometidos por Fujimori y sus cómplices: la esterilización, mediante engaños, de unas 300.000 campesinas a las que, por orden del dictador, los equipos del Ministerio de Salud ligaron las trompas o castraron, asegurándoles que se trataba de simples vacunas o de una medida que solo temporalmente les impediría concebir. ¿Cómo es que nadie se enteró en el Perú de que el arzobispo había encontrado reprobables estos atropellos? Porque en vez de protestar públicamente ¡se limitó a hacerlo en privado, es decir, susurrando con discreción su protesta en el pabellón de la oreja del dictador!”
Es fuerte la confrontación; pero bendita sea la confrontación de opiniones, esas que garantizan el arcoíris de ideas que sostienen y animan a la democracia. Lo que no se vale, Perú es el acoso, la amenaza, el intento de amordazar la libre opinión, el despido de periodistas que anteponen su opinión a la línea editorial de un medio.
Se puede estar en contradicción con la propuesta de Vargas Llosa que invita al voto a favor de Ollanta Humala. Se puede estar opuesto a que Humala o Keiko asuma la presidencia. Lo que no resulta admisible son las amenazas, el acoso, y la campaña de descrédito con aquel que no armonice con idéntico diapasón.
Todavía queda sin respuesta la interrogante que plantea ¿Cuál es el candidato que resulta ser el menor mal para el futuro peruano? ¿Keiko? La sombra del fujimorismo-montesinismo pone en duda que ella sea la menos mala. ¿Humala? Su pasado etnocacerista, su vinculación a las ideas de Velazco Alvarado, su ligamento con el chavismo, su nacionalismo cuasi fascista, no hace creer que él sea el menos malo.

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