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miércoles, 27 de octubre de 2010

Una réplica a la réplica del hijo de Carlos Rafael Rodríguez.

Mario J. Viera


Como siempre en tantas ocasiones, la Asamblea General de las Naciones Unidas se pronunció mayoritariamente a favor del levantamiento del embargo que Estados Unidos mantiene sobre el gobierno castrista. Algún caramelito debía regalársele para endulzar un poquito las amarguras diplomáticas que ha estado tragando últimamente.

El encargado de cumplir las órdenes de los Castros en el plano internacional, Bruno Rodríguez Parrilla, un hijito de su papá nacido en México en 1958, intervino el 26 de octubre, ante el pleno de la ONU para replicar a los representantes de Estados Unidos y a la Unión Europea.

Bruno Rodríguez a quien la EFE ha caracterizado como un hombre “de ademanes pausados y sólida formación intelectual” es, no obstante un ejemplo palpable del nepotismo presente entre los miembros de la nomenclatura. Como hijo de Carlos Rafael Rodríguez pudo hacer una meteórica carrera política como otros distinguidos hijos, sobrinos y nietos de los distinguidos representantes de la revolución que pretendía suprimir los privilegios.

Por supuesto, durante sus años de estudiante sería uno de los dirigentes estudiantiles, como lo fuera el hijo del defenestrado Carlos Lage. Después de graduado se convirtió en profesor de Derecho Internacional Público en la Universidad de La Habana, supongamos que por su capacidad intelectual y no porque fuera el hijo del “histórico Vicepresidente” del Consejo de Estado y hombre de la completa confianza de Fidel Castro. No siempre hay que ser tan suspicaz.

Como entre los hijos de Cheo no se pueden buscar brillantes “cuadros”, Bruno fue pronto encumbrado al cargo de Secretario de Relaciones Internacionales de la Unión de Jóvenes Comunistas y director del panfleto propagandista – noticioso, Juventud Rebelde. Era la época de esplendor de Roberto Robaina como Secretario General de la UJC, quizá por ello Bruno no pudo brillar como máximo dirigente de la organización.

En 1990, gracias a sus “méritos revolucionarios” o tal vez a los de su padre, es electo al Comité Central del Partido Comunista.

De 1995 a 2003, cuando Felipe Pérez Roque era la estrella de la diplomacia castrista, Bruno, el hijo de Carlos Rafael, fue Embajador Permanente del castrismo ante las Naciones Unidas. Su voz sería, quizá, la voz del proletariado que jamás fueron, ni él ni su stalinista padre; ninguno de los dos, ¡jamás!, sudaron la camisa en trabajo obrero.

En 2006 ya era viceministro primero de Relaciones Exteriores. En ese año, cosas curiosas que suceden bajo el castrismo, Bruno Rodríguez, viajó a Pakistán como jefe, nada menos, de la Brigada Médica enviada a ese país como auxilio de las víctimas del terremoto que, el 8 de octubre de 2005, golpeó a la región de Cachemira.

El 2 de marzo de 2009 se convirtió, tras la caída en desgracia de Pérez Roque, en Ministro de Relaciones Exteriores de Raúl Castro.

Ahora, como si fuera él el artífice de la supuesta victoria diplomática obtenida en la ONU, Bruno Rodríguez se alza en la tribuna de la Asamblea General para lanzar sus réplicas. Réplicas que, por cierto, no tienen la brillantez de un Cicerón, como podría esperarse de tan destacado tribuno.

No voy a replicar sus réplicas en cuanto a lo que afirmara sobre Estados Unidos y la Unión Europea. Eso es asunto que corresponde a los representantes de Estados Unidos y de la Unión Europea y no asunto mío.  Voy a concretarme en algunas de sus opiniones que tocan a Cuba.

Refiriéndose al tema del genocidio, Bruno Rodríguez dice:

“El año pasado leí los artículos de las Convenciones correspondientes. Leo otra vez:
Artículo II: (…) Se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación:
Inciso b) Lesión grave física o mental de los miembros del grupo; Inciso c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial”

Estos argumentos pueden volverse en contra del régimen que el Sr. Rodríguez representa.

Los actos de repudio en contra de los opositores al castrismo, el acoso al que son sometidos por la Seguridad del Estado, los epítetos ofensivos lanzados contra ellos desde los medios oficiales y en boca de los altos funcionarios del gobierno, la represión policiaca y el encarcelamiento de los opositores sometidos a la condición de presos comunes, mal alimentados, golpeados muchos de ellos por las autoridades de los penales y a los que en muchos casos se les niega la debida atención médica ¿no son ejemplos de “lesión grave física o mental” de los miembros de un grupo de la sociedad cubana y la demostración de que se pretende el sometimiento intencional de ese grupo a “condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial”?

Otras de las réplicas del funcionario castrista es la siguiente:

“… El propósito de Estados Unidos no es ayudar ni apoyar al pueblo cubano. Se sabe que el bloqueo provoca privaciones y sufrimientos. No provoca muertes porque la Revolución cubana lo impide (…) Si se quisiera ayudar o apoyar al pueblo cubano, lo único que habría que hacer es levantar el bloqueo de inmediato”.

En primer lugar el empleo del sustantivo “bloqueo” en sustitución del sustantivo “embargo” es una inconsistente falacia. Cuba no está bloqueada. A Cuba llegan barcos de diferentes partes del mundo. De Cuba salen barcos cargados de productos nacionales hacia muchos puertos extranjeros. De puertos en los Estados Unidos salen embarcaciones con productos alimenticios que el régimen cubano compra en este país aunque con la condición del pago en adelanto. Y es cierto que en Cuba hay “privaciones y sufrimientos”, pero que de ningún modo se deben al embargo comercial de los Estados Unidos. Las privaciones y sufrimientos que padece el cubano común y corriente se debe a la incapacidad del régimen de desarrollar una economía eficiente, a la degradación que la agricultura estatalizada ha provocado en grandes extensiones de sus antes feraces suelos. Lo primero que hay que levantar es el bloqueo que el gobierno castrista mantiene en contra de los cubanos.

“… Los cambios en Cuba son asunto de los cubanos ─ Proclamó Bruno Rodríguez ─. Cambiaremos todo lo que deba ser cambiado, para bien de los cubanos, pero no le pediremos opinión al gobierno de Estados Unidos. Escogimos libremente nuestro destino. Para eso hicimos una Revolución. Serán cambios soberanos, no "gestos". Sabemos que para Estados Unidos lo único suficiente sería instaurar en Cuba un gobierno pro-yanqui. Pero eso no va a ocurrir”.

Por supuesto, los cambios en Cuba es asunto de los cubanos. Los cambios que Cuba requiere no serán los nunca cumplidos cambios que durante más de cinco décadas ha prometido el castrismo, con su eterno clamar de “¡Venceremos!”,  siempre conjugado en un nunca alcanzado futuro. La historia no se detiene aunque a veces se produzcan engendros no viables en su continuidad, como son los estados totalitarios. Con el devenir histórico se superará la era sombría del castrismo y se establecerá fatal e ineluctablemente en Cuba un sistema democrático que sí será para el bien de los cubanos.

No merece una réplica la ridícula exigencia que planteara el insigne diplomático: … Eliminen las medidas de bloqueo que restringen severamente el acceso a internet de los cubanos”. Ahora resulta que son los americanos los que impiden que todos los cubanos puedan acceder a  la información que ofrece internet.

En otras de sus réplicas contra la Unión Europea, Bruno Rodríguez apunta: “Haría mejor en ocuparse de su brutal política anti-inmigrantes, de la deportación de minorías, de la violenta represión contra los manifestantes y de la creciente exclusión social de sus desempleados  y sectores de menos ingresos”. No voy argumentar en defensa de la Unión Europea, ya lo dije antes, eso es asunto de los europeos; simplemente me voy a referir al contraste de sus palabras con la realidad cubana.

En primer lugar, Cuba no es una plaza de interés para que se produzca en ella una masiva inmigración ilegal, cuando el hecho real es que los cubanos emigran masivamente hacia otros países buscando o bien una respirable atmósfera de libertad política o un lugar donde puedan vivir decentemente. En segundo lugar, tratando el asunto de la inmigración ilegal, sería conveniente que el diplomático graduado de Derecho lea el Código Penal vigente en Cuba. Efectivamente en el texto legal se lee en su Libro II, Título III, Capítulo XI, Sección Primera, el artículo 215.1que dice: El que, sin cumplir las formalidades legales o las disposiciones inmigratorias, entre el territorio nacional, incurre en sanción de privación de libertad de uno a tres años o multa de trescientas a mil cuotas. Y esta figura delictiva se aplica también al cubano residente en el extranjero que quiera entrar en su territorio nacional sin tener que conseguir el permiso de las autoridades del Ministerio del Interior para hacerlo.

Critica a la Unión Europea de “violenta represión contra los manifestantes” cuando esta es una práctica común en Cuba. Parece que se le olvidó el acoso y la violencia que las turbas del Ministerio del Interior utilizaron para impedir la manifestación pacífica de las Damas de Blanco. Olvidó la violencia que lanzaron contra el grupo de opositores que el 10 de diciembre de 1998 intentaron leer en el parque Butari la Declaración Universal de los Derechos Humanos, solo por citar dos casos de los cientos que se han producido en el país.

¿Exclusión de los desempleados y sectores de menos ingresos? Sr. Bruno Rodríguez se olvida Ud de que en Cuba, no son solo los desempleados y los sectores de bajos ingresos los que sufren de exclusión. ¿Acaso las bellezas naturales del país no las han puesto para el disfrute exclusivo del turismo extranjero y para los acomodados de la nomenclatura?

Para finalizar con broche de oro, el hijito de su papá, que nunca ha sudado la camisa y vástago de un bien conocido agente pagado del Comintern, de la dictadura de Stalin, molesto por la concesión del premio Sajárov a representantes de la disidencia cubana critica a la Unión Europea de premiar “a los agentes pagados del gobierno de los Estados Unidos en Cuba”. Miserable acusación planteada en un marco internacional contra la oposición política de Cuba por parte del representante de un gobierno que se prostituyó a los dictados del Kremlin para mantenerse en el poder y utilizar a los cubanos como carne de cañón en las aventuras imperialistas de la desaparecida Unión Soviética.

Algún dia no muy lejano será el pueblo cubano quien responderá debidamente a las réplicas, a las diatribas, a las mentiras del régimen que nutre a personeros sin escrúpulos como el tal Bruno Rodríguez.

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