Mario
J. Viera
Recientemente
hablando en Miami, la estrella apagada de Venezuela, Juan Guaidó, reclamó: “Es
fundamental el apoyo de la comunidad internacional. Ciertamente solos es
imposible enfrentar a una dictadura como lo es el régimen de Maduro. No
puede seguir siendo comunicados. No puede seguir siendo solamente apelar a la Carta Interamericana de Derechos Humanos como
poesía”.
Esto
es algo así como el canto del cisne; o como abatir el estandarte de la
resistencia; o como el reconocimiento de la propia incapacidad. Y este modo de
razonar explica el por qué en las calles de Venezuela ya no hay gritos de
rebeldía; ya cesaron las marchas tumultuosas de protestas que se vivieron en el
2017. ¿Indefensión aprendida? Es, como dijera Gene Sharp en su “De la Dictadura
a la Democracia”, que muchos de los que viven “bajo una brutal dictadura, o
que están en el exilio para escapar sus garras, no creen que los oprimidos se
puedan liberar”; son aquellos que creen y “esperan que su pueblo sólo
puede ser salvado por las acciones de otros”, porque están convencidos, de “que
sólo la ayuda internacional puede ser lo suficientemente fuerte para derrocar a
los dictadores”, así lo cree Guaidó y muchos de los líderes de la
disidencia cubana, con olvido de que lo esencial
para derrocar a una dictadura es “superar el miedo del pueblo y su hábito de
obediencia”. Algo que ya se demostraba en Venezuela antes del supuesto gobierno
interino de Juan Guaidó; o como quedó demostrado en Cuba con las masivas
protestas populares del 11 de julio de 2021.
¿Qué
ocurrió para que se acallaran las protestas en Venezuela y para que no se replicara
el 11 de julio en Cuba? Primero que todo, la falta de unidad dentro de la oposición
y la carencia de un plan estratégico y de un proyecto de nación con objetivos
claramente definidos.
¿Qué
espera Guaidó de la comunidad internacional?; ¿Qué cesen de emitir comunicados
y de apelar a la Carta Interamericana de Derechos Humanos? Esto es como culpar
a toda la comunidad internacional de que el régimen que conduce Nicolás Maduro
no ha sido abatido, porque esa comunidad internacional solo está dedicada a
hacer poesía, sin aplicar las más duras sanciones económicas o sin intervenir
de manera directa en el conflicto interno de Venezuela. Sin embargo, este modo
de pensar del frustrado Juan Guaidó no es exclusivo de él, porque así piensan
muchos, tanto en Cuba como en el exilio cubano.
¿Han
hecho un recuento de las acciones que la comunidad internacional ha acometido
frente a los actos agresivos de las dictaduras de Nicaragua, de Bielorrusia, de
Birmania, de Irán en contra de los movimientos de protestas pacíficas o de noviolencia
que se les oponen? ¿Han calculado cuántas dictaduras han sido socavadas por las
acciones de rechazo por parte de la comunidad internacional?
Como
bien hace ver Sharp, y en la realidad histórica ha quedado probado. “[l]os países extranjeros pueden
involucrarse por motivos positivos solamente siempre y cuando el movimiento
de resistencia interna haya comenzado a socavar a la dictadura, habiendo de
esta manera enfocado la atención internacional en la naturaleza brutal del
régimen. (…) A pesar de que las dictaduras se pueden beneficiar de, o
ser un poco debilitadas por, acciones internacionales, su continuidad
depende principalmente de factores internos”; siempre y cuando internamente
se esté librando un poderoso movimiento de resistencia, sea de cualquier carácter,
armado o de noviolencia. En la ausencia de un fuerte movimiento de resistencia
interna, acciones que pudiera acometer la comunidad internacional tales como los
boicots económicos internacionales, embargos, la ruptura de relaciones
diplomáticas, la expulsión de organismos internacionales, la condena de las
Naciones Unidas, probablemente no ocurrirán.
Frente
al síndrome de la indefensión aprendida deberá desarrollarse la capacidad de
resiliencia adquirida, capaz de superar los obstáculos y apta para tomar una
decisión dentro de situaciones estresantes aún cuando se sienta el miedo. De
este modo, como lo dejo expresado Sharp y como ha quedado demostrado en
repetidas ocasiones, para “derrocar a una dictadura de la manera más efectiva y
con un mínimo costo” se requiere “ejecutar cuatro tareas: 1.- Fortalecer a la
población oprimida reforzando su determinación, su confianza en ellos mismos, y
su habilidad para resistir. 2.- Fortalecer los grupos sociales e instituciones
independientes del pueblo oprimido. 3.- Crear una poderosa fuerza de
resistencia interna. 4.- Desarrollar un plan estratégico de liberación
inteligente y abarcador e implementarlo hábilmente”.
Todo
el tiempo que se requiera para cumplir esas cuatro básicas tareas ─ y se
requiere bastante tiempo, bastante cálculo y sagacidad y bastante entrenamiento
─ no es tiempo perdido.