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sábado, 29 de abril de 2023

EL APOYO DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL FRENTE A UNA DICTADURA

 

Mario J. Viera

 


Recientemente hablando en Miami, la estrella apagada de Venezuela, Juan Guaidó, reclamó: “Es fundamental el apoyo de la comunidad internacional. Ciertamente solos es imposible enfrentar a una dictadura como lo es el régimen de Maduro. No puede seguir siendo comunicados. No puede seguir siendo solamente apelar a la Carta Interamericana de Derechos Humanos como poesía”.

Esto es algo así como el canto del cisne; o como abatir el estandarte de la resistencia; o como el reconocimiento de la propia incapacidad. Y este modo de razonar explica el por qué en las calles de Venezuela ya no hay gritos de rebeldía; ya cesaron las marchas tumultuosas de protestas que se vivieron en el 2017. ¿Indefensión aprendida? Es, como dijera Gene Sharp en su “De la Dictadura a la Democracia”, que muchos de los que viven “bajo una brutal dictadura, o que están en el exilio para escapar sus garras, no creen que los oprimidos se puedan liberar”; son aquellos que creen y “esperan que su pueblo sólo puede ser salvado por las acciones de otros”, porque están convencidos, de “que sólo la ayuda internacional puede ser lo suficientemente fuerte para derrocar a los dictadores”, así lo cree Guaidó y muchos de los líderes de la disidencia cubana, con olvido de que lo  esencial para derrocar a una dictadura es “superar el miedo del pueblo y su hábito de obediencia”. Algo que ya se demostraba en Venezuela antes del supuesto gobierno interino de Juan Guaidó; o como quedó demostrado en Cuba con las masivas protestas populares del 11 de julio de 2021.

 

¿Qué ocurrió para que se acallaran las protestas en Venezuela y para que no se replicara el 11 de julio en Cuba? Primero que todo, la falta de unidad dentro de la oposición y la carencia de un plan estratégico y de un proyecto de nación con objetivos claramente definidos.

¿Qué espera Guaidó de la comunidad internacional?; ¿Qué cesen de emitir comunicados y de apelar a la Carta Interamericana de Derechos Humanos? Esto es como culpar a toda la comunidad internacional de que el régimen que conduce Nicolás Maduro no ha sido abatido, porque esa comunidad internacional solo está dedicada a hacer poesía, sin aplicar las más duras sanciones económicas o sin intervenir de manera directa en el conflicto interno de Venezuela. Sin embargo, este modo de pensar del frustrado Juan Guaidó no es exclusivo de él, porque así piensan muchos, tanto en Cuba como en el exilio cubano.

¿Han hecho un recuento de las acciones que la comunidad internacional ha acometido frente a los actos agresivos de las dictaduras de Nicaragua, de Bielorrusia, de Birmania, de Irán en contra de los movimientos de protestas pacíficas o de noviolencia que se les oponen? ¿Han calculado cuántas dictaduras han sido socavadas por las acciones de rechazo por parte de la comunidad internacional?

Como bien hace ver Sharp, y en la realidad histórica ha quedado probado.  “[l]os países extranjeros pueden involucrarse por motivos positivos solamente siempre y cuando el movimiento de resistencia interna haya comenzado a socavar a la dictadura, habiendo de esta manera enfocado la atención internacional en la naturaleza brutal del régimen. (…) A pesar de que las dictaduras se pueden beneficiar de, o ser un poco debilitadas por, acciones internacionales, su continuidad depende principalmente de factores internos”; siempre y cuando internamente se esté librando un poderoso movimiento de resistencia, sea de cualquier carácter, armado o de noviolencia. En la ausencia de un fuerte movimiento de resistencia interna, acciones que pudiera acometer la comunidad internacional tales como los boicots económicos internacionales, embargos, la ruptura de relaciones diplomáticas, la expulsión de organismos internacionales, la condena de las Naciones Unidas, probablemente no ocurrirán.

Frente al síndrome de la indefensión aprendida deberá desarrollarse la capacidad de resiliencia adquirida, capaz de superar los obstáculos y apta para tomar una decisión dentro de situaciones estresantes aún cuando se sienta el miedo. De este modo, como lo dejo expresado Sharp y como ha quedado demostrado en repetidas ocasiones, para “derrocar a una dictadura de la manera más efectiva y con un mínimo costo” se requiere “ejecutar cuatro tareas: 1.- Fortalecer a la población oprimida reforzando su determinación, su confianza en ellos mismos, y su habilidad para resistir. 2.- Fortalecer los grupos sociales e instituciones independientes del pueblo oprimido. 3.- Crear una poderosa fuerza de resistencia interna. 4.- Desarrollar un plan estratégico de liberación inteligente y abarcador e implementarlo hábilmente”.

Todo el tiempo que se requiera para cumplir esas cuatro básicas tareas ─ y se requiere bastante tiempo, bastante cálculo y sagacidad y bastante entrenamiento ─ no es tiempo perdido.

viernes, 28 de abril de 2023

LA INDEFENSION APRENDIDA

 

Mario J. Viera

 


El título con el cual encabezo este artículo, no es propiamente uno surgido de mi propia mente. Es un préstamo que he osado tomar de una frase pronunciada por el sacerdote cubano Alberto Reyes Pía durante una entrevista que, recientemente en Madrid le concediera al periódico digital Diario de Cuba, durante la cual expresó que Cuba seguía “siendo un lugar de indefensión aprendida”. Esta conclusión del sacerdote, refleja una situación dramáticamente real dentro de la conciencia de un muy elevado porciento de cubanos al interior de la isla: Indefensión, la conciencia de que, como pueblo, no se cuenta con amparo frente a los desmanes gubernamentales.

Reyes Pía ilustra su conclusión de indefensión aprendida, con las frases más comunes en Cuba: "aquí no hay nada que hacer", "aquí lo que hay es que irse", "esto no hay quien lo cambie”. Indefensión, desencanto, frustración; si no hay nada que hacer, si nada se puede cambiar, entonces ¿Qué queda? Resignación e indefensión, y su resultado, el quietismo, la apatía. ¿Para qué soñar con algo inaccesible? La realidad es el desamparo.

Sin embargo, el sacerdote propone: “No dejemos de soñar que lo que creemos es posible, porque el día que nos desanimemos y dejemos de creer que lo que soñamos es posible, ese día estamos perdidos”. ¿cómo alimentar ese sueño, si las protestas espontáneas del 11 de julio, dejaron como resultado la detención y condena a prisión de muchos cientos de los participantes en aquellas manifestaciones? ¿Cómo alimentar el sueño cuando la convocatoria a una marcha cívica, que no se proponía derrocar al gobierno sino reclamar el respeto a los derechos, propios de todo ser humano, quedó frustrada por la militarización del país, por la movilización de todas las fuerzas represiva y por el acoso constante, y asfixiante a uno de sus principales promotores? ¿Cómo, por Dios, cómo hacerlo? ¿Cómo salir de esa cultura paralizante de la indefensión?

La élitecracia dominante en Cuba pareciera inamovible. ¿qué se ha conseguido con las sanciones económicas a las que ha estado sometida? ¡Nada! Su poder se mantiene, pero es un poder endeble, solo sostenido por la apatía pública; pero cuando algo aparece como quiebre de esa apatía, la élitecracia se asusta y, como la fiera acorralada, recurre a los zarpazos. Entonces se demuestra que no es tan poderosa; que su único poder es el poder del miedo, del temor que pueda infundirles a sus detractores. Los actos del 11 de julio y del 15 de noviembre, lo demostraron; no fueron derrotas del pueblo, fue, si acaso, una pírrica victoria para la dictadura y toda victoria pírica siempre comporta una gran pérdida de recursos humanos. Ahí está como ejemplo lo afirmado por Pirro tras su victoria en Heraclea sobre los romanos, al costo de la pérdida de muchas de sus fuerzas: “Con otra victoria como ésta, tendré que regresar a Epiro solo”.

Se puede vencer esa cultura de la indefensión siempre que aparezca el liderazgo, no necesariamente un liderazgo mesiánico ni populistas, sino orgánico de la oposición o disidencia o como quiera denominarse a los sectores que, dentro de Cuba, se oponen al sistema impuesto por el Partido Comunista de Cuba (PCC); un liderazgo que renuncie a los patéticos llamados al diálogo, a las propuestas de reformas, a la ilusión de candidatos por el cambio, y se decida por la vía de la resistencia organizada, pragmática, paciente, inteligente y estratégicamente planteada.

Se hace patente que el régimen del PCC pierde sus recursos humanos de la obediencia y del acatamiento y cada vez crece el abstencionismo en las convocatorias electorales del régimen y el crecimiento de aquellos que se decantan por el no o por la entrega de las boletas anuladas. Solo se requiere trabajar entre la gente, convencer, animar, aunar, que la gran mayoría del pueblo confíe y crea que con la acción unida se pueden alcanzar los cambios.

¿Esperar por una explosión social de carácter violento, cuando ya las multitudes no soporten más, cuando ya no queden más esperanzas? Ante la pregunta que se le formulara al sacerdote Reyes Pía, si tenía esperanza de que en Cuba pudiera ocurrir un cambio que no pasara por la violencia, expresó: “Yo lo quiero, lo deseo, lo espero y lo esperaré siempre. Pero, hasta donde yo puedo ver, el discurso del Gobierno sigue siendo de continuidad, de mantener la misma línea. No hay ningún mensaje que puedas leer entre líneas, ninguna acción que pueda hacer prever, que se está preparando algún cambio. (…) Pero llega el momento en que las cuerdas se rompen, llega el momento que el nivel de aguante de un pueblo termina”.

¿Cuándo el nivel de aguante terminará en Cuba y estalle de modo violento? Al presente, esta situación no está a la vista dado la desesperanza que hoy existe y cuya válvula de escape es la de emigrar. Ejemplo de explosión social de carácter violento en Cuba se dio cuando la gente se volvió en contra del machadato en 1933 y comenzaron a tomar justicia por mano propia, con linchamientos de connotados represores, con acciones de vandalismo y saqueo, y todo, al calor de la lucha emprendida por diversas organizaciones  de liderazgo, como el movimiento sindicalista, el Directorio Estudiantil  o el ABC reclamando la caída del régimen autoritario de Gerardo Machado aunque careciendo de un programa de nación y objetivos claramente expuestos que no fueran solo el derrocamiento del gobierno.

No hay que excitar a una explosión social sino encauzar por senderos de la noviolencia el descontento y el hartazgo del pueblo, con unidad de criterios, con programa de nación, con objetivos bien definidos, con disciplina, pero para ello se requiere organización y liderazgo. Organización para impulsar la resistencia noviolenta; liderazgo para convencer y animar. Hay que ir a la captación de los trabajadores, de las juventudes, de los universitarios, de los estudiantes de la enseñanza media, de campesinos, de intelectuales y de artistas y de la mayoría de todo el pueblo. Solo así podremos sustituir la indefensión aprendida por la de acción concientizada. Solo de este modo podremos ver la clásica luz al final del túnel.

domingo, 23 de abril de 2023

¿QUE PAZ EN EUROPA PRETENDE LULA DA SILVA?

Mario J. Viera



Luiz Inácio Lula da Silva, este distinguido personaje que actualmente es presidente del Brasil; éste, al que muchos le otorgan el apelativo de “progresista” o lo reconocen como uno de los principales líderes de la izquierda iberoamericana, le ha salido su vocación de “pacificador”. No sé hasta qué punto da Silva sea progresista; tal vez al interior de su país pueda otorgársele tal condición. Eso es asunto a definir por los brasileños; pero en el plano internacional, en su política exterior dudo que se le pueda considerar como progresista.

¿Cuán progresista pueda ser considerado un líder político que mantenga estrechas relaciones de “amistad y cooperación” con regímenes reaccionarios y decadentes como el que rige en Cuba, primero bajo la estricta hegemonía de Fidel Castro y posteriormente por la tan estricta del PCC? ¿Qué decir sobre el progresismo de alguien que, como Lula da Silva, tan solo llegar a la presidencia de su país se apure para retomar la amistad y la colaboración con la dictadura de Nicolás Maduro, de Venezuela? ¿Hasta dónde se puede considerar como progresista un jefe de Gobierno que rechaza firmar una resolución de la ONU condenando los abusos de los derechos humanos en Nicaragua? Ciertamente, más tarde, el gobierno de Lula expresó que estaba “extremadamente preocupado” por las denuncias procedentes de Nicaragua y prometió acoger en Brasil a aquellos refugiados nicaragüenses a los cuales el régimen de Ortega les despojó de su nacionalidad. Solo extremadamente preocupado; pero sin emitir un rechazo a la dictadura Ortega-Murillo.

Brasil forma parte del grupo de países organizados bajo el acrónimo BRIC, es decir Brasil, Rusia, India y China, fundado en 2006, durante el primer periodo presidencial de Lula da Silva y bajo la sombra protectora del canciller de Putin, Serguéi Lavrov. Ahora Brasil retoma su papel dentro del BRIC y es tan alentador este, que, en la gira latinoamericana del “compañero” Lavrov, fuera Brasil el primero en la lista del canciller del imperio ruso, entre los que se encontraban Venezuela, Nicaragua y Cuba. El propósito aparente de tal visita es la de estrechar los lazos diplomáticos entre esos países y la Rusia de Putin, aunque lo real es fortalecer el apoyo que estos cuatro países le brindan, tanto de manera enfática (Venezuela, Nicaragua, Cuba) o disimulada (Brasil de Lula) a los intereses de Putin en su guerra contra Ucrania.

Ya se había producido la visita de Lula da Silva a la China comunista de Xi Jinping, y ya había anunciado su misión pacificadora, en sintonía con el proyecto de paz chino, y tan elegantemente expuesta, que Lavrov, no se midió en su visita al Brasil para declarar sin tapujos: “La guerra que intentamos detener fue lanzada contra nosotros, utilizando a la población ucraniana”. Ahora bien, ¿qué tipo de paz propone Lula? Ya antes de su visita a China Lula había sido bien claro cuando rechazó enviar armas a Ucrania para su defensa frente a la invasión rusa: “Si mando munición ─ dijo ─, entro en la guerra y yo lo que quiero es acabar con la guerra”. ¿Parece lógico? Sí, pero hasta cierto punto, porque sin el suministro de municiones a Ucrania es posible que se acabe la guerra, pero al precio de la derrota militar de Ucrania.

Luego de su visita a China, Lula viajó a Emiratos Árabes Unidos y se entrevistó con el jeque Mohammed ben Zayed al Nahyan. Antes de regresar a Brasil le declararía a una rueda de periodistas: "Ayer hablé con el jeque sobre la guerra. Hablé con Xi Jinping sobre la paz. Y creo que estamos encontrando un conjunto de personas que prefiere hablar de paz que de guerra. Creo que tendremos éxito”. Entonces introduce el prólogo de su propuesta como mediador en la guerra en Europa: "El presidente ruso, Vladímir Putin, no toma la iniciativa de parar, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, no toma la iniciativa de parar. Europa y Estado. Unidos siguen contribuyendo a la continuidad de esa guerra. Tenemos que sentarlos en la mesa y decirles 'ya basta'". Sentenció entonces: “La decisión de la guerra la tomaron dos países”.

Habría que aclararle al pacificador, diciéndole: “No, Sr. Lula da Silva, la decisión de la guerra la tomó solo el dictador ruso; a Ucrania solo le quedó la decisión de defenderse de la agresión. Sr. Lula, no se puede igualar a Ucrania con Rusia. No se puede igualar al agredido con el agresor. Y agrega Lula diciendo sibilinamente: “Y ahora lo que estamos tratando de construir es un grupo de países que no tienen nada que ver con la guerra, que no quieren la guerra, que quieren construir la paz en el mundo ─ ¿Acaso como Cuba, Venezuela, o Nicaragua? ─, para que podamos hablar tanto con Rusia como con Ucrania. ¿Hablar con Ucrania, Sr Lula? Nada hay que hablar con Ucrania; con quien hay que hablar, y en términos fuertes, es con Rusia. Ucrania no atentó contra la seguridad de Rusia; Ucrania quería solo fundirse en el europeísmo, mantenerse independiente y soberana.

Y dijo Lula: “Europa y Estados Unidos acaban contribuyendo a la continuación de esta guerra”. ¿Por qué, por el suministro de armas a Ucrania? Lo que pretende el Sr.  Lula es dejar desarmada a Ucrania frente al agresor; es dejar, que una nación quede a merced del poderío de otra más poderosa, de aquella que cuenta con más recursos militares, que cuenta hasta con un arsenal atómico. Las declaraciones de Lula o son estúpidas o son simple, llana, y tajantemente sínicas. “Creo que tenemos que sentarnos en la mesa y decir: basta ya”, ¡correcto, hay que decir basta ya! Pero no como lo ve Lula y como desea que otros lo vean. Hay que decirle a Putin “basta ya”; y basta ya porque él es el agresor; porque en sus delirios nacionalistas no puede concebir que Ucrania sea un país verdadero; basta ya, porque tiene que detener el desastre humanitario que ha generado en Ucrania; y decirle, o basta ya, o todos los países democráticos del mundo echaremos a Rusia al tanque de los desperdicios, a su total aislamiento internacional.

Y vuelve al asalto, este sábado 22 de abril, Luiz Inácio Lula da Silva diciendo que está dedicado a la labor de restablecer la paz entre Rusia (la agresora) y Ucrania (la agredida), buscando a un grupo de países que faciliten las negociaciones, y lo cree así porque “es mejor encontrar una salida en una mesa que intentar encontrar una salida en el campo de batalla”.     

La única salida, no es una mesa de negociaciones entre agresores y agredidos. Para detener la guerra imperialista que Putin ha lanzado contra un país soberano, es, en primer lugar, condenar la agresión sin hacerle concesiones a Rusia a cambio de intercambios comerciales con el imperio ruso, de lo contrario, la salida se encuentra fatal y necesariamente en el campo de batalla con la derrota de los invasores por Ucrania.

La idea ─ afirma el carioca ─ es que pare la guerra, se sienten a negociar y conversen” ¡Vaya propuesta esta! ¿Qué tiene que negociar Ucrania con Rusia? ¡Nada! Exigir es lo que le corresponde a Ucrania, con todo el apoyo del mundo democrático, incluido Brasil, de que las tropas rusas abandonen el territorio ocupado en Ucrania, el acatamiento de sus fronteras y el reintegro del territorio de Crimea ─ anexado por la fuerza por Rusia─ a la soberanía del Estado Ucraniano. Otra cosa en contrario es tartufismo político de la peor especie.


viernes, 21 de abril de 2023

EL RUDO OFICIO DEL PERIODISMO INDEPENDIENTE EN CUBA

 

Mario J. Viera  


                                    

Acabo de publicar en Ediciones Kindle de Amazon, el libro “Memorias de una Maquinilla de Escribir”. Mi intención al publicar este volumen fue rescatar la memoria de lo que, dentro del periodo 1998 al 2000, fue el quehacer del periodismo independiente o alternativo que en Cuba un grupo, quizá de locos, estábamos impulsando.

Era una labor difícil, no carente de peligros, no carente de acoso por parte de la policía política del régimen del Partido Comunista de Cuba en tiempos del castrismo puro. Hoy, parece como si aquella ardua labor de informar, de denunciar, de orientar hubiera quedado en el olvido y que el periodismo independiente fuera cosa de los últimos tiempos. Por ello es la publicación de este volumen.

La labor periodística, en todas las latitudes, en todos los tiempos desde que se inventara la prensa es una valiosa fuente histórica. El periodista vive en su tiempo, vive una actualidad que, con el transcurso de los tiempos, se convierte en memoria histórica, El periodista es testigo que documenta la realidad de un momento. Así fuimos aquellos que osamos incursionar en el medio periodístico informal. Reflejábamos la realidad de Cuba.

Muy necesario sería, para las nuevas generaciones de cubanos, para las nuevas generaciones de periodistas que ejercen su labor a contrapelo del periodismo oficialista, que se confeccionara una antología de las crónicas y artículos de opinión que los reporteros de las agencias independientes habían redactado. Pero es labor engorrosa, difícil y mucho más si se tiene en cuenta que gran parte de esa producción comunicativa se ha perdido.

Si apareciera una tal antología, los luchadores actuales a favor de la democracia en Cuba, pudieran acumular experiencia de quienes les precedieron, conocer los errores cometidos para no caer en los mismos errores y conocer cuánto hay de nuevo y cuanto sigue habiendo hoy de lo que ayer hubo.



jueves, 13 de abril de 2023

¿QUE SE DESPIERTE EL PUEBLO DE CUBA…?

 

Mario J. Viera



Muy a menudo veo ese reclamo de pedirle a los cubanos, a los que viven o malviven en la isla, que despierten. Por supuesto, ese pedido, ese reclamo proviene de Miami, de algún que otro que, antes, en Cuba, se mantenía durmiendo, pero ahora, con el barullo de Miami se despierta, abre los ojos y, entonces les pide a los que allá quedaron, que despierten, lo cual es una forma abreviada de reclamarle a los cubanos en Cuba a salir del engaño en que, supuestamente, viven.

Sí porque parece que todos en Cuba están engañados con los cuentos de hadas de los fabuladores del PCC. Bueno sí, la gran mayoría, o quizá no tan gran mayoría, estuvo en el engaño total hasta 1968 o se acomodaban a vivir la vida en la mentira. Luego vino el periodo especial y comenzaba la pesadilla; y la pesadilla siguió hasta las vísperas del 11 de julio de 2021; y las pesadillas despiertan a los que las sueñan.

Hoy en Cuba son pocos los que están dormidos, de los que viven felices en el engaño; y entre esos pocos, se cuentan los idiotas y los hijos de buenas señoras que gozan con medallas de hojalata, cargan arrugas y nos les importan vivir en la miseria porque siguen durmiendo y soñando con la llegada del paraíso terrenal; algún que otro chivatón, algún que otro que se alinea en las bandas de baladrones de la Respuesta Rápida. Pero la mayoría tiene los ojos bien abiertos mirando hacia el horizonte, hacia la lejanía o esperando porque saben, confían que siempre el bien vence sobre el mal.

Pero, sí, es correcto llamar a que despierte, no el pueblo, sino a esos líderes de la disidencia que siguen soñando con que, un día, no se sabe cuándo, los mayimbes del PCC se decidan a dialogar, y acepten las muy cívicas propuestas de reformas que esos líderes soñadores de la disidencia les plantean, permitir elecciones libres, elección directa del presidente, nueva Ley Electoral, llevar a cabo un plebiscito “vinculante” y otras muchas quijotadas civilistas.

Sí, pedirles que despierten porque ya la gran mayoría ─ dicho esto sin exagerar ─ ya está despierta y solo aguarda por un liderazgo, no de pamplinas, sino de decisión de conducir multitudes en reclamos noviolentos por los cambios, por la única reforma necesaria, la caída del poder del Partido Comunista y de su régimen dictatorial, cerrado, excluyente y totalitario.

lunes, 10 de abril de 2023

¿QUE ES ESA COSA EXTRAÑA QUE LLAMAN “DEMOCRACIA”?

 

Mario J. Viera

 


Para muchos esa palabra “democracia” no resulta tan extraña porque la han estado escuchando desde que nacieron. Sí, democracia es un término bien conocido; es el “poder del pueblo” o lo que viene siendo lo mismo, “el gobierno del pueblo”, aunque sin faltar los que la entienden como el “gobernar al pueblo”, se trata de matices. Un concepto muy vinculado a la palabra democracia es el de vincularle con la cultura; así se dice que hay que poseer “cultura de la democracia”; y ciertamente, democracia es una cultura.

¿Cultura? Sí, cultura. Pues bien, ¿y qué es cultura? Hay varias definiciones para la palabra cultura; por ejemplo, “cultura”, según la definición académica del Oxford Languages, es el “conjunto de conocimientos e ideas no especializados adquiridos gracias al desarrollo de las facultades intelectuales, mediante la lectura, el estudio y el trabajo”; pero también es, según el Oxford Languages, el “conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, a una clase social, a una época, etc.” “tradiciones y costumbres”, retengamos estos conceptos.

Según la definición de la Real Academia Española (la RAE), cultura es, el conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. Además, según la RAE, cultura es el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” La posibilidad de alguien a desarrollar “un juicio crítico”, “modos de vida y costumbres”.

Otras definiciones no precisamente académicas, identifican al concepto de cultura como “un sistema complejo de conocimientos y de costumbres que caracteriza a una población determinada y que es transmitido a las generaciones siguientes”, “conocimientos y costumbres transmitidos a las generaciones siguientes”.

En conclusión, tener cultura democrática, significa conocer lo que es la democracia, como un modo de vivir, como costumbre, hasta convertirse en tradición que se transmite de generaciones a generaciones, lo cual le permite al que vive en democracia, desarrollar un juicio crítico e independiente. Para que algo se haga habitual, sea costumbre y pueda convertirse en tradición se requiere su constante práctica. Para tener cultura democrática se requiere, precisamente vivir en democracia, en verdadera democracia.

En una verdadera democracia no tienen cabida dogmas inmutables, ni élites privilegiadas, ni marginaciones sociales ni discriminaciones. Una democracia verdadera comporta iguales derechos e iguales obligaciones para todos. Así se genera la cultura democrática. Donde no existe por larga data histórica un verdadero modo de vivir en democracia, la cultura de la democracia no existe.

¿Qué conoce el pueblo ruso de democracia si históricamente ha vivido bajo regímenes despóticos (el zarismo) y totalitario (estalinismo) que tras un breve periodo endeble de democracia dio espacio al surgimiento del putinismo? ¿Qué conoce el pueblo chino de la democracia sometido por milenios al despotismo oriental y a la posterior implantación de un régimen totalitario (maoísmo) hasta llegar a una renovación del totalitarismo comunista en la figura de Xi Jinping? ¿Qué cultura de la democracia puede tener el pueblo de Corea del norte sometido por siglos al despotismo oriental y al dominio colonial del Japón imperial desde el 1910 para luego quedar bajo el poder totalitario de la dinastía comunista Kim? ¿Qué cultura democrática conoció el pueblo alemán desde la fundación del Sacro Imperio Romano Germánico, la fundación, siglos más tarde, del Segundo Reich en 1871, hasta la conclusión de la Primera Guerra Mundial y que conllevó a la implantación del nazismo luego de ser derribada la República de Weimar?

Llegamos entonces a Cuba. ¿Existe cultura democrática en Cuba? Por cerca de cuatrocientos años Cuba estaba bajo el sistema del despotismo colonial español. Dos guerras insurreccionales libraron los cubanos para alcanzar la independencia política, que concluyeron con la intervención estadounidense y la implantación de la Enmienda Platt que convertiría a la isla en una democracia tutelada por Estados Unidos y al establecimiento de una República con soberanía limitada. Plena de convulsiones políticas internas y la sucesión en el gobierno de generales y doctores, como definió Carlos Loveira el periodo comprendido entre 1902 y el 1920, marcado por chanchullos politiqueros, la corrupción administrativa y el caciquismo político, para luego hacerse más crítica la situación con la formación del gobierno autoritario del general Gerardo Machado, su derrocamiento cuyo resultado sería el breve espacio democrático del gobierno de facto conocido por el gobierno de los cien días.

Tras el golpe de estado del 15 de enero de 1934 que derrocó al gobierno de los cien días y hasta el año de 1949, se sucedieron 6 presidentes, todos de breve duración, uno con solo tres días de gobierno (Carlos Aurelio Hevia) y otro que solo mantuvo el cargo por seis horas, hasta la llegada a la presidencia de Federico Laredo Brú que hizo un periodo presidencial de cuatro años y concluyó luego de la proclamación de la Constitución de 1940.

La Carta del 40 constituyó un esfuerzo serio de encausar el país por los senderos de una verdadera democracia, pese a que, en su defensa, no se crearon las instituciones apropiadas. Aunque con los males crónicos de la corrupción administrativa heredados del periodo colonial, los cubanos comenzaron a vivir en democracia; pero el camino emprendido para generar una cultura de la democracia quedaría frustrado apenas 12 año de su puesta en marcha, al producirse el golpe de estado del 10 de marzo de 1952. Fulgencio Batista asumía entonces la conducción de un ilegítimo gobierno autoritario corrupto y represivo, durante un periodo de siete años.

Con la caída del régimen batistiano en 1959 Fidel Castro implanta un régimen de poder tan corrupto como el anterior y aun más represivo, conculcando hasta las libertades y derechos que el batistato no osó suprimir. Un sistema de gobierno cerrado y totalitario e híbrido de la conjunción entre en fascismo y el estalinismo; un régimen que todavía se mantiene en pie por los últimos 64 años. Ninguna de las generaciones de cubanos nacidas tras el golpe de estado de 1952 hasta el presente ha conocido lo que es vivir en democracia; son 71 años, durante los cuales, la cultura de la democracia se ha erosionado totalmente.

Y esta carencia de cultura democrática se refleja también en el accionar de gran parte del exilio miamense, con un vuelco hacia la radicalización de una ultraderecha resultado de algo que denomino conversión por contradicción, la conversión hacia la derecha extrema en contradicción con la izquierda reaccionaria que gobierna en la isla, lo que cierra todas las puertas al concurso de derechas, centros e izquierdas en un proyecto de resistencia noviolenta democrática frente al totalitarismo.

Si queremos abatir la dictadura, tenemos que comenzar por crear en la conciencia de todos los cubanos el anhelo por la democracia, concientizar, por medio de la divulgación de los valores democráticos contenidos en los postulados de la Constitución de 1940, y convertir ese texto en un manual de educación y cultura democrática. Solo así estaremos asegurando el poder iniciar el poderoso movimiento de resistencia que requerimos para dar al traste con la dictadura.   

sábado, 8 de abril de 2023

¿ES POSIBLE DERROCAR LA DICTADURA DEL PCC?

 

Mario J. Viera

 


Existe el criterio bastante generalizado de que en una dictadura totalitaria no existen medios algunos para hacerle frente y provocar su caída. Estos criterios se fundan en hechos que pueden considerarse objetivos: existencia de un régimen policiaco y fuertemente militarizado; la criminalización del disenso; el poder de solo una fuerza política que controla todas las estructuras del Estado y hasta la propia vida personal de cada ciudadano; el poder de la propaganda y el control de todo medio de información; la ausencia del debate; las persecuciones y las cárceles y el desprecio absoluto de los derechos propios y naturales de todos; y, como corolario de todas estas condiciones, la formulación de la tesis de que “toda dictadura totalitaria cae, solo por la acción de fuerzas externas”.

Estas consideraciones inducen a la impotencia, y la impotencia conduce al abandono de toda esperanza, tal como anuncia el cartel colocado a las puertas del Infierno de Dante. Así, solo queda como opción, la resignación ante un mal que no puede omitirse, salvo si se acude a la huida, al autoexilio, o a la espera de que, desde el propio seno de la élitecracia, se origine un movimiento renovador de transformaciones democráticas, como el movimiento que en la Unión Soviética se creó con las políticas de la perestroika y el glasnost. Algunos ilusos se conformarán con la osadía de proponerle reformas democráticas al régimen o de pedirles a los jerarcas del poder que se abran al debate público. Hasta habrá quienes, desde su desencanto, se atrevan a denunciar públicamente las violaciones de los derechos humanos, civiles y políticos que el régimen usurpador comete contra sus ciudadanos.

Es imprescindible hacernos una interrogante: ¿Existe una posibilidad real de poder enfrentar con éxito al totalitarismo y aún más derrocarlo? Yo me atrevería a decir que sí, que existe esa probabilidad de vencer. Todo poder gubernamental se asienta sobre el acatamiento efectivo o tácito, y la obediencia y colaboración que la población le conceda. De ese acatamiento proceden todas las fuentes del poder, que Gene Sharp identifica en un total de seis: Autoridad o Legitimidad, Recursos humanos, Recursos materiales, Factores Intangibles, Habilidades y conocimientos, y Sanciones; y para el caso de un poder totalitario, incluyo, por mi parte, otra muy importante fuente de poder: la Hegemonía Política. De todas estas fuentes del poder, esencialmente son dos sobre las que debe actuar la oposición democrática para dar los pasos iniciales en el reto político al régimen totalitario: los recursos humanos y los factores intangibles; siendo los primeros, el número de ciudadanos que apoyan y obedecen a la dictadura; en tanto, los segundos se refieren a los hábitos y actitudes en relación con la obediencia y sumisión, y con la existencia de una ideología.

Históricamente está comprobado que las revoluciones se incuban en el seno de los pueblos, y estas solo estallan cuando aparecen los adecuados conductores para impulsar y dar forma organizacional al descontento popular. Existe el descontento generalizado dentro de la población en Cuba, callado, pero presente, solo se requiere una adecuada organización de carácter político más que, simplemente, civilista o reformista, y el liderazgo, la iniciativa, y la sagacidad. Una dictadura de larga data ejerciendo sin límites las sanciones para acallar el descontento, no se derroca solo con buenas intenciones. Se requiere para ello, constancia, trabajar en silencio, sin apresuramientos, pero sin perder tiempos, activistas entrenados, claridad de objetivos y disciplina.

En el libro “Cuba – Resistencia Noviolenta (Una propuesta para la acción)”, consideré necesario, para garantizar la dinámica y flexibilidad organizativa, crear “estructuras o secciones especiales, con amplia autonomía de decisión, bajo un principio de descentralización del liderazgo, aunque siempre en acorde con el plan estratégico (que se elabore para conducir las acciones), los principios y la disciplina de la resistencia de lucha noviolenta”. Estructuras estas que pudieran por ejemplo ser: 1) la Sección Juvenil; 2) la sección Obrera y sindical; 3) de Artistas e intelectuales; 4) de; Apoyo cívico; 5) de Campesinos y 6) la sección de Divulgación y Propaganda; todo ello dirigido al desarrollo de una labor multisectorial.

Debe quedar en claro que, en toda lucha cívica en contra de una dictadura puede siempre haber riesgos para los resistentes y que resulta básico abandonar el temor. Debe tenerse también presente, que no siempre las campañas que se emprendan puedan resultar exitosas, que siempre habrá caídas, pero teniendo presente que siempre habrá que reorganizarse para emprender nuevas acciones que se elaboren a partir del análisis de los fallos y los aciertos de cada campaña.

Cuando hay convicción, decisión y constancia en el movimiento de resistencia; cuando se alcance más experiencias, mientras más y más números de participantes se alcancen y exista una disciplina consciente de los principios no violentos, las posibilidades de éxito crecen exponencialmente, aún cuando se requieran meses para alcanzar la victoria.

Sí, es posible derrocar la dictadura del PCC con la acción coordinada de los principales sectores de la población.

miércoles, 5 de abril de 2023

¿Objetivo? Tomar el poder político.

 

Mario J. Viera



Tal vez alguno pudiera considerar mejor emplear el eufemismo del término “ganar” antes que el más agresivo de “tomar”, sin embargo, existe una marcada sutileza en el uso de ambos términos determinada por las características políticas predominantes en Cuba. En una democracia se puede “ganar” el poder político por medio de un proceso electoral donde compitan por el mismo diferentes posiciones políticas. Bajo un régimen totalitario donde rige la élitecracia de los altos directivos del único partido político legalizado, ningún sector disidente podrá “ganar” el poder. Dentro de estas condiciones no hay más disyuntiva que la de tomar el poder político.

Para tomar el poder político solo existen dos métodos, la rebelión por medio de la lucha armada o la rebelión por medio de los métodos de la lucha noviolenta. Tal vez también alguno prefiera la vía menos confrontacional del reformismo, pero para poder hacer efectivo el reformismo solo existe, también, dos métodos, el del diálogo parlamentario o mediante la protesta pública.

La vía parlamentaria o dialoguista ya se ha comprobado no funcional bajo el actual régimen. ¿Recuerdan lo ocurrido con el Proyecto Varela de Oswaldo Payá elevado a la consideración de la Asamblea Nacional del Poder Popular? ¿Recuerdan lo que sucedió con la propuesta civilista de diálogo nacional por parte del Comité Cubano Pro Derechos Humanos en la década de los 90? ¿Recuerdan lo ocurrido con la “Carta de los Diez” impulsada por la organización “Criterio Alternativo” de la poetisa María Elena Cruz Varela, en 1991? ¿Qué decir con las propuestas contenidas en el documento firmado por Vladimiro Roca, René Gómez Manzano, Martha Beatriz Roque y Félix Bonne Carcassés, en 1997, y cuyos firmantes terminaron en la cárcel? Y más reciente ¿Cómo terminó la iniciativa del diálogo del 27 de noviembre de 2020? Entonces, solo queda un medio para la vía reformista: la protesta pública.

Ahora bien, ¿Cómo podemos generar las protestas públicas de tal modo que no conduzcan al descalabro? No olvidemos la experiencia de la propuesta de la “Marcha Cívica por el Cambio” del 15 de noviembre del 2022, pretendiendo alcanzar la liberación de todos los presos políticos, el fin de la violencia, que se respeten todos los derechos de todos los cubanos y la solución de las diferencias a través de vías democráticas y pacíficas, auspiciada por la plataforma Archipiélago y apoyada por el Consejo para la Transición Democrática de Cuba y UNPACU.

Queriendo ser tan transparentes cívicamente anunciaron el propósito de la marcha al Consejo de Estado, lo cual le permitió al gobierno tomar todas las medidas que fueran necesarias para impedir la marcha; y pecaron un tanto en la ingenuidad de poder influir en la espontaneidad popular ante el llamado ─ “Que cada quien encuentre maneras ingeniosas y pacíficas para lograr expresarse sin dar pie a que se desate la violencia contra ellos”, como expuso Yunior García ─, la marcha no fue nada, salvo la confinación en reclusión domiciliaria a sus proponentes en Cuba, los actos de repudio contra las principales figuras de la propuesta como Yunior García y la movilización de los efectivos policiacos, de la seguridad del estado y de las bandas de la respuesta rápida de simpatizantes del régimen.

¡Ah, pero hay otros medios! ─ parecen proponer organizaciones como D Frente o el mencionado Consejo para la Transición ─, como ganar asientos en las Asambleas Municipales del Poder Popular con la elección de Diputados de circunscripciones, lo cual ha quedado demostrado que el régimen tiene los medios para impedir tal contingencia, independientemente de que se pudieran conseguir algún pequeño número de delegados que nada representarían dentro del conjunto de todos los municipios del país. Por supuesto se puede también “exigir” que se redacte una nueva ley electoral; que en los escrutinios electorales se permita la participación de las denominadas plataformas electorales independientes y que la elección del presidente de la República sea de manera directa por la población y claro está sin excluir el llamado al diálogo. Todo esto es simplemente contemporizar, y quede en claro que utilizo adecuadamente este verbo sin intenciones peyorativas.

Por supuesto debemos descartar totalmente los métodos de la resistencia violenta que conlleva grandes perjuicios para la sociedad y es moverse dentro del terreno donde el régimen tiene todas las de ganar al contar con poderosos recursos militares y un ejército poderoso, bien armado, entrenado y disciplinado.

Solo nos queda el recurso de la resistencia noviolenta, arrebatándole al régimen sus recursos humanos y colocarlos a favor del movimiento opositor; pero para ello hay que desechar toda mentalidad de derrotismo que inhibe emprender las acciones necesarias para alcanzar la transición democrática, ganando paulatinamente segmentos del poder político de tal modo que obliguen al régimen a solicitar el diálogo con la oposición. Ninguna dictadura se abre al diálogo mientras su subsistencia no se encuentre en peligro.

 Hay que tener presente que el cambio es algo que construimos no que esperamos; y para poder producir ese cambio se requiere en primer lugar tener el poder político, sin el cual no hay posibilidad alguna de alcanzar el cambio. Por otra parte, nada se puede dejar al azar. Todas las campañas de protesta noviolenta y persuasión, de no cooperación (social, económica y política) y de intervención noviolenta, deben ser planeadas de antemano e impulsadas por un liderazgo de carácter horizontal con autonomía de iniciativas. No podemos apresurarnos, pero tampoco podemos perder tiempo; hay que trabajar en lo oculto, con entusiasmo, sagacidad y sentido común; con organización y con la disciplina de la noviolencia.