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miércoles, 27 de julio de 2022

PENSAR, PENSAR, LUEGO DE LLEGAR AL PODER ¿Qué?


Mario J. Viera

 


Cuando por fin aparezca en Cuba un grupo de líderes sagaces, dispuestos a organizar un movimiento democrático de resistencia noviolenta para enfrentar a la dictadura totalitaria del Partido Comunista de Cuba (PCC), actuando pacientemente en la necesaria labor de proselitismo, y organizado en torno a un inteligente plan estratégico, con objetivos bien claros y bien definidos y la debida visión del mañana, el régimen definitivamente entrará en fase terminal.

Liberarnos de la dictadura totalitaria, puede no ser tan difícil como parece. Liberarnos de nosotros mismos, ya es algo más difícil. Ese impulso innato que tenemos de mostrar el talante y el talento, creando proyectos idílicos e inspirados, imaginando soluciones aplicables en cualquier situación y todo, sin ajustarnos a la realidad y sin un análisis previo de los pros y los contras. ¡Ah, cuán apegados somos a los conceptos abstractos! Hábito esto que anubla lo concreto y objetivo.

El 11 J nos hizo saltar de júbilo, si hasta muchos consideraron que ya al régimen solo le quedaban, sino días, quizá algunas pocas semanas de existencia. Se pensó también que, si se lograban incitar desde las redes sociales del internet, manifestaciones masivas de protesta, el triunfo de la democracia estaba al alcance de la mano. ¡Error, craso error! Enormes, gigantescas, fueron las marchas de protestas impulsadas en Estados Unidos en contra de la guerra en Irak o las manifestaciones de indignados en España y del movimiento Occupy en Estados Unidos, todas fracasaron; y fracasaron porque les faltaba algo esencial y de principios: La organización y un proyecto estratégico con objetivos bien definidos.

Así lo analiza Zeynep Tufekci en un artículo que redactara para el New York Times, con fecha 23 de julio de 2022:

En el pasado, una marcha realmente multitudinaria era la culminación de una organización a largo plazo, el signo de exclamación al final de una frase, que indicaba una planificación previa y fuerza. Un gran número de personas se habían reunido y trabajado durante mucho tiempo, coordinándose, preparándose, conociéndose y tomando decisiones. Así que no se limitaron a llevar a cabo una protesta; a falta de formas más sencillas de organizarse, acabaron por tener que crear una capacidad organizativa, que luego ayudó a gestionar lo que vino después. (…) Así que concluí que, aunque las grandes manifestaciones de hoy se ven igual que las del pasado, los diferentes mecanismos que las producen — en específico, internet y, en fechas recientes, las redes sociales en particular — ayudan a determinar si los gobiernos o las autoridades las verán como una amenaza verdadera o solo como algo que puede desestimarse con el argumento de que es un grupo focal”.

Y concluye Tufekci su artículo con esta contundente declaración:

Estar en el lado correcto de la historia no nos libra de los análisis débiles ni de la tentación de confundir lo que colectivamente esperábamos que fuera cierto con un examen de cómo fueron las cosas en realidad”.

Pensar, pensar y volver a pensar.

Veamos, el movimiento democrático de resistencia noviolenta instrumentado con una estrategia inteligente y pragmática puesta en práctica por medio de la disciplina de la noviolencia provoca la caída del totalitarismo, se llega al poder y se inicia un proceso de transición hacia la formación de una república democrática; ¿pero cuál República, una semejante a la pasada o una supuesta novísima república del futuro? Pensemos.

Todas las organizaciones disidentes, en Cuba proclaman ser partidarias  y promotoras para la Cuba postotalitaria de un régimen democrático fundado en el Estado de Derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la propiedad privada y, en especial, una democracia donde se asegure la libertad, prosperidad e igualdad ante la ley; todo un conjunto de valores abstractos que hasta la fascistóide Vox de España, proclama en su Carta de Madrid, carta firmada por algunos representantes del exilio cubano, junto a destacados políticos de la derecha radical como Eduardo Bolsonaro, hijo del actual presidente de Brasil; la ultraderechista, Giorgia Meloni, presidente del partido Fratelli d´Italia; y Marion Maréchal vicepresidenta del partido ultraderechista Reconquista.

Por supuesto, todos los grupos disidentes desean lo por José Martí deseado, una república “con todos y para el bien de todos”, un concepto romántico del civilismo lírico del Apóstol que, tomado fuera de contexto y repetido hasta el hartazgo, se ha banalizado. Son estas las últimas palabras con las que Martí cerró el discurso que pronunció en Tampa el 26 de noviembre de 1891. Un discurso que inicia diciendo: “Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella”, base y esencia de lo que concluiría con las antes citadas palabras. Con todos, no con aquellos solicitantes de fama o alocados de poder; es el redimir el porvenir de Cuba, “del peligro grave de seguir a ciegas, en nombre de la libertad, a los que se valen del anhelo de ella para desviarla en beneficio propio”. Es trabajar con todos: Para verdades trabajamos, y no para sueños. Para libertar a los cubanos trabajamos, y no para acorralarlos. ¡Para ajustar en la paz y en la equidad los intereses y derechos de los habitantes leales de Cuba trabajamos…” Equidad, como ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece, para el bien de todos… “¡cerrémosle el paso a la república que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos!” Decoro, como la honra y la estimación de todos, con un nivel mínimo de calidad de vida para que la dignidad de cada persona no sufra menoscabo; es decir, asegurar el bien, no solo de un sector de la sociedad, sino para todos los sectores sociales, donde “¡No censure el celoso el bienestar que envidia en secreto! ¡No desconozca el pudiente el poema conmovedor, y el sacrificio cruento, del que se tiene que cavar el pan que come! (…) ¡Valiera más que no se desplegara esa bandera de su mástil, si no hubiera de amparar por igual a todas las cabezas!” Amparo igual para todos, para negros y para blancos, para ricos y para pobres; para cultos y para incultos; para el ciudadano urbano como para el ciudadano rural. Entiéndase así el martiano “con todos y para el bien de todos” y no como consigna manoseada.

Hablar de “Estado de derecho y el imperio de la ley” sin definirlo, es solo palabras vacías. Las dictaduras corrientes van en contra del estado de derecho y pisotean las leyes. Las dictaduras totalitarias construyen su propio estado de derecho y se ajustan a sus propias leyes, las que, redactadas de modo tan ambiguo, les permiten, no pasar por encima de ellas, sino manipularlas dada la posibilidad de admitir un numero alto de interpretaciones. Las leyes de régimen totalitario no tienen resquicios por donde proclamar “llegar a la ley desde la ley”; unas y otras leyes del totalitarismo se solapan y cubren los poros legales que pudieran quedar abiertos en unas u otras.

Hay que definir qué es el estado de derecho transparente y democrático y dejar establecido que la democracia no es solo y únicamente el proceso electoral; es también el ejercicio de los derechos de asamblea pacífica y asociación, libertad de opinión y expresión y los derechos a la educación y a la información; es también la existencia de un ordenamiento jurídico de derecho que garantice para todos, la igualdad ante la ley, y no solo este tipo de igualdad, sino también la igualdad de oportunidades, y eso se llama justicia social. No podemos perder de vista que el concepto de la igualdad ante la ley no siempre se cumple en todo su significado, ni siquiera en democracias fuertemente constituidas como la de Estados Unidos, donde se ha producido diferenciaciones judiciales con respecto a las minorías (recuérdese el proceso de los Cinco del Parque Central en 1989) y a las personas carentes de recursos para contratar abogados calificados. En las sociedades donde predomina el racismo y la xenofobia, el derecho a la igualdad ante la ley siempre estará amenazado. Donde hay un verdadero concepto de justicia social la igualdad ante la ley está por principio asegurada.

Como expresara, el primer presidente que fuera de Túnez tras la Primavera árabe, Mohamed Moncef Marzouki: “La democracia no puede subsistir sin justicia social”, o lo afirmado por el presidente de Costa Rica José Figueres Ferrer: “No puede haber libertad sin justicia social, ni justicia social sin libertad”. Y todo esto sin concepciones al populismo, sea este de derecha o de izquierda. Hay que desconfiar de la consigna del populismo que se expresa con el presupuesto de “actuar con el pueblo y para el pueblo”.

Una vez alcanzado el poder, ¿qué hacer? Estar alerta ante los peligros de una transición apresurada y desconcertada; porque peligros hay muchos que puedan amenazar el establecimiento de la democracia. Existen intereses egoístas prestos para lanzarse sobre los despojos de la dictadura fenecida. ¿Qué ocurrió en Rusia luego del desplome de la Unión Soviética? Sin un ordenamiento normativo o constitucional previo, se inició un acelerado proceso de privatizaciones que generó la formación de una casta de oligarcas, favorecidos desde las altas instancias del poder, para luego convertirse en firmes apoyos al régimen autoritario y antidemocrático de Vladimir Putin.

La falta de un proyecto para mañana degeneró los logros de la Primavera Árabe. Ejemplo de todo ello son los procesos en Egipto y Libia, y en cierta manera en Túnez donde, ante el alto índice de desempleo e inestabilidad económica y altos niveles de corrupción, sus juventudes, sintiéndose decepcionadas por una revolución que no cumplió sus promesas, le ha abierto el camino al poder a la política populista de Kais Saied, quien aunque electo democráticamente, ejerce su gobierno bajo los postulados de un decreto por él mismo dictado y firmado, que le concede facultad para asumir los poderes públicos ejecutivo y legislativo. Egipto sometido a la dictadura de Abdelfatah El-Sisi a partir del golpe de estado militar que le llevara al poder. Como se ha informado en los medios, en las cárceles egipcias hay más de 60.000 prisioneros políticos.

En toda revolución o insurrección noviolenta, siempre hay víctimas. Muchos son los que entregan sus vidas frente a la violencia de la represión dictatorial; cientos y hasta miles, sufren prisiones, maltratos y hasta torturas; pero se requiere la movilización de miles de ciudadanos actuando conjuntamente en pos de un mismo objetivo, alcanzar un estado de libertad y progreso para todos. La revolución no armada con los métodos de la noviolencia tiene necesariamente que fundarse en principios, no solo éticos, sino políticos y sociales, y todos encuadrados en el principio fundamental de la legitimidad. Métodos políticos porque lo que se busca es alcanzar el poder político. Métodos sociales porque hay que unir en una sola voluntad a trabajadores, campesinos, juventudes, intelectuales. Métodos legítimos porque hay que construir una nueva legalidad amparada dentro de un marco constitucional.

En Cuba, el campo propicio para la resistencia noviolenta ya está arado y fertilizado, solo se requiere plantar la semilla y recoger la cosecha. La transición hacia la democracia no puede fluir de manera anárquica, llevada a cabo con métodos no democráticos. La transición debe conjugarse dentro de un marco constitucional, donde se garanticen todos los derechos civiles, políticos y sociales del pueblo. Hay que rescatar la tradición constitucional cubana y restablecer, desde el primer día, a la violada Constitución de 1940.

Todo el proceso de reconstrucción nacional debe ajustarse a los postulados de la Constitución; el gobierno de transición no puede, no debe asumir un poder legislativo actuando por decretos. Su función, restablecer el orden, haciendo solo los ajustes necesarios, derogación de la Constitución totalitaria, disolución del PCC como organización política y las denominadas organizaciones de masa. El gobierno de transición democrática debe formarse por acuerdo de las asociaciones de trabajadores, campesinos, juventudes e intelectuales que hayan participado dentro del movimiento de la resistencia noviolenta. Deberá cerrarle el paso a aquellos a los que Martí identifico como “los que se valen del anhelo de [la libertad] para desviarla en beneficio propio”.

Cumplamos el mandato martiano: “Para verdades trabajamos, y no para sueños. Para libertar a los cubanos trabajamos, y no para acorralarlos. ¡Para ajustar en la paz y en la equidad los intereses y derechos de los habitantes leales de Cuba trabajamos…”

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