Mario
J. Viera
Me
cuesta trabajo ordenar mis ideas. La ira me enturbia el pensamiento. Quiero ser
objetivo; pero no sé si es posible. El querer hacer y el no poder, es
angustiante. Ver lo que acontece y guardar silencio, no es posible. Saltan a
borbotones ideas que se enfrentan entre ellas expresándolas en palabras con
distintos calibres, medidas unas, inapropiadas otras… ¡No es fácil!
Hay
ocasiones, que a veces me asaltan, de cerrar los ojos, de voltear la página, de
negarme leer los periódicos, de escuchar las noticias, y entretener mis
ansiedades en juegos fútiles de internet o recreándome viendo una película
tonta o una serie de Netflix. Pero no puedo evitarlo tengo que volver al tema
como el perro vuelve a su vómito. Cuba duele.
Y
pienso, y me cuestiono si yo, de haber estado en Cuba cuando estalló la
revuelta, hubiera tenido el suficiente valor para unirme al gran tumulto de
protestas del día 11. ¡Quizá sí, quizá me hubiera tragado el temor, el mismo
que se tragaron los miles que desfilaron gritando, exigiendo “Patria y Vida”!
Pero, ¡coño, qué puedo decir desde la distancia, desde la tranquilidad del
exilio! Desde aquí, desde este tranquilo exilio ¿Qué me cuesta gritar libertad
y patria y vida? ¿Salir a protestar en el Versalles para demostrar que soy
cubano y que exijo libertad? Eso es fácil, si hasta pudiera verlo como una
fiesta, o como un modo más de romper la rutina. Frente a mí no tendría una
jauría de agresivos “boinas negras” y de sicarios mercenarios de la seguridad
del estado, o de turbas furiosas de agresores, armados con bates y hasta con
armas de fuego.
Por
supuesto que es correcto, y más que correcto, necesario, demostrar públicamente
que apoyamos a los que osan en Cuba alzar la voz; que en Cuba vean que estamos
con ellos. Manifestemos nuestro apoyo; pero que nadie, aprovechando la revuelta
popular en Cuba, nos manipule para adelantar intereses espurios o políticos.
Allá,
en Cuba se desata la represión, respuesta lógica de un régimen tiránico en
decadencia. ¿Cuántos dignos cubanos ya se encuentran desaparecidos o encerrados
en celdas de Cien y Aldabó y en Villa Maristas? ¿Cuántos han sufrido golpizas
propinada, a la par por varios rufianes de los órganos represivos? ¿Y los
heridos con armas de fuego o heridos en sus viviendas luego de ser asaltados
sus domicilios? No habrá piedad por parte de la tiranía. Así lo ha dejado bien
claro. Como esa cosa con figura femenina
con grados de coronel de nombre Moraima Bravet Garófalo, jefa de la
Dirección General de Investigación Criminal del Ministerio del Interior,
declaró: “En este proceso desarrollamos un conjunto de acciones investigativas,
de instrucción, periciales y operativas para demostrar que los actos del pasado
domingo constituyen un delito (…) Estamos convencidos de que detrás de estos
hechos está la mano del enemigo, y vamos a llegar hasta los instigadores
y los organizadores”. El derecho de opinar, el derecho de manifestación es
delito. Debemos considerar algo sobre lo que ha dicho esta señora coronel, que
detrás de todos esos hechos, está la mano del enemigo, sí, el hambre, la
miseria, el azote mal manejado de la pandemia, y la falta de derechos que sufre
el pueblo cubano, esa es la mano detrás de las protestas y sus instigadores es
el propio régimen del PCC.
Y
ese muñeco de paja, con capacidad de dirección propia de cualquier empleadillo
de oficina de correos, pero devenido presidente por su probada sumisión a los
grandes, a los mayimbes y cuyo nombre, que preferiría omitir, pero no
queda más remedio que señalar; ese tal Miguel Díaz-Canel, dijo: “Paz y
tranquilidad ciudadana, respeto, solidaridad entre compatriotas y hacia los
otros necesitados del mundo, salvando a Cuba para seguir construyendo,
creciendo, soñando y alcanzando la mayor prosperidad posible. Ese es nuestro
mensaje para nuestro pueblo”. La paz y la tranquilidad de los sepulcros, la
solidaridad de los sicarios para soporte de la dictadura. Esto no se trata de
pura demagogia, esto solo es cinismo.
Y
agrega, refiriéndose a los supuestos esfuerzos que su “gobierno” ha venido
acometiendo en la extracción de petróleo y en el proceso inversionista en el
sector turístico: “con el recrudecimiento del bloqueo y las 243 medidas, se
cortan todas las fuentes de ingreso que propiciaban esas oportunidades y
potencialidades que hemos ido desarrollando”. ¿Las 243 medidas de Donald
Trump fueron la causa eficiente para el estallido de la protesta social en
Cuba? Yunior García, del 27N podría rebatir lo dicho por el hombre de paja,
cuando, luego de ser puesto en libertad, se refirió a su arresto en L y 23 en
el Vedado: “…dejamos clarísima nuestra posición y nuestras ideas de cambio,
en un país que no frena su caída al barranco, con una aguda crisis sanitaria,
sin medicamentos ni comida, con una inflación galopante, una deuda
impagable, tiendas en moneda extranjera que se expanden como pulpos, un
país que se llena de hoteles mientras el fondo habitacional sufre un perenne
peligro de derrumbe y los hospitales no dan abasto. Un pueblo donde crece
el descontento, el desabastecimiento crónico, los apagones, los presos de
conciencia”.
Habría
que agregar también, un país donde la agricultura es un fracaso por los métodos
burocráticos de su gestión, por las prácticas incorrectas de laboreo de las
tierras, el regadío y el cultivo. Un país donde más del 75% de sus suelos
agrícolas sufren profundas degradaciones, de erosión laminar y eólica, y de
salinización. Un país donde su gobierno destruyó su antes poderosa industria
azucarera; un país que arruinó su ganadería; un país cuyo gobierno se mantenía
por los subsidios que le brindaba un imperio extranjero, que no supo
capitalizar recursos; pero con recursos para levantar prisiones por todo el
país, para invertir parte de su presupuesto en propaganda política y en la
manutención de sus órganos de prensa y televisivos, y vive del producto de las
remesas de los cubanos en el extranjero, y de los recursos que provienen del
turismo.
Las
medidas de Trump fueron un elemento, pero no el fundamental de la crisis
económica por la que atraviesa el país, esa ruina viene desde los inicios del
régimen.
¿Qué
se supone debe hacer el presidente de una república democrática ante masivas
manifestaciones de protestas populares? Buscar el diálogo sin recurrir a la
represión, aunque esto no siempre se cumple, como ha sido el caso, en Colombia
y en Chile, durante los pasados disturbios populares de protestas en esos
países. No obstante, ni el presidente Iván Duque, ni el presidente Sebastián
Piñera osaron hacer lo que el hombre de paja de Cuba, Miguel Díaz-Canel se
atrevió, hacer un llamado para enfrentar al pueblo contra el pueblo: "Estamos
convocando a todos los revolucionarios del país, a todos los comunistas, a que
salgan a las calles y vayan a los lugares donde vayan a ocurrir estas
provocaciones (…) La orden de combate está dada: a la calle los
revolucionarios".
De
inmediato, actuó. Puso en movimiento a las brigadas de respuesta rápida,
movilizaron a los militantes del PCC de cada centro laboral, confeccionaron
rápidamente bates de madera, y llevaron en ómnibus a toda esa gentuza para
salir a la calle y agredir a sus propios hermanos. ¿Qué hubo de común en las
protestas en Colombia y Chile? ¡La desigualdad social! En ambos casos, debida a
las políticas económicas impuestas por el neoliberalismo. ¿Qué diferencia o
similitud hubo entre las protestas chilenas y colombianas con el estallido de
protestas en Cuba? Similitud, la desigualdad social debida al fracaso económico
del sistema comunista; diferencias, ¡muchas! En Colombia y en Chile no existe
un Estado policiaco, existe el derecho a la opinión, el derecho de
manifestación, el derecho de libre organización política, existe el periodismo
libre, existe una sociedad civil que puede expresarse libremente; ¡Nada de eso
existe en Cuba! En Chile y en Colombia, los detenidos en movimientos de
protestas son puestos en libertad de inmediato; en Cuba hay varios centenares
de detenidos, muchos de ellos se desconoce su paradero y todos, están expuestos
a la venganza de la tiranía; serán llevados a los tribunales y sometidos a
juicios sin las debidas garantías procesales y sin el asesoramiento de abogados.
El
New York Times, refiriéndose al caso chileno cita a John Polga-Hecimovich,
experto en América Latina de la Academia Naval de Estados Unidos, cuando este dijo
que los disturbios en Chile y las crisis similares que han sacudido a la región
en los últimos meses deberían alertar a las élites políticas: “Esta podría ser
la llamada de atención que algunos de estos gobiernos y partidos políticos
necesitan para mejorar su representación y gobernanza”; algo de lo que
absolutamente carece el régimen totalitario del PCC.
Ante
la respuesta del régimen cubano de perseguir y criminalizar a los que osaron
pedir cambios y libertad, la comunidad cubana en Estados Unidos respondió con
manifestaciones de rechazo. Indignación e ira había entre los cubanos. Se
repetía lo mismo en diferentes ciudades del mundo donde existen comunidades cubanas.
En Washington, frente a la sede de la embajada cubana, amaneció una enorme
pintada de CUBA LIBRE sobre la calle que da acceso a esa sede. ¿Una sola voz de
repudio? Solo en apariencias, porque la comunidad cubana está dividida en
cuanto a la respuesta que Estados Unidos debe darle al régimen de La Habana.
Están
aquellos que exigen imponer medidas extremas contra la dictadura cubana, y
están aquellos que rechazan tales propuestas y solicitan el levantamiento, no
solo de las extremas sanciones económicas impuestas por Trump contra Cuba, sino
también del embargo que Estados Unidos mantiene desde 1962. Los primeros, una
abigarrada mayoría; los segundos, minoritarios. Y ambos grupos reclaman y le
exigen a Joe Biden que acceda a sus peticiones. Los primeros, los más
publicitados, como publicitados son los líderes inamovibles de las
organizaciones de exiliados, que aparecen ante las cámaras de la televisión
vistiendo de saco y corbata, acompañados de políticos de corte republicana y
fuera de la multitud; no descienden de los estrados para fundirse con la gente
que dicen representar. Detrás de sus propuestas se esconde un interés político,
bien lejos de lo esencialmente cubano.
Así
aparece Ron DeSantis, el gobernador de la Florida, con una propuesta
interesante para bloquear el apagón de internet impuesto por el régimen del PCC
para silenciar las denuncias durante los disturbios populares, y, de inmediato,
la congresista republicana María Elvira Salazar suelta su gota de veneno: “Necesitamos
la voluntad política del gobierno de Biden” ─ soltó, para luego agregar ─ “Y
si el gobierno federal considera que no puede pagar los recursos, lo hará la
comunidad cubana-estadounidense”. Biden responde entonces: "Cuba
es, desafortunadamente, un estado fallido y está reprimiendo a sus ciudadanos. Han
cortado el acceso a internet. Estamos evaluando si tenemos la capacidad
tecnológica para restaurar ese acceso".
El
sector moderado de la comunidad cubana le reclama a la Casa Blanca que cumpla
sus promesas de aperturas hacia Cuba, aunque, en realidad este nunca dijo tal
cosa, y hasta ahora no ha levantado las sanciones impuestas por su antecesor en
el cargo; y declara: "Hay una serie de cosas que consideraríamos hacer
para ayudar al pueblo de Cuba, pero requeriría una circunstancia diferente o
una garantía de que el gobierno no se aprovecharía de ellos. Por ejemplo, la
capacidad de enviar remesas a Cuba. No haríamos eso ahora porque es muy
probable que el régimen confisque esas remesas o grandes porciones. (…) Estaría
dispuesto a dar cantidades significativas de vacunas, si de hecho se me
asegurara que una organización internacional administraría esas vacunas”.
Claramente ha sido su respuesta; y esa respuestas la entiende bien el régimen
del PCC.
Todos
aquellos que, como amigos virtuales, me siguen en Facebook, o en las páginas de
este blog, me conocen como un pertinaz detractor de las sanciones económicas no
selectivas que Donad Trump impusiera sobre Cuba, porque las consideraba como
más perjudiciales para el pueblo raso de Cuba, que para el régimen dictatorial.
Pero, en estos momentos, si Biden accede a cumplir los deseos de aquellos que
le reclaman el levantamiento de todas las medidas impuestas por Donald Trump,
sería el peor error político que cometiera; sería como darle carta blanca a la
tiranía del PCC para acometer tranquilamente todos los actos de violencia
represiva que ha estado empleando para ahogar las protestas.
Pretender
que el movimiento de protestas generado en la isla es consecuencia del
endurecimiento del embargo, simplemente es un intento de descalificar la razón
de las protestas. Si bien las medidas implantadas por Trump son un factor más
de la ecuación social en Cuba, no es el determinante, como he expuesto más
arriba. El régimen, de un portazo, ha cerrado las puertas a un relajamiento de
las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Como en 1996, cuando Bill Clinton
se planteaba vetar la Ley Helms-Burton, el régimen de la isla, ante el reto que
le planteaba Concilio Cubano, para dar un escarmiento, derribó a dos avionetas
no artilladas de Hermanos al Rescate, obligando a Clinton a firmar el proyecto
aprobado por el Congreso; ahora hace lo mismo, ante el espanto que le causaron
las protestas multitudinaria, prefirió actuar violentamente sin importarle para
nada, que ese acto eliminaría la posibilidad de un nuevo relajamiento en las
relaciones entre los dos estados, colocando a Biden en una encrucijada
política. El régimen del PCC ha minado y hecho estallar los “puentes de amor”
que algunos cándidos y timoratos pretendían erigir, supuestamente a favor del
pueblo cubano.
Por
estas razones, resulta insultante el comunicado que recientemente publicara el
capítulo de Florida del Black Lives Matter (BLM), un movimiento en respuesta a
la violencia policiaca y al racismo. "Esta cruel e inhumana política
instituida con la explícita intención de desestabilizar el país y socavar el
derecho de los cubanos a escoger su propio gobierno, está en el corazón de la
actual crisis cubana” ─ se afirma en el comunicado del BLM. Sin embargo,
BLM habla sin sentido, haciendo omisión del hecho de que, el derecho de los
cubanos a escoger su propio gobierno ha sido conculcado por la rigidez de un
partido único que se mantiene en el poder sin la legitimidad que confieren las
elecciones libres, competitivas y transparentes.
Y
continúa el comunicado de BLM afirmando: “Desde 1962, los EEUU han provocado
dolor y sufrimiento al pueblo de Cuba cortando el suministro de comida y
medicinas, costando a la pequeña Isla un estimado de 130 billones de dólares".
Sin embargo, los redactores del comunicado pecan por ignorancia o por
convergencia ideológica con el régimen implantado en Cuba. En primer lugar,
aceptan como bueno, sin un análisis crítico, el cálculo de afectaciones que
ofrece el gobierno del PCC; pasan por alto un detalle; precisamente en lo del
suministro de comida y medicinas, cuando, en realidad, dentro de las líneas del
embargo está permitido el envío de ayuda humanitaria, así como la exportación
de alimentos, aunque, en este caso, se exige el pago previo; además, está
autorizada la venta de medicamentos aunque cumpliendo con determinadas
condiciones de transacción.
Parece
que no han tomado nota de lo asegurado por Erika Guevara-Rosas, directora para
las Américas de Amnistía Internacional a la BBC Mundo: "Ellos [el
gobierno cubano] han generado una narrativa como si se tratara de un bloqueo
completo y se trata de un embargo económico y financiero, con todas las
implicaciones que eso tiene en la vida de las personas". Precisó que,
en la actualidad Estados Unidos es el principal exportador de alimentos y
medicamentos a Cuba; y destacó que el 80% del consumo de carne y pollo de
la isla proviene de Estados Unidos, aunque omitió decir que estos productos
solo son accesibles para los cubanos en las tiendas MLC que hacen sus ventas ─
luego de satisfacer las necesidades de los altos mandos del Partido Comunista,
las Fuerzas Armadas y el Gobierno ─.. en divisas y a precios elevados. Este es
uno de los factores que más incidieron en la revuelta nacional.
Para
concluir, en el comunicado de BLM se declara: "Cuba ha demostrado
solidaridad históricamente con pueblos oprimidos descendientes de africanos,
protegido a revolucionarios negros [por ejemplo la militante del Black
Panters, Assata Shakur, condenada en Estados Unidos condenada por matar a un
policía en Nueva Jersey en 1973], garantizándole asilo, apoyado las luchas
de liberación negras en Angola, Mozambique, Guinea Bissau y Sudáfrica".
Los líderes de BLM no toman en cuenta que el PCC ha mantenido siempre una
política de discriminación hacia los negros, se ha repetido en los
descalificativos que ha hecho de los miembros del Movimiento San Isidro; y no
solo discrimina a los negros, sino también a todo aquel que disienta de la
línea oficial, sin importar que sea negro, mulato o blanco, Los únicos que son
considerados como personas, para el partido comunista, son los partidarios de
la dictadura, los “revolucionarios”, para los cuales son las calles y las
universidades. Realmente, cuando BLM se alinea a favor de la dictadura del PCC,
toda su labor, toda su lucha, como organización, queda descalificada.
Del
otro lado de los moderados de la diáspora cubana ─ no hay puntos medios ─, están
los “duros”, los inclaudicables, los que reclaman con mayor fuerza, los que
piden acciones radicales en contra de la dictadura y hasta proponen, en un
documento dirigido a la Casa Blanca acompañado de una inusitada cantidad de
firmas, bombardeos “humanitarios” sobre La Habana. Y se van a Washington a
presionar al presidente de Estados Unidos, so pena de que, si este no cumple con
lo exigido, no contará con sus votos en la próxima campaña electoral, algo que,
por supuesto, no le impedirá a Biden conciliar el sueño; bien conoce que
muchos, prácticamente la mayoría de los procedentes de Miami, firmantes del documento
de marras y de aquellos concentrados ante la Casa Blanca, no votaron por él,
que son ardientes seguidores de Donald Trump, que en Miami hicieron actos de protesta alegando, como
Trump, que se había cometido fraude electoral y que le acusaban de ser hasta
comunista. Bien saben que Estados Unidos no invadirán a Cuba con sus tropas;
así lo hicieron saber los senadores Bob Menéndez, demócrata y Marco Rubio, republicano.
Aunque
Estados Unidos ha ejecutado operaciones militares sin el aprobado del Congreso,
como fue la invasión a Panamá para derrocar al general Noriega y la invasión a
Granada, también Estados Unidos se han inhibido de intervenir en otros países
para restaurar “la justicia”. Trump, aparte de sus “todas las opciones sobre la
mesa” no envió a los marines contra Venezuela a pesar de que durante las
protestas populares del 2017 hubo entre 127 y 157 muertes; ni tampoco contra
Nicaragua, donde en siete meses de protestas contra el régimen de Daniel Ortega
se produjeron 535 muertos. En Birmania luego del golpe de estado propinado por
el ejército, la soldadesca acribilló a los manifestantes no violentos con un
saldo de 110 víctimas; Estados Unidos no intervino militarmente, como no
intervino en Tailandia, como no intervino en Bielorrusia donde, durante las
protestas populares, se hicieron 35 000 arrestos y miles fueron golpeados por
los sicarios de Aleksandr Lukashenko. Ellos lo saben, pero están frente a la
Casa Blanca siguiendo el libreto que otros les han trazado. Indigna ver que
haya quienes se aprovechan del dolor y de la ira de la diáspora cubana en
Estados Unidos para adelantar sus propias agendas políticas, o impulsar ruines
intereses personales. Por Cuba se requiere una voz, fuerte, enérgica, independiente
y sin la demagogia de algunos políticos. Una voz unitaria, no los clamores de
los oportunistas de siempre. Una voz, en fin, que se pronuncie en cubano.