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sábado, 13 de febrero de 2021

¿Sueños de profesionales en la Cuba de hoy?

 Lázaro González Valdés

 


El que tenga oídos que oiga. Si no oye, ya le pisarán su callo:

 

La Revolución, en el principio,

creó el odio y sus leyes.

Cuba fue un caos total,

las tinieblas cubrían la razón,

y la venganza se movía

sobre el ámbito social.

Y la Revolución dijo: “¡Haya exclusión!”.

Y la exclusión reinó para siempre.

 

La génesis de la Revolución cubana fue violenta y excluyente. Hoy sigue siendo violentamente excluyente, y la lógica elemental indica que lo seguirá siendo, porque se niega a ser reformada.

 

La exclusión de los revolucionarios se manifiesta en disímiles formas tangibles. Así ha sido incluso desde 1957 cuando el núcleo original, que se auto proclamó “revolucionario”, no había obtenido el poder político. Por ejemplo, a un miembro del Movimiento 26 de Julio afiliado a la guerrilla comandada por Fidel Castro en la Sierra Maestra, lo excluyeron de ese movimiento y guerrilla porque se bebió una lata de leche que robó en la cocina del campamento. Su exclusión fue por fusilamiento. Por supuesto, el castigo fue apropiado y conforme a la naturaleza del acto cometido (¡pobre de Montesquieu y su Espíritu de las Leyes!), según criterio del tribunal, compuesto por juristas revolucionarios, que le dio al acusado la oportunidad de defenderse en un juicio que duró unos minutos, le admitió a trámite el proceso de apelación que terminó ratificando la pena máxima en pocos minutos, y rechazó el derecho de súplica en sólo un minuto.

 

Más tardó en alistarse el pelotón de fusilamiento, que todo el proceso legal dispuesto al efecto para excluir al bebedor de leche por cuenta propia.

 

Indudablemente, la justicia revolucionaria ha sido súbita, sobre todo si tiene un interés específico o si necesita quitar del medio a quien considere peligro. En tales casos, llega veloz tal justicia. No deja resquicio a la duda razonable ni a la defensa eficiente, porque no da tiempo a razonar ni a defenderse. Su estilo es “el que da primero da doble”. Esa inmediatez es el antecedente de un par de figuras jurídicas que ensombrecen hoy el proceso penal y Derecho cubanos bajo los denominativos de “procedimiento sumarísimo” y “procedimiento abreviado”.

 

También fue así de repentina la Revolución en 1959 cuando, haciendo uso del poder político recién atrapado, manufacturó un “Tribunal de Depuraciones” que echó de su empleo a todo profesor y estudiante universitario disidente de la Revolución.

 

Quizá el primer profesor juzgado y depurado fue el ex presidente de la República de Cuba Dr. Ramón Grau San Martín, a quien acusaron de haber sido candidato a la presidencia en las elecciones del 1 de noviembre de 1958. ¿Qué tiene que ver la afiliación política de un docente con su pertenencia a la universidad? La respuesta es obvia: Alma Mater fue excluida. Quedó imposibilitada de nutrir el intelecto y la cultura, porque inició la era de “La universidad es sólo para los revolucionarios”.

 

El Tribunal de Depuraciones, la Comisión Mixta de Depuraciones y la Ley No. 277 del 23 de abril de 1959 fue la mezcla fulminante con que la revolución asoló las universidades despidiendo profesores y alumnos a granel. En 1959, solamente en la Escuela de Medicina de La Habana fue eliminado el 47 por ciento de su claustro original[1],[2],[3].

 

En contraste con esta historia ─ real y documentada ─ de frustraciones individuales, violación masiva del derecho humano a la educación superior y de abolición de la autonomía universitaria, hay compatriotas que acaban de percibir, por el infalible “método del callo pisao”, que la Revolución es el espantasueño de los profesionales, y también la pesadilla inconmensurable que desvela a quienes tratan de conseguir su título universitario.

 

Entre los recién apercibidos, de acuerdo a Diario de Cuba (DDC), destaca la arquitecta Lilie Suárez quien declaró en redes sociales que “acaban de destruir con un documento oficial el sueño de todos los profesionales[4].

 

La conclusión de Suárez se basa en la lista, publicada por el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social en febrero 10 de 2021, por medio de la cual ese organismo del Estado prohíbe el ejercicio de casi todas las profesiones que se estudian en las universidades y escuelas técnicas, a menos que esas actividades se ejerzan bajo el control totalitario, politizado y caprichoso del Estado que, por norma constitucional, sólo puede ser dirigido, administrado y representado por funcionarios del partido comunista, o sea funcionarios de la Revolución, porque Revolución, Estado y funcionarismo comunista es la perversísima trinidad que rige en la escena surrealista del cuadro donde ha quedado atrapada la sociedad cubana desde 1959.

 

Sin embargo, la protesta cibernética de la arquitecta Suárez no es exclusiva porque a ella se unieron las voces virtuales de oficinas de arquitectura como Infraestudio, Ad Urbis, Apropia Estudio y Albor Arquitectos. Otra demanda, según DDC, vino de la restauradora Salomé García Bacalla, quien no se calla ante la lista negra de profesiones y cuestiona: “Comenzarán a perseguir a los arquitectos cubanos que la misma élite contrata para proyectar sus casas sabiendo que esa actividad está prohibida” [4]

 

¡Anda! Con su revelación deschavetada García Bacalla riposta el pisotón de callo conque el Estado la excluyó a ella y al resto de los profesionales y técnicos de la industria independiente de la construcción, remodelación y reparación de inmuebles.

 

Otros tipos de trabajo por cuenta propia fueron estigmatizados en la lista negra de actividades prohibidas. Entre ellos, periodismo, producción artística, contabilidad, abogacía, edición de textos... y continúa el listado hasta llegar a 124 profesiones.

 

La artista Tania Bruguera ve estas prohibiciones como “la talibanización de la Revolución cubana”. Para la curadora Solveig Font “esta es la confirmación (…) de que el Decreto (Ley) 349 sí se está instaurando”. En tanto que la crítica de arte Janet Batet advirtió: “Avanzamos al Medioevo a pasos agigantados” [4].

 

La Revolución hizo su movida excluyente. Ahora excluyó a decenas de miles de cuentapropistas dejándolos sin empleo, en medio de la crónica crisis económica que se agudiza por la pandemia de COVID-19. Si los perjudicados desafían individualmente la lista negra y siguen ejerciendo sus profesiones van a ser blanco fácil de la maquinaria represiva, eficiente, y aceitada legalmente con el Código Penal y la Ley No.75.

 

Esta lista negra de actividades independientes es la respuesta a las demandas de diálogo y respeto a los derechos culturales y civiles realizadas principalmente por el Movimiento 27N, que pudo movilizar frente al MINCULT unos 300 artivistas, cifra inalcanzable para los grupos disidentes que han logrado sobrevivir en Cuba luego de las embestidas militares de 1996 y 2003.

 

La Revolución consigue sobrevivir atomizando a la sociedad (como hace toda dictadura), cuidando la integridad de sus pilares de apoyo y sus fuentes de poder, pero hace énfasis en la relación miedo al castigo-obediencia por su importancia en el mantenimiento del disenso en niveles inocuos para ella.

 

Por lo tanto, la lista de actividades profesionales prohibidas no es un mero documento burocrático sino el arma legal que la jerarquía de la Revolución pone en la garganta del N27, del MSI y de los demás grupos disidentes para evitar que avancen más allá de la raya roja. Es el detente cosido por malos juristas en el viejo traje del Estado totalitario ordenado por esa Revolución que en Naciones Unidas finge orgasmos democráticos.

 


El conflicto llegó al punto donde Gene Sharp recomienda lo que él llama “jiujitsu político”. Esto indica que, si se quieren cambios, es tiempo de que los perjudicados por la lista negra de actividades prohibidas se unan con esa vanguardia que se ha delineado con el 27N y el MSI. Le toca a la vanguardia tomar la iniciativa porque según datos oficiales[5] los cuentapropistas sobrepasan los 605 mil y, considerando el padrón electoral de 2019, la resistencia no violenta sólo necesita unos 420 mil activistas en las calles para ponerle fin a la exclusión revolucionaria.

 

¡Ahora le toca jugar a las víctimas!

 

Pero si no hacen bien su movida, los profesionales seguirán desvelados, el resto de la sociedad desarraigada y la Revolución seguirá diciendo: “¡Haya exclusión! Y la exclusión reinará para siempre”.

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