Mario J. Viera
Los dos barcos: el primero fue el trasatlántico alemán MS
Saint Louis que llegara al Puerto de La Habana el 27 de mayo de 1939; el
segundo, el crucero británico MS Braemar que atracó en el Puerto del Mariel este
17 de marzo. Dos destinos diferentes tuvieron los pasajeros de ambas
embarcaciones. En el Saint Louis llegaban 930 judíos con visas para desembarcar
en Cuba en busca de refugio. En el MS Braemar, llegaban 682 pasajeros, en su
mayoría turistas italianos, colombianos, australianos, canadienses, irlandeses,
británicos, holandeses, noruegos, suecos y japoneses, ninguno con visas para
desembarcar en Cuba; pero mientras que al primero no se le permitió que sus
pasajeros desembarcaran en Cuba, el segundo recibió la buena acogida
gubernamental. Dos épocas diferentes, en 1939 en Cuba regía un gobierno
supuestamente democrático, en tanto que ahora, Cuba es regida por un gobierno
totalitario.
Desde finales de febrero el MS Braemar de la Fred Olsen
Cruise Lines, surcaba. las aguas del Caribe. Todo normal, hasta que arribó al
Puerto de Cartagena en Colombia donde desembarcó una estadounidense que fue
diagnosticada con el coronavirus. Ahí comenzó la odisea del crucero, cuando
puso proa hacia el puerto colombiano de Barranquilla, ya abordo había cinco
casos de contagios, cuatro pasajeros y el médico de la nave habían adquirido el
Covadid-19. La nave impedida de entrar en Barranquilla, se dirigió a Curaçao intentando
hacer puerto en Willemstad. Un nuevo rechazo. En el puerto de Bridgetown de
Barbados se le niega la entrada al Braemar. Navegando bajo bandera de Bahamas,
hacia allá se dirige, pero el 13 de marzo el gobierno de Nassau, considerando
que lo hacía para proteger la salud y la seguridad de los habitantes de las
Bahamas le prohibió tocar puerto. En aguas cercanas a Bahamas se mantuvo
anclada la nave con sus 682 pasajeros, sus 381 miembros de la tripulación, los
cinco contagiados y alrededor de 40 entre pasajeros y tripulantes aislado por
presentar síntomas del coronavirus. Aguardando recibir suministros y asistencia
sanitaria.
El 13 de marzo el gobierno británico le hace una
solicitud de apoyo al gobierno de Cuba. En un comunicado el Ministerio de
Relaciones Exteriores de Cuba expresó: "Ante la urgencia de la situación y
el riesgo para la vida de las personas enfermas, el Gobierno de Cuba ha
decidido permitir el atraque de esta embarcación y adoptará las medidas
sanitarias establecidas para recibir a todos los ciudadanos a bordo".
Bastó solo esta declaración del gobierno cubano para que
se levantaran voces críticas dentro de un importante sector del exilio cubano.
Poco antes, ese mismo sector del exilio, movilizado por un ridículo y
oportunista “influencer”, había
realizado un desfile en automóviles reclamando del gobierno de Donald Trump más
severas sanciones económicas en contra de Cuba; ahora ese mismo exilio se
indignaba y rugía en contra de la irresponsabilidad del gobierno de La Habana
exponiendo al pueblo a un contagio masivo del coronavirus. ¡Siempre estos parlanchines
hacen el ridículo! Cuando el Braemar hizo puerto en Mariel, de inmediato el
gobierno cubano, siguiendo “los protocolos establecidos por la Organización
Mundial de la Salud (OMS) y el Ministerio de Salud Pública de Cuba” ─ como
afirmó el Ministerio de Salud Pública ─ fueron desembarcados todos los enfermos
y los británicos a bordo y trasladados de inmediato desde el puerto del Mariel
hasta la pista del Aeropuerto Internacional José Martí, donde el gobierno británico
ya tenía dispuestos cuatro vuelos chárteres. para de inmediato llevarlos a Gran
Bretaña.
Ahora desde el exilio no se menciona el “posible riesgo a
la salud” de la población en Cuba. Ahora el alegato es diferente y falaz.
CiberCuba habla de “una fuente de la Aviación Civil de Cuba” que dice que el
gobierno de la isla “cobraría más de dos millones de dólares norteamericanos en
concepto de servicios aeroportuarios para la evacuación de pasajeros y
tripulantes”. La credibilidad de la anónima fuente, es la credibilidad que
cualquiera le quiera dar. Pero hay algo más, según lo cita la página digital
germana DW. John S. Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comercial
Estadounidense-Cubano, con sede en Nueva York, duda que la decisión del
gobierno de Cuba “obedezca solo al altruismo”. Kavulich habla de que “años
atrás” Rusia y China, por razones de salud, suspendieron la compra de carne de
ave y cerdo de Estados Unidos, lo cual no hizo Cuba y "se ganó la
gratitud" de quienes representan los intereses agropecuarios
estadounidenses; entonces dice: "Lo que ha hecho Cuba al permitir la
entrada al crucero de Gran Bretaña es similar; Cuba recibirá reconocimiento de
la comunidad internacional, en especial del gobierno de Boris Johnson, de la
Unión Europea y de la ONU. Genial de su parte”.
¡Qué difícil es hablar de Cuba en estos tiempos de
COVID-19! Todo se enreda en un mar de especulaciones, en la consabida
desconfianza hacia el régimen que allí impera, y en el desprecio que muchos
"exiliados" hacen gala del pueblo cubano. Yo creo en Cuba, eso en
primer lugar. No creo en su gobierno, pero creo en Cuba y en los cubanos.
Quizá el malgobierno cometa errores en el manejo de la
epidemia, no puedo asegurarlo, pero el médico cubano, el profesional de la
salud cubano, son, por encima de ideologías, cubanos. Conozco a mi pueblo y sé que ningún cubano se negará a
hacer el mayor de los sacrificios para evitar la propagación extensiva de la
epidemia. Sé, lo conozco de primera mano, que todos los médicos, todos los
investigadores en microbiología cubanos se dedicarán por entero a combatir la
enfermedad, sin medir tiempo. El médico cubano ama a su profesión, la lleva en
su pecho, no es médico por la paga es médico porque lo es.
En 1939 el buque MS Saint Louis, de la compañía naviera
Hamburg-Amerika Line (HAPAG) había zarpado con destino a Cuba desde el puerto
de Hamburgo; abordo iban 937 pasajeros, de los cuales 930 eran refugiados
judíos y del total, 158 eran niños (la mayor parte eran ciudadanos alemanes,
algunos eran de Europa oriental, unos pocos eran “apátridas”). Huían de la
amenaza nazi y ansiaban encontrar asilo y refugio en Estados Unidos, Canadá y
Cuba. La prensa derechista de Cuba, entre las que se destacaban el Diario de la Marina, propiedad de la
influyente familia Rivero, y Avance,
propiedad de la familia Zayas, que habían apoyado a Franco, ante la inminente
llegada del barco a Cuba exigían al gobierno cubano que no continuara
admitiendo más refugiados judíos, como los 2 500 que ya había recibido como
refugiados.
En realidad, la negativa del gobierno de Laredo Bru de
negar a darle asilo a los judíos del Saint Louis se debía a presiones del
Secretario de Estado de Estados Unidos, Cordell Hull, y del Secretario del
Tesoro, Henry Morgenthau, con el pretexto de que las cuotas para los
potenciales emigrantes provenientes de Europa central estaban ya cubiertas en
los Estados Unidos. El Saint Louis luego de viajar hacia Key West y más tarde a
Canadá sin que fueran acogidos los refugiados volvió proa hacia Europa, hacia
el puerto de Amberes, desde esa ciudad los 907 pasajeros judíos lograron
refugio en Bélgica, Reino Unido, Francia y los Países Bajos, aunque más de 250
de ellos terminarían siendo asesinados en los campos de exterminio nazi.
Hoy, se está corrigiendo aquella falta de humanidad, al recibir
a los pasajeros del MS Braemar, lástima que la rectificación la haya llevado a
cabo un gobierno criminal como el que dirige el partido comunista de Cuba.
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