Mario
j. Viera
¿Cuántos líderes hay dentro del exilio
cubano? No tengo la cifra, pero imagino que pueden contarse por cientos, digo,
atendiendo a los cientos de proyectos, mociones, directivas, acuerdos y
convenios que brotan del caudal inagotable del oposicionismo del exilio.
Cientos, ¿tal vez más?, de proyectos, dirigidos a socavar, debilitar,
erosionar, y derrocar al castrismo, han sido presentados sin interrupción
durante seis décadas. Todos considerados como la cumbre del pensamiento
opositor, como infalibles soluciones al conflicto con el castrismo... No
obstante, el régimen castrista se mantiene, negándose, de manera terca e
intransigente, a cambiar, a modificar sus estructuras. No se mueve ni un
milímetro. Es que todos los mágicos proyectos del exilio, e incluso algún que
otro aparecido al interior de la isla, no han recibido el apoyo de las
multitudes en Cuba, tal y como se esperaba sucediera. Pareciera que el pueblo,
la gente, como se le denomina “de a pie”, no tiene interés por los cambios, que
está resignada... ¡Desconsuela que los que debieran decidir su destino, nada
deciden, que los cubanos no están dispuestos a tomar una decisión definitiva,
que Cuba no decide...! Sin embargo, Cuba
¡tiene que decidir!
Pero, ¿por qué esta falta de respuesta, de
las masas cubanas, a los enjundiosos proyectos elaborados por esa pléyade de
líderes de primera fila y abnegados activistas de ciertas y particulares
organizaciones del exilio? ¿Es por miedo? Realmente existe el miedo dentro de
la isla; pero el miedo puede dominarse en un momento determinado... ¿Porque se
ha perdido dentro de la masa nacional la virilidad civil? Algo hay de esto a no
dudarlo; aunque muchos alegan, “son carneros” que todo lo soportan; otros
alegan “porque se han acondicionado a las remesas que reciben del exilio”. No
tanto, no es preciso. Los cubanos son prisioneros, sin voz propia, de un
régimen presidiario, policiaco, totalitario. ¡Es un hecho!
Frente al pueblo, se levantan dos
tremendos monstruos espantosos, aterradores; ¿quién osa enfrentarles? Allí se
levanta terrible el Leviatán del Estado totalitario: “Con sólo ver a Leviatán, cualquiera se desmaya de miedo. Si alguien lo
provoca, se pone furioso; nadie es capaz de hacerle frente. ¿Quién, que se le
enfrente, saldrá sano y salvo? ¡Nadie en todo el mundo!” ((Job. 41: 9 – 11),
y se eleva, en la imaginación popular, el fuerte aliado y soporte del Leviatán.,
el Argos sigiloso y cruel, el gigante de cien ojos, que todo ve, que todo
escruta, toda la fuerza policiaca de represión e inteligencia.
Es que parece no se entiende lo que es un
pueblo subyugado por un poder totalitario. Para entender los temores y los
anhelos del pueblo, hay que convivir dentro de su seno, sudar con el pueblo,
sentir su vibración, y no hacer conclusiones idealistas sobre lo que es el
pueblo, partiendo de lo que debiera ser y no de lo que, en realidad, es. Es que
no se entiende lo que moviliza a los pueblos o lo que les inmoviliza. Y no se
entiende esta verdad, porque asumimos la psicología de la aldea, de la tribu, y
porque colocamos, por sobre toda realidad, nuestro propio ego. ¡Ah, el ego, con
su carga de arrogancia y soberbia! Es el anhelo de sobresalir, es el vivir en
el engaño, para creerse superior y no ver las realidades. Debemos hacer como
Martí expresó en Patria del primero de abril de 1893: “Aquí el hombre no tiene nada que hacer. Hoy es uno y mañana es otro. La
Persona hemos puesto de lado: ¡Bendita sea la patria!"
Hay en cierto sector del exilio, por
suerte, no todo el exilio, un inusitado anhelo por sobresalir y, sin embargo,
ni siquiera tienen el menor concepto empírico de lo que es la realidad del
pueblo de Cuba; ese pueblo que padece bajo el poder del régimen
fascista-comunistoide o comunista –fascistóide, que rige en Cuba. que le
estrangula y oprime, y, que, en apariencia, es inconmovible. Carentes del menor
concepto de qué se entiende por dinámica social, elaboran proyectos tras
proyectos de gobiernos de transición, de idílicos “plebiscitos vinculantes”
para decidir el destino de la Nación, pero que olvidan cómo movilizar al
pueblo, cómo motivar en el pueblo la conciencia de la necesidad del cambio.
Quizá debieran estos promotores de proyectos tomar algunas clases elementales
de sociología, ¿y por qué no, de psicología de las multitudes?
Entonces, cuando no hay respuesta positiva
a lo que promueven, ese sector del exilio, por suerte, no todo el exilio, cae
en la decepción, y reclaman sanciones económicas contra el régimen castrista,
todas las que se puedan y más, hasta arruinar las finanzas de la tiranía, aunque
se produzca el daño colateral al pueblo. Olvidan que el castrismo es una gran
mancha de lodo y, como el lodo, puede moldearse, según las intenciones e
intereses de sus artífices, tiene capacidad de adaptación ante cualquier
contingencia y, cuando se ve apretado, entonces aprieta y aprieta más y más al
pueblo, y resiste, cargando todas las penurias de su resistencia, no sobre su
elite, sino sobre el lomo de los cubanos. Y el hambre no hace que los pueblos
se rebelen. Y hay quien asegura que desde que el mundo es mundo se ha afectado
al pueblo para que proteste y logre el cambio. ¡Hay que presionar con todos los
rigores inimaginables para obligar al pueblo a que se rebele! Parece muy
pragmática la idea, que no voy a calificar de falacia, pero sí como verdad a
medias, sin olvidar que, en toda verdad a medias, siempre existe una mentira a
medias.
Cierto es que algunos reclaman a los
propulsores de los daños colaterales el no haber protestado en la isla, como
aquí protestan al amparo de las libertades existentes en esta tierra de
libertades. La respuesta que alguno da es que, huir de una dictadura es una
manera de protestar y estar en contra de ella; manera por cierto muy cómoda de
protesta y oposición; algo así como la propuesta castrista de “No me digas lo
que hiciste, sino lo que estás haciendo”. Por supuesto, todo el que no comparta
las ideas de ese sector particular del exilio, que no es todo el exilio por
suerte, es como ser un activista pro castrista.
Aclaremos algo, los luchadores sociales o
políticos, que han promovido cambios, para lograrlo ¿se han visto precisados a
afectar a sus pueblos para obligarles a unirse a la protesta? Eso es totalmente
falso. ¿A quién se le puede ocurrir que, para recibir apoyo popular a sus
demandas, comience por presionar, por castigar al pueblo? Lo primero que hacen,
esos luchadores por el cambio, es captar a sus pueblos con propuestas que les
sean beneficiosas, que les inspiren a plantearse la necesidad del cambio. Las
presiones sobre los pueblos las practican las dictaduras cuando se percatan que,
dentro de las masas populares, hay decisión para impulsar el cambio. Entonces
reprimen, encarcelando y asesinando. Eso ocurrió en Cuba durante las guerras
independentistas, con la proclamación del bando de Balmaseda, en la Guerra de
los diez años, o el bando de reconcentración de los campesinos por Valeriano
Weyler; o el mismo bando del castrismo que, para quitarle apoyo a las guerrillas
del Escambray que se le oponían, edificó los guetos de los pueblos cautivos.
Los pueblos se rebelan contra los que les oprimen, contra los que les causan
malestar.
Cuando el cubano de a pie, ese cubano que
tiene que sufrir las deficiencias del transporte público, que tiene que vivir
del “invento” para intentar cubrir las necesidades de su familia, ese que ve
que su salario apenas le alcanza para sobrevivir, ve que sus problemas se
agravan, que se hace más deficiente el transporte público, que le resulta más
difícil vivir del “invento” y su poder adquisitivo se reduce aún más y ve que
esa gravedad de su condición proviene de medidas coercitivas de carácter
económico contra el gobierno, procedentes del exterior, que se anuncian con
bombos y platillos, y escucha que son promovidas por cubanos de la otra orilla
del océano, entonces, ese cubano de a pie ¿a quien culpará de su agravada
condición de paria?; ¿será al castrismo...? la respuesta la dejo a la
imaginación de cada cual.
Entonces, ¿quiénes, en verdad, están
actuando como verdaderos activistas del castrismo?
Si lo que se busca es que Cuba decida, lo
primero que tenemos que hace es ponerle sello de cubanía a la lucha a favor de
la democracia. Lo primero que tenemos que hacer es actuar todos juntos para
captar al pueblo, para moverle a la lucha de manera consciente y firme,
hablándole al pueblo en el idioma que el pueblo entiende; y, sobre todo, no
abandonar las denuncias de las violaciones de derechos humanos que se producen
en la isla. Hay que captar, no obligar, al pueblo, para lanzar el reto de la
desobediencia civil y la puesta en marcha de las técnicas consensuadas de la
resistencia civil noviolenta. Eso, como tarea de todo el exilio, no de solo un
sector de ruido y de poses mediáticas, del exilio; de todas las organizaciones
opositoras/disidentes al interior de la isla y no solo aquellas reconocidas,
por esas específicas organizaciones del exilio, de corte ultraderechista,
republicano y trumpista.
Que la lucha prodemocracia de Cuba se
despliegue por dos senderos: el civilista, de enumerar las violaciones de los
derechos humanos y su denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, ante las Naciones Unidas, hacerlas presentes en los medios
informativos, hacerlas conocidas en todo el mundo; y el político, con
proyecciones de carácter de ese tipo, como pudiera ser, que todas las
organizaciones opositoras internas emitan una resolución conjunta reclamando la
derogación de la actual Constitución impuesta por el castrismo, donde se alegue
su ilegitimidad y se exprese con argumentos razonados el porqué de esa
ilegitimidad, que la misma sea suscrita a posteriori por todas las
organizaciones del exilio, ¡por todas!, y suscrita por la mayoría de la
diáspora cubana, esté donde esté, para ser elevada a la consideración de la
Organización de Estados Americanos y su divulgación por todos los medios
informativos internacionales. Esta será la Carta fundamental de la resistencia
interna noviolenta.
Magistral!
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