Mario J. Viera
Quizá el líder de Morena sea el tan
ansiado mesías de los mexicanos, aquel que llegue al rescate de México y el
demoledor de injusticias; ¡Quizá! Sin embargo, para cualquier observador no
mexicano, la figura y la trayectoria política de López Obrador inspira recelos.
Simbólico fue el gesto suyo de votar en estas elecciones no por sí mismo, sino
por una activista de derechos humanos que siempre estuvo vinculada al Partido
Comunista de México, me refiero a Rosario Ibarra de Piedra, quien se destacó
por su enfrentamiento a los regímenes priistas de Gustavo Díaz Ordaz y Luis
Echeverría y fundara en 1977 el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos,
Desaparecidos y Exiliados Políticos, también conocido como Comité ¡Eureka!,
luego de que el 18 de abril de 1975, bajo el gobierno priista de Luis
Echeverría, su hijo Jesús Piedra Ibarra, fuera secuestrado por razones
políticas. El Comité fundado por Rosario Ibarra exigía, bajo la consigna de “¡Vivos
se los llevaron, vivos los queremos!”, que el Estado presentara con vida a los
desaparecidos políticos, consigna esta que ha sido retomadas por padres y
familiares de los 43 jóvenes normalistas desaparecidos de Ayotzinapa en
septiembre de 2014.
Como resultado de la lucha emprendida por Rosario
Ibarra, en septiembre de 1978, bajo el gobierno priista de José López Portillo, se aprobó una ley de amnistía que puso
en libertad a 1,500 presos políticos, permitiendo el regreso de 57 exiliados al
país y el desistimiento de 2,000 órdenes de aprehensión.
Debe destacarse que durante el gobierno
priista de Gustavo Díaz Ordaz (1964 – 1970) se produjo la que se conoció como
masacre de Tlatelolco. Según un informe del Fiscal Especial para Movimientos
Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), Dr. Ignacio Carrillo Prieto, librado
el 26 de febrero de 2006, se detallaron los crímenes cometidos “durante las administraciones de Gustavo Díaz
Ordaz (1964-1970), Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) y José López Portillo
(1976-1982). Durante esos sexenios, cientos de ciudadanos mexicanos - tanto
civiles inocentes como militantes armados-fueron asesinados o
"desaparecidos" por fuerzas militares y de seguridad. Miles más
fueron torturados, ilegalmente detenidos, o sujetos a hostigamiento y
vigilancia por parte de las autoridades”. En este informe “se constata que el Estado mexicano, a los
más altos niveles de mando, impidió, criminalizó y combatió a diversos sectores
de la población que se organizaron para exigir mayor participación democrática
en las decisiones que les afectaban, y de aquellos que quisieron poner coto al
autoritarismo, al patrimonialismo, a las estructuras de mediación y a la
opresión. El combate que el Estado emprendió en contra de estos grupos nacionales
–que se organizaron en los movimientos estudiantiles, y en la insurgencia popular-
se salió del marco legal e incurrió en crímenes de lesa humanidad que culminaron
en masacres, desapariciones forzadas, tortura sistemática, crímenes de guerra y
genocidio –al intentar destruir a este sector de la sociedad al que consideró
ideológicamente como su enemigo- [...] Los
principales hechos que consideramos que deben ser esclarecidos, en respuesta a
las demandas de la sociedad, es lo sucedido en torno al movimiento estudiantil
de 1968 y las políticas de Estado que ocasionaron la represión del movimiento
estudiantil, la suerte de los detenidos que fueron desaparecidos durante la llamada
‘guerra sucia’, el trato que recibieron los detenidos que fueron señalados de apoyar
la guerrilla y las políticas de contrainsurgencia que siguió el Estado mexicano
llegando, incluso, a la ejecución extrajudicial de detenidos, así como los
delitos de lesa humanidad que instrumentó en contra de su propia población”.
No está de más destacar que esos crímenes
cometidos durante esos gobiernos priistas, principalmente el caso de
Tlatelolco, no solo nunca fueron condenados por el régimen de Fidel Castro en
Cuba, sino que también fueron silenciados por la prensa oficialista del
castrismo. Fidel Castro mantenía estrechísimas relaciones con los gobiernos del
PRI.
Desde la época de Lázaro Cárdenas ha
estado funcionando en México una especie muy a la mexicana del Estado
Corporativo, influencia del fascismo italiano que intentaría calcar Fidel
Castro al inicio de su hegemonía. Así el informe de la fiscalía que estamos
analizando expresa: “En México, el movimiento social es mediatizado y
corporativizado por el Estado. Los sectores campesino, obrero y popular son
organizados como ‘estructuras de mediación’. La defensa legítima de los
intereses de los trabajadores se penaliza en un ordenamiento legal que la
criminaliza. Las organizaciones sociales que el Estado no logra mediatizar son
tratadas como subversivas; sus líderes son encarcelados acusados de este nuevo
delito o son eliminados selectivamente. La represión de que fueron objeto los
sectores combativos, la huella de impotencia que estas organizaciones dejaron
en sus agremiados por no defender sus intereses –ya sea porque fueron
corrompidas o porque fueron reprimidas-, el descrédito de las organizaciones
sociales que eliminaron a sus dirigentes más honestos y, los sindicatos del sector
público y gubernamental que terminaron por corromper las propias organizaciones
educativas o productivas o de servicios dieron como resultado un escenario de
desencanto y desmovilización con un poder de organización independiente
prácticamente nulo”.
El PRI constituyó una verdadera dictadura
disfrazada de democracia, una “dictadura perfecta” como la denominara Mario
Vargas Llosa en 1990 cuando en una conferencia de prensa en la ciudad de México
expresara: "México es la dictadura
perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo. No es la URSS. No es Fidel
Castro. La dictadura perfecta es México".
El PRI, por otra parte, implementó los
principios del neoliberalismo como teoría rectora de la economía nacional. Los
resultados fueron un gran crecimiento industrial aliado a una elevada diferenciación
social, haciendo de los ricos, más ricos y más empobrecidos a los de menos
recursos. Es el capitalismo salvaje donde el patrón posee todos los derechos
con merma de los derechos laborales. En este marco el poder político queda
prisionero del poder económico, una forma de intervencionismo, no la del Estado
en la economía, sino la de la economía en el Estado.
Cuando se conocen estos antecedentes de la
política de México y sus agudas contradicciones sociales, nada puede resultar
ilógico que una abrumadora mayoría de mexicanos le dieran su respaldo electoral
a AMLO.
Otro de los personajes con los que se ha
relacionado López Obrador es esa patética figura, caricatura ridícula de Mao y
Ernesto Guevara, el Subcomandante Marcos; sin embargo, ambos ya se han distanciado
desde el 2013, cuando López Obrador dijera: "Puede haber diferencias, que las hay. De parte nuestra te diría que no tenemos
pleito con la dirección [del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN)]”; luego apuntó: “No tenemos
pleito con la dirección del EZLN, pero ellos siempre dicen que sí hay problemas
con nosotros”. Luego con fecha 15 de octubre de 2016, en un tuit López
Obrador criticó al EZLN refiriéndose a la postulación de la dirigente indígena María
de Jesús Patricio Martínez, Marichuy:
El
EZLN en 2006: era "el huevo de la serpiente". Luego, muy
"radicales" han llamado a no votar y ahora postularán candidata
independiente.
La respuesta del subcomandante Galeano
(antes Marcos) fue: “Si somos una
creación del salinismo, si nuestra apuesta era dividir el voto, ¿por qué el
innombrable malo no movió sus gentes para meter las firmas”.
Muchos de los que sienten recelos con
respecto a AMLO ─ incluido yo mismo ─ están motivados por la idea de su
supuesto chavismo. Sobre este tema, Adrián Espallargas, del diario El
Confidencial señala:
“López
Obrador, por mucho que se insista, no es Chávez, ni el México de 2018 es la
Venezuela de hace veinte años. Los orígenes de estos carismáticos políticos
latinoamericanos son diametralmente opuestos. Chávez era un militar totalmente desconocido para el público venezolano
hasta que dio aquél fallido golpe de Estado en 1992. Tras ser indultado, ganó
popularidad y se metió en política para arrasar en las elecciones de 1998.
AMLO, en cambio, lleva casi cuatro décadas en política e incluso fue alcalde de
la Ciudad de México durante cinco años, un
pasado que permite radiografiar el tipo de gobernante que es.
“En
sus cinco años como jefe de gobierno del entonces DF (ahora CDMX), López
Obrador no se caracterizó por el
despilfarro ni demonización de la empresa privada. De hecho, la inversión
extranjera se mantuvo a niveles similares a anteriores y posteriores, mientras
que la deuda creció un 26,3% entre 2000 y 2005, un aumento considerable pero
dentro de unos límites normales. Es más, Moody’s y S&P daban calificación
AAA a la deuda del DF, su nota más alta, en el último año de AMLO como alcalde.
Y, para más inri, en 2004 fue elegido segundo mejor alcalde del mundo por la
organización City Mayor, la misma que eligió a Iñaki Azkuna, fallecido edil de
Bilbao, mejor alcalde en 2012.
“Los programas sociales fueron el mayor
logro de AMLO. Su gran éxito fue la creación de una pequeña pensión de para
mayores de 70 años, una medida que al
poco tiempo fue adoptada a nivel nacional. Dio ayudas a madres solteras y
personas de bajos recursos. También hubo desarrollos de infraestructuras de
transporte público, el Metrobús, y construcción de carreteras de peaje.
“Chávez
y López Obrador, sin embargo, sí que guardan ciertas similitudes como su
discurso dirigido a las clases menos pudientes. Primero, el continuo uso de
figuras históricas para venerar un pasado glorioso. Para Chávez y Maduro, el
héroe es Simón Bolívar. Para AMLO ese es Lázaro Cárdenas, quien en 1938
nacionalizó los activos petroleros en manos de empresas extranjeras y los dejó
en manos de Pemex (...) AMLO no es un recién llegado a la política mexicana,
pero se nutre de ese cansancio del pueblo con las élites para lograr al fin la
victoria en su tercer asalto a Los Pinos, residencia oficial del presidente de
México. Si no logra ganar los comicios, ya ha asegurado que se irá a La
Chingada, nombre de su finca -y que en mexicano significa ‘irse a la mierda’-.”
No obstante, hay algo que me mantiene en
alerta ante su futuro gobierno, y es aquella frase suya, dicha en el discurso
de celebración, tras su victoria electoral; una frase que me recuerda un poco a
la manera de pronunciarse Fidel Castro: “Llamo
a todos los mexicanos a no poner por encima los intereses personales por
legítimos que sean. Hay que poner por encima el interés superior”. Este un
eslogan propio del fascismo italiano. La renuncia a los interese personales
ante los intereses de toda la sociedad. Y sí se es fiel a este concepto se
puede llegar hasta el punto de negar los derechos individuales recogidos en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
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