Juan
Ramón Martínez. La Tribuna (Honduras)
Con
su dócil disposición para hacerle los mandados a Manuel Zelaya, Nasralla ha
perdido todo lo ganado en esta jornada electoral, comprometiendo, además, su
futuro singular.
Salvador Nasralla y Mel Zelaya |
No
es justo y mucho menos ético, lo que Mel Zelaya le ha hecho a Salvador
Nasralla. El que lo obligara, con un simple gesto, a incumplir la palabra
empeñada ante la OEA, impidiéndole mostrar su amor por Honduras, no tiene
nombre. Lo ha convertido, sin merecerlo, en un pelele en manos de quien, cree
que puede utilizar su nombre y su imagen, como un ariete para hacerle daño a
Honduras y a los hondureños.
Por
supuesto, Nasralla tiene culpa. Lo ofenden porque saben que tiene la
disposición de agachar la cabeza cuando lo abochornan y lo descalifican. Un
hombre de verdad, no puede ─ y mucho menos cuando está a punto de convertirse
en presidente de la República ─ ceder tan fácilmente su autonomía y capacidad
de tomar decisiones, excepto que carezca del carácter básico para sostener una
personalidad que se respete a sí misma. Aparentemente, Nasralla no tiene la
capacidad para decirle que no a quien, todos hemos calificado, como el gran
manipulador. El factor desestabilizador de la paz de Honduras. Que pasando por
encima de su talento, superior al de su manipulador, le impone sin vergüenza
alguna, conductas contrarias a su imagen y propio prestigio. Creíamos que
Nasralla contando con un ego elevado, carácter acerado y gran fuerza de
voluntad, podía evitar que jugaran con él, llevándolo incluso a hacer el
ridículo, ante la comunidad internacional y hondureña.
A
estas alturas, muchos de sus votantes han descubierto que no tiene los méritos
para el alto cargo, en donde el honor, la palabra y el orgullo de sostener
posturas definidas, forma parte del empaque que se requiere para ser presidente
de la República. Con su dócil disposición para hacerle los mandados a Manuel
Zelaya, Nasralla ha perdido todo lo ganado en esta jornada electoral, comprometiendo,
además, su futuro singular. Nadie confiará en él, en vista que no muestra
firmeza para tomar y cumplir decisiones, suyas, sin interferencias externas. El
más de un millón de votantes que le dieron respaldo para buscar la Presidencia
de la República, a estas horas debe estar preguntándose si, merece el honor de
representar a un país que busca que sus gobernantes, honren su palabra,
renuncien a la informalidad y consagren toda su fuerza y su vida a servir sus
altos intereses.
Manuel
Zelaya Rosales es un anarquista, viejo conocido de todos. Un “niño grande”, que
está dispuesto a meter los elefantes en la casa de cristal en donde guardamos
las mejores cosas de Honduras. No nos respeta y quiere hacernos daño, porque
tampoco agradece los honores que, sin merecerlos, le hemos conferido en el
curso de su vida pública.
Nasralla,
con todo lucía, más serio e inteligente, que su manipulador. Sin cola que le
pisaran, fuerte y libre. Sus antepasados, vinieron de lejos, integrándose en
esta tierra generosa. Tuvieron la oportunidad de abrirse paso, desarrollando un
patrimonio que les permitió unirse a la comunidad nacional. En Trujillo y
Tegucigalpa. Por ello, tuvo la oportunidad de estudiar y formarse, aquí y en
Chile. Y sin mayores méritos, como se ha encargado Zelaya de confirmar, lo ha
colocado a un paso de la Presidencia. Dándole un honor y una oportunidad que
muy pocos tienen en la vida.
Pero
allí, no se llega sin honor. Y mucho menos arrodillado, mostrando los fundillos
en donde descarga su fusta rencorosa, el ganadero olanchano que, ha consagrado
su vida a hacernos daño e intranquilizarnos, con sus pretensiones mesiánicas y
sus angustias por parecerse a otro líder liberal que, en silencio, le desprecia
y se ríe de él en su cara.
Lo
que no podemos entender es cómo siendo tan inteligente Nasralla, permite que lo
ofendan, impidiéndole cumplir con los compromisos pactados, exponiéndolo a la
opinión pública como un pelele que en la Presidencia de la República, ─ como Monchito
Cruz con López Arellano ─ no podrá tomar decisiones, sin consultarlas con
Zelaya que, desde sus haciendas, le daría cada mañana, las instrucciones de lo
que debería de hacer, con indicación expresa de lo que, aunque consustancial
con el cargo, no puede ejecutar, porque corresponde a él, “jefe de jefes”.
Creíamos
que Nasralla, tenía carácter, orgullo y vergüenza. Pero nos equivocamos. Le
falta el talante para ser presidente. Es un hombre que nació para vivir de
rodillas. Un pelele. ¡Qué pena¡ Duele
verlo disminuido a los pies de Zelaya.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario