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viernes, 6 de junio de 2014

Otra vez las armas


Daniel Morcate. EL NUEVO HERALD


Ahí va de nuevo. Por el Congreso se pasean muy campantes iniciativas para frenar la locura de los niños chiflados y de gatillo alegre. Pero no hay quien ponga de acuerdo a nuestros congresistas porque así lo desea la que aparentemente manda en el asunto, que es la Asociación Nacional del Rifle. Dos legisladores ilusos, Carolyn Maloney, representante demócrata por Nueva York, y su correligionario Ed Markey, senador por Massachusetts, tuvieron el candor de proponer que se les asignen $10 millones a los Centros para el Control de Enfermedades con el fin de que reanuden sus investigaciones sobre los efectos de la violencia con armas de fuego. Y para qué fue aquello. Ardió Troya. La NRA se cabreó. Vomitó azufre. Y repartió insultos a diestra y siniestra, privilegio que, por cierto, suele negarles a sus críticos.
Los aguerridos muchachos de la NRA tildaron la propuesta de “poco ética”, ingresando así, con la alta moral que les caracteriza, en el debate profundo sobre las armas. También denunciaron “el abuso con fondos de los contribuyentes” que susupuestamente implicaría la medida; y acusaron a los dos legisladores de alimentar “la propaganda antiarmas” del gobierno de Obama cuyo verdadero objetivo, según ellos, es “socavar un fundamental derecho constitucional “. Y este es apenas un breve resumen de lo que manifestaron en público la semana pasada, cuando aterrizó en el Congreso el proyecto de ley. ¿Se imaginan lo que habrán descargado en privado? ¿O en las llamadas para leerles la cartilla a los congresistas a cuyas campañas contribuyen con generosidad?
La idea de Maloney y Markey nació de la constatación, durante las numerosas carnicerías que sufrió el país el año pasado y las que ha sufrido en lo que va de 2014, de que la violencia con armas de fuego es uno de los fenómenos menos estudiados por especialistas. Los jóvenes problemáticos y con fácil acceso a armas llevan años haciendo pulpa a inocentes. Pero a la hora de entender esta aberración escasean los estudios confiables. Una razón es que el Congreso, con esa visión que lo caracteriza, había suspendido los subsidios para tales investigaciones. Eran un puro derroche de dinero, dice. Por fortuna, legisladores como Maloney y Markey discrepan y tratan de hacer algo para cambiar la fatal indiferencia de muchos de sus colegas.
Digan lo que digan los mercaderes de armas y quienes les hacen el juego, los Centros para el Control de Enfermedades son una institución calificada para estudiar qué tan seguras son las armas que se venden al público y cómo se puede prevenir que se utilicen para asesinar a inocentes. La agencia, con sede en Atlanta, había estudiado el tema antes. Y en la actualidad realiza estudios sobre asuntos de seguridad pública que van desde la prevención del SIDA hasta la de las caídas de personas de la tercera edad. Grupos que representan a profesionales de la salud reconocen sus calificaciones y apoyan el uso de fondos públicos para mejorar nuestra comprensión de la violencia armada y trazar estrategias que la prevengan. Entre esos grupos se hallan la Asociación Médica de EE.UU., la Asociación Sicológica de EEUU y la Academia Norteamericana de Pediatría. Esta última no ignora, como no deberían ignorar nuestros legisladores, que las armas son una de las principales causas de muerte de nuestros niños, de hecho dos veces más letales para ellos que el cáncer.
Diez millones de dólares para echar a andar investigaciones tan importantes son bien poco en el contexto del presupuesto galáctico que aprueba el Congreso. Pero las presiones sobre los legisladores son tales que pocos se han pronunciado a favor del proyecto. Algunos han sostenido durante años la barrabasada de que las armas no matan y prefieren que no se lo reprochen, especialmente con estudios hechos por expertos. Otros les deben sus cargos a grupos de intereses como el NRA y no están para sutilezas ni verdades incómodas. Al parecer, se conforman con que se perpetúen las matanzas con tal de que no les recuerden su inacción. En definitiva, creen que siempre podrán contar con la NRA para que les confirme sus prejuicios sobre las armas. Y, sobre todo, para que les apoye en cada elección.


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