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viernes, 22 de noviembre de 2013

Respondiendo a un anexo-autonomista


Mario J. Viera

Quizá no tenga yo el refinamiento de un intelectual afrancesado, ni tenga la “plus grande finesse” propia de los grandes intelectos; pero de ahí a considerarme un ignorante que muestre “su desprecio por una idea que no comprende (autonomía y anexión son dos conceptos contrapuestos)” ya es algo que va más allá de la fina ironía. Permítame decirle al distinguido Fernando Núñez que conozco perfectamente  las diferencias existentes entre autonomía y anexionismo.

Dejemos que sea la Real Academia Española la que defina el concepto de autonomía. Según la que limpia, fija y da esplendor, autonomismo deriva de la palabra latina autonomĭa, y esta del gr. αὐτονομία. Y la define en su primera acepción como: “Potestad que dentro de un Estado tienen municipios, provincias, regiones u otras entidades, para regirse mediante normas y órganos de gobierno propios”. Es decir, la autonomía es una concesión del poder  central para que un determinado territorio bajo la soberanía de un Estado (incluida una colonia)  pueda “regirse mediante normas y órganos de gobierno propio”.

De esta definición se despende que ningún Estado pueda concederle autonomía a otro Estado soberano, algo, evidentemente absurdo.

Anexión es la unión de territorios realizada por un determinado Estado, absorbiendo bajo su soberanía aquellos territorios, ya sea una nación independiente, parte del territorio de otro Estado o una colonia.

Por tanto proclamar a Cuba como provincia autónoma de España, requiere, en primer lugar que Cuba renuncie su soberanía a favor de la soberanía del Reino de España; es decir, anexar a Cuba a España, y luego proceder a la declaración de provincia autónoma. Entonces, ¿dónde está la presunción, en este caso, de que anexión y autonomía sean conceptos contrapuestos? En fin de cuentas, la propuesta de Autonomía Concertada para Cuba plantea la “reincorporación de Cuba a España”. ¿Es o no es una propuesta de anexión bajo el eufemismo de “reincorporación”?

No sé a qué se refiere el distinguido anexo-autonomista cuando me espeta el trillado dicho de “Dime de lo que presumes y te diré lo que te falta”. No presumo de nada, salvo que tengo fe en la capacidad del cubano de, una vez haberse sacudido del castrismo, levantar a la isla hasta un alto desarrollo económico y social.

En su último artículo publicado bajo el sarcástico título de “La patria es de todos, también de los traidores”, poco le faltó a Monsieur Fernando para acusarme de castrista, ya que ve en mí una “adhesión intransigente a la línea política oficial”. Desde 1988 formé parte del movimiento de resistencia pacífica de Cuba; conocí las “mieles” del presidio político. En 1996 me incorporé al movimiento del periodismo independiente hasta junio del 2000 cuando me acogí al exilio en los Estados Unidos. Conocí en esa época prácticamente todos los nombres de los opositores y disidentes. Muchos personalmente, otros de oídas; pero no recuerdo nunca haber escuchado el nombre de un Fernando Núñez vinculado con la oposición interna, ni conocer ninguna denuncia suya a favor de los derechos de los cubanos para alcanzar la transición hacia la democracia.

Tal vez me excedí por pasión cuando en mi artículo “Respuesta a un integrista desfasadoexpresé: “Quédese Núñez practicando su malabarismo lingüístico en Francia soñando desde allí con la imposible devolución de Cuba a la corona española y no ocupe páginas donde opinan cubanos que se sienten orgullosos de ser cubanos y que honran y veneran al estandarte de la estrella solitaria”.

Realmente él tiene derecho a expresar sus opiniones por cualquier medio; pero yo, y muchos de los que escriben para Cubanet, incluidos los periodistas a los que Núñez les dedica el título de independientes enmarcado dentro de unas peyorativas entre comillas, también tenemos el derecho de criticar las ideas que consideremos viciosas o perjudiciales para la dignidad nacional, que por supuesto no se corresponde con el concepto castrista de “dignidad nacional”. Y sí, contrario a lo que opina el naturalizado francés que no vive en España, todos tenemos el derecho de discutir las ideas y hasta las creencias de cualquier otro ser humano. La tolerancia implica permitir expresar la opinión ajena aunque no se la comparta; pero tolerancia es también criticar y opinar en contra de esa opinión ajena.

Núñez reclama “quitarse de encima el santoral revolucionario, separando para siempre la Historia de la Política”. Esto del “santoral revolucionario” es una imagen recurrente del señor Núñez e insiste en que hay que separar “la Historia de la Política” cuando contradictoriamente él ha recurrido continuamente a sofismas históricos para justificar su ideario anexo-autonomista. Ejemplo de esto son sus artículos “Los cubanos no quieren libertad”, “Cuba y España, de un pájaro la dos alas”, publicados en Cubanet y otros como el titulado “Máximo Gómez no fue un genio militar, ni un buen político y ni siquiera era cubano”. Y hasta es partidario de cotejar los hechos históricos para darle soporte a su peregrino ideario; ¿acaso no dijo: “Revisar la Historia no es peligroso porque los hechos pasados son incontrovertibles”?

¿Qué derecho tiene Ferrán Núñez a endilgarle a alguien un lenguaje oficialista cuando él se hace eco del decir del castrismo de que la República cubana era una “Pseudo república” y de referirse a las naciones hispanoamericanas con el mismo  argumento de los Castro, de Chávez y de toda la comparsa del izquierdismo bananero, de estar “desunidas y débiles frente a los Estados Unidos”?

Con esto pongo punto final al debate abierto con los integristas anexo-autonomistas, no es meritorio perder más tiempo en rebatirles. Solo quiero recomendarle al Sr. Núñez que para su ilustración sobre lo que fue el Partido Liberal Autonomista, ya que tanto le complace los histórico, que lea detenidamente el trabajo de la historiadora española Marta Bizcarrondo Albea, titulado “El autonomismo cubano 1878-1898: Las ideas y los hechos”. Allí verá que muchos de los mentores del autonomismo tenían como objetivo final alcanzar la independencia de Cuba a través de un proceso evolutivo partiendo de la declaración de la autonomía.

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