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jueves, 10 de octubre de 2013

¿Dónde está el rey Salomón?


Los reparos de los republicanos son contra los programas sociales.

Uva de Aragón. DIARIO LAS AMERICAS.

El juego entre republicanos y demócratas se está pasando de rosca. Se culpan unos a otros, y aunque todos tienen más que perder que lo que creen, no dan su brazo a torcer. En el medio estamos nosotros, los que vivimos en Estados Unidos, que somos los más perjudicados.

A mi modo de ver ─ así lo expresé en mi columna de la semana anterior (La oposición desleal) ─ los republicanos están cometiendo un gran error (según las encuestas, un 63% de los estadounidenses consideran que son los más culpables de esta crisis.) Algunos se han dado cuenta y han expresado públicamente sus desacuerdos con el partido. A otros, sólo hace falta escucharlos cuando los periodistas les plantean si la estrategia no habrá sido equivocada. Si “Obamacare” es una ley tan dañina, en vez de oponerse a que se pusiera en efecto ─ como ha sucedido pese a todos sus esfuerzos ─, ¿por qué no esperaron a que los votantes comprobaran sus estragos? Podrían haberse beneficiado del disgusto de la población para ganar mayoría en ambas cámaras en 2014, y hasta la presidencia en 2016.

Tendrían entonces la oportunidad de invalidarla, como no han podido hacerlo hasta el presente. Con frecuencia se van por la tangente y repiten los mismos estribillos memorizados, al estilo del risible método Olendorf de idiomas, que ante la preguntas de si va a llover, la respuesta podría ser que el paraguas de mi tía es rosado.

Cuando conducimos, hay un punto ciego en que no vemos el auto que va a nuestra derecha. En este debate, los árboles no les dejan a muchos ver el bosque. Personas inteligentes y posiblemente sinceras aducen que hay que ponerle un freno a los gastos de esta administración, pero nunca se quejaron del costo inmenso de las guerras en la era de Bush.

No hay elogios para el presidente Obama por su lucha contra el terrorismo ─ actualmente ha habido operaciones importantes en Somalia y Libia, y han capturado a un líder de Al-Qaida en las calles de Trípoli ─, ni se le reconoce tampoco que gran parte del presupuesto del Gobierno está dedicado al Departamento de Defensa. Los reparos de los republicanos son contra los programas sociales.

En definitiva, políticos y ciudadanos de a pie de cualquier tendencia podemos en ocasiones no admitir las virtudes de nuestros adversarios o los defectos de nuestro partido. Pero actualmente parecería como si se hubiera perdido todo vestigio de sentido común y buena voluntad. Es alarmante.

Al problema del cierre del Gobierno, que es ya bastante serio, y más aún cada día que pasa, se añade la cercanía de la fecha en que el Congreso tiene que aprobar el aumento de la deuda para que los Estados Unidos pague sus cuentas. Estemos claros. No se trata de aprobar nuevos gastos, sino de hacer los fondos disponibles para pagar compromisos que ya se han aprobado previamente.

Si el 17 de octubre Estados Unidos no cumple con sus obligaciones financieras, las consecuencias para la economía serán devastadoras. Y la responsabilidad recaerá por igual sobre el presidente Obama. De aquí a unos años nadie recordará el nombre del líder de la Cámara de Representantes en el 2013, pero los libros de historia y la memoria colectiva registrarán que esta debacle sin sentido tuvo lugar durante la presidencia de Barack Obama.

Es fácil tomar partido de un lado u otro, y debatir entre amigos o en mesas redondas públicas el origen del problema. Lo difícil y urgente es buscar soluciones, llegar a un acuerdo. Aunque hace una semana he aplaudido al presidente por no dejarse chantajear, pienso que pronto llegaremos a un punto, si no lo hemos alcanzado ya, en que Obama tendrá que buscarle una salida al liderazgo republicano para que emerja airoso de este berenjenal. En la lengua de Shakespeare, “save face”.

Haría falta la sabiduría del Rey Salomón para que no caiga la espada mortal sobre el cuerpo inocente del niño que ambos partidos reclaman como suyo. El bebé de la leyenda bíblica era muy chico para protestar, pero el pueblo americano lo está haciendo. Es hora de llegar a un compromiso antes de que las consecuencias sean trágicas. Me temo, sin embargo, que no veremos tal pacto hasta que el filo del acero se encuentre muy cerca de asestarnos el golpe mortal.

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