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lunes, 26 de agosto de 2013

¡Injusticia: tiembla!


"Miami no es una ciudad" es uno de los ataques más comunes y arteros contra la Perla de los Everglades, la Reina del Palmetto. Así, con una frase, a los difamadores de la ciudad les basta para reducirla a la nada, barrerla del mapa.

Enrisco. DIARIO DE CUBA

Una mala noticia para la alcaldía de Miami. Por si tuvieran pocos problemas con el presupuesto —la mitad gastado en un hangar donde los Marlins puedan perder un partido tras otro sin las piadosas suspensiones por lluvia—, ahora tendrán que dedicarle una parte a la defensa de la ciudad. Porque algo tendrán que hacer por una ciudad que sufre cada día ataques indiscriminados. No la atacan frontalmente porque ¿quién va a atreverse con una de las urbes mejor armadas del planeta?; pero lo cierto es que no pasa un día sin que la ciudad mártir de Miami sea atacada con insultos de todo tipo.

"Miami no es una ciudad" es uno de los ataques más comunes y arteros contra la Perla de los Everglades, la Reina del Palmetto. Así, con una frase, a los difamadores de la ciudad les basta para reducirla a la nada, barrerla del mapa. Como los alemanes con Coventry, los Aliados con Dresde o Raúl Castro con provincia Habana.

Y yo les pregunto a esos críticos: ¿Si Miami no es una ciudad, entonces qué cosa es? ¿Un aeropuerto? Bueno, ciertamente, vista desde el aire, a excepción del downtown (abierto de lunes a viernes, de 8 a.m. a 5 p.m.), no presenta demasiados obstáculos para el aterrizaje. Pero yo los conmino a que aterricen en el espresgüey —si es que encuentran espacio en medio del tráfico— para que vean cómo les pasa por encima una manada de SUV’s en estampida (el eseuví, un animal fósil de la época en que el galón de gasolina estaba a dólar, es la especie más preciada y protegida de la fauna miamense junto a los viejitos que juegan dominó); o que aterricen en el patio cementado de cualquier casa típica de Miami, entre el barbiquiú y la caja china. Y no es que falte espacio en los patios de Miami —hay por lo menos más espacio para posarse que en el espresgüey— pero a ver ¿quién se atreve a bajarse del avión mientras un tipo en camiseta y short de flores los amenaza con un machete?

No, Miami no es una pista. Lo que pasa es que esa gente que del sol sólo ve las manchas no puede soportar la realidad de que Miami es una de las ciudades con más cielo del hemisferio occidental. Miami es lo que se dice una ciudad a cielo abierto.

Otra cosa que dicen esos resentidos es que en Miami no hay cultura. Que excepto en la zona que abre de 8 a 5 no hay donde ver una obra de teatro, una función de ballet o un buen concierto de música clásica. Que en las galerías de arte de la Calle Ocho hay más palmas que en todo el valle de Yumurí — ahora repoblado con marabú — pero nada que se acerque al arte del siglo XXI (y por arte del siglo XXI entienden aquellos inodoros que Marcel Duchamp ponía en las galerías a principios del siglo XX que para darles un toque de actualidad ahora los entizan con alambre de púas. O les plantan un marabú en medio de la taza).

Dicen que los actores de teatro se mueren de hambre o que si los músicos no están pasando el sombrero en las aceras es porque en los pocos lugares que hay aceras nadie camina y se tendrían que conformar con que les tiraran dinero desde los eseuvís o directamente desde aviones. Dicen que los teatros están vacíos y los restaurantes llenos. Es obvio que esos críticos son gente para la que la cultura consiste en conciertos de música de alemanes muertos hace dos o tres siglos —muchas veces muertos de hambre lo cual no es muy alentador—, anoréxicas dando vueltas en la punta de un pie y esculturas hechas con materiales que sólo tienen interés en un laboratorio de gastroenterología o para un recolector de chatarra.

No entienden los aportes que ha dado una ciudad como Miami a la cultura mundial como el flan de cinco leches, la vaca frita de pollo o las confesiones de ex torturadores en televisión como método de entretenimiento público. Con menos que eso Roma es considerada la cuna de la cultura occidental.

Pero no importa lo injustas que suenen las acusaciones: mientras se considere de buen gusto criticar Miami nunca faltará quien le reproche hasta sus mayores virtudes que son tantas y tan variadas que por falta de espacio no voy a mencionar.

Así que si la ciudad quiere que la defiendan de esos ataques le aconsejo que vaya preparando un presupuesto porque no pienso hacerlo gratis. Y si prefieren pagarme en especie, por favor, que la vaca frita sea de vaca.

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