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sábado, 20 de julio de 2013

Sí, en el fondo: prejuicio racial


Mario J. Viera

Es de noche. El vecindario ya duerme; pero no todos se han recogido al descanso en el interior de un apartamento. Alguien vigila, alguien que asume el rol de protector de la comunidad. De pronto su acuciante mirada capta una figura que camina por la acera y se cubre el rostro con la capucha de su suéter. Observa con atención: “Es un negro ─ se dice ─ No lo conozco… no le he visto antes por aquí… Es un muchacho… Probablemente intente robar en cualquier domicilio… ¡Voy a seguirle!”

Así, de esta y no de forma diferente, la noche del 26 de febrero de 2012 debió pensar George Zimmerman al ver al adolescente negro que caminaba tranquilamente por una calle de la comunidad residencial de Sanford. De tratarse de un adolescente blanco ¿habría abrigado la misma preocupación? No lo creo.

La operadora del 911 le advierte a Zimmerman que no persiga al adolescente; pero el vigilante no hace caso de la advertencia. Él se cree policía, cree que tiene un deber irrenunciable con la comunidad para garantizarle su seguridad. Es un súper héroe, una versión americana del cederista cubano. De mantenerse “con la guardia en alto”.

Zimmerman actúa bajo un esquema de prejuicio racial que crea el estereotipo de que todo negro es sospechoso de actividad criminal. Quizá influido por el creciente número de asaltos y atracos cometidos por muchos jóvenes y adolescentes de la raza negra le surge la sospecha de aquel adolescente, Trayvon Martin,  que veía vagando por una calle de Sanford, pudiera ser un potencial criminal. Esta actitud prejuiciada que impulsa a sospechar de una comunidad racial, la rememora Barack Obama cuando hablando a título personal dijo: “Hay muy pocos afroamericanos que no hayan tenido la experiencia de ser perseguidos en una tienda, y eso me incluye a mí. (...) Caminar por una calle y escuchar cómo se iban cerrando las puertas de los coches. Eso me pasó antes de ser senador”.

Zimmerman comenzó a perseguir a Trayvon. Le seguía detrás con su auto. Cualquiera que tenga la sensación de ser perseguido por un carro sin insignias policiacas y en plena noche puede sentirse preocupado. ¿Qué hacer en ese caso? Hay dos opciones, huir de la escena o decidirse a confrontar al acosador. Esto último fue lo que optó Trayvon Martin: enfrentar a su perseguidor para defenderse de una supuesta agresión; de una supuesta amenaza a su vida. No estaba armado, solo contaba con sus puños para defenderse. Fue un fatal error; un error que le costó la existencia.

Zimmerman pudo entonces alegar que actuó en defensa propia. La ley le amparaba; lo protegía esa absurda ley Stand your ground  que apoyan republicanos y la poderosa  Asociación Nacional del Rifle.

Obama llama a una reflexión e indica: “Solo le pido a la gente que considere: si Trayvon Martin hubiese sido mayor de edad y hubiese estado armado, ¿habría podido defenderse en esa acera? ¿Y creemos verdaderamente que hubiera estado justificado que disparase a Zimmerman, porque lo había perseguido antes en un coche y se sintió amenazado?”

Esta ley en su esencia establece que cualquiera que presuma en peligro su propiedad o su vida no debe retroceder sino hacer uso de un arma letal y, además señala, que una persona que no esté envuelta en una actividad ilícita y que sea atacada en cualquier lugar donde tenga el derecho de estar, no tiene que huir para evitar el peligro teniendo el derecho de defenderse con empleo de la fuerza, aunque provoque la muerte de otra persona, si verdaderamente lo cree necesario para salvar su vida.

En virtud de esta ley a la que se acogiera posteriormente George Zimmerman, Trayvon Martin tenía el derecho de atacar a su perseguidor ya que no había evidencia alguna de que estuviera envuelto en una actividad ilegal  y nada le prohibía que caminara por aquella calle de Sanford en horas de la noche.

George Zimmerman fue declarado no culpable de la muerte de Trayvon por un jurado de seis mujeres, cinco anglosajonas y una hispana, y puesto en libertad, pero de hecho fue el responsable de la muerte del adolescente negro al perseguirle sin autoridad para hacerlo y provocar su reacción violenta. Cuando el muchacho le enfrentó con sus puños, Zimmerman perdió el valor, sintió miedo, y a pesar que le superaba en corpulencia, no fue capaz de ripostar a golpes e hizo uso de su arma.

No creo que el jurado deliberó de la mejor manera. No consideró que Trayvon poseía también la legitimidad de agredir, de acuerdo con la Ley de la Florida, a quien consideraba que podía ser una amenaza para su seguridad. Influido por la defensa que de Zimmerman hiciera su abogado Mark O’Mara el jurado se planteó una duda lógica. No había testigos oculares que pudieran aportar un juicio fuera de duda. Renunció el jurado al ejercicio del sentido común, tal como se lo sugiriera O’Mara: “Tengan cuidado con su sentido común porque el sentido común es la forma en que conducimos nuestra vida diaria, la forma en que tomamos decisiones rápidas y lo hacemos todos los días. No otorguen a nadie el beneficio de la duda excepto a George Zimmerman, él no es culpable de nada exceptuando de proteger su propia vida”. El mismo argumento hubiera sido válido también a favor de Trayvon Martin.

Alguien formuló una pregunta que yo también me hago y no quisiera darle respuesta: ¿Qué hubiera ocurrido si un Zimmerman que fuera de la raza negra, hubiera matado en “defensa propia” a un Trayvon Martin que fuera blanco?

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