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viernes, 25 de enero de 2013

Los venezolanos ya están acostumbrados


Francisco Rivero Valera. EL UNIVERSAL

Apto solo para gente inteligente.

Muchos venezolanos están como la rana de la metáfora de Olivier Clerc.

O sea, imagine una cacerola llena de agua fría en la cual nada tranquilamente una pequeña ranita. Un fuego se enciende debajo de la cacerola y el agua se calienta lentamente. La rana se siente feliz nadando en el agua tibia. La temperatura sigue subiendo. La rana ya no puede gozar y se siente cansada pero no se asusta. Ahora, el agua está tan caliente que la rana la encuentra desagradable pero está muy debilitada y no puede hacer nada. La temperatura continúa subiendo hasta que la ranita termina su vida, hervida.

Sería el proceso típico de acostumbramiento o de habituación, forma primitiva de aprendizaje individual y colectivo, que se instala ante estrategias graduales y repetitivas. Intencional o no. Con resultados negativos: respuestas o resistencias cada vez menos intensas. Final mortal por inercia total del individuo. Y objetivo facilitador de gobiernos autocráticos por sumisión absoluta del colectivo

Y son muchos los venezolanos que van por ese camino.

Analicemos.

Hace 14 años aceptaron la promesa de un gobierno democrático de 5 años de duración, avalista de la propiedad privada, incluyendo canales de televisión, y demás.  Como en olla con agua, a temperatura natural.

Luego, aceptaron el aumento de la temperatura con expropiaciones, amenazas y atropellos de políticas marxistas que cambiaron a políticas socialistas y comunistas y que, al final de cuentas, resultaron ser lo mismo. En olla, con agua de tibia a caliente.

Ahora los venezolanos están en el límite del acostumbramiento. Con una inversión de valores de tal magnitud que lo sagrado pasó a ser obsceno y lo extraordinario a  común,  aceptando los desacatos a la Constitución, los intentos absurdos de transmutación de la personalidad incomunicable por otra persona. Las 45 muertes violentas de los fines de semana. La inseguridad. Correr y competir en largas colas para comprar azúcar, arroz y otros alimentos. La pésima vialidad. El racionamiento de electricidad. Mentiras repetitivas, la entrega del país, corrupción, impunidad y demás. En olla con agua hirviente.

Similar al pueblo ruso durante la implantación del socialismo en la dictadura de Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, alias José Stalin. El acostumbramiento llegó a tal punto que perdieron hasta la capacidad de reacción, tolerando purgas políticas, pogromos antisemitas y expropiaciones masivas de tierras de los kuláks o medianos propietarios agrícolas. Con resultados catastróficos: la gran hambruna en Ucrania, y millones de muertes que, según el gobierno soviético, fue una medida necesaria para acabar con la retención y sabotaje de productos que ilegalmente practicaban los kuláks. Graziosi. Pero surgió la Perestroika, para desaparición del perverso socialismo estalinista.

En Venezuela todavía no hay hambruna pero sí hay comportamiento social por desabastecimiento. Lo que falta por ver es la pérdida de la capacidad de reacción de los venezolanos.

Sin embargo, no todo está perdido en esta olla de agua hirviente. El acostumbramiento tiene su proceso opuesto: la sensibilización. O sea, la inducción de la salida de la inercia con nuevos estímulos que aumenten las respuestas, con educación de la gente sobre las experiencias negativas que están causando marasmo. Y con estrategias de motivación.

Creo que llegó la hora de despertar. Y de cambiar de actitud para salir de la olla.

Que así sea.

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