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miércoles, 23 de enero de 2013

Hoy cayó el muro del silencio


Justo J. Sánchez. CUBANET

A mi Lolita. Fuiste modelo de respeto neoyorquino en las diferencias y cariño cubano siempre. Dejas un gran silencio y a dos hombres en el triunvirato de por las tardes. Algún día vendrás conmigo a Caibarién, anidada en mi corazón.

Durante muchos, muchos años, los Díaz Balart, Ileana Ros-Lehtinen y la generación Mas-Canosa hicieron soliloquios con la voz de los cubanoamericanos. Durante muchos años la izquierda norteamericana, la prensa y las estructuras del poder “latino” se contentaron con el estereotipo. Definían al cubano como gritón Republicano. Demócratas y Republicanos ─ sin diferencia ─ vieron en el Versailles al centro neurálgico de la experiencia cubanoamericana. Nuestra historia no tuvo matices. Se relató en blanco y negro.

Fuimos muchos una minoría silente: progresistas, pluralistas, en lucha por evitar prejuicios, gays, lesbianas, afrocubanos, artistas marginados, maestros, poetas, los pobres, inconformes y excluidos. Ni nuestros hermanos “Latinos” ni la Izquierda nos dieron un puesto en la mesa. En las artes nos usaron a medida que viajáramos a Cuba ─ nos reconciliáramos ─ para legitimarnos y traer mercado. En el mundo académico la postura moral de mi profesor Juan Marichal en cuanto a la España franquista no era posible con Cuba. Los viajes a Casa de las Américas o la Bienal de La Habana son siempre bien vistos dentro de la industria cultural. Ciega permanece la intelligentsia a la mordaza con los periodistas y escritores desafectos que no tienen acceso a la Red, no podían viajar libremente hasta hace escasamente una semana y que son objeto de acoso policíaco arbitrario. La duplicidad o ofuscación se borra con un mojito y una jinetera.

Barack Obama mostró al mundo la diferencia. El mismo día que habló de Stonewall otorgándole la misma dignidad del “Domingo Sangriento” en Selma, Alabama, dio entrada al panteón literario americano a Richard Blanco, poeta gay cubanoamericano.  El primer presidente afroamericano nos dio la lira en la tribuna presidencial y nos pidió bendecir el acontecimiento. Con poesía y oración nos abrieron la boca y nos dieron voz. Nuestra palabra y nuestra invocación dieron testimonio de cómo la justicia rompe el silencio.  “We Shall Overcome” “Venceremos” y ciframos nuestras esperanzas en un mundo de posibilidades de igualdad y equidad los segregados como Luis León, niño Pedro Pan. Con Richard y el Reverendo Don Luis nos pusieron en la tribuna presidencial a los cubanos que no somos Republicanos, los que, pobres, no tenemos acceso al poder. Nuestra condición nos cierra las puertas de las galas recaudatorias de ambos partidos, de ambos. Con el poeta y el reverendo estamos los gays, los que creemos aún en el arte sin prostituirnos, ni “reconciliarnos” con dictaduras, los “Occupiers”, los excluidos por los ricos. Somos los que tenemos miedo a los acaudalados que nos excluyen, terror a mancharnos con la desgracia de la soberbia. Somos los que admiramos la poesía que mora en la humildad. Somos los doblemente exiliados.

Fue una linda mañana donde se nos instaba a la acción cívica en colectivo. Se instalaba reelecto un presidente afroamericano el día que conmemoramos la figura profética de Martin Luther King. El Doctor King no compró la igualdad ni la hizo valer con cabilderos. La fuerza y la convicción en el peso moral de los derechos civiles les hicieron realidad. Callamos por mucho tiempo pero hoy nos pidieron nuestra lírica y nuestra plegaria. Estamos aquí y ya no nos van a callar. No nos van a  callar.

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