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martes, 23 de octubre de 2012

Oportunismo es revolución


Juan González Febles.  Cuba actualidad (PD)
 
 
Luego de leer "¿Revolución o reforma?" (Ed. Abril, 2012) del bloguero y cíber escribidor oficial Enrique Ubieta, creo comprender mejor todo el oportunismo y hábil engaño que "esta gente" coloca detrás del término "revolución".

Entre las cosas que dice para justificar lo injustificable, resalta como una joyita en el género: "La estrategia contrarrevolucionaria es hacer que se olvide el pasado; la revolucionaria, que no se olvide".

Quizás esta sea una de las claves favoritas para congelar la escena y que el tiempo, no pase. Poner a dormir a todo un pueblo en una hibernación que les permita gobernar, le da sentido a esa espiral eterna y esa vuelta sin regreso a un pasado cada vez más ajeno o más manipulado. Luego, convenientemente colocados en una pecera sin internet, televisión satelital por cable y el resto de la parafernalia tecnológica para comunicaciones de la modernidad, el terreno está abonado. Que manden los fieles y callados difuntos, en el espacio primado y selecto de los líderes históricos, sus inamovibles interpretes. Siempre anclados en la circunstancia trágica de la conveniente muerte ajena. El caso es que para lograr tan luminoso objetivo, es necesario un espacio señoreado por la miseria absoluta. Esto es, miseria de todo tipo, carencia material y espiritual.

Ubieta justifica la violencia siempre que esta sirva al propósito de su idealizada revolución. Esta será la clave de justificación para toda la violencia y la crueldad que este término siempre trae consigo. Las revoluciones son violentas, pero lo peor vendrá después.

Si el término encubre la vocación totalitaria de continuidad o si se corresponde con el par ordenado de la opresión que señoreó el pasado siglo XX, nazismo-comunismo, las cosas se complican. Es ahí donde juegan su rol los intelectuales orgánicos como el compañero Ubieta, que en un espacio limitado por la miseria muy pocos consiguen ser buenos. El propio Martí ─ tan llevado y traído ─ lo dijo. "Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno".

A pesar de todo hay un punto en que no puedo menos que coincidir con Ubieta, en Cuba se es revolucionario o contrarrevolucionario. Al final o para ser más exacto, en este recodo del camino, eso que se da en llamar revolución y con lo que estoy visceralmente en contra ─ el corazón es mi víscera favorita ─ ha demostrado ser el ejercicio de violencia más cruel e inútil que ha conocido el mundo. Declararse contra la violencia y fervoroso partidario de la libertad, ─ sin apellidos ─ es el único posicionamiento decente posible en Cuba, en que el estado usa todos los mecanismos a su alcance para enajenar el poder y el derecho del ciudadano.

Entonces, y ya honrosamente contrarrevolucionario, resulta mucho más cómodo desmontar la farsa que Ubieta pone en circulación desde su libro impreso y distribuido desde los recursos que la revolución de Ubieta pone al alcance de los revolucionarios, ─ no de todos los cubanos ─ orlados por el derecho a hacer la revolución. Esto, por supuesto, frente a la absoluta falta de derechos del resto, que son potencialmente unos y absolutamente otros contrarrevolucionarios "en plantilla".

Ubieta coloca en un arbitrario collage de corta y pega, las afirmaciones tomadas en el contexto que le pareció mejor, hechas por aquellos que sus mentores han concedido certificado de nacimiento político. Quiero decir con esto que Ubieta solo comentará lo que ha cortado del discurso de los que el gobierno militar ha decidido conceder el antes mencionado certificado de natalidad política. Eso si, todo fuera de su contexto original y dirigido a demostrar la parte de la fábula política del castrismo de que se trate.

 Como es un aprendiz de mérito en el dudoso arte de la manipulación, dominado con refinamiento absoluto por sus pares revolucionarios, Ubieta se niega a colocar en la misma moneda al par ordenado del totalitarismo del siglo XX, es decir, a los nazis de Hitler y a los comunistas del socialismo real. Los contrapuso y no los reconoció como caras de la misma moneda. Cuando nos habla de Alemania, compara la tarja que perpetuó durante demasiado tiempo la cabeza de novillo de Bhreznev ─ el difunto zar moscovita ─ con los trofeos de la barbarie de las guerras en la antigüedad clásica. Lo que no se le ha ocurrido preguntarse es, ¿por qué los berlineses anduvieron cabizbajos cuando Alemania fue derrotada en la conclusión de la II Guerra Mundial y por qué bailaron alborozados cuando cayó el Muro de Berlín?

 Luego de leer "¿Revolución o reforma?", se puede concluir ─ muy a pesar de la intención de Ubieta ─ que oportunismo es revolución o que si se es bueno, se es próspero y si se es próspero, no se puede ser revolucionario.

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