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lunes, 10 de septiembre de 2012

Si ganaran las elecciones…


Mario J. Viera

Imaginemos por un instante que el electorado americano cayera en el error de otorgarle la presidencia a Mitt Romney. Preguntémonos luego ¿Qué sucedería entonces?

Considerando la actual ideología que predomina en el partido republicano y en su motor impulso del Tea Party habrá que concluir en que Estados Unidos se sumiría en un insoportable ambiente de ultra conservadurismo cargado de intolerancia. La Biblia, en su antigua versión sería el libro sagrado del Estado; quizá hasta inspirándose en las leyes de Moisés nos regiríamos por una especial sharía que condenaría todo aquello nefasto que regulaba Moisés. El uso de anticonceptivos sería vetado; porque lo único legítimo en las relaciones conyugales es la reproducción. Los homosexuales condenados por corruptos y depravados. Se levantaría un altar al todopoderoso dios mercado al que se le ofrecería en holocausto la seguridad social, el Medicare y el Medicaid.

Si ganaran las elecciones se agitaría la lucha de clases que inspira a los ultra del republicanismo; pero no sería la lucha de clases que preconiza el marxismo de proletarios contra burgueses sino de los súper ricos contra las clases inferiores, clase media y clase trabajadora. ¡Todo el poder para las corporaciones!

Como los pobres, los necesitados que tanto abundan en esta gran nación, están en estrecheces porque ─ según el cristal con que miran los republicanos ─ no trabajan como mulos para enriquecer a los grandes del mercado, entonces se eliminaría un seguro médico accesible; es que los pobres ya tienen demasiadas ayudas, según Romney.

La Ley de Arizona se convertiría en ley federal haciendo sospechoso de inmigrante ilegal a todo aquel que parezca muy latinoamericano, que hablara el inglés con acento hispánico o no lo supiera hablar. ¡White Power!

El gobierno sería manejado como se maneja una corporación pero sin tener en cuenta la opinión de la mayoría de sus accionistas, es decir todo el pueblo americano a la hora de tomar decisiones difíciles.

La clase media y la clase trabajadora cargarían con la obligación de los impuestos, en tanto los propietarios de las grandes corporaciones recibirían sustanciosas rebajas fiscales cuyos ahorros  no los invertirían en crear más empleos sino en disfrutar de una vida escandalosamente más opulenta.

Estados Unidos seguiría empeñado con la deuda que se contrajo con China para sufragar las guerras de Irak y Afganistán.

En política internacional quizá se esgrima la política del Big Stick, acumulando más odio hacia Estados Unidos y más desconfianza por parte de sus aliados. Latinoamérica continuaría siendo uno de las últimas prioridades de Estados Unidos. Con respecto a los jinetes del apocalipsis del llamado Socialismo del Siglo XXI se harán gruñidos, se agitará una retórica incendiaria sin ninguna acción concreta y sabia y solo de utilidad para darle argumentos nacionalistas a los Chávez y Correa. Ante el castrismo se aplicarían las sabias propuestas de Mario Díaz Balart, Marcos Rubio y David Rivera, que poco conocen, si algo conocen, de Cuba y no tienen ni la menor idea de lo que es hacer oposición en un país totalitario, ni la angustia ciudadana de dependencia prácticamente absoluta de un estado represivo, dueño de todo, desde las viviendas, los empleos, las escuelas y universidades y hasta de la propia vida de sus súbditos. El castrismo continuaría con su política represiva, tranquilamente, amparándose en el pretexto, que desde Washington se le regala, de la defensa de su soberanía e independencia.

Finalmente el nivel de desempleo en Estados Unidos continuaría próximamente igual que en el presente por cuatro u ocho años más. La economía seguiría dentro del mismo, sino mayor, estancamiento.

Si ganaran las elecciones… No, no quiero ni imaginarlo.

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