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domingo, 5 de agosto de 2012

La nueva colecta de firmas y un llamado a perder el tiempo


Mario J. Viera

Había visto el link colocado en Cubanet que solicitaba el envío de firmas a Ariel Hidalgo por Infoburo@AOL.com. De primera reacción no me interesó conocer de qué se trataba el tal Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible. No confío en las posiciones neomarxistas y tímidamente anarco-colectivistas de su autor. Más tarde volví a toparme con el Llamamiento incluido dentro de un artículo aparecido en Diario de Cuba bajo el título “El manifiesto que Oswaldo Payá no llegó a firmar” de Eduardo Labarca.

Sentí curiosidad ¿se trataba de algún proyecto de Oswaldo Payá elaborado antes de su asesinato? Me preguntaba ¿será acaso un proyecto del Movimiento Cristiano de Liberación con una proyección más radicalizada luego de las críticas que Payá hiciera al denominado “Diálogo entre cubanos” que impulsara el episcopado de La Habana y la revista Palabra Nueva? Me había equivocado, el “Llamamiento ─ según Labarca ─ se inscribe de algún modo en la corriente pacífica inspirada hasta su muerte por Payá”. Siempre fui crítico de los proyectos de Payá al considerar que en sus propuestas incluía a los personeros del régimen como partes de la solución y su llamado a la política de “borrón y cuenta nueva”.

Labarca anota que el nuevo Llamamiento al igual que el proyecto de Payá de hace diez años, “ha gatillado un agitado debate en el exilio cubano, cuyo sector extremista y vociferante tiende a rechazarlo”. Como no me considero ni extremista ni vociferante decidí informarme del contenido del urgente llamamiento brotado de la mente del profesor Hidalgo. Me llamaba la atención que Labarca citaba entre los firmantes ─ “que ostentan posturas diversas” ─ a Carlos Alberto Montaner, “periodista de filiación liberal”, la bloguera Yoani Sánchez, el líder disidente Manuel Cuesta Morúa, Carlos Saladrigas, el empresario cubano americano “que hace unos meses viajó a La Habana desde Estados Unidos a dar una conferencia”. Luego al revisar las firmas encontré otros nombres, el abogado disidente fundador de la Corriente Agramontista, Faisel Iglesias, el profesor Enrique Patterson y Dagoberto Valdés Hernández, director de revista Convivencia, entre muchos otros.

Como no creo incluirme dentro de los extremistas y vociferantes me pregunté si debía incluir mi firma insignificante entre los destacados firmantes del Llamamiento urgente.

Lo primero que me saltó en el documento de marras fueron algunas expresiones de corte nacionalista que convenían con algunas consignas castristas.

Con el llamamiento se quiere presentar “a todos los ciudadanos cubanos un conjunto de medidas que no hay que supeditar a la agenda de ningún país extranjero”, tal parece que las propuestas de la oposición anticastrista antes de la existencia del Llamamiento de Ariel Hidalgo ¿estaban supeditadas a la agenda de un país extranjero? Bueno, al menos así lo consideran los usurpadores del gobierno de Cuba.

Reclama el Llamamiento “el derecho de los cubanos a determinar nuestro futuro en plena libertad, independencia y soberanía”, nada que no queramos todos aunque a continuación introduce esta cláusula “sin injerencias o imposiciones de ninguna nación extranjera sea cual sea la ideología que profese su gobierno” agregando: “Nuestro país no debe estar supeditado a leyes de otro gobierno que nos afecten unilateralmente”. No es necesaria la inclusión de esa coletilla luego que se predetermina en plena libertad, independencia y soberanía la determinación del futuro de Cuba por los cubanos.

Se propone la creación de un “grupo de buenos oficios” que entre sus funciones se incluya “el tema de las sanciones unilaterales estadounidenses” e “iniciar conversaciones entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, con vistas al cese de la usurpación de la base naval de Guantánamo contra la voluntad y el deseo del pueblo cubano”. Cese de la usurpación que está en contra de la voluntad y el deseo del pueblo cubano, tal vez ─ no lo sé ─ Ariel Hidalgo haya echo una encuesta de opinión entre el pueblo cubano para afirmar categóricamente que es su voluntad y deseo el cese de la Base Naval de Guantánamo, que tanto reclama el castrismo.

Solo un poco más y el Llamamiento incluye el llamado de ¡Abajo el imperialismo yanqui!

Tal vez considera que son los Estados Unidos los que impiden un acuerdo dialogado con los castristas para salvar a Cuba y de paso admitir que la oposición cubana está controlada y dirigida por Washington. Sinceramente no creo que  el tema de la Base Naval de Guantánamo sea en estos momentos uno de los tópicos principales a resolver para alcanzar “una Cuba mejor y posible”.

Hidalgo inicia su urgente llamamiento diciendo: “Vivimos tiempos cruciales. Es necesario conocer y aprender del pasado para no repetirlo”; pero en su llamamiento no hace referencia alguna a ese pasado que debemos conocer para no repetirlo. Quizá ese pasado hay que entenderle sobre lo que afirmara en un artículo suyo que publicara El Nuevo Herald con fecha 4 de mayo de 2012, bajo el título “El pacto del amor  y la paz”. Entresaco el siguiente párrafo de ese artículo:

Olvidamos que a cuatro años de república comenzamos a contender unos contra otros en medio de la violencia y el desamor: en el 6, en el 12, en el 17, en el 30, en el 33 y en los años cincuenta, sin contar, entre fecha y fecha, otros conatos insurreccionales que nos mantuvieron en perpetua turbulencia en nombre de la libertad. ¿Qué frutos obtuvimos de todo esto? Pues una renovación de las cadenas. Si hubiera habido siempre armonía y concordia, no habría nacido lo inarmónico y la discordia del presente. Algo anduvo siempre mal, y el regreso a lo que creemos fue un pasado feliz, nos llevaría otra vez al punto de partida del conflicto, a recomenzar nuevamente el camino que nos ha llevado hasta aquí. Entonces es preciso revisar nuestras acciones pasadas para poder entender en qué hemos estado errando una y otra vez”.

Es decir, no hay solución. El presente es malo, el pasado fue también malo; no podemos volver a la Cuba precastrista. Ariel Hidalgo tiene la fórmula mágica, aunque lo por él propuesto es lo mismo que se recogía, en general, dentro de algunos de los postulados de la Constitución de 1940; es decir: “Respeto inmediato a derechos y libertades ciudadanas básicas de conciencia, expresión, información, reunión, movimiento y asociación, derecho a la libre sindicalización, formación de partidos políticos y de organizaciones no gubernamentales y proscripción de toda forma de persecución o discriminación por razones de credo, ideología, raza, género u orientación sexual” esto último es lo único que no estaba previsto en la Constitución republicana.

¿Cuándo acabaremos de entender que los pueblos no se mueven tras conceptos abstractos sin antes solucionar sus preocupaciones concretas como son, el alimento, la vivienda, el empleo bien remunerado, la seguridad, la salud? Para movilizar a un pueblo en un proyecto de acción no cabe el principio cartesiano de Cogito ergo sum, se requiere algo más que simples retóricas abstractas.

La cuestión económica del Llamamiento se reduce a lo siguiente:

Traspaso inmediato de la propiedad de todas las empresas estatales de producción y servicios medianas y pequeñas a los trabajadores que laboran en ellas, y en las grandes empresas, participación en la administración y reparto de utilidades. Libertad de todos los ciudadanos para la actividad económica independiente, exportar e importar bienes, establecer empresas mixtas con el Estado o con la inversión extranjera y estímulos fiscales a las cooperativas y a la pequeña propiedad individual. Control trasparente del uso de los impuestos y de la renta nacional. Plan de emergencia para reanimar y fortalecer los sistemas nacionales de educación, salud y seguridad social. Acceso masivo a Internet y las nuevas tecnologías de la información y comunicación como herramientas imprescindibles de una economía moderna”.

La primera cláusula de este párrafo nos recuerda una de las tesis claves de Bakunín:  La propiedad de los medios de producción, distribución y cambio debe ser social y administrada colectivamente por los propios trabajadores reunidos en pequeñas asociaciones por afinidad mientras que cada uno de ellos produce según su voluntad (o según lo acordado) y cada uno debe recibir el producto íntegro de su trabajo según su mérito individual”.

Es la idea del colectivismo anarquista presente en el pensamiento de Ariel Hidalgo que los expresa en un párrafo de su artículo “¿Qué modelo necesita Cuba?” (El Nuevo Herald, 20 de abril de 2012):

No basta un estado de derecho. Es preciso ir más allá, hacia un estado de plena satisfacción de los derechos, y esto sólo se logra con la autosuficiencia ciudadana. ¿Qué significa esto? Una ciudadanía independiente de poderosas instituciones para subsistir, controlando sus propios medios de subsistencia, sin trabas burocráticas, altos impuestos ni negativas crediticias, barreras impuestas por las oligarquías para monopolizar la fuerza de trabajo y mantener así bajos salarios. No basta la libertad económica propugnada por los liberales. Es preciso ir más allá, hacia la democracia económica, ya sea individual, familiar o de grupos, cooperativista o autogestionaria. Si bien el derecho a la propiedad es legítimo, ese derecho no es sólo para quienes ya la tienen sino también para quienes nunca la han tenido. Cuando cualquier trabajador pueda ser propietario de medios de producción, los capitales y los Estados no tendrán más remedio que pagar jornales justos a quienes continúen como asalariados”. Bakunín no habría podido expresarse mejor.

Otra de las propuestas del Llamamiento para hacer una Cuba mejor y posible es la de “someter a referendo la incorporación de una cláusula constitucional criminalizando el empleo del terrorismo, la violencia, la tortura, el acoso y la discriminación de cualquier tipo, sea cual sea su promotor, justificaciones y procedencia, así como la adecuación de la Constitución a los principios y normas universalmente reconocidas de derechos humanos”. Hay un detalle que olvidan todos los constructores de planes salvadores para Cuba. La Constitución vigente en Cuba no admite enmiendas, no deja resquicios; es la Constitución de un estado totalitario, simplemente lo que se ha de exigir es su derogación total y definitiva y no remendarle parches.

Las medidas que el Llamamiento propone a aplicar a los represores de las libertades y derechos de la ciudadanía son ridículas: “Desmovilización o traspaso a otras funciones de aquellos agentes dedicados a la represión de esas libertades, y cierre de unidades represivas dedicadas a ese fin”. ¿Solo esto? Es decir desmovilizar o traspasar a otras funciones a los oficiales de la Seguridad del Estado que cumplen órdenes de los altos jerarcas del poder sin la exigencia de enfrentar la justicia a esos oficiales y a los detentadores del poder en Cuba que son los responsables directos de la represión que llevan a cabo sus cuerpos represivos. Unos y otros deben enfrentar a la justicia.

El Llamamiento pierde toda su fuerza cuando hace depender la ejecución de su conjunto de propuestas de que exista “la voluntad política para ello de parte de quienes siendo menos del 1% de la población, poseen la capacidad real de decisión sobre todos los aspectos de la vida cotidiana en nuestra patria

¿Para qué, entonces, hace falta convocar el apoyo de un llamamiento que para su ejecución requiera de la voluntad política de los tiranos? Esto es, simplemente oportunismo y demagogia políticos además de una pérdida de tiempo.

Finalmente el Llamamiento urgente concluye diciendo:

Alertamos que no sólo una Cuba mejor es posible. También lo es una Cuba igual o peor a la que hoy existe. Las opciones están en manos de los cubanos y el tiempo de tomar decisiones sustantivas ha llegado. Quien hoy no dé los pasos para dar salida sensata a esta crisis no podrá responsabilizar a otros por lo que suceda mañana”.

No creo que lo propuesto por el Llamamiento sea precisamente una salida sensata para sacar a Cuba del abismo al que le ha hecho caer el castrismo.

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