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viernes, 31 de agosto de 2012

¿Blanca victoria?


Daniel Morcate. EL NUEVO HERALD

Aunque llevo muchos años metido en el rollo de las elecciones presidenciales, como ciudadano y por cuestión de pincha, no recuerdo ninguna tan étnicamente divisiva como la actual. Para tratar de derrotar a Obama-Biden, el binomio Romney-Ryan se está dedicando casi exclusivamente a conquistar el voto blanco no hispano. Y para seguir cortando el bacalao, la pareja titular se ha decantado por las minorías, sobre todo por la afroamericana y la hispana. Uno tras otro los sondeos de opinión reflejan resultados sugestivos de esta estrategia divisiva. Lo que me da que pensar en que las figuras determinantes en estas elecciones presidenciales podrían no ser los candidatos, ni los asesores de imagen y ni siquiera los votantes mismos, sino los matemáticos de las respectivas campañas. Los que mejor barajen los números probablemente estarán en condiciones de entregarle en bandeja la victoria a la dupleta que le paga la viruta.

Días antes de la convención republicana de Tampa, Romney y Obama marchaban tan parejos en la carrera que era una temeridad hablar de un puntero. La convención probablemente le dará una ventaja momentánea al candidato republicano ─ el previsible bounce ─ pero lo mismo sucederá con Obama tras la reunión demócrata de Charlotte, Carolina del Norte. A mi juicio, la clave del triunfo en noviembre para los candidatos será dividir lo más posible el voto de los grupos étnicos que les son menos afines. Y en esto Obama aventaja a su retador. A Romney le costará más trabajo atraer votos afroamericanos, hispanos e incluso asiáticos, de lo que le costará al presidente conseguir votos de blancos no hispanos.

El problema de fondo de la pareja republicana no es solo el tono negativo de su campaña para las minorías, como advierte a menudo Jeb Bush. Es más bien la contradicción esencial entre su necesidad de apelar a su base de votantes extremistas y de conquistar a la vez votos de minorías. La retórica que usan y muchas de las posturas que adoptan los republicanos para entusiasmar a sus partidarios radicales, y en ciertos casos por convicción, son precisamente las mismas que enajenan a hispanos y afroamericanos, para no hablar de muchos homosexuales y mujeres. La lista es amplia. En su original declaración de principios en Tampa, los republicanos se pronunciaron a favor de severas leyes de inmigración como la de Arizona, de terminar el muro en la frontera con México, del inglés como idioma oficial; y en contra de la acción diferida para dreamers, de la acción afirmativa, de los matrimonios gay y de los derechos reproductores de la mujer. Un verdadero breviario de ideas caducas o regresivas.

A estas posturas indigeribles hay que añadirle el cuestionamiento malicioso por parte de líderes republicanos del lugar de nacimiento del presidente Obama, algo que ofende a los afroamericanos y convierte la elección para ellos en un desafío personal. No es raro, entonces, que las más recientes encuestas arrojen porcentajes históricamente bajos para el candidato republicano entre las minorías. Una del WSJ y NBC le da a Obama 95 % de la intención del voto afroamericano frente a un 0 % de Romney. Varios sondeos sugieren que el republicano apenas alcanza entre el 22 % y el 26 % de la intención del voto hispano. Su propia campaña estima que necesita conquistar 38 % para ganar, 7 % más del que logró McCain en 2008.

La de Romney será una victoria blanca no hispana o no lo será. Para triunfar sin las minorías étnicas, necesitará el 60 % del voto “anglo”. En la actualidad lleva aproximadamente el 55% de la intención de ese voto que, por supuesto, sigue siendo el más cuantioso. En la historia moderna, los blancos no hispanos siempre le han dado apoyo mayoritario al candidato republicano. Romney y sus asesores lo saben y han apostado fundamentalmente por ese grupo de electores. Fue una de las razones por las que descartaron a hispanos y afroamericanos como candidatos a la vicepresidencia. Si esta estrategia les da resultado, los extremistas seguirán dictando la agenda del GOP. Pero si fracasa, entonces y solo entonces, las puertas del partido se abrirán a figuras moderadas como Jeb Bush y otros que, por ahora, predican en el desierto.

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