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martes, 17 de julio de 2012

Los cuatro argumentos castristas de la Historia de Cuba


Orlando Freire Santana. CUBANET

Desde hace algún tiempo los medios de prensa oficialistas vienen alabando el nuevo libro de Historia de Cuba que se emplea en los últimos grados de la enseñanza preuniversitaria. Se trata, por lo tanto, del texto que deben dominar bien los estudiantes que aspiran a aprobar las pruebas de ingreso para cursar estudios universitarios. Y debe de ser también, por supuesto, un libro que cuente la historia que los gobernantes desean enseñarles a los jóvenes cubanos, una historia que de seguro reclama mucho espacio para la interpretación utilitaria de determinados hechos, relegando a un segundo plano la enumeración objetiva de los sucesos del pasado.

Aunque no se haya podido acceder al libro, la reciente aparición en el semanario Trabajadores (edición del lunes 25 de junio) de una entrevista con el profesor Horacio Díaz Pendás, es muy probable que despeje las incógnitas acerca del contenido del referido texto. El señor Díaz Pendás, con 48 años de experiencia en la impartición de la asignatura Historia de Cuba, inspira respeto y afecto entre sus colegas, al decir de los autores de la entrevista.

El citado profesor opina que existen cuatro elementos que no pueden faltar en la enseñanza de esta asignatura, ya que ignorarlos “sería una irresponsabilidad ante la misión educacional que se asume”. En primer lugar, “la actitud, intenciones y acciones de los círculos de poder de los Estados Unidos para intentar apoderarse de Cuba y destruir a la Revolución”. Como segundo aspecto, “es necesario considerar que la Revolución Cubana es una sola como proceso histórico desde 1868 hasta nuestros días, y cómo los estándares revolucionarios fueron pasando de mano en mano, de generación en generación”. Una tercera línea la constituye “lo que ha significado la unidad, o la falta de ella, a lo largo de las luchas del pueblo cubano por la independencia y la revolución social”. Y por último, “la necesidad histórica del socialismo en el proceso cubano, y el liderazgo de Fidel”.

De acuerdo con semejante punto de vista, toda la historia de Cuba podría simplificarse más, y resumirse con dos afirmaciones. Una de ellas permitiría corroborar que el gobierno de Estados Unidos ha sido el verdadero y único enemigo de la nación cubana, al tiempo que las luchas de más de tres décadas contra el colonialismo español son reducidas a meros episodios coyunturales. ¡Cuánto darían los castristas por hallar algún documento histórico que testifique el más mínimo acuerdo entre cubanos y españoles para enfrentar a las fuerzas estadounidenses en la contienda de 1898!  Y la otra gran “verdad” castrista consiste en haber demostrado que la toma del poder en 1959, y la posterior implantación de un socialismo marxista-leninista, son hechos justificados por la Historia. Solo así se habría logrado, al fin, la unidad de las fuerzas revolucionarias, y tendría lógica el reciente engendro jurídico de declarar inamovible el sistema político imperante en la isla.

Evidentemente estamos en presencia de una visión del pasado con los ojos de un presente demasiado beligerante; un presente desprovisto de un sistema político pluralista, entre otras cosas, por la no existencia de diversos relatos sobre el pasado de la nación. El ensayista Rafael Rojas, en su artículo “Los nudos de la memoria. Cultura, reconciliación y democracia en Cuba”, lo reafirma: “En Cuba, una fuerte resistencia a la creación de una cultura democrática es el predominio de un discurso oficialista de la historia nacional que rige la política educativa, cultural e ideológica”.

Sin embargo, y para desdicha de las autoridades cubanas, existen grandes probabilidades de que, al chocar con la dura realidad, los estudiantes olviden pronto lo que trataron de enseñarles en las aulas.

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