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martes, 15 de noviembre de 2011

Un tema sobre el transporte en cuba.

El tiempo perdido
Moisés Leonardo Rodriguez

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – La gente se ríe cuando intento explicar que mi semana solo tiene cinco días útiles,  pues no conciben que para transportarme de la capital a Cabañas, separadas sólo por  60 kilómetros, empleo alrededor de seis horas en la ida y seis en el regreso, lo que me deja en un estado físico y mental tal, que necesito otras seis horas para recuperarme de cada viaje.

Índices de la modernidad pueden considerarse la seguridad, el confort y la rapidez del transporte público; pero transportarse en vehículos terrestres en Cuba resulta todo lo contrario: peligroso, incómodo y consume demasiado tiempo.

La lista de fracasos en los intentos de solucionar este problema a lo largo del último medio siglo de socialismo es interminable. Algunos que vienen a la mente son: la línea ferroviaria de dos carriles que atravesaría la isla de punta a cabo con trenes rápidos; el metro de la Habana; los trenes que comunicarían todos los rincones de la antigua provincia Habana con la capital.

El más reciente de dichos intentos fue la entrada en servicio, hace tres años, de una flota de nuevos ómnibus chinos y bielorrusos que, al principio, pasaban con aceptable frecuencia y tenían hasta aire acondicionado. Según las promesas del entonces ministro del ramo, el problema del transporte se solucionaría en poco tiempo en la capital inicialmente, y paulatinamente en el resto del país. Hoy, quedan pocos de aquellos ómnibus rodando por la capital e ir de un punto a otro de la ciudad ha vuelto a ser una Odisea.

Las deficiencias del transporte constituyen un devorador del tiempo de vida útil de los individuos, que hasta arriesgan sus vidas al viajar en todo tipo de vehículos, que ni siquiera fueron diseñados para el transporte de personas.

Esta situación resulta incluso peligrosa para la salud, debido a las dañinas emanaciones de los viejos vehículos, así como por los daños a las personas, provocados por las horas que pasan sentadas sobre una tabla, o paradas sobre un camión, sin amortiguadores adecuados; a lo que se suma el mal estado de las vías.

En La Habana, cada día empeora el servicio de transporte. EL caos se debe a la imparable disminución del número de ómnibus en servicio, las indisciplinas y maltratos de conductores y pasajeros, el mal estado de las calles, la falta de piezas de repuesto y de mantenimiento de los vehículos, así como los miserables salarios y las malas condiciones de trabajo de los que laboran en el sector.
Bicitaxi en La Habana

En pleno siglo XXI, en otras ciudades del país prácticamente han desaparecido los ómnibus y su lugar lo ocupan carretones tirados por caballos, los bicitaxis movidos por el pedaleo de sus conductores, destartalados camiones y camionetas con más de cincuenta años de explotación, y taxis, que solo están al alcance de unas pocas personas, debido a sus altas tarifas.

El municipio Mariel brinda un botón de muestra. A pesar de que mantiene una terminal de ómnibus con consejo de dirección, oficinistas, conductores, cobradores, mecánicos y otros empleados, solo tiene un ómnibus en servicio, el cual falla más días, por roturas, que los que sale a cubrir sus dos turnos hacia la capital.

Los vecinos del municipio se trasladan en viejos camiones y camionetas  que generalmente viajan sobrecargados, en violación de las normas de seguridad vigente. Los horarios y precios son impuestos arbitrariamente por los operadores de estos vehículos. En ocasiones aparecen ómnibus de centros de trabajo, que misteriosamente pasan y recogen pasajeros cuando el chofer tiene ganas de hacerlo.

El pésimo transporte público es uno de los problemas cotidianos que más indigna y machaca a la población. Si los hechos lo han obligado a dar tímidos pasos en la privatización de algunos servicios; muchos se preguntan: ¿qué espera el gobierno –que ha demostrado fehacientemente durante 50 años su incapacidad para brindar un servicio aceptable- para privatizar por completo este ramo?

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