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viernes, 11 de noviembre de 2011

La matemática de los Dictadores

Ángel Santiesteban-Prats. Blog LOS HIJOS QUE NADIE QUISO


¿Qué misterio encierra el “poder” de los tiranos, que la obsesión de conservarlo los conduce a sacrificar a su pueblo, a su familia y a su propia vida?.. Disfrazan su obstinación con ideales, que exigen sacrificios constantes, con los que ha engañado y que no persigue otra intención real que seguir siendo el “mandatario” de la nación. Todos los dictadores coinciden en estructuras de gobiernos totalitarios, donde la democracia es asfixiada para que ni siquiera se recuerden las elecciones justas, las que sin dudas causarían la pérdida de sus regímenes.

Cuando comenzaron las revueltas en Libia, percibí cuál sería el desenlace del dictador Muamar Gadafi, aunque lo imaginé con la variante legal con que fue condenado el absolutista Sadam Hussein. Los caudillos, luego de apropiarse del poder, ejecutan a los que se le oponen, y lo hacen decididos a todo por mantenerse como líderes.

La historia ha demostrado que no se puede contener a un pueblo en rebeldía. No se consigue mentir y atemorizar a varias generaciones sin recibir el castigo por ello. Ninguna maquinaría política y represiva, ni siquiera la cubana, la que considero la más efectiva de cuantas han existido, podrá contener el derecho de libertad de todos los cubanos.

Fidel Castro ha vivido como un Rey que le exige a sus súbditos el sacrificio de sus vidas. Varias generaciones en pleno siglo XX le dedicaron sus existencias como rituales donde se ofrecen inmolaciones humanas al dios supremo. Vidas perdidas que no recibieron nada a cambio. Tampoco sus hijos y nietos han comprendido para qué fueron ofrendados. Entienden que fueron engañados, mártires en vano que no lograron cambiar ni mejorar el presente ni el futuro.

Fidel Castro sabe que el tiempo de vida que le resta ya no es “importante”, si calculamos que lo logrado en sus años de vida plena y vital, no ha sido suficiente para recordarlo como un pasado feliz (entiéndase “importante”, a su probada incapacidad de aporte a la maltrecha economía o a la democracia). Nada de lo que le prometió a mi abuelo, luego a mi padre, que también intentó hacerlo conmigo, con mis hijos, y si se lo permitimos ahorita con mis nietos, ha podido cumplir. Los ideales son para fortalecer a los pueblos, no viceversa. Las ideologías no pueden devorarse un país. Y esa fue la gran falsa de Fidel Castro, su gran estafa.

Su hermano Raúl Castro, ahora Presidente de la nación por designación de la dinastía, que comprende que su presencia es como una parada de un ómnibus que en breve continuará su ruta, después de medio siglo de dictadura, trata de retardar lo más que pueda una evolución natural de la sociedad que los expulsará del poder. Pretende volver a engañarnos con la inalcanzable zanahoria, falsas estrategias políticas, que no son otra cosa que diques que pretenden contener la fuerza de las aguas que golpean la férrea compuerta que nos cierra el paso al futuro, al desarrollo social, intelectual y económico. Su impericia política nos deja el mal sabor de hacernos sentir subestimados.

Lo lamentable es que existen las probabilidades de pérdidas de vidas humanas. Lo asombroso es que los hermanos Castro lo saben, como lo supo Hussein y Gadafi, y no harán nada por evitarlo. Llegaron al poder violentamente, y saldrán de allí en un baño de sangre semejante al que cometieron en 1959. Desgraciadamente el color rojo con que mancharon las calles y la historia de su país será, igual que en su llegada, así también en su partida.

Aún me queda una esperanza, que razonen y piensen en sus descendientes. Dicen que a los nietos se aman más que a los hijos. Fidel nunca ha sido afectuoso ni siquiera con sus hijos (dicho por ellos mismos), entonces ¿por qué va ha serlo con sus nietos? Su egoísmo no le da espacio a pensar en otro ser que no sea él. Pero en cambio, Raúl Castro es conocido por su apego filiar. Sabemos que de alguna manera ha logrado situar a sus vástagos en varios países. Se podría interpretar como una opción de fuga, o de al menos un intento de salvar a su descendencia, por lo que sospecho que ellos también esperan alguna revuelta.

Debemos hacer consciente a los hermanos Castro y al resto de su linaje, que si definitivamente deciden aferrarse al poder y provocan una guerra civil, exponen las vidas de sus descendientes. Dejarán un rencor en esta tierra que no permitirá compartir nada con su prole. Sus cuentas bancarias y propiedades serán congeladas y su valor devuelto a las arcas del Estado, cuyos dirigentes, para ese entonces, serán elegidos democráticamente.

Por expresiones que ha hecho el mismo Fidel Castro, exactamente recuerdo una con mucha nitidez, cuando apresaron en Inglaterra al dictador Pinochet. En aquel momento reveló que él siempre viajaba con una granada para evitar ser capturado con vida. Sabido es que cuando llega el momento, por lo general tiemblan las manos (y no es precisamente por Alzheimer), ya lo vimos con Hussein y Gadafi, influenciados por culturas más propensas al suicidio, que no tuvieron el valor de pegarse un disparo, ni siquiera masticar una capsula de cianuro; suponemos que Fidel Castro tampoco tendrá el valor de hacer saltar la espoleta de la granada; y quizás, después de evitar el linchamiento popular, los hermanos enfrenten un proceso jurídico, observado y asesorado por un Tribunal Internacional, donde no se dignifiquen sus días finales. Parafraseando a José Martí, valdría la pena decir que “los hombres no miran de qué lado se vive mejor, sino de qué lado se muere mejor”.

Como oímos desde niño que: guerra avisada no mata soldados; ya va siendo tiempo de que los gobernantes Castro y su séquito, después de resignarse a abandonar el poder, se sienten a sumar y restar las posibilidades inteligentes de un desenlace pacífico; para que por fin, ayudados por el Gran Arquitecto Del Universo, todos los cubanos tengamos, por primera vez y por siempre, una república con progresivo desarrollo cívico y democrático.

Dios nos asista y nos auxilie en este empeño.

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