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domingo, 23 de octubre de 2011

Periódico oficialista de Cuba apuesta contra democratización en Libia.

Mario J. Viera

Se sabe que la opinión expresada en un periódico controlado por el gobierno de Cuba no representa la opinión personal de alguno de sus redactores o del propio medio; es la opinión oficial del poder en Cuba.

Juventud Rebelde, periódico propiedad del Partido Comunista acaba de publicar un artículo bajo el título de La democracia que no llegará donde a las claras se honra a la figura de Muamar el Gadafi contra el cual, según el rotativo oficial se desarrolló una agresión que califica de “encarnizada y satanizadora campaña mediática” en su contra “que confundió con mentiras a muchos en el mundo”.


Gadafi, reconoce, es ya historia, “satanizado” por unos cuantos y “mártir para muchos de sus coterráneos” que sin embargo no dejaron de saltar de alegría ante el anuncio de su muerte y hacen largas filas ante la morgue donde su guardan sus restos para contemplar que no es mentira, que el tirano realmente ha muerto.
Como esa realidad no la puede ocultar el periódico castrista, anota: “Ahora, no pocas televisoras nos muestran a personas con sus rostros pintados con los colores de la bandera de la Libia monárquica, tomada por el CNT como nueva enseña nacional. Sin embargo, habría que ver cuál será la reacción de muchos de aquellos «felices» cuando constaten que la cúpula del CNT fungió como el peón en el terreno de la Alianza Atlántica y de las potencias occidentales que echaron la guerra, y burlaron la soberanía nacional”.
Tal parece que el cronista, el que sea, el que le tocó redactar el bodrio, tiene presente la experiencia vivida en Cuba cuando aquellos “felices” recibieron a los conquistadores venidos de la Sierra Maestra agitando banderitas del 26 de Julio y terminaron constatando que la cúpula del poder comunista, aliado a la Unión Soviética les arrancara sus derechos y libertades y “burlaron la soberanía nacional” entregados primero al oso ruso y después al despreciable Hugo Chávez.
En Libia, debería saberlo el cronista, arrojaron a la basura la bandera verde de Gadafi para rescatar la que fue enseña nacional, no monárquica como ladinamente califica Juventud Rebelde a ese estandarte. La bandera que representaba a la monarquía era un estandarte negro con la medio luna y la estrella y en su parte superior izquierda la imagen de la corona. Fue Gadafi, siguiendo al nasserismo quien inició la reforma del pabellón nacional primero con una nueva bandera formada por tres franjas horizontales y del mismo ancho con los colores rojo, blanco y negro y sin el símbolo del Islam de la medio luna y la estrella. Ese estandarte duró desde la fecha de la toma del poder por Gadafi hasta 1972. Ese año Gadafi establece una nueva modificación a la bandera incluyendo en su centro el símbolo del “halcón de Quraysh”. No fue hasta 1977 que el tirano impuso el nuevo pabellón monocromo verde, el mismo que ahora es pisoteado en la Plaza de los Mártires en Trípoli.
Luego de hacer un “análisis” de la composición del Consejo Nacional de Transición (CNT) que considera como “heterogénea y fragmentada nueva dirigencia” aunada “con los buitres de Occidente”, el diario da como seguro “que en Libia nazca un Gobierno fantoche y corrupto como el de Hamid Karzai en Afganistán...” según lo que publicara el oficialista diario.
El castrismo intenta descalificar el movimiento popular que abatió al despótico régimen de Gadafi negando que sea uno de carácter revolucionario o de movimiento social para presentarle como “una guerra llevada a cabo por potencias extranjeras para derrocar un régimen y asegurarse el control de los recursos naturales”, obviando que fue mucho después de las protestas populares iniciadas en Sirenaica y de la violenta represión gadafista contra la población que actuaron las potencias occidentales al impulso del Reino Unido y Francia.
Para el régimen de los Castro “el asesinato de Gaddafi a cargo de la OTAN y los opositores armados constituye una flagrante violación del Derecho Internacional” pero no así los desmanes de Gadafi, condenados internacionalmente como crímenes de lesa humanidad y los asesinatos extrajudiciales que cometiera contra cientos de opositores. Para los Castro vale más la vida de un déspota que la de cientos de rebeldes que se le opongan.
El temor del castrismo a una reacción similar del descontento de los cubanos queda de manifiesto en el siguiente párrafo del lamentable artículo: “El asesinato de Gaddafi constituye otra prueba de la impunidad con que actúan las potencias, con el visto bueno de la ONU. El precedente es triste y peligroso. Esta estrategia brutal de cambio de régimen podrá ser utilizada contra las naciones del sur que se opongan a las políticas del imperialismo contemporáneo”.
Y más exactamente en la frase que cierra la crónica: “La amenaza se cierne sobre muchos en el mundo”, es decir, sobre los que se han impuesto sobre sus pueblos con la represión y la violencia.

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