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martes, 4 de octubre de 2011

Muere el historiador Carlos Ripoll

Carlos Alberto Montaner

El Dr. Carlos Ripoll se ha suicidado. Se dio un balazo en la cabeza. Estaba muy enfermo del corazón. Había sufrido un par de severos infartos. Se trataba de un brillantísimo cascarrabias, pero eso ya no importa. Era el mayor especialista contemporáneo en la vida de José Martí y un originalísimo historiador con una vasta lista de libros y artículos publicados. Quizás fue el martiano más importante de la historia de Cuba junto a Félix Lizaso. Debía rondar los noventa años, aunque intelectualmente estaba alerta y continuaba investigando y publicando. Durante muchos años fue profesor en el departamento de lengua y literatura españolas en una universidad pública de New York. Había obtenido su Ph.D en la Universidad de Miami, pero su formación original en Cuba había sido la de ingeniero. Fue una persona extremadamente refinada y curiosa, amante de la buena música y de la mejor cocina. Un hombre con mil saberes y talentos.

Probablemente, al menos para él, fue acertada la decisión de matarse que tomó Ripoll. Su esposa de varias décadas, también muy anciana, estaba internada en la mejor residencia para la tercera edad de la Florida, aquejada por un avanzadísimo Alzheimer. La atendió mientras pudo, hasta que él ya carecía de fuerzas y ella había perdido casi totalmente la razón. Ripoll –me dice su amigo Modesto Arocha, una de las últimas personas que lo vio vivo– ya no sentía ninguna ilusión con la vida. Una persona como él, con carácter e inteligencia, seguramente compartía el criterio de que vivir es un derecho, pero no una obligación ni un deber de obligatorio cumplimiento. Un hombre como Ripoll, que amaba la libertad individual (la única que existe), pensó que ya le había llegado la hora y actuó en consecuencia. Siempre cuidadoso de los detalles, antes de matarse llamó al 911 y dijo que se sentía mal. Avisó que dejaba las puertas abiertas para que los socorristas pudieran entrar sin dificultades en su residencia. Entonces se dio un tiro. Descansará en paz, porque lo merece y porque tuvo una vida intelectualmente fecunda.

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