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miércoles, 5 de octubre de 2011

Los republicanos y la lucha de clases.

Mario J. Viera

Es patético el esfuerzo republicano de presentar al Presidente Barack Obama con colores comunistoides, y sus políticas como una gran amenaza a la democracia. Hasta le acusan de agitar la lucha de clases.
Me pregunto quienes en realidad están agitando a favor de la lucha de clases; quienes han sido los que han creado el sustrato en que se alimenta del odio del pobre hacia el rico y se fomentan las corrientes extremistas socialistas, comunismo y anarquismo.
Las crisis económicas agudas como la que actualmente sacude, a prácticamente todo el mundo, siempre generan resentimientos entre los sectores de la población menos favorecidos; esos sectores a los que cualquier cambio desfavorable en la economía redunda de inmediato con caracteres dramáticos en sus condiciones de vida. La pérdida del empleo, el incremento de los precios de los productos esenciales, el peligro de perder la casa que adquirieron con sacrificios, la carencia de cobertura médica, son factores que alimentan la reacción agriada de esos sectores. Son los sectores que no cuentan con las gestiones de lobistas bien pagados; que carecen de voz ante los representantes de la nación que ellos, y solo ellos, por ser mayoría en cualquier país, eligieron.
Cuando la economía falla hay que buscar las causas que provocaron el fallo y revisar los postulados económicos en los que se sustenta el deterioro del mercado; porque la economía y el motor del mercado no puede constituirse en ideología. Los principios económicos deben ser revisados periódicamente. Hay que revisar periódicamente la actuación de la “mano invisible”. El no hacerlo así pone en riesgo al sistema capitalista, el único sistema natural que surge del seno social y que posibilita el ejercicio de la libertad.
Pero la ambición desmedida, el “déjenme hacer a mi capricho”, la especulación desmedida, el afán de lucro al precio que sea, la carencia de regulaciones en el accionar del mercado, puede conducir a la libertad para unos pocos y la falta de su ejercicio para muchos. No faltan ejemplos para demostrar esta afirmación.
No hay pues que sorprenderse que en España haya surgido el movimiento de los indignados; que en Grecia se haya producido violentas protestas populares y en Estados Unidos el movimiento “Sitiemos a Wall Street”. La economía, repito, no es una ideología. La economía es una ciencia aunque no una ciencia exacta como son las matemáticas en las que se fundamenta.
Y escribe Armando González para El Nuevo Herald: “Provocar al “pobre” contra el “rico” para buscar ventajas electorales a corto plazo, sin considerar que la lucha de clases, una vez desatada, no termina con las elecciones. Es un cáncer social que, una vez generado, se convierte en un tumor permanente en el alma americana”. No le falta razón. La lucha de clases es la base ideológica del marxismo, es el enfrentamiento absurdo de unos hombres contra otros y una vez desatada, ciertamente, se convierte en un tumor permanente, no solo en el “alma americana” sino en el alma de cualquier nación.
Pero es inexacto con su apreciación ideológica que Obama, a quien se refiere, haya hecho un llamado a la lucha de clases. El ha planteado una tímida propuesta de generar empleos limitada por las concesiones políticas que ha hecho a favor de los republicanos fundamentalistas y a los reaccionarios del Tea Party y siempre recibirá el rechazo unánime de los republicanos a cualquier iniciativa que adelante.
En su artículo de opinión “Obama y la lucha de clases”, Armando González trae a colación, como tomada por los pelos, la nefasta experiencia cubana: “Para los cubanos exiliados, el presenciar la lucha de clases como instrumento político nos trae a la mente la versión castrista que, en 1959 y 1960, se usó para fomentar el odio entre los cubanos. Para debilitar la oposición al plan marxista que comenzaba a desarrollarse. Nos recuerda a Fidel Castro, en la cima de su popularidad, refiriéndose a las damas de la sociedad como “las señoronas”. A cualquier dueño de propiedad rural como “latifundista”. A cualquier miembro o partidario del gobierno derrotado como “esbirro”. A cubanos prominentes que, como Felipe Pazos, Rufo López Fresquet y otros, que integraron el Gabinete original y pronto lo abandonaron, como “los sesudos”. Las circunstancias y la geografía podrán ser diferentes. Pero la vil táctica de lucha de clases es la misma”.
No recuerdo haber escuchado al Presidente Obama emplear los epítetos que menciona el Sr. González contra cualquier miembro de la oposición republicana ni de referirse con tales términos a los tiburones de Wall Street. No, Sr. González, su comparación no es válida. Y ciertamente, las circunstancias son diferentes. En Cuba, Castro se aprovechó del repudio popular a los desmanes de la dictadura batistiana para impulsar su agenda totalitaria; aquí, en Estados Unidos, son los republicanos los que quieren impulsar su agenda totalitaria aprovechando el repudio popular a la crisis económica que se generó durante el gobierno de George W. Bush y heredara Obama.
Obama da la impresión ─ anota González ─, de acuerdo a muchos observadores, de no tener idea de cómo cambiar la dirección del país. Las cosas siguen cuesta abajo y todo lo que al Presidente se le ocurre es presentar un “nuevo” plan al Congreso en televisión nacional sin explicar cómo va a pagar por él y, diez días después, en un discurso en el Rose Garden de la Casa Blanca, presentar un plan de financiamiento que haría reír a cualquier banquero que se respete”.
Obama en realidad se siente desconcertado en su intento de “cambiar la dirección del país”; se tiene que enfrentar a una oposición que no colabora en nada para resolver la crisis y que se opone sistemáticamente a sus iniciativas, y todo con el interés confeso de expulsarle del gobierno.
De manera festinada Armando González atribuye intenciones e ideas en Obama que este no ha expresado, ni ha insinuado y solo cabe en su propia capacidad vidente y psicológica, sin mayores argumentos: “Para el presidente Obama, la creación de puestos de trabajo es algo secundario, como también lo es la reducción del déficit. Lo principal para él es “equidad”, fairness. El Presidente ve a los ciudadanos más acaudalados no como gente que trabaja duro y tienen iniciativa. Él los ve como gente que explotó a los demás o, al menos, tuvieron más suerte. Son los ganadores de la lotería de la vida. Por lo tanto él considera que su trabajo es remediar esta “injusticia”. Y si eso requiere lucha de clases, si eso requiere echar a pelear una clase de americanos contra otra, que así sea”.
Voy a utilizar también un símil con lo que apuntara González sobre aquello que a los cubanos exiliados nos trae a la memoria. La demagogia castrista se basaba en sofismas y en sus discursos no se cansaba de repetir aseveraciones, y rotundas afirmaciones, como las que hace González, pero sin presentar argumentos que las avalaran, todo quedaba en lo subjetivo para actuar sobre la conciencia de las masas.
Tal vez la nación americana le pase la cuente al Presidente Obama para que le sustituya en el puesto un republicano, quizá algún dinosaurio del Tea Party; entonces sí, en medio de la crisis económica que no resolverá el nuevo mandatario y aferrado a sus inconmovibles patrones ideológicos se producirá la lucha de clases en el seno de la nación como “un tumor permanente en el alma americana”.

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