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martes, 23 de agosto de 2011

La indignidad de apoyar a una tiranía sangrienta.

Mario J. Viera.  Englewood, Florida.

La comunidad internacional contempla con estupor el baño de sangre que se ha dado el tirano de Siria, Bashar al-Assad enfrentándose al clamor popular que le exige su renuncia. Más de 2000  opositores civiles al régimen de Assad han perdido la vida durante los últimos cinco meses de represión de las tropas sirias.
Según declarara a REUTERS la alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Navi Pillay, el “ejército sirio y las fuerzas de seguridad siguen empleando fuerza excesiva, incluyendo artillería pesada, para sofocar manifestaciones pacíficas y recuperar el control sobre los habitantes de varias ciudades”.
Las calles de Derá, Damasco, Homs, Hama y Lataquia se han manchado de sangre.
El 30 de abril, las fuerzas sirias asesinaron entre 24 y 62 civiles que protestaban durante el Viernes de la Ira, luego de la oración islámica del viernes.
El 20 de mayo durante otro viernes, al que los opositores denominaron “Viernes de la Libertad”, en Homs, Derá, Banias, Qamichli y Damasco, durante las demostraciones de rechazo al régimen, no menos de 34 civiles fueron asesinados por las fuerzas represivas.
El 31 de julio la ciudad de Hama fue asaltada por fuerzas militares con apoyo de tanques de guerra ocasionando la muerte de 80 civiles, la misma ciudad donde en 1982 fueron masacradas 30 mil personas para aplastar una rebelión dirigida contra Hafez al Asad, padre del actual tirano sirio. Al menos 130 personas murieron en diferentes partes de Siria ese mismo día, según reporte de la BBC.
El 1ro de agosto unas 124 personas murieron en diferentes ciudades de Siria víctimas de la represión oficialista, en tanto que en Hama, la cifra de víctimas ascendió a 97 civiles y sufrieron heridas de bala más de cien personas.
El 19 de agosto las fuerzas de seguridad asesinaron al menos doce civiles que protestaban luego de la oración del viernes a pesar de que Bashar al Asad había declarado que las operaciones militares habían cesado.
Estos son algunos pocos de los actos represivos contra la protesta civil que reflejan, en cambio, la decisión de Bashar al Assad de mantenerse en el poder a despecho del rechazo popular.
Este martes, en una sección especial del Consejo de Derechos Humanos para analizar la situación política de Siria se acordó una resolución presentada por la Unión Europea con el respaldo de los Estados Unidos de condena al régimen de al Asad. La resolución adoptada con los votos favorables de 33 países, el voto en contra de solo cuatro y la abstención de ocho, plantea el envío de una comisión independiente que investigue los crímenes contra la humanidad que se cometen por el gobierno de Siria, según las denuncias que por activistas de los derechos humanos se han formulado.
Siguiendo la línea de sus políticas hipócritas, tanto China como Rusia votaron en contra de la resolución, dos miembros del Consejo de Seguridad que poseen derecho al veto.
Aliándose al voto de China y Rusia, dieron su negativa las representaciones de Cuba y Ecuador, nada extraordinario conociéndose cuales son los postulados ideológicos que sostienen ambos gobiernos.
El gobierno de los Castro vuelve a llenarse de lodo arguyendo sofismas de apoyo al último representante en el poder del partido Baas, un partido de extremo nacionalismo próximo a las concepciones fascista y el único legalmente reconocido en Siria.
El indigno papel de defensor de una tiranía totalitaria y sanguinaria lo representó el comisionado de los Castro ante el Consejo de Derechos Humanos, Rodolfo Reyes.
Agitando consignas de la era de la guerra fría, Reyes hizo una apasionada defensa de “la independencia, soberanía e integridad territorial” de Siria y asegurando que el gobierno usurpador que él representa “está consciente de que la información disponible es fragmentada, imprecisa y objeto de frecuente manipulación”.
Esta es la misma tesis del castrismo cuando rechaza como manipulación las críticas que se le hacen por la represión que realiza en contra de los opositores cubanos.
El indigno diplomático que pretende ser representante de Cuba, calificó las denuncias de los actos de lesa humanidad que el tirano de Siria realiza en contra de su pueblo como “objetivos estratégicos de Israel y de los Estados Unidos” dirigidos a la desestabilización de Siria y su “empeño de provocar un cambio de régimen en ese país”, Según la voz de los Castro ante el Consejo, esos objetivos de Israel y Estados Unidos “Forman parte del objetivo mayor de cambiar el mapa político del Medio Oriente”. Es como si quisiera decir que la ola revolucionaria que sacude al mundo árabe ha sido obra de las agencias de inteligencia de ambos gobiernos y no resultado de la frustración y las ansias de libertad de los pueblo árabes.
Y agrega el representante del totalitarismo cubano: “¿Cómo olvidar que el proceso que condujo a lo que hoy sucede en Libia se originó en este propio Consejo, con la convocatoria a una sesión especial como ésta?”
No, y él bien lo sabe, la situación que hoy se vive en Libia y que está a punto de aniquilar la tiranía de Muamar el Gadafi, no se originó en el Consejo de Derechos Humanos, sino la reacción del ridículo tirano libio que quiso ahogar en sangre la revuelta que le pedía, como hoy piden los sirios con respecto a al Asad, que renunciara al gobierno.
En su breve perorata, Rodolfo Reyes expresó que es “al pueblo sirio, junto a sus autoridades, (el que le corresponde) determinar las vías y medios para atender y ejecutar la voluntad popular”. Ya el pueblo sirio ha encontrado las vías y medios para hacer oír su voluntad, enfrentando al régimen en protestas callejeras sin el recurso a la violencia de su parte y las autoridades sirias ya han sabido expresar las vías y medios para rechazar las demandas populares, por medio de la negativa a abandonar el poder y utilizando la fuerza de las armas con el empleo de tanques de guerra para aplastar en una sangría indetenible las protestas. Hasta hora es solo el pueblo el que ha aportado los muertos.
El papel que el funcionario de los Castro le reserva a la comunidad internacional es el asumir una actitud contemplativa ante los crímenes que contra la vida acomete el gobierno de Asad. Solo “prestar ayuda para salvaguardar la paz y la estabilidad en ese país, no incitar acciones que provocan la muerte, el delito, las agresiones a personas inocentes y la inseguridad ciudadana”. ¿De quién está hablando este señor? ¿Acaso actuar para detener, aunque sea tímidamente como ahora hace el Consejo, la escalada represiva del tirano sirio es la muerte, el delito, la agresión a personas inocentes y la inseguridad ciudadana? No puedo entender que nadie le haya mandado callar ante tales incongruencias.
El enviado del gobierno de Raúl Castro concluyó su pérfida argumentación asegurando que el ilegítimo gobierno de Cuba “reitera su confianza en la capacidad del pueblo y del gobierno sirio para resolver sus problemas internos, sin injerencia extranjera, y exige el pleno respeto a la libre determinación y a la soberanía de ese país árabe”. Es decir, darle la oportunidad al tirano a que pueda ahogar en un terrible holocausto la ira de un pueblo que ya se cansó de ser humillado y sometido por un vil gobierno, tan vil como el gobierno que el embajador Rodolfo Reyes representa.

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