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sábado, 6 de agosto de 2011

EL CAMINO SIN RUMBO DE PAYÁ



Alfredo M. Cepero. Director de www.lanuevanacion.com

Durante mucho tiempo he sido reacio a expresar objeciones o dudas con respecto a documentos emitidos por miembros de la oposición dentro de Cuba. Pero, como dice la Biblia, todo tiene su tiempo. Para mi llegó el tiempo de echar por tierra la falacia de que los de dentro están mejor informados que los de fuera porque “viven dentro del monstruo” y de despojarme del tabú de que los opositores internos son acreedores a nuestras deferencias porque sufren en carne propia la opresión de la tiranía. Basta ya de mojigaterías y de paños tibios porque lo que está en juego es nada menos que la libertad de la patria y la felicidad de todo su pueblo. Y como diría Agustín Tamargo, llamemos: “Al pan, pan y al vino, vino”.

Todos los que trabajamos por Cuba, vivamos en la Isla o en el destierro, tenemos las mismas obligaciones, disfrutamos de los mismos derechos y estamos expuestos a las mismas críticas de nuestros interlocutores. Y, aquel que no esté preparado, que se aprenda la célebre frase de Harry Truman de “si no puedes aguantar el calor sal de la cocina”, porque no hay cocina más caliente que la del mundo de la política. Por lo tanto, los documentos, programas, proyectos y personajes equivocados tienen que ser señalados como tales. No puede haber vacas sagradas por muy sagradas que ellas se crean. No se puede callar ante el error en nombre de una unidad que algunos aspiran a imponer como la camisa de fuerza de una falsa uniformidad.  Es más, quien calla ante el error se convierte en cómplice de los daños que produzca la aceptación de ese error como verdad.

Enmarcado el argumento, procedo a entrar en el tema central resumido en el título de este artículo. Hace escasamente un mes, Oswaldo Payá dio a la publicidad uno de los documentos a los que ya nos tiene acostumbrados que esta vez tituló El Camino del Pueblo. Con anterioridad, había sometido a consideración pública el Proyecto Varela, en marzo de 2001, el Programa de Gobierno Transitorio, en diciembre de 2003 y el Diálogo Nacional, en enero de 2009. En términos periodísticos, este último fue una especie de “refrito” de los conceptos expresados en los documentos aquí mencionados.

Como no quiero agobiarlos con un examen exhaustivo de los kilométricos trabajos del Ingeniero Payá seré breve en mi análisis. En el Proyecto Varela, por ejemplo, abogó por enmiendas o transitorias a esa aberración jurídica que es la constitución Comunista de 1976, cuyo artículo 5 estipula que “el Partido Comunista Cubano….es la fuerza dirigente y superior de la sociedad y del estado”. Cuando se dio cuenta de que el carro estaba atascado en el lodo de su fantasía, se apareció con un Programa de Gobierno Transitorio donde echa por la borda la Constitución de 1976 y afirma que: “Es el pueblo quién consagrará este Programa Transitorio y por eso queda abolida la actual constitución...”. 

Dentro de este mismo documento se aparta de las enseñanzas incluyentes del Padre Varela cuando excluye a los exiliados de una participación plena en el proceso de transición. En este sentido manifiesta: “Este CNGT (Consejo Nacional de Gobierno Transitorio) estará formado de manera equilibrada y en la primera etapa sólo serán miembros del mismo cubanos que viven en Cuba en el momento de ser aprobado el programa. El CNGT tendrá el mismo número de miembros nombrados por la Asamblea Nacional del Poder Popular que los nombrados por el Comité Ciudadano entre la Oposición Pacífica.” Los esbirros comunistas son bienvenidos. Los exiliados, que manden plata y se resignen a ser ciudadanos de segunda clase.

En el documento de El Camino del Pueblo vuelve a extender una rama de olivo a los esbirros de la tiranía proponiendo: “Crear una Comisión Nacional integrada por miembros del gobierno y de la oposición democrática y por otros componentes de la sociedad civil…” Y más adelante propone la “creación de una nueva Comisión Electoral Nacional integrada por ciudadanos propuestos por el gobierno, la oposición democrática y otros miembros de la sociedad civil.”

Al igual que ha hecho en otras ocasiones, Payá se dio esta vez a la tarea de recopilar firmas de respaldo entre opositores y exiliados. De hecho, el documento ha sido suscrito por varios compatriotas que admiro y respeto. Pero, aunque lo hubiesen firmado los once y tantos millones de la Isla y los dos millones del exilio no cambiaría mi opinión sobre lo que considero otro adefesio político-jurídico del Ingeniero Payá. Como Gandhi digo que: “En materia de conciencia la mayoría no cuenta”.

Y eso debe contemplarlo el señor Payá como parte del normal intercambio político dentro de una democracia. Además, es de esperar que alguien que repite hasta el cansancio su lema de que los cubanos “tenemos derecho a los derechos”, al punto que usa la palabra 24 veces en el Camino del Pueblo, comprenda que la mayor defensa del ciudadano frente al gigantesco poder del estado es el sagrado derecho de disentir.

Es, por lo tanto, lamentable que Payá haya reaccionado con tanta furia ante las críticas formuladas por opositores a ambos lados del Estrecho de la Florida. A tal punto, que en una nota de prensa del Movimiento Cristiano de Liberación que me llegó el pasado 28 de julio se afirma: “Mientras poderes extremistas le hacen el trabajo de publicidad sucia a su aliado Castro contra El Camino del Pueblo... ‎Castro cómodo reprime en Cuba a los que llevamos mano a mano la esperanza de abrir el camino del pueblo a la libertad.”

Por otra parte, estas discrepancias que son normales entre seres humanos sometidos a la presión psicológica de confrontar a la fuerza poderosa y la maldad tenebrosa de una tiranía parecen tener una razón más profunda. La cuestión no es solo de metodología o de personalidades sino de profundas diferencias filosóficas. Como lo atestigua el hecho de la popularidad de que disfruta en el Viejo Continente, el pensamiento de Payá parece estar enmarcado dentro del contexto de la social democracia europea con sus consiguientes políticas de estado benefactor. Ahí están como testimonio la enumeración de infinidad de derechos garantizados en los documentos emitidos por Payá que hemos estado analizando. Es el caso del ciudadano que descansa en el gobierno para la satisfacción de sus necesidades y acepta a cambio límites a su libertad individual.

Otros como yo somos firmes defensores de nuestra libertad ilimitada y vemos al gobierno como un mal necesario cuya misión limitada es mantener la paz social, proteger a los débiles y defender la soberanía nacional. El mejor gobierno es el gobierno pequeño. Como Ronald Reagan estamos convencidos de que “el gobierno es como un niño chiquito con mucho apetito y ningún sentido de responsabilidad”. Es más, si le concedemos demasiados poderes nos convierte en esclavos de su insaciable avaricia y en instrumentos de sus mecanismos de control totalitario.

El ejemplo de la Cuba bajo los Castro debería habernos inoculado de la enfermedad de dependencia gubernamental. Confiamos, en conclusión, en la capacidad de imaginación y de trabajo de los cubanos para labrarse cada uno su propia prosperidad y, de paso, ser dueños de sus destinos y de su libertad. Miami es un ejemplo y un vaticinio de lo que haremos en la Cuba libre que ya anda a la vuelta de la esquina.

Este argumento, sin embargo, no es de inaplazable decisión en este momento y tendrá que ser decidido en elecciones democráticas, justas y transparentes en una Cuba futura. Por el momento, debemos concentrarnos en las fórmulas más idóneas para alcanzar la libertad. Este camino sin rumbo que nos presenta Paya no es esa fórmula porque los únicos ganadores son nuestros opresores.

Ganan la credibilidad internacional que han perdido en los últimos años, ganan tiempo para seguir poniendo a buen recaudo sus mal habidas fortunas, ganan acatamiento por un pueblo adormecido por la esperanza de un cambio sin violencia y ganan capacidad de represión y de infundir terror sobre una oposición dividida por esta quimera disfrazada de proyecto serio. El gran perdedor es un pueblo que pierde su libertad, sufre más miseria, abandona toda esperanza y se resigna a la esclavitud.

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