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miércoles, 16 de febrero de 2011

Me importa dos cominos no ser “políticamente correcto”

Mario J. Viera. 



Me da lo mismo si la izquierda me quiera achicharrar en una olla de aceite o si la derecha quiera colocar mi cuello bajo la hoja de la guillotina. Me declaro iconoclasta y lo mismo que digo que los Castro, los Chávez y toda la izquierda bananera son un montón de estiércol mal oliente, me declaro crítico de los ídolos de la derecha, ya sea Ronald Reagan o George W. Bush.

Sí, soy políticamente incorrecto. No creo que sobre la faz de la tierra exista la verdad suprema y creo que puede ser un perfecto estúpido un encumbrado intelectual como pudiera ser genial un simple y no ilustrado mortal.

Me rechinan los dientes cuando tengo delante de mí una dictadura de la minoría como me saca de quicio la dictadura de la mayoría. Creo que muchas veces un hombre solo, puede ser un poderoso ejército. La verdad no se mide cuantitativamente. El valor de la verdad se mide cualitativamente, aunque en ocasiones sea engorroso interpretarla.

Creo en el valor universal de los derechos humanos pero no confío en cualquier grupo que se declare altar y refugio de los derechos humanos. No me agradan tampoco las ampulosas declaraciones de los “salvadores patrios” ni los exaltados movimientos populistas ya sean aquellos que quieren un Estado fuerte como los que se pronuncian por un Estado famélico.

Rechazo la idea de la perfección humana porque el hombre siempre ha sido hombre, con ambiciones, intereses egoístas, disimulo; y elevados pensamientos y nobles aspiraciones, todo mezclado dentro de su estructura de carne y células nerviosas. Ni ángeles completos ni definitivamente demonios. El hombre, el ser humano tiene una naturaleza dual; es luz y, a la vez, es también sombra.

Y como no soy políticamente correcto voy a expresarme libremente sobre dos noticias que han aparecido en los medios. Dos noticias completamente opuestas. Una versa sobre la defensa de un derecho humano, la otra, la expresión de un supuesto patriotismo.

El artículo 5 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece tajantemente: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Cuando se dice “nadie”, se dice nadie. Es decir, un miserable asesino, narcotraficante, terrorista, un salvaje que canta versos religiosos mientras rebana el cuello de un inocente o coloca un poderoso explosivo en un lugar concurrido, una estación de ferrocarril, una plaza pública o abalanza un avión de pasajeros contra las torres jimaguas de New York con pasión de fanatismo homicida; un narco mexicano que decapita colectivos con la misma tranquilidad como tomarse una Coca Cola, también entra dentro de esa categoría del “nadie”. Sus miserables existencias tienen derecho a ser considerados como seres humanos. ¡No pueden ser torturados! Y si alguien se atreve a propinarles un poco de sus propias recetas de inmediato surgen voces airadas, gritan, vociferan, se rasgan las vestiduras como los patriarcas de la Torah hebrea.

A los que gritan, sus gritos les nubla la razón. El fanático, terrorista o narcotraficante, es una amenaza constante sobre la seguridad pública. Manejan en secreto sus tremebundos planes. Nadie sabe con certeza donde descargarán el próximo zarpazo. Si alguno de sus militantes es capturado no hablará, el fanatismo es una muralla y mucho más cuando se cree que con su inmolación gozará de las maravillas del Paraiso. Se detiene a uno de ellos. Se calla, no delata a sus líderes, y, confiado en su impunidad como ser humano, gozará cuando se produzca un nuevo holocausto por mano de sus conmilitones.

El presidente George W. Bush autorizó la aplicación contra terroristas capturados (sí, terroristas, no “supuestos” terroristas) de un método de obtener confesiones considerado como tortura, que realmente es una tortura, el llamado submarino. Y se obtuvo información valiosa para la seguridad nacional; información que permitió evitar que se produjeran nuevos actos de terror. ¿Etico? Por supuesto que no es ético, sino práctico; pero no existe en todo el mundo un servicio de inteligencia que no recurra a métodos sucios para lograr sus objetivos de seguridad nacional. Hay ocasiones, muy escasas, en que los fines sí justifican los medios.

Y se armó el escándalo. Ahora ponen el grito en el cielo la Federación Internacional para los Derechos Humanos, FIDH, y la Organización Mundial contra la Tortura, OMCT, reclamando que se abra una acción legal en Suiza contra Bush por el delito de tortura. No obstante, el Ministerio de Justicia suizo declaró que el ex presidente Bush poseía inmunidad aún después de finalizado su mandato.

Muy consciente de su humanitaria labor, Eric Sottas, Secretario general de la OMCT refutó tal argumento, alegando que por la Corte Penal Internacional, es juzgado  el ex gobernante de Liberia, Charles Taylor, y se ha emitido la orden de aprehensión en contra del actual presidente de Sudán Omar al-Bashir.

El justiciero Sottas iguala dos casos muy diferentes. No es lo mismo arrancarle confesiones a fanáticos homicidas, que aplicar torturas contra opositores políticos por parte de una dictadura. En el primer caso se trata de una medida expedita a favor de la vida de cientos de inocentes; en el otro, se trata de actos crueles, inhumanos y degradantes dirigidos a mantener en el poder a una banda de usurpadores. Existe una marcada diferencia entre la defensa de la vida y la defensa de la opresión y de la muerte.

Que nadie diga que simpatizo con Bush. Otras son sus culpas como el desgaste de la economía nacional en una guerra loca conducida en Irak y la muerte inútil de miles de jóvenes de los Estados Unidos, de americanos de nacimiento y de inmigrantes latinoamericanos y de otros orígenes envueltos en esa delirante conflagración.

Es interesante el comentario enviado por un lector de Diario de Cuba sobre la nota noticiosa de que dos senadores se han unido en la intención de prohibir los vuelos directos a Cuba. Firmada como anónimo la nota dice: “Para muchos de los que aquí escriben esta medida es una LOCURA, pero si nosotros los de la "mafia" seguimos ayudando a la Dictadura más nunca se cae, en Cuba lo UNICO que le interesa a nuestra propia familia es lo que les proveemos desde el IMPERIO, no hay uno que tenga los pantalones bien puestos para protestar, al contrario van como corderitos a las concentraciones. No estoy en contra de ayudarlos para que coman pero es hora de que ellos hagan algo y no nos lo dejen todo a nosotros a los que todavía no nos perdonan que vivamos en LIBERTAD”

Me pregunto: ¿acaso el anónimo firmante, antes de correr a la emigración, tuvo “pantalones bien puestos para protestar” contra el castrismo? Espero que sí porque de lo contrario sería un gran hipócrita. Otra pregunta ¿por qué esa forma tan despectiva para referirse a “nuestra propia familia” que lo único que les interesa, según su opinión, “es lo que le proveemos desde el IMPERIO”? La familia es lo más sagrado en la vida de cualquier ser humano. Nos humanizamos cuando en épocas prehistóricas forjamos el concepto de familia.

Otra interrogante ¿Por qué esa manifestación de donador de limosna cuando dice que no está “en contra de ayudarlos para que coman” y exigir que “hagan algo y no nos lo dejen a nosotros”?

Es un gran patriota el anónimo lector de Diario de Cuba. La patria empieza por la familia. La patria es un concepto abstracto que se concreta simplemente en nuestra familia, a partir de ese núcleo básico de la sociedad se estructura la idea de patria. ¿Cómo reclamar que no nos “dejen todo a nosotros” y exigir que “su familia” la que no le perdona que viva él en libertad, se arroje a las calles para enfrentarse en desigual combate contra las fuerzas represivas de la tiranía?

Hay quienes satisfacen su conciencia patriota solo desfilando por la Calle 8 de la Pequeña Habana con carteles anti castristas, cerrando los puños contra los Castro desde el portal del Versailles o aplastando discos de Juanes en rechazo a su hipócrita concierto por la paz en Cuba. Solo eso. Pero cuanto cubano encumbrado es capaz de donar unos pocos miles de dólares para apoyar a la oposición interna o para impulsar una poderosa campaña de propaganda internacional a favor de la libertad de Cuba. La solidaridad con los opositores no es solo hablar bien de ellos dentro del núcleo de los convencidos, es ayudarles económicamente; es entrando en contacto directo con ellos, de persona a persona, no solo a través de un hilo telefónico.

La libertad de Cuba se comienza liberando a nuestra familia de la dependencia del Estado totalitario y por eso son útiles las remesas.

El primer arribo masivo de la comunidad exiliada a Cuba puso en tela de juicio las patrañas que propalaba el régimen sobre la vida de penuria en que vivían los emigrados. Aquella primera avalancha de cubanos de Miami a La Habana provocó la explosión de la Embajada del Perú.

Por criterio propio, por imperativo de mi conciencia, yo no volveré a Cuba, ni de visita, mientras sobreviva el régimen totalitario. No voy, porque no me da la gana, no porque me lo quiera prohibir algún que otro legislador en el Congreso Federal; no porque algún amargado viejito me lo tome a mal. Esa es mi decisión y no tengo que imponérsela a otros.

Ahora el play boy del Tea Party Marcos Rubio, convertido en Senador con los votos, no del mío, sino de los exiliados cubanos de canas y arrugas, los que se creen todos los cuentos republicanos de ser los más duros con el castrismo, se presenta ante el Senado y quiere que se prohíban los vuelos directos a la isla. Y dice:

“En lugar de hacer negocios con los regímenes que amenazan la seguridad estadounidense, deberíamos alentar a nuestros aliados democráticos con vínculos económicos más profundos”

¿A quién se refiere? ¿Será acaso a George W. Bush que autorizó grandes ventas a los Castro incluyendo no solo alimentos sino también papel? Todos sabemos, o debiéramos saber, por reportes de los periodistas independientes cubanos que de esos grandes lotes de productos agrícolas de Estados Unidos apenas llegó algo a la mesa cubana dedicándose en lo fundamental a cubrir las necesidades del turismo internacional, a satisfacer la dieta de las fuerzas armadas y el Ministerio del Interior y a llenarle las panzas a la gerontocracia usurpadora.

La intención de Rubio es únicamente política. Es aquello de decir blanco donde Obama diga negro.

Por supuesto, Rubio es cubano de segunda generación. Sus padres hace mucho que emigraron a los Estados Unidos. Rubio tiene a sus hijos en los Estados Unidos. Rubio solo conoce a Cuba de segunda mano. Rubio piensa más como un anglo sajón que como un latinoamericano caribeño. No tiene que preocuparse por que sus hijos pasen hambre, sus hijos son americanos de segunda generación.

Como sucede con muchos viejos exiliados, entre los que abundan aquellos que tuvieron vinculación con la dictadura de Batista, que van quedando pocos, o aquellos que no “tuvieron los pantalones bien puestos”, como dice el anónimo lector de Diario de Cuba, para defender sus propiedades que les fueron confiscadas y huyeron hacia el Norte con la esperanza de que los marines en breve les devolvieran sus bienes, que también ya van quedando pocos.

Aquí llegaron con sus esposas, con sus sueños truncados; aquí educaron a sus hijos o les nacieron hijos; aquí vieron crecer a sus nietos; en Cuba quizá queda el recuerdo de una madre avanzada en edad o un hermano querido o la lacerante memoria de un cercano familiar fusilado; aquí sufrieron la amargura de no poder asistir a sus viejos en la enfermedad o de poder acompañarles a su última morada, por la prepotencia del cruel sistema que se impuso en Cuba por las armas y por el paredón de fusilamiento y que cerró la isla al contacto con el mundo.

Yo les comprendo.  Pero aunque los comprenda no puedo aceptar que quieran negarle el derecho a miles de cubanos como ellos que puedan visitar a sus seres queridos o de brindarles su ayuda económica. Quizá ellos tuvieron también el deseo de enviarles esa ayuda a los pocos que le quedaron atrás y no pudieron porque el castrismo había cortado el contacto de cubano a cubano. En memoria de esos tiempos de dolor, de nostalgia e impotencia que padecieron deberían solidarizarse con el cubano que no sufrió lo que ellos sufrieron y que quieren reencontrarse con los que atrás dejaron y de enviarles su ayuda generosa. No debieran imponerles a otros cubanos lo que la tiranía les impuso a ellos.

En el exilio histórico hay hombres y mujeres que se enfrentaron al comunismo cuando tantos en Cuba estaban adormecidos con el opio castrista, y sufrieron prisión durante largos años cuando nadie escuchaba el clamor del presidio político; como hay héroes que lucharon con las armas en las manos en las gloriosas montañas del Escambray. Todos merecen honor.

Es cierto que a corto plazo el gobierno de Cuba recibe un beneficio económico en momentos en que su economía está en el punto más bajo; pero también es cierto que como camaleón sabe adaptarse ante cualquier contingencia. Con el intercambio comercial que hace con China, Irán, Rusia, con muchos países del hemisferio puede mantenerse en el poder durante un tiempo más, aun incluso sin los aportes de las remesas de los exiliados a sus familiares. A largo plazo, con el aporte de la comunidad cubana en la emigración, con el intercambio entre cubanos de una y otra orilla del Estrecho de La Florida, el ciudadano común se hará más y más independiente y cada vez más decidido a exigir sus derechos. La economía de Cuba será incapaz de satisfacer una demanda solvente cada vez mayor. Este será el principio del fin. Los pueblos hambreados no derrocan tiranías.

Egipto derribó al dictador no porque su economía fuera deprimente, sino por el desarrollo de la tecnología de las comunicaciones y por la existencia de partidos políticos que aunque muy limitados aún poseían cierto poder de convocatoria. Mubarak no pudo mantenerse más tiempo en el poder aun cuando contara con una generosa ayuda económica de los Estados Unidos y de Europa. Todo lo demás que se diga es pura habladuría.

Detesto la demagogia politiquera, y como no soy políticamente correcto me atrevo a proponerles a Marcos Rubio y a Bob Menéndez que impulsen nuevos proyectos de leyes. Lo primero, que denuncien el Tratado Kennedy – Jruschev y que propongan que los Estados Unidos enfríen sus relaciones diplomáticas con aquellos estados que cooperan con el régimen castrista, que le garantizan créditos, que comercian ampliamente con él, como pueden ser Canadá, México y España. Por supuesto que estos proyectos chocarían con los principios de la “real politik” y no serían factibles, entonces, si esto que si sería una poderosa herramienta para el cambio en Cuba no es posible ¿Por qué proponer leyes que impidan que muchos cubanos puedan viajar a Cuba, aunque no todos vayan a Varadero y muy pocos se alojen en hoteles de cinco estrellas?

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